Fueron
tal cuales sus predicciones mientras estuvieron cocinando. Cada uno no sentiría
la conformidad con un único plato. En un lapso de poco menos de diez minutos,
las seis personas presentes en la sala, saboreando aun el primero, tuvieron la
primera repitencia, llenando generosamente sus platos con ese delicioso arroz
aun humeante. Tan animados como estaban, no sentían deseo alguno de acortar el
tiempo del almuerzo. No era solo por lo exquisito que había resultado este,
sino por la jornada como un todo. “Por todo lo que estuvimos hablando para
nosotros mismos o unos con otros a lo largo de los últimos días”, remarcó
Eduardo desde una de las cabeceras de la mesa, entre bocados. Se había referido
a las actividades y divertimentos planeados para hoy, tan gratificantes como
todo lo que los mantuvo ocupados ayer.
_¿Qué
vamos a hacer cuando terminemos de almorzar? – llamó Wilson un rato luego,
cuando se redujera drásticamente la cantidad de comida en los platos y la
fuente, reconociendo otra vez que las comidas, así de opulentas y sabrosas,
eran otro motivo para que cada ceremonia como esta fuera algo emocionante e
inolvidable –; podríamos salir a dar una vuelta por el barrio. De seguro va a
estar inundado con las masas y lleno de todo tipo de cosas interesantes para
ver.
Sería,
pensó el marido de Iulí, un erro el no hacerlo. Era verdad que desde donde
estaban veían y oían lo que pasaba fuera de la casa, pero eso de ningún modo
era lo mismo. Sería infinitamente más grandioso y solemne formar parte activa
de esas manifestaciones y demostraciones – las risas, los cánticos, las voces…
– que saber de ellas solo porque las vieron y oyeron desde la sala.
_Secundo
– coincidió su hija menor, finalizando los contenidos de su copa y plato, con
ínfimas dudas sobre si le “quedaría espacio” para el postre – Pero no volando.
No podríamos disfrutar de los paisajes ni verlos con detalles. ¿Qué me dicen de
planear a pocos centímetros de la vera de los caminos?. No recorreríamos mucho
así, pero al menos sería una linda experiencia. Ver lo que los demás están
haciendo para festejar y eso. Hasta los ornímodos están sonrientes a causa de
esta fecha, y eso no es muy común.
Todos
los presentes en la sala sabían que los individuos de esa especie eran seres
amistosos y nobles, tanto como los de las otras especies (aunque no los ilios),
siempre dispuestos a ayudar desinteresadamente y ser solidarios si se
presentaba la oportunidad. Pero su gran defecto era que rara vez exteriorizaban
lo que sentían y sus emociones, sin importar que se tratara de lo más triste,
lo más alegre ni toda la gama intermedia. Si lo hacían, era por un motivo
absolutamente excepcional, como este. La festividad de la Transición era lo
bastante grandiosa como para que los ornímodos rieran y manifestaran sus
sentimientos y emociones.
_Estuve
algunas veces con ellos, en sus moradas y las regiones donde viven, por motivos
de trabajo – recordó Isabel, cruzando los cubiertos sobre el plato y en tanto
sus padres desocupaban sus sillas e iban a la cocina, a buscar el postre –. Las
hadas confiamos tanto en ellos como ellos en nosotras. Excepto la no
exteriorización de sus emociones y sentimientos, no les hallo aspectos
negativos.
_
¿Cuántos viven en este país?, ¿son ochocientos cincuenta, como dijiste hoy en
la mañana? – quiso saber su novio, reuniendo el polvillo en que se convirtieran
los restos de comida en la fuente y los platos –. No se mucho acerca de ellos.
_Si,
son esos – indicó Cristal, haciendo espacio en la mesa, pues sus padres estaban
de vuelta con el postre –. Hay una cordillera con picos de entre dos y tres mil
metros de alto donde tiene sus casas. Son recámaras y cuevas, si, pero no lo
que estás pensando, Eduardo - apuntó, y
su futuro cuñado reconoció el error antes de decirlo en voz alta – Si
estuvieras allí podrías ver una cantidad de comodidades y lujos iguales a los
nuestros. Simplemente, ellos construyeron su sociedad en el interior de las
montañas. Ese es su hábitat.
_Y
hay varios convenios y acuerdos entre ambas especies – agregó Kevin, con sus
futuros suegros cortando media docena de porciones de la torta arcoíris,
poniéndolas en pocillos y repartiéndolas entre los comensales, incluidos ellos
mismos – casi todos de trabajo e investigaciones científicas. En uno y otro
caso, las hadas y ornímodos funcionamos como equipo.
_Y
son muy útiles para mover cargas en grandes cantidades – remarcó Iulí,
volviendo a sentarse, empezando, como los demás, a degustar ese postre tan
exquisito –. Sobre el lomo, aferradas con las garras o ambas, pueden
transportar hasta cuatro toneladas. Claro que un mayor peso les resta
maniobrabilidad y velocidad, pro aun así son eficaces para mover mercancías de
un lugar a otro… esto es excelente, me felicito a mi misma y a ustedes.
No
solo esas palabras, sino también sus gestos faciales, delataron cuanto le hubo
de gustar ese primer bocado de la torta arcoíris, y la conversación desde ese
momento se fue ramificando hacia diferentes aspectos, siempre dentro de ese
tema que tanto agradaba a las hadas: el buen trato de estas y la cordialidad
con las otras especies elementales.
Tampoco
del postre quedó rastro alguno, más allá de esa cantidad mísera en el
recipiente y los pocillos, que fue transformada en el polvillo. Cuando se
cumplieron los primeros quince minutos de las trece (diez horas cuarenta y
cinco minutos para el año nuevo), los anfitriones e invitados, habiendo dado
por concluido el último almuerzo del año, no hicieron más que lo mínimo e
indispensable en cuanto a la limpieza, el aseo y el orden en la sala principal,
particularmente en la mesa. Al final, hubo acuerdo respecto a la propuesta de
Wilson, sobre recorrer una parte del barrio (nunca podrían cubrir cada bloque
en tres o cuatro horas), y antes que se cumplieran las trece horas con treinta
minutos (diez horas y media para el año nuevo), el sexteto estuvo listo para la
recorrida. Las hermanas y su madre fueron las primeras en salir de La Fragua,
5-16-7, teniendo como primera visión del exterior a ese grupo de menores de
edad de ambos sexos, quienes parecieron haber pensado que una buena manera de
celebrar y divertirse era volar casi a nivel del suelo describiendo tirabuzones
poco pronunciados, con lo cual creaban una amplia y colorida gama cromática, a
causa de sus auras y las estelas que dejaban a su paso. “Allí van los adultos
responsables”, señaló Isabel con la vista, en alusión al par de adultos que
andaba cerca del grupo, los que, a juzgar por el color de su aura, un tono
claro de rojo, eran los padres de dos de los menores que había en ese grupo.
Cuando los hombres salieron de la casa, tuvieron como última visión de aquel
grupo a sus componentes y los adultos perdiéndose entre un grupo de árboles con
copas frondosas, cercano a la instalación que daba nombre al barrio. Estando el
sexteto en el exterior, comprobaron que no olvidaran sus posesiones en la casa
y entonces, si, iniciaron el paseo.
“Continuemos en aquella dirección”, propuso
Isabel, señalando con la vista la
intersección de caminos más próxima, donde se veían las masas de razas varias
en mayor cantidad, y los cinco estuvieron de acuerdo con sus palabras. Como
propusiera Cristal, que no fue la única, al ver a la multitud, planeando, más
bien flotando, a la vera de los caminos, bordeando los bloques en que se
dividía el barrio.
A
los pocos segundos de haber emprendido el paseo quedaron tan deslumbrados como
todos cuantos estuvieron allí, al levantar la vista y ver un enjambre de hadas
guardianas, todas con sus uniformes de gala, aparecer de pronto desde fuera de
Del Sol, una cifra de entre cuatrocientos y quinientos individuos desplazándose
a velocidades de vértigo muy por encima de los árboles más altos y cualquier
estructura que ejecutaba intrincadas figuras acrobáticas y geométricas, y
creando a consecuencia de eso un alarde de colores igual de deslumbrante,
habiendo pasado de una forma absolutamente simple, como lo fue el círculo, a
“escribir” en las alturas todas las letras del alfabeto y cerrando su
actuación, antes de continuar el viaje hacia el centro de la ciudad, dando
forma al escudo patrio insular, con lo que los guardianes de varios regimientos
del Ejército cosecharon grandes vítores, aplausos y ovaciones.
El
siguiente punto en el que hicieron una parada fue el camino adoquinado,
bautizado recientemente como “avenida Suroeste”, que servía de límite entre
Barraca Sola y Los Sauces, justamente en ese sector de la capital, donde, como
todos los que estuvieron congregados allí, vieron otra gran demostración de los
guardias reales, esta vez el personal de la Armada, donde al menos mil
quinientas tropas insulares marcharon al paso combinado en cien grupos,
dispuesto cada uno de estos en cinco columnas y diez filas, exhibiendo también
sus mejores galas, armas y réplicas a escala de sus embarcaciones más nuevas,
incluyendo un “monstruo de madera y metal”, así lo llamaron las opiniones al
verlo salir del astillero, cuya versión real tenía cuatrocientos metros de
largo y pesaba más de noventa y cinco mil toneladas. Las réplicas de los buques
y los efectivos habían programado para
hoy un desfile por un trayecto de quince kilómetros en la periferia de Del Sol.
Del
enorme clima festivo tampoco se ausentaron este día, ni los anteriores, las
murgas y comparsas, como la que había en la sede del club Kilómetro Treinta y
Ocho (Eduardo y Kevin se tentaron de entrar y recorrer las instalaciones), que
estaba conformada por al menos una centena y media de individuos de ambos
sexos, jóvenes casi todos, no mayores de dieciocho años, ataviados con
coloridos y pintorescos trajes, que se movían y bailaban al ritmo de ese sonido
producido por tambores y silbatos que portaban los diez adultos del grupo,
interpretando todos los componentes de la murga (una expresión artística
relativamente nueva en la sociedad de las hadas), así le explicó Isabel a su
compañero sentimental, una danza característica de las festividades más arraigadas
y populares de los seres férricos. "El cambio de las estaciones
incluido", dijo Eduardo, recordando haber visto esas demostraciones en
Marzo, Junio, Septiembre y el veintiuno de este mes, con la llegada de las
estaciones climáticas. "Imposible que no estén ellos, faltaría una pieza y
la Transición no estaría completa”, dijo Iulí minutos más tarde, cuando ella,
su familia y los prometidos de sus hijas se cruzaron con varios grupos de
amigos, de no más de diez u once años, cuando mucho doce, divirtiéndose con los
fuegos artificiales en las calles y espacios públicos en general, piezas
pirotécnicas menores que producían leves destellos y estallidos, al cuidado
siempre de tres o cuatro adultos responsables a quienes nada más el sentido del
ridículo les impedía unirse a ellos y quedarse allí hasta el anochecer. Ese
fue, por mucho, el paisaje que más dominaba desde bien temprano por la mañana,
e incluso desde antes, de modo que las explosiones, unas fuertes y otras no
tanto, habían pasado a formar parte del paisaje por donde se mirara en la
ciudad y fuera de ella, el mismo espectáculo que sin duda alguna se extendería
hasta bien establecida la luz solar del primer día de diez mil doscientos
cinco, y quizás aún por más tiempo que esa mañana. Igual de cotidianos pasaron
a ser, aunque en menor número, y por lo tanto sin abarrotar las plazas y
parques, los adultos mayores que estuvieron abocados desde esas proyecto horas
de luz solar a sus entretenimientos predilectos: el ajedrez, el dominó, las
damas y un juego de natación parecido enormemente al póquer, así comparado por
Eduardo. "La mayor concentración de canas, arrugas y bastones "_
definió Cristal, cosechando algunas risas, al pasar cerca de tres de esos
grupos, a los que vio con admiración y respeto, "es como un club social a
cielo abierto". Vieron a los ancianos, también de los dos sexos, tan
concentrados en sus juegos como los menores de edad con la pirotecnia. Ninguno
debía de tener menos de dos siglos y cuarto de edad y, como cualquiera (como
todos), allí buscaba disfrutar al máximo de la festividad de la Transición.
Eduardo pensó que celebrar era para ellos lo mismo que para los otros: un más
que merecido premio por todo un año de esfuerzos, empeño y sacrificios.
Ancianos y menores no eran los únicos entre la raza que había allí dispuestos a
disfrutar tanto como fuera posible en tanto durará la soleada tarde. Hombres y
mujeres de todas las edades, ni un solo individuo en solitario, estaban allí
conversado en forma animada y sonriendo, ocupando cada uno de los banquitos
metálicos y de madera en los espacios públicos, otros cientos en el suelo,
haciendo muy complicada la tarea de encontrar un lugar disponible. Había entre
estos grupos, todos sumamente entretenidos y divirtiéndose a lo grande, algunos
que pasaban el tiempo haciendo demostraciones sencillas de sus habilidades y
poderes, otros que entonaban canciones, de diversos géneros y épocas, al compás
de guitarras y otros instrumentos musicales, otros, no menos numerosos que los
demás, haciendo los característicos pic- nics con una gran variedad de comidas
y bebidas; unos más que decidieron transformar las calles y avenidas en
improvisadas pistas de baile, también moviéndose al ritmo de algún que otro
instrumento musical; otros más dedicándole tiempo a la pirotecnia; y otro tanto
que tenía a sus componentes hablando entre sí acerca de la ceremonia de la
Transición, de sus deseos para el nuevo año y sobre el lugar al que irían de
vacaciones. No podían estar ausentes, por supuesto, las parejas de todas las
edades en las que sus componentes iban abrazados o tomados de la mano y
llevando a la práctica toda una gama de demostraciones de amor, entre estas los
besos, algo que de a poco iba traspasando la privacidad y volviéndose masivo en
la sociedad de las hadas _ Eduardo había sido uno de los grandes impulsores de
esto _, específicamente las parejas adolescentes y los más jóvenes, y las
caricias, algo practicado principalmente por los matrimonios ya establecidos,
con años de existencia. "Ni lo piensen" se quejaron las damas,
preparándose, por si tuvieran que recurrir a los pellizcos, al llegar a la vera
de un río de agua dulce y ver no solo a las familias y grupos de amigos
disfrutando de este día tan bello, sino también a uno compuesto íntegramente
por mujeres adultas jóvenes, todas en biquini de dos piezas y divirtiéndose en
el agua como en los mejores días de su infancia. Habiendo los hombres optado
por evitar los pellizcos, el sexteto se elevó unos pocos metros y tuvo un campo
de visión más amplio de ese concurrido paisaje de la periferia.
"Vean
esas maravillas", se entusiasmaron las damas, ubicándose estáticas a la
altura de las copas, agitando velozmente sus alas, contagiando el sentimiento a
los hombres, que también enfocaron sus ojos, descubriendo así el que tal vez
fuera uno de los más maravillosos que las hadas o cualquier otro elemental
tuvieran y disfrutaran. Ante ellos tenían un paisaje bucólico que llegaba hasta
donde lo hacía la vista. Todas las tonalidades de verde, mezcladas
indiscriminadamente, interrumpidas por el rojo en el techo de las estructuras
(los más lejanos eran apenas salpicones), el gris de los caminos y el brillo de
los cursos y espacios de agua - uno de los principales distintivos de la
ciudad, que era en sí misma un archipiélago -, las vocalizaciones de cientos de
animales terrestres y voladores que se movían con total libertad, evidenciando
unos cierta conducta social, todas las hadas en el aire y en la tierra que
volaban, planeaban, flotaban o caminaban a distintos ritmos, creando un alucinante
despliegue de colores con sus auras y las estelas resultantes, los demás
elementales, completamente integrados a la sociedad de las hadas, aportando
variadas formas y tamaños, además de sonidos y voces, a un paisaje que ya de
por si era excelente, las siluetas de las estructuras de mayor altura,
destacando entre estas el Castillo Real y la torre que daba su nombre al barrio
El Mirador, otorgando una parte del aspecto urbano de la ciudad, un cielo de
mitad de la tarde completamente despejado y, por supuesto, los sonidos de la
propia naturaleza, que se podían escuchar aún con las voces de decenas de miles
de hadas y elementales que se divertían y disfrutaban a lo grande. Como todos
en su lugar, los seis hubiesen querido permanecer allí, estáticos en el aire y
contemplando esa maravilla, y únicamente empezaron el descenso con la campanada
que anunció las dieciséis horas (ocho horas para el año nuevo), cuando
comprendieron que tal vez fuera el momento indicado para volver a La
Fragua,5_16_7, para dar inicio a la celebración familiar. "Ojalá
pudiéramos estar acá por más tiempo", todavía lamentaban las damas, ya en
el viaje, en brazos de sus hombres, que tuvieron ese gesto de galantería.
Apenas en cinco minutos estuvieron en la casa, con toda la satisfacción de haber
disfrutado a pleno del paseo, y los pies de Wilson, Kevin y Eduardo tocaron el
suelo. Las chicas fueron las primeras en entrar, los hombres lo hicieron acto
seguido, cerrando Eduardo la puerta, y los seis se repartieron las escasas
tareas que quedaron pendientes después de la cena de anoche, coincidiendo
debido a eso que podían dedicarse a la celebración prácticamente de lleno,
sabiendo que esas tareas, además menores, no demandarían más de cinco minutos.
-
Momento por excelencia para la merienda, desde hace milenios., anunciaron las
hermanas refiriéndose a la franja de tiempo entre las dieciséis cuarenta y
cinco y las diecisiete veinte, en que las hadas acostumbran beber alguna
infusión.
Era
un aspecto de la cultura surgido durante los primeros años de la Guerra de los
Veintiocho, de la mano de los combatientes de ambos bandos, quienes hallaron y
vieron en el té (lo que el sexteto en La Fragua 5-16-7 estaba por merendar
ahora) para celebrar la obtención del éxito en las batallas ocurridas en la jornada.
_Los
del MEU fueron los primeros en incorporar esta costumbre, así nos lo contó Iris
una vez - comentó Wilson, mientras abría una caja que había traído su hija
menor, y extraído un alfajor de chocolate -. Los del otro grupo lo asimilaron
al poco tiempo y de a poco se fue transformando en un componente de nuestro
acervo cultural. Hoy es, por ejemplo, una excelente manera para ponerle fin a
la jornada de trabajo. El té, sobre todo, que es la infusión ceremonial por
excelencia, y por si mismo una parte importante de nuestra cultura.
_
Lo se - contestó Eduardo, antes de ingerir un sorbo, y tras lo cual agregó -.
Esa fue una de las primeras cosas que aprendí. Kevin, y también Lursi, me lo
explicaron en la mañana del veintiuno de Marzo.
Ese
recuerdo todavía estaba patente en su memoria. El por entonces jefe del M-CA y
el aún hoy alto funcionario del Consejo SAM estuvieron ilustrando a su nuevo
amigo, procurando de este una rápida inserción en la sociedad, acerca del
horóscopo y calendario antiguos de las hadas. El té era uno de los quince
principales elementos del mapa astral, el número siete, tenía veintidós días y
discurría entre el veintiocho de Mayo y el dieciocho de Junio (Tnirta número
ocho a Iiade número dos, en el calendario antiguo). "Hasta que llegamos
Nadia, Isabel y yo", recordó Cristal también, el instante del fin de aquel
encuentro entre los amigos en el emblemático bar El Tráfico.
_
Hoy ninguna hada le presta otra atención que no sea un pasatiempo, un
entretenimiento - puntualizó la anfitriona, asumiendo en silencio que ella
misma era una de esas mujeres que leía esa sección en El Heraldo Insular tan
solo por la falta de otros artículos más interesantes -. Tuvo su época antes y
durante la era de las religiones, y su duración como algo aplicable a nuestros
aspectos y quehaceres cotidianos culminó cuando también lo hizo la religión.
Abandonó su silla y la ocupó nuevamente tras
colocar otro cilindro en el musiquero, empezando a escucharse el vals en la
sala.
_
Y el ocaso religioso - llamó Eduardo -, se que fue algo gradual.
_
Tal cual., confirmó Kevin, antes de sumergirse, como los otros, en esta nueva
"clase de historia".
"Básicamente,
fue una batalla: la fe contra la ciencia", resumió Isabel aquel enorme
período de tiempo. Una franja con una duración de décadas en las que la
ciencia, a través de todas sus ramas, había empezado a dar las respuestas a
todo lo atribuido a la religión hasta entonces, más fácil de comprobar que las
otras. Había sido una convivencia armónica entre ambas posiciones, apenas
salpicada por algún que otro debate acalorado y rencillas menores que se dieron
sobre todo en los templos religiosos, cuando los científicos iban a ellos para
divulgar sus postulados, teorías y su visión de todas las cosas, y viceversa,
cuando los sacerdotes, sacerdotisas y defensores de la fe se presentaban en
lugares como los museos dedicados a tal o cual rama de la ciencia, los
yacimientos arqueológicos y los paleontológicos - el descubrimiento de huesos
de dinosaurios con restos y rastros de plumas primitivas, otra forma para
explicar el origen de las aves, fue un durísimo golpe para los defensores de la
fe del que nunca se pudieron recuperar, y contribuyó al principio del fin de la
religión - y los primeros y rudimentarios laboratorios que fueron apareciendo.
Llegado un punto en el tiempo, una innovadora y radical teoría, basado en el
anterior hallazgo de fósiles con plumas primitivas, empezó a amenazar a la
totalidad de la religión, junto con todo lo que esta representaba, con milenios
de existencia, casi tanto como las hadas: el origen de la especie misma, y el
de todos los seres elementales. Tal teoría hizo que los ánimos empezaran a
caldearse y que las discusiones entre quienes defendían y propagaban una y otra
visión sobre el surgimiento de todas las cosas vivas (evolución y creación), no
solo las hadas, se transformarán en algo cotidiano, pasando a veces, las menos,
a peleas que solían culminar con la intervención de los médicos, que se
ocupaban de los heridos, y los guardias reales, que devolvían el orden a la
situación. Las discusiones y debates, no siempre pacíficos, continuaron por
décadas, a medida que los adeptos a la ciencia iban ganando superioridad
numérica y lograban presentar evidencias más sólidas para dar respaldo a sus
postulados, y llegado un momento fueron los dirigentes de mayor rango del CSP y
de la Mancomunidad Elemental quienes tomaron una decisión, ya cuando esos
organismos y los de menor alcance empezaron a convertirse en escenarios de
frecuentes y a veces violentas discusiones; llegaron a haber
"creacionistas" y "evolucionistas", como se conoció a los
adeptos de ambas teorías que explicaban la aparición de todas las cosas vivas,
y, como el todo, las personas de fe y las de ciencia. "Fue el tiempo del
Edicto Once", puntualizó Wilson, casi habiendo terminado la merienda, en
referencia a una resolución que emitiera el CSP en pleno, que había sido
desarrollada entre el diecinueve y el veintinueve de Mayo (Uumsa número
veintitrés y Tnirta número nueve, sus equivalentes en el calendario antiguo)
del año seis mil seiscientos cincuenta, y puesto en vigencia en el primer
minuto del día siguiente. Ese edicto no hacía más que establecer un plazo de
diez años para cada uno de los grupos enfrentados, en los que debían ser
perfectamente capaces de reunir tantas evidencias como les fuera posible para
respaldar sus posiciones. Cuando esa franja de tiempo concluyera, a las
veintitrés horas con cincuenta y nueve minutos y cincuenta y nueve segundos del
treinta de Mayo (Tnirta número diez) de seis mil seiscientos sesenta, el Edicto
Once, así llamado por el tiempo que demandó su desarrollo, llegaría a su
término y el CSP en pleno quedaría inmerso un mes exacto en el análisis de todo
el material recopilado por los dos grupos, decidiendo cuál de ellos superaría
al otro, cual postura prevalecería de forma oficial, porque ese era el objetivo
primario del edicto: optar por una de las posturas. "Ya podés adivinar que
pasó en los siguientes ciento veinte meses", dijo Isabel a su novio,
recordando sus lecturas en la Biblioteca Real, habiendo ya terminado la
merienda. "Me imagino", contestó Eduardo, descubriendo el acierto,
cuando los otros cinco retomaron la lección de historia. Los expertos de la
ciencia y los de la fe trabajaron incansablemente durante esos diez años,
acumulado todo tipo de pruebas y materiales, tanto que, cumplido el plazo, a
los componentes del CSP no les quedó un minuto libre en ese mes posterior a la
expiración del Edicto Once. Leyeron y analizaron cuidadosamente ambo ambas
recopilaciones y concluyeron, dando un ejemplo claro, uno de los más
característicos, que los eclipses obedecían a un fenómeno astronómico y no a
uno divino. El primer día de Julio (Iiade número quince), entró en vigencia la
nueva postura oficial, a favor de la ciencia, y eso significó el fin del
auspicio estatal de la religión, aunque no el fin de esta. La postura pro
científica estableció, entre otras cosas, que la fe recién desaparecería cuando
no tuviera un solo adepto que la practicará, algo que recién hubo de ocurrir
algunos siglos después, antes de cumplido el primer cuarto del octavo milenio -
este año, a poco de terminar, se cumplieron treinta siglos exactos de esa fecha
decisiva -. Los últimos adeptos de la religión emigraron definitivamente y los
lugares dedicados a la fe se convirtieron en centros dedicados al turismo y el
aprendizaje, convirtiéndose la religión en un recuerdo registrado en los libros
y textos históricos y la memoria colectiva e individual de las hadas y otros
elementales.
_
Como ves, fue un cambio gradual - insistió Cristal, concluyendo la lección de
historia -. Es cierto que yo, hablo solo de mí, no adherí ni adhiero a la fe,
pero le reconozco numerosos avances, desarrollos, logros y méritos.
Simplemente, la ciencia, por consiguiente esa teoría evolutiva que fue
totalmente radical en su momento y hoy es un dogma, supo ganarse su lugar, a
base de paciencia y sacrificios.
_
Muchos de los logros como sociedad e individuos se los debemos a la religión -
agregó Kevin, mientras tuvo esa pequeña distracción a causa del grupo de amigos
que pasó al trote por la calle, a los que vio a través de la ventana -. Eso
hizo que no hubiera, por ejemplo, burlas ni nada parecido desde aquel uno de
Julio de hace más de tres milenios y medio, y que aún los más férreos
defensores de la ciencia de esa época y de antes hayan sabido verle las cosas
buenas, los logros y aspectos positivos a la religión.
_
Las emigraciones, quiero decir las hadas que pasaron de un grupo a otro, fueron
muy pocas al principio, pero conforme fueron pasando los años esa situación
cambió - retomó Cristal la palabra, en tanto su hermana, ya aseada, volvía a la
cocina y sus padres llevaban otro tanto de botellas y comida al ambiente de
junto -. Para cuando el Edicto Once entró en vigencia, se llegó a calcular que
un cuarenta y cinco por ciento de las hadas era ya adepto a la ciencia en todas
sus ramificaciones.
_
Descubrieron que las respuestas científicas podían comprobarse, a diferencia de
las otras. Eso fue quizás lo principal que motivó la emigración. Los
científicos pusieron todas las pruebas al alcance de todos los individuos.
Estos, simplemente, descubrieron que la verdad era otra - completó Isabel,
viendo, como los otros, el momento del fin de esta "clase de
historia" -. No fueron solo las hadas. A excepción de los olivos, los
otros seres elementales fueron aceptando que había otra explicación para todas
las cosas. Una verdad que se podía comprobar y que no constaba solo de libros,
pergaminos y textos. Y, resumiendo, el período religioso fue algo lindo en
tanto duró, más del noventa por ciento de todo el tiempo que llevamos las hadas
de existencia como especie.
_
Acá estamos - dijo Eduardo un rato más tarde, reunidos todos en el patio,
oyendo como los sonidos pirotécnicos eran ahora más fuertes, y hacían su
aparición los primeros fuegos artificiales con luces,-. Había algo que me
querías mostrar, Isabel...
Veia
ese paisaje a diario, y no comprendía que quería ella en el.
_
Me gustaría cambiar un poco este lugar. Sacar algunas cosas y poner otras -
señaló Isabel, con un movimiento de sus manos -. Vos creciste en un lugar así,
dónde abundaban las casas más bien grandes, con patios amplios como este. Me
gustaría saber cómo es eso, si es sencillo, costoso y esas cosas.
La
campanada para anunciar las dieciocho horas en punto (seis horas para el año
nuevo) coincidió con el paso de una bandada de ornímodos en dirección al centro
de la ciudad, quienes, estando transformados en esas enormes aves rapaces,
hicieron temblar a las hojas en las copas de los árboles, y que los seis allí
abajo (muchos los habrían imitado) amagaran con agacharse y cubrirse, a causa
de ese vuelo tan bajo.
_
Pienso que no se trata de complejidad ni de costos - interpretó Eduardo,
recordando, con nostalgia, la casa donde pasara toda su vida -. Es más voluntad
que otra cosa. La decisión de hacer algo. Si está eso, llega lo demás. Y no es
nada del otro mundo, te lo aseguro, en nuestro caso. Y tampoco el de ustedes -
dirigió esa indicación a sus futuros suegros, que ocupaban ya dos sillas, y a
Kevin, que había dejado a sus pies una serie de tablas y tablones -. No hay
costos más allá del que va a significar lo que vayamos a construir.
Los
tablones y tablas que habían traído el artesano-escultor y la médica eran en
realidad esa joya de mesa que estaba en la sala, a la que desmontaron para
poder trasladarla al lugar donde ahora la estaban ensamblando nuevamente los
hombres. El arqueólogo les había hablado acerca de este tipo de celebraciones
en familia a cielo abierto en fechas como esta y a todos les pareció una
excelente idea. Armada ya la mesa, pusieron sobre ella el mantel, que ya
evidenciaba los restos de las tres comidas anteriores (desayuno, almuerzo y
merienda) y unos pocos objetos. Traerían todo lo demás de un momento a otro.
_
Supongo que a ustedes ya se les ocurrió algo., advirtió Wilson, incorporándose
el e Iulí y colocando las sillas alrededor de la mesa.
Para
el, tanto como para los otros, sería un completo espectáculo cenar a la
intemperie, estando expuesto a todo lo que ocurría en las últimas horas del año
y la madrugada. Observar directamente las luces pirotécnicas siempre era un
entretenimiento, como también lo era contemplar el paisaje nocturno, y, como
sostenían los otros intervinientes de esta celebración, tenía un añadido que en
cuanto a gloria la ubicaba por encima de las anteriores: allí estaba reunida
toda la familia, y eso era, por lejos, el principal motivo para celebrar.
_
Imagino que Isabel va a querer construir un nuevo lugar donde guardar la ropa y
el calzado que hoy satura la casa, o mover de lugar las cosas de ese galpón
para lo mismo...!ay! - la broma de Eduardo fue interrumpida por un codazo suave
a las costillas, pro, por la expresión que adoptara su novia, pareció que lo
del guardarropa era una de las posibilidades -... eso dolió - las damas
sonrieron irónicamente -. Hablando en serio, la verdad es que no nos decidimos
todavía, las ideas son varias.
Y
en lo que demoraron en llevar los platos, cubiertos, copas, botellas y otros
elementos allí afuera, las parejas se enfrascaron en una discusión sobre este
tema, sin dejar de tener los sentidos alertas, especialmente el oído y la
vista, a todo lo que ocurría a su alrededor, el habitual paisaje de finales de
la tarde y la marea de seres elementales que celebraban en la superficie y en
las alturas.
_Hay
tantas cosas que pueden cambiar que lo más seguro es que estos proyectos que
tenemos difieran y de modifiquen conforme vaya avanzando el tiempo - dijo
Isabel, que había hablado de varias posibilidades, todas CVigual de válidas -.
Es cierto que Eduardo y o hablamos de mover parte del contenido de la torre al
ambiente de junto que está desocupado - señaló la estructura de tres pisos, que
concentraba el pasatiempo de la pareja -. Cualquiera que haya visto esa torre
sabe que dentro de poco no va a caber un alfiler... pero eso no es innovación,
sino orden en el hogar, que es distinto. Pero de modificar el patio no nos
decidimos. Hablamos de flores, de sembrar algún comestible y eso, pero nada es
definitivo. Por lo menos, nos va a sobrar el tiempo, y también los recursos.
Las tres parejas allí tenían esos dos factores a su favor para encarar las
reformas en sus casas. Tan solo les faltaba optar por una idea, llevarla a la
práctica y concluirla.
_ Tampoco nosotros cuatro estamos decididos del todo - dijo Cristal,
hablando también por sus padres y Kevin, mientras repartían, ordenadamente, los
elementos sobre la media docena de lugares en la mesa -. Hicimos lo mismo que
ustedes, comentar y compartir ideas. Creo que vamos a dejar pasar la primera
quincena de Enero antes de empezar a hacer algo definitivo.
_Obras así no se deciden de un momento a otro. No me refiero a los
costos, ya sean bajos o altos - agregó Wilson, que tenía la intención firme, la
única hasta ahora, como los otros residentes de esa casa, de plantar dos o tres
rosales junto a la pared trasera de la propiedad -. Fueron tus palabras - se
dirigió a Isabel -. Son muchas las cosas que pueden cambiar. Y eso del
tiempo... nos va a sobrar si lo medimos en grandes franjas, pero en cortas es
otra cosa.
_Nuestras obligaciones laborales - avisó Iulí -, no las podemos resignar
sino en un caso de necesidad máxima, y estás cosas que estamos planeando no
califican como tales.
Al final, al tiempo que la mesa, cuatro metros más allá de la estructura
poligonal, quedaba completamente lista y los comensales le dedicaban el tiempo
a los cigarrillos (todos allí eran fumadores) y una botella con sidra aún sin
abrir, fueron cerrando la conversación sobre los planes a futuro en sus casas.
Coincidieron en esperar a que pasara por lo menos la primera semana o la
primera quincena de Enero antes de la decisión final sobre que hacer y que no.
De momento, miraron, con el corcho saliendo disparado varios metros hacia
arriba, a gran velocidad, se dedicarían solo a la celebración.
No vieron algo allí que no hubieran visto en el paseo posterior al
almuerzo, ni la pareja anfitriona durante la mañana, cuando saliera a hacer las
compras. Lo visto en el frente, tanto así como lo que había más allá de las
medianeras, era lo habitual. La cantidad de hadas y otros seres elementales que
se movían en una y otra dirección, en ambos ámbitos (el cielo y la tierra) era
enorme, y en todos reinaba esa atmósfera ya conocida, la misma que en el día de
hoy, y el de ayer, particularmente para los anfitriones, y en cualquiera de los
anteriores festivos del año. Las hadas y elementales no solo evidenciaban esas
emociones positivas a través de los gestos faciales y el tono tan alegre en sus
palabras, sino también con su indumentaria y calzado, lo más tradicional en la
mayoría de los casos, algo que reservaban para las grandes y más solemnes ocasiones,
la Transición desde luego lo era, y con el comportamiento corporal. "Pensá
que a medida que vaya anocheciendo eso se va a poner mejor", indicó
Cristal, señalando un punto adelante, más allá de la medianera, a un grupo de
arbustos en el centro del bloque, donde una multitud de liuqis, que al no estar
mimetizados con el entorno emitían su característica aura de un intenso color
rojo, danzaban formando espirales sobre sus ejes y entre sí, dando forma a uno
de sus bailes más antiguos. La médica se había referido a la cantidad de
manifestaciones como esa, tan alegres, aumentando desde bien temprano por la
mañana de ayer, que alcanzarían, como las anteriores fiestas de Transición, su
desarrollo máximo al quedarle nada más que cuatro horas al último día.
"Tanto o más importante que las festividades de las estaciones",
volvió a repetir Isabel, quedando deslumbrada, igual que los demás, con aquel
estallido muy por encima de las copas, que provocó una nube de humo opaco y esa
lluvia de chispas rojas. Tal cual lo dijera ella esta mañana, en la FPISE se
estaría facturando con esta festividad lo mismo que en todo el semestre. Y esas
manifestaciones con varios tonos de cada color, particularmente visibles desde
la ausencia del Sol, se mezclaban y confundían con las de las hadas en vuelo,
cuyas auras y las estelas resultantes al desplazarse, más visibles cuanto mayor
era la velocidad, contribuían significativamente, creando con ello un
espectáculo que era por si mismo magnífico e imperdible.
Abajo no podían menos que reír y aplaudir.
No fueron pocas las veces en que el sexteto reunido en La Fragua 5-16-7
estuvo tentado de unirse a esa enorme multitud, sintiendo que tal vez
estuvieran desperdiciando los últimos instantes del año sentados allí alrededor
de la mesa, aunque entretenidos e inmersos en un bello entorno, esperando a que
fueran más diecinueve treinta a las diecinueve cincuenta para empezar a
preparar la cena. "Para eso también vamos a tener tiempo", les
recordó Isabel, sabiendo que después del brindis, por lejos el momento más
solemne de la ceremonia de la Transición, todos irían a dar un nuevo paseo por
el barrio y sus alrededores, para ver de que manera y con cuanta intensidad
estaban celebrando las hadas y los otros seres elementales. Concluyeron una vez
más, otra vez las mujeres con un leve susto, esta oportunidad por una
seguidilla de cinco explosiones cerca de allí, que ni siquiera la Gran
Catástrofe con todos sus efectos nocivos y los miles de fallecidos, que
afectará al continente entero a finales de Marzo, había podido causar uno o más
parates en esa variedad de sentimientos y emociones tan alegres que en la
última quincena hubieron de apoderarse de sus habitantes, especialmente las
hadas. En algunas partes del planeta ya había llegado el diez mil doscientos
cinco, y por los comentarios que fueron circulando se supo que los festejos
habían sido y continuaban siendo fastuosos. "Imagino que tienen una manera
para anunciar la llegada del nuevo año", llamó Eduardo, remitiendo su
memoria a la sirena que sonaba durante el primer minuto del uno de Enero, y
descubrió, con la respuesta de su futuro suegro, que el aviso público local no
era tan diferente. Con una total coordinación, las campanas instaladas en lo
alto de las torres de vigilancia tañían incesantemente durante esos primeros
sesenta segundos anunciando la llegada de, a veces las hadas la llamaban así,
la segunda jornada de la Transición. "Ese minuto es parte del tiempo que
demanda el brindis, y por tanto lo mejor de la ceremonia", comentó Isabel
a su novio, cuando este le hablara sobre esa similitud, una de las tantas,
entre las hadas y una parte de los humanos. Las otras dos parejas estuvieron en
total acuerdo con las palabras y se lo hicieron saber con gestos y discretos
aplausos.
Continuando con la vista, cayó en la cuenta de una diferencia menor
entre humanos y hadas, en lo que hacía a este momento del año. La mayoría de
esas celebraciones masivas siempre, o casi, se hacían en las zonas céntricas de
las localidades y ciudades, especialmente las más pobladas, que el supiera. En
el centro de esos lugares, se concentraban cientos de personas, cuando no
miles, para disfrutar de los grandiosos espectáculos que incluían los fuegos
artificiales, usados masivamente (el resto del año pasaban sin pena ni gloria),
recitales con más de un grupo o solista y una variedad de platos típicos. Esas
celebraciones y reuniones eran más vistosas y llamativas cuanto más cerca de
estaba de los centros urbanos, e incluían a personas llegadas de todas partes,
incluso de otros lugares con gran población, dejando a esas otras áreas con
celebraciones menores, más modestas, discretas y que rara vez tomaban estado
público. "Esa es la costumbre", dijo Eduardo, levantando de nuevo la
vista y enfocándola en una multitud de vampiros, todos vestidos íntegramente de
negro, que hacían su propia demostración acrobática, con el macho alfa a la
cabeza, contribuyendo al deleite de cualquiera que estuviera abajo - la aldea
vampírica más cercana a la Ciudad Del Sol estaba ciento un kilómetros al noreste,
y vivían en ella doscientos noventa individuos, ciento trece mujeres y ciento
setenta y siete hombres -."La capital insular es un caso distinto",
comparó, con los vampiros perdiéndose en la espesura cercana. Se había dado
cuenta, ayer y hoy, que en el principal poblado del reino era inexistente el
epicentro de los festejos en el centro mismo ni en el de sus diecinueve
barrios. Todo era movimiento continuo en las calles, avenidas, plazas, parques,
clubes, salones, locales gastronómicos y cuanto lugar público o semi público
existía, las manifestaciones alegres eran tan enormes y exultantes en unos
tanto como en otros. Y aquí no había una sola raza con todas sus etnias; en
Barraca Sola y otras partes, las hadas, habitantes del agua (sirenas y
tritones), gnomos, liuqis, vampiros, hagas, omnímodos e individuos de las demás
especies eran uno solo, hermanados esta vez por una de las más monumentales
ceremonias de todas, y ninguna lo estaba disfrutando menos que las otras.
"Es otra más de las demostraciones de integración, de las más
importantes", se alegró Isabel, viendo un enorme naga llevando a diez liuqis
sobre los hombros.
No fue esa la única nuestra de compañerismo que vieron desde que
ocuparán ese espacio al aire libre en su casa, por supuesto. Un rato antes,
fueron testigos de como tres omnímodos, transformados en esas gigantes aves
rapaces llevaban cada uno a un hada sobre el emplumado lomo y uno o dos gnomos
agarrados con fuerza a sus patas.
También, en el arroyo que asomaba una parte en el bloque 16, una bellísima
sirena asomando a la orilla, transformado su larga, escamosa y verdosa cola en
ese par de esbeltas piernas cubiertas al instante por la pollera que le
alcanzará una de las dos mujeres que esperaba en la superficie; y hasta allí su
intervención, porque la sirena, tan linda en la superficie como en el agua, se
unió a ese hombre joven que, por pudor, estuvo oculto detrás de un tronco, y
los dos marcharon juntos en paralelo al arroyo. "Podría ser",
coincidió Isabel con Eduardo, después que este comparara aquello con la escena
de esta mañana que involucrará a un hombre férricos y una vampiresa. En otra
escena, un reducido grupo liuqi probaba sus destrezas en una serie de arbustos
contra un cuarteto de hadas que para tal fin estaban convertidas en esas
pequeñas esferas de energía, similares en tamaño a una pelota de tenis,
conservando el color de sus auras. Incluso muchas hadas que había por allí, de
las que se veían, cambiaban su forma, pasando a la natural primero y a la
combinada después, en otro intento, exitoso, por aportar divertimento e
innovaciones. "No, solo es Olaf en viaje", atajaron los cinco a
Eduardo, cuando este amagó con ponerse de pie, creando una bola de energía en
su palma derecha, al paso de una gigantesca y monstruosa araña, tan grande como
una persona adulta, quien asumió su forma habitual al toparse con una de las
patrullas, cuatro soldados del regimiento de arqueros para los que el trabajo
había terminado e iban ahora camino a sus casas. "De verdad
increíble", opinó Eduardo, serenándose, cuando el jefe de la Guardia Real
reanudó su viaje, esta vez por aire, hacia el centro-suroeste de la ciudad. El
sexteto sabía que Olaf pasaría está noche (la Transición) en el barrio Arroyo
Brillante, junto a Lía, su colega dentro del poder político y prometida, y el
hijo de esta. "Uno de los hechos sobresalientes del año", apuntó
Eduardo, aún recordando con detalles aquel complicado instante, durante la
Gran. Catástrofe.
Apenas un minuto después de anunciadas las diecinueve horas (cinco horas
para el año nuevo), los integrantes de la familia dejaron sus lugares en el
agradable exterior e ingresaron nuevamente a la vivienda teniendo la
cocina-comedor diario como su destino, pues habían decidido empezar a preparar
la cena. "No hay peligro, te lo aseguro", tranquilizó Kevin a su
amigo, porque éste se había quedado pensando en los muebles y todas las cosas
que dejaron allí afuera. Las hadas consideraban a los robos como un oprobio y
ningún individuo, femenino ni masculino, querría quedar en vergüenza ante todo
el mundo (sobre todo sus parientes) de semejante manera. "Es una de las
faltas que más condenamos", agregó Cristal, sabiendo que el último robo
registrado en el reino insular era previo al octavo milenio.
_Cualquiera que vea esas cosas va a saber que hay un grupo preparándose
para cenar y celebrar al aire libre - complementó Iulí, espolvoreando una
fuente metálica con harina -, lo que de por si es una rareza. No conozco muchas
hadas que practiquen está costumbre. La mayoría de quienes conozco prefiere la
comodidad y tranquilidad de un espacio cerrado para la cena y el brindis.
_ Después llega el momento de abrir los regalos de fin de año - habló
Wilson, encendiendo la cocina. Una pequeñísima descarga a los troncos y el
carbón y al instante apareció el fuego -. Es verdad que hay obsequios que son
característicos; juguetes para las hadas de hasta doce años, artesanías u
objetos decorativos para los adolescentes, ropa y calzado para la gente de
dieciocho años o más... Son típicos, pero no exclusivos ni obligatorios. Yo
todavía recuerdo el último obsequio que recibí. Y gracias a ustedes dos,
Cristal e Isabel, por haberlo conservado a salvo.
Uno de sus amigos en el CoDeP le había regalado un libro de cien páginas
que narraba con lujo de detalles la historia del club de balonmano Seis de Mayo
desde su fundación, el favorito de Wilson. Transformando este en un alma
solitaria, sus hijas enviaron casi todas sus posesiones, también las de su
madre, a la bóveda familiar que tenían en el Banco Real, conservando en ambas
casas aquellas que consideraron de mayores valores emotivo y simbólico. Ese día
había sido también aquel en que se produjera el primer indicio de adultez en la
mayor de las hermanas, al decidir la suerte de las posesiones de sus padres.
Siendo una nena de seis años y diez meses, tuvo la suficiente edad para
comprender la tragedia que (le) había pasado y tomar esa decisión, al tiempo
que la nodriza asignada por el Comité de Asuntos Familiares, dependiente del
Consejo DCS, empezaba la tarea que se prolongaría hasta el décimo octavo
cumpleaños de Isabel. El caso de Cristal aquel día había sido verdaderamente
sorprendente, porque siendo apenas un bebé hubo de romper en llanto y emitir un
destello de tristeza en su aura lila, el mismo momento en que sus padres
llevaban a la práctica el "hechizo imposible". No fueron pocas, sino
todo lo contrario, las voces que sugirieron que haya sido perfectamente capaz
de advertir y comprender la suerte que corrieran sus progenitores en ese lugar
tan alejado de Barraca Sola. Fue el primer indicio de que en Cristal podría
estar particularmente desarrollada la visión remota (el don que poseyera su
abuelo paterno), con el paso de los años, una de las razones por las que
Cristal fue tan famosa desde la cuna.
_No está en nuestra naturaleza hacer esas canalladas - habló Cristal,
cuando dejó de necesitarse la concentración. Había estado mezclando algunos
ingredientes, las cantidades suficientes como para que hubieran cinco porciones
por persona. "Otra vez vamos a comer a reventar", pensó -. No lo
vemos cómo algo positivo ni por error. Si el último robo registrado data del
nueve de Noviembre /Chern número ocho del año siete mil novecientos noventa y
dos, habló de un hada robando, eso significa algo.
Ella y su hermana se turnaron para hablarle a Eduardo sobre aquel caso,
procurando hacer breves las palabras, para no ocuparse de un tema poco o nada
alegre en esta noche especial. Aquel día le habían robado la cartera a una
mujer en la periferia norte de la ciudad, la que, superada la impresión
inicial, por aquello (el robo) que era por demás infrecuente, reportó el caso
en una dependencia de la Guardia Real. Las tropas insulares demoraron menos de
cuatro días en capturar al asaltante, habiendo recurrido a los expertos en
rastros olfativos para rastrearlo, usando estos como punto de partida la manga
derecha de la camisa de la víctima (el asaltante había dejado su rastro allí),
y, después de un juicio que se prolongó por una semana, fue condenado a
restituir diez veces el valor conjunto de la cartera y todo su contenido, el
cual ascendió a dos mil cuatrocientos treinta soles. "Veinticuatro mil
trescientos", multiplicó Isabel, concluyendo la historia diciendo que el
asaltante había caído en una desgracia y vergüenza inmensas, y por tanto se
había visto obligado a mudarse a donde su acto y su nombre fueran desconocidos,
bien lejos de Del Sol. "Nunca más se supo de él", completó Cristal.
_Y ese caso de robo sirvió como ejemplo., interpretó Eduardo, conociendo
la inexistencia de robos, al menos los reportados, desde ese momento, y
reparando en los terribles eventos de Marzo.
Una de las consecuencias de esa devastadora catástrofe natural de
proporciones continentales habían sido las decenas de miles, sino era que
centenas, de todo tipo de objetos, arrastrados quién podía saber hasta donde
por el ferocisimo avance del agua y cuantiosos escombros. Con el fin de
recopilarlos y reunirlos se habían establecido secciones para dejarlos a la
espera de sus propietarios, en lugares como oficinas postales y los cuarteles
locales de la Guardia Real. También se había recurrido a la ayuda de las hadas
que por dones tenían los sentidos, especialmente el olfato, para remitir esos
objetos a sus propietarios, y a la fecha, con ese método, habían sido devueltos
nueve m novecientos solo en la Ciudad Del Sol. Eduardo recordó como el mismo,
Lursi, Kevin y Oliverio habían recuperado algunos objetos, moviéndose como
podían bajo la inclemencia, entre escombros potencialmente peligrosos, barro y
el agua que avanzaba a raudales. La bolsa con lo recuperado quedó a su suerte
aquella jornada, porque el consejero de IO y el prometido de Nadia habían
salido en auxilio de un grupo de hadas en viaje, Kevin intentaba despejar la
fachada de una vivienda a medio derrumbar y Eduardo estaba en el interior,
ayudando a Lía en el complicado momento de esta. Después de recuperar el
conocimiento supo de boca de Isabel que lo recuperado durante la salida había
empezado a ser devuelto a las hadas, valiéndose, además de los recuerdos oculares,
de descripciones más o menos detalladas de los objetos , justamente, del
olfato. "La honestidad de las hadas es impresionante", admiró Eduardo
en varias oportunidades, siempre que a sus oídos llegaban noticias como esa, de
gestos loables que formaban parte de esa tan riquísima cultura y su forma de
ser.
_ Además, hacer esas cosas fortalece nuestro espíritu y alma., agregó
Iulí un cuarto de hora más tarde, cuando ella y los demás hicieron el parate.
Estaban ahora encendidas todas las hornallas y en aproximadamente veinte
minutos, no más, el sexteto podría empezar a disfrutar de esa suculenta y
sabrosa cena. Entre tanto, fueron llevando de a poco los últimos elementos al
exterior, incluida una caja adicional con otro tanto de piezas pirotécnicas y
cuatro botellas más repletas de sidra, a la vez que iban cerrando esa
conversación sobre el oprobio que significaban los robos en cualquiera de sus
formas. Ese fortalecimiento mencionado por la madre de las chicas era uno de
todos los factores que contribuían al carácter y la personalidad siempre
alegres de las hadas, tanto que en su momento, a finales de Marzo, había
servido para nulificar la tristeza y otras formas de negativismo provocadas por
el terrible desastre natural.
_ Mantengo eso que dije en las ceremonias desde la del Otoño - insistió
Eduardo, ocupándose de los últimos detalles. Específicamente, de llevar al
exterior la mesa más pequeña, cuando se redujo a la mitad ese lapso de veinte
minutos estimado por las mujeres, que aún estaban en la cocina -. Es una
verdadera lástima que todo vaya a terminarse en unas pocas horas. No es sólo
por la Transición que digo eso, sino por todas las festividades y ceremonias.
Sobre todo teniendo en cuenta el tiempo y presupuesto que demandan los
preparativos y la organización.
Kevin y Wilson se mostraron de acuerdo con eso.
_La parte buena de eso, si hay una parte buena, es que disfrutamos y nos
divertimos a lo grande. No importa si es una festividad por el cambio de
estaciones, una fiesta cívica, el aniversario de fundación de la ciudad, la
Transición o lo que sea - puntualizó el padre de las hermanas, apagando el
cigarrillo con la suela del zapato derecho, y encandilado, como los otros dos,
por esa monumental explosión en las alturas, chispas tan luminosas que se observaron
aún con los (últimos) rayos solares. Bajando la vista, detectó a quienes habían
lanzado esa pieza pirotécnica, no muy lejos de allí -. No importa si el
presupuesto sale del Estado o del sector privado, o el tiempo que insuman los
preparativos, la idea es asegurar un entretenimiento masivo. Ese fue el caso en
el CoDeP el domingo. Esa reunión terminó para mí a las dos de la mañana del lunes,
pero no para todos. Supe que recién en la media mañana de ayer se marcharon los
últimos participantes. Iulí tuvo algo parecido en el instituto de modelaje. En
uno y otro lugar se vivió como nunca la festividad. Y nosotros dos, por lo que
vivimos y fuimos durante años, destacamos. Pero no por lo que somos, dos
personas famosas, sino porque...
_... porque durante casi dieciocho años nos vimos imposibilitados para
formar parte de esta clase de eventos y fiestas como se debe, que son tan
características de las hadas - interrumpió su eterna compañera, apareciendo de
pronto, haciendo gestos con los que dio a entender que la cena estaría lista en
cinco o seis minutos -. Nunca pudimos, esto es algo que ya oíste, abandonar el
Banco Real y casi siempre nos tuvimos que contentar con los relatos de nuestras
hijas o cualquiera con quien nos hubiésemos cruzado. Desde que Elvia y Kevin
nos trajeron de vuelta pudimos recuperar lo perdido por culpa de ese error que
cometimos hace tanto tiempo. Aún tengo patente el día que volvimos, todo lo que
sentí ese momento, cuando empecé a recuperar mi cuerpo, mi aura, mis poderes y
habilidades; fue como haber nacido de nuevo. Por eso, para Wilson y para mi,
los eventos que se desarrollaron desde la tarde de ese día tuvieron más
significado que para cualquiera. Fue lo mismo, indudablemente, para todas las
almas solitarias en el planeta, sobre todo la más antigua.
Iris llevaba convertida en aquello mucho más tiempo que todas las demás
almas solitarias en conjunto. Un desesperado intento por recuperarse de las
heridas recibidas, después de la batalla final contra su propia madre, la reina
insular Rossana, en la Guerra de los Veintiocho. Habiéndose transformando, vio
pasar uno tras otro los siglos, convirtiéndose gradualmente en el ser más
longevo de todo el reino elemental. Ese era un título que probablemente jamás
habría de perder, porque no había forma de que la superarán en edad. Comenzada
la segunda quincena de Octubre, el día dieciséis (Norg número doce, en el
calendario antiguo), la princesa insular celebró sus cinco mil ciento ochenta y
siete años de edad. Lo que hubo de ser, antes y después del hechizo fallido, y
lo que era hoy la convertían en toda una celebridad y una palabra autorizada en
numerosos temas y asuntos, sobre todo en historia.
_Nos resultó sencillo ir a la Casa de la Magia, estar y salir. Lo
hicimos ilesos, o casi - rememoró Kevin, mirando a un lado y a otro las
demostraciones de júbilo de las hadas que pasaban cerca -. Viví toda mi
existencia oyendo que llegar allí estaba entre lo más peligroso que se podía
hacer en este mundo, que incluso las hadas más poderosas tenían grandes dificultades.
Pero Eduardo, Elvia y yo lo hicimos sin un rasguño, lo mismo que la partida.
Tan solo el monstruo fue una amenaza, y en mi caso particular aquella trampa en
el piso.
_Hay que hacerlo de nuevo algún día - quiso su amigo, sabiendo que el
viaje de ida le había servido para dominar la técnica de la transformación, y
poder hablar estando convertido en el gigantesco depredador acuático -. Solo
pensar en las expresiones de la princesa viajando en la boca de un tiburón
gigante me hace reír. Vos estuviste allí, también.
Kevin describió un instante también divertido para el. Habló sobre Elvia
aferrándose fuertemente a uno de los enormes y aterradores colmillos, con los
ojos cerrados, casi sin omitir sonidos, inmóvil y cubierta de baja desde los
pies hasta la cabeza, acomodándose como podía y de seguro pensando en cualquier
otra cosa... y luego el viaje de vuelta. "Si fue divertido", confirmó
e insistió Kevin.
_Reafirmo entonces mis palabras sobre repetir la experiencia.
_Las chicas temblaron hasta el borde de la histeria cuando se enteraron
de lo que Elvia y ustedes hicieron ese día - advirtió Iuli, acordándose de las
reacciones de sus hijas -. Dudo mucho que vayan a mostrarse diferentes esta
vez, y no creo equivocarme con eso.
Los hombres no podían dejar de prestarle atención a lo que ocurría. Las
luces a veces se confundían, y les costaba trabajo distinguir si se trataba de
hadas en vuelo o pirotecnia, y en la superficie de las mismas fuentes. En ese
momento, por ejemplo, Iuli se había agachado para socorrer a un liuqi macho
atrapado entre las ramas de un arbusto, y no supieron cual de los dos fue el
que provocara el destello luminoso. No supieron si provino de los ojos del hada
- la capacidad para trasladar a ellos el color del aura - o de una forma de
agradecimiento del diminuto ser elemental, que acto seguido se reunió con sus
congéneres.
_Coincido con eso., apreció el artesano-escultor, notando que había
dejado de salir humo de la chimenea, en la casa.
Fue el fin del plazo estipulado, la comida ya estaba lista, e Iulí se
dirigió nuevamente adentro. De un momento a otro la pondrían en la fuente,
llevarían a esta al patio y entonces si, empezarían los seis la última cena del
año. "Arranquemos con esto", propuso el anfitrión, corriendo tres de
las sillas, para que las mujeres pudieran sentarse sin problemas. Era impecable
la disposición de todas las cosas en la mesa y alrededor de esta y tampoco
faltaba, en el centro de ella, el adorno, que representaba el símbolo
distintivo del atributo de los anfitriones. A las diecinueve treinta (cuatro
horas y media para el año nuevo) aparecieron las damas, llevando entre las tres
el pesado recipiente repleto de comida. Con cuidado la posaron sobre la mesa
más pequeña, dejándola aún cubierta con la tapa y, junto con los hombres,
repitieron, igual que en el almuerzo, una frase. Ahora fue "Disfrutemos
amenamente de la cena final de este año". Y uno a otro se fueron sirviendo
suculentas porciones de esa comida tan agradable al olfato y la vista.
Realmente fue exquisita.
Lo confirmaron con el primer bocado.
El constante tintinar de platos, cubiertos y copas se agregó
instantáneamente a la variedad de sonidos allí, en el patio, y se volvieron
constantes el ir y venir de las mayores que sostenían los tenedores.
"Tenemos que volver a felicitarnos a nosotros mismos y unos a otros, esto
está excelente", proclamó Eduardo, desde una de las cabeceras, observando
brevemente la fuente, aún repleta. Todos coincidieron con sus palabras y sonrisas
y gestos de felicitación se prolongaron durante al menos medio minuto, no lo
podían saber, porque lo último que harían en las cuatro horas y media que le
quedaban al año sería estar pendientes de y llevar la noción del tiempo. Ni siquiera sabrían que hora era de no ser
por las campanadas. Rápidamente, se sumergieron en una conversación sobre los
preparativos de los anfitriones que de extenderse hubo hasta que todos
concluyeron la primera porción. "Haría falta el musiquero, vamos a
traerlo, y también cinco o seis cilindros", indicó Iulí a su compañero, y
los dos desocuparon sus lugares en uno de los laterales, sintiéndose al cabo de
unos segundos a ambos entrar en la casa. Por educación, los otros cuatro
decidieron no servirse otra porción hasta no ver a los padres de las hermanas
nuevamente sentados. Entre tanto, las parejas, llenando sus componentes sus
copas con sidra e ingiriendo un sorbo, retomaron la charla sobre sus
ocupaciones para el período que les quedaba, previo a reasumir sus
responsabilidades laborales. "Ni
se les ocurra", exclamaron las hermanas, cuando los hombres sugirieron la
posibilidad de un segundo viaje a aquel lugar tan peligroso que era la Casa de
la Magia. "Todavía no superamos el susto de la primera vez", lamentó
entre quejidos Cristal, algo que Isabel complementó diciendo "No lo vamos
a consentir ni por equivocación". Eduardo y Kevin protestaron, cruzando
los brazos, al tiempo que volvía el matrimonio, trayendo Wilson con ambos
brazos el musiquero, algo pesado, y un taburete, e Iulí media docena de
cilindros con canciones folclóricas insulares. Dejaron el mueble cerca de la
mesa principal, el aparato encima de él y Eduardo conectó uno de los cilindros,
ajustado el volumen. "Música magnífica", se emocionó, oyendo las
primeras notas. Disfrutando de aquellas tanto como los demás, fue el primero en
servirse la segunda porción, diciendo "Hablando de magnificencias".
Uno a uno fueron los comensales a la fuente y, con platos rebosantes de comida,
cuando dieron las veinte en punto (cuatro horas para el año nuevo), continuaron
la cena. "Por favor", corearon las mujeres, cuando los hombres les
acercaron una botella a sus respectivas copas.
"Ellos otra vez", adivinaron más tarde, al comentar un
artículo aparecido en la última edición de El Heraldo Insular sobre la familia
real, acompañado por una fotografía del momento justo en que la reina Lili y el
príncipe Elías se daban un beso, esa demostración que muy de a poco dejaba de
ser reservada para la intimidad de los hogares. Isabel y Cristal habían
comentado lo relevante de dicho artículo, haciendo referencia a los periodistas
de espectáculos que lo redactaron. No había evento que involucrará a personas
famosas que ellos no se ocuparán de hacerlo público con detalles, mencionando
aún el aspecto más insignificante. Fuera un evento social, uno familiar
(casamientos, embarazos, nacimientos...) o uno laboral, no pasaba más de una
semana que ya aparecía en las publicaciones dedicadas al espectáculo y otros
medios gráficos. "Por lo menos es solamente la prensa gráfica", se
alegró Eduardo, hablando a las hadas unas breves palabras sobre las
telecomunicaciones, los medios audiovisuales e Internet, y explicado que si
ocurría algo particularmente grave, o trascendente, podía conocerse en todo el
planeta en diez minutos o menos. "Hallaron hace muchísimo tiempo la manera
de evadir ese factor", contestó Cristal, cuando su futuro cuñado trajo a
la conversación la falta de respeto a la intimidad y el espionaje en cualquiera
de sus formas, algo que las hadas no veían con buenos ojos. Eso era, de hecho,
una de las faltas que más condenaban.
_Los periodistas de espectáculos sostienen que las personas famosas, no
importa su ámbito, son personas públicas, y que por eso no pueden pretender que
no haya quienes quieran hacerles reportajes y eso - relevó Iulí a su hija en la
explicación, pues Cristal se había incorporado para servirse la tercera porción
-. Piensan también que la intimidad no cuenta si esas personas están... que se
yo, en un local gastronómico, un teatro, un estadio deportivo u otro lugar de
concurrencia más o menos masiva. Nosotros seis estamos entre sus blancos
favoritos, por lo que somos y hacemos como grupos e individuos. Cada uno tiene
por lo menos un aspecto que lo hace destacar, o hizo algo sobresaliente,
directa e indirectamente, durante este año, y solo este.
Coincidieron, en tanto uno por uno volvían a llenar sus platos y copas,
en que los periodistas de espectáculos eran un dolor de cabeza para los famosos
en todo el mundo.
_Y conociendo como trabajan y su particular visión de lo que es la
intimidad - lanzó Eduardo el planteo a todos los comensales, llamando su
atención con una simple mirada -, de seguro habrá noticias que los hagan
trabajar a destiempo, hasta desfallecer. Habrá cosas que ellos descubran que
podrían interpretar como un "notición"...
_A ver qué tal esto a ese respecto - aportó Iulí, conservando ese
semblante y esos gestos tan alegre... más que los del otro quinteto alrededor
de la mesa. Si, desde luego más. Desde que auxiliara al liuqi atrapado en el
arbusto -. Imaginen que uno de ellos o más llegarán a enterarse de que una
mujer que hasta mediados de este año fuera un alma solitaria y que pasó
dieciocho en ese estado, quedó recientemente en la dulce espera, algo
absolutamente reciente. A que no saben cómo van a reaccionar...
Entre los participantes de la cena cundió un repentino y absoluto
silencio.
Los seis individuos quedaron estáticos, y cinco de ellos intercambiaron
miradas entre si, siendo, como no podía ser de otra manera, Wilson el que
quebró ese silencio, para llamar, con un curioso tono, buscando disimular la
emoción por lo que sabía era cierto, dirigiéndose a su compañera:
_Iulí...
A nadie allí le cupieron dudas de que, no bien el hada de la belleza
respondiera ese llamado, romperían en aplausos y ovaciones. Para cualquiera que
pasara por allí, serían solamente seis hadas celebrando a lo grande la
Transición en las últimas horas del año. Y esas palabras de Iulí bastaron para
que todo lo demás pasara a un segundo plano.
_Si - contestó la madre de Isabel y Cristal -... lo estoy... y es
verdaderamente reciente. Yo, la verdad... i voy a tener otro bebé!.
Y dejó escapar alguna que otra lágrima en lo que pronunciaba esa
exclamación, a la vez que un ligero temblor recorría su bella figura de pies a
cabeza, y, tal cual el vaticinio, uno a uno los comensales dejaron sus lugares
alrededor de la mesa, para ir a su lado a continuar las felicitaciones no solo
ovacionando y aplaudiendo, sino también con abrazos y las mejores, las más
cálidas palabras de aliento. Primero fue Wilson, que también se volvió acreedor
de los saludos; después, rebosantