sábado, 13 de mayo de 2017

1.15) Feriados (ARTÍCULO PROPIO NÚMERO DOSCIENTOS)

“Y menciono solo algunos”, quiso especificar.

Cuatro de ellos tenían un carácter espiritual, emocional y simbólico, en tiempos remotísimos religioso, aunque esa enorme aceptación y arraigo entre las hadas en todos los rincones del planeta y el gigantesco disfrute por su parte y por todos los otros seres elementales los convertían prácticamente en obligatorios y no laborales. Correspondían al vigesimoprimer día de los meses de Marzo, Junio, Septiembre y Diciembre, y marcaban el inicio de las cuatro estaciones climáticas – otoño, invierno, primavera y verano –. En los hemisferios sur y norte, respectivamente, estaban transcurriendo los últimos días del invierno y del verano, estando esta última vigente en Insulandia. Otro de los feriados, en este caso uno obligatorio, trascendía cada frontera y el motivo se celebraba en todo el mundo, y había sido establecido catorce mil años atrás – tres mil ochocientos noventa y seis antes de que ocurriera el Primer Encuentro, el evento histórico más importante de todos –: ese era el “Día de la familia”, una institución que los seres feéricos equiparaban al poder político y a la que veían como la más importante fuente de desarrollo de la sociedad, de la cual era uno de sus pilares. En Agosto, el decimosegundo día era uno de los feriados nacionales insulares, y cada país tenía el suyo propio: alrededor de cinco milenios antes del Primer Encuentro, los reyes, el Consejo Real y demás funcionarios públicos insulares habían consensuado y dado el visto bueno, consulta popular mediante, a la reforma a su ley primera (la sexta hasta la fecha) y la creación de sus otros símbolos patrios. Cada país tenía su propio “Día de la Patria”, y poseía, además de su Ley Primera, un escudo, una bandera y un himno, que en el caso del reino insular estaban a poco de cumplir los quince mil doscientos cuatro años de existencia ininterrumpida. Otro feriado de carácter obligatorio, uno que se celebraba también en todos los países, con lo que por tanto tenía alcance planetario, correspondía al anteúltimo día del mes de Octubre y había sido establecido cuando se cumplieran los primeros y exactos trescientos sesenta y cinco días desde que ocurriera el Primer Encuentro, aunque por esos tiempos las hadas usaban su antiguo calendario (todavía vigente), uno creado con base en una religión feérica hoy desaparecida, de la cual quedan solo los textos y archivos históricos, además de objetos de culto. Tan trascendental e importante había resultado el acontecimiento que la cronología había empezado a contarse desde cero, finalizando así un extensísimo período de veintisiete mil trescientos cinco años – unos más unos menos, la fecha exacta se había perdido en el tiempo – y la fecha correspondiente al trigésimo día de Octubre fue declarada como el “Día de la Diversidad Étnica y Cultural”, una de las fechas más importantes en ambos calendarios. Veintinueve de Noviembre, establecido novecientos años atrás, era el más nuevo de los festivos obligatorios, se celebraba también en todo el planeta y, debido a su importancia, arraigo y aceptación en el conjunto de los seres elementales, hadas incluidas, había pasado de ser un feriado simbólico a uno obligatorio tan solo nueve años después de haber sido establecido. Mediante un complejo, profundo y exhaustivo estudio a escala planetaria que se había prolongado durante los setenta y dos meses previos a su establecimiento, las hadas y los demás seres elementales pudieron realizar el conteo de formas de vida, su especiación y clasificación, en el planeta: cincuenta y un millones setecientos cuarenta mil ochocientas diecisiete especies vegetales, trece millones novecientas noventa y un mil novecientas del reino animal y treinta y siete mil quinientas veintitrés fungis (hongos). A esa fecha de Noviembre se la conocía como “Día de la Diversidad Natural y Biológica”. El segundo día del mes de Febrero era una fecha seleccionada al azar hacía tres mil seiscientos sesenta y tres años en ambos hemisferios, consensuada por unanimidad por cada uno de los delegados (miembros de las familias reales) que participaron de la reunión, y esa fecha era conocida hoy como “Jornada de la Buenaventura”, en la que se expresaban y afloraban, celebración mediante, sentimientos y emociones tales como el amor, la solidaridad, la concordia, la fraternidad, la paz, la amistad y la armonía. El séptimo día de Abril se celebraba con toda la pompa el “Día de la Tradición y la Cultura”, una fecha por demás importante que estaba a menos de un mes de cumplir los veinticinco milenios y cinco años de existencia: había sido pensada y puesta en vigencia por el conjunto de las familias reales con el propósito de lograr el fortalecimiento permanente de cada uno de los aspectos culturales y sociales de la especie. Ese día, su equivalente en el antiguo calendario feérico, tan lejano (lejanísimo), la población mundial de hadas por primera vez había alcanzado una cifra redonda, de trescientos millones. Una fecha aplicable solamente al reino de Insulandia era variable y correspondía al “Natalicio de la Reina”. En el país, como en los otros setenta y cinco, la fecha cambiaba con la llegada al trono de una nueva hada, aunque se tomaba en cuenta no el día de la ascensión al puesto más alto del poder, sino el de su nacimiento. En el reino insular, actualmente estaba vigente la “Era de Lili”, que estaba a poco de alcanzar las once décadas de vigencia - ¡ciento once años!, la reina insular no aparentaba más de… ¿treinta y tres? -,  y lo haría una vez que llegara el veintisiete de Abril. Los otros tres festivos, obligatorios y mundiales, eran los días uno de Enero, uno de Mayo y treinta y uno de Diciembre, por el “Año Nuevo”, el “Día del trabajo” y el “Fin de Año”, respectivamente. Además había otras fechas, simbólicas, que ocupaban cada día en el calendario, como el “Día de los muertos” (cinco de Diciembre), donde las hadas rendían tributo y homenaje a quienes ya no estaban; el de la fundación de las ciudades y otros lugares habitados (el de la Ciudad Del Sol era el ocho de Octubre) y el del Consejo Real (nueve de Enero), el máximo organismo político insular. Esa fecha era una de las más importantes entre las simbólicas, y los consejeros se alegraban por ello: era el único día del año en que estaban cien por ciento libres de cualquier obligación laboral.

_... Y de manera individual, mis congéneres y yo consideramos como uno festivo al día de nuestro cumpleaños. Es así desde tiempos remotísimos – concluyó el hada de la belleza, ya durante el viaje de vuelta a la vivienda en la periferia, y luego de haberse ambos distendido con otro poco de información sobre los habitantes del Agua, incluidos algunos de sus nombres históricamente célebres. Estaban otra vez circunvalando el área verde con la puerta espacial y varios seres feéricos aparecían o desaparecían con habitualidad por el marco de oro. Continuaba estando allí el cántaro con las monedas, y también la misma hada guardiana. Eduardo hubiera pensado, de no ser porque antes la había visto moverse, que se trataba de una estatua – En nuestros casos particulares, Cristal y yo hacemos algo sencillo. No más de una docena de invitados, por ejemplo. Son nuestras amistades más cercanas y nos reunimos… que se yo, en nuestras viviendas o en un área verde, un parque público que está lindante a La Bonita, es el lago más grande de esta isla. Sesenta y seis punto cinco kilómetros cuadrados, veintidós kilómetros al sureste de mi casa, más allá del límite de la Ciudad. En parte, mi hermana y yo nacimos de un arbusto floral que todavía crece en ese parque, a unos treinta metros de la orilla del lago. Por ese motivo, para Cristal y para mi ese lugar, el lago y su parque circundante, es un símbolo.
_¿Qué día nacieron Cristal y vos?., quiso saber Eduardo, reparando con atino en lo conveniente que había sido pegar la vuelta, pues ya se estaban precipitando las primeras gotas de una lluvia tropical  que no pensaba permanecer en esa condición.
El cielo estaba muy oscuro y los relámpagos abundaban.
_Mi hermana el doce de Octubre de diez mil ciento ochenta y dos, a las cuatro horas con quince minutos, hora insular. Este año cumple diecinueve – contestó Isabel, retrocediendo en el tiempo su mente. Cristal era dos años más joven que ella – y yo a las diecisiete horas con cuarenta y cinco minutos del treinta de diciembre de diez mil ciento setenta y nueve… ¿qué pasa, Eduardo?.
Su nuevo y flamante amigo le había dado un sorpresivo abrazo, a la vez que fraternal, como el que se daban los grandes amigos de la vida que se reencontraban después de años, y fue más allá de eso, aunque conservando siempre la no existencia de dobles intenciones. Para alegría de la hermana de Cristal (ella no había esperado ni imaginado esto), un beso en cada mejilla y otro más en la frente. Su aura volvió a expandirse, en señal de alegría y emociones positivas.
_Igual que yo, Isabel – dijo el originario de Las Heras, visiblemente contento al  conocer aquella información. Había descubierto otro punto en común con el hada y eso, no había lugar para las dudas, le había agradado mucho –. El mismo día y el mismo mes. Lo que difiere es la cifra y la cronología. Yo nací el treinta de Diciembre de mil novecientos noventa y nueve. La única razón por la que parecen diferentes es porque tu raza y la mía cuentan el tiempo, los años, a partir de distintos sucesos trascendentes. La mía lo hace por motivos religiosos, y la tuya, es decir los seres feéricos… por motivos socioculturales, si se quiere – y pidió al hada –. Si te parece y estás de acuerdo con esto, los dos podríamos llevar a cabo el par de celebraciones en el mismo lugar, en ese parque del que hablaste o en tu casa. ¿Cuál es tu opinión de eso?, ¿te gusta la idea?.
_¡Que bien!, ¡claro que estoy de acuerdo con eso, Eduardo!. Me gusta esa idea que tuviste – celebró su “hada madrina", sonriente, cuando la distancia que restaba para llegar a su casa se redujo a exactos cien metros –. Me gusta mucho y… ¡un momento! – pareció entonces saber caído en la cuenta de algo. De algo que deseaba, y habló con esperanzas de sobra en su tono –. Un momento, por favor. ¿Quiere eso decir que tu deseo es quedarte a vivir en…?
_¿… tu casa?. Si, Isabel; me decidí – quiso Eduardo – Siempre y cuando continúe en vigencia aquella propuesta que me hiciste. Voy a requerir de un lugar para vivir, ahora que el único camino a seguir es cambiar la localidad de Las Heras en mi mundo por este barrio en el tuyo. ¿Todavía querés que me quede en tu casa, no?.

Finalmente, y al tiempo que hacía una afirmación con la cabeza, el hada de aura lila pudo derramar la primera lágrima.
Una de felicidad.

Un deseo se le había cumplido.



CONTINÚA



--- CLAUDIO ---


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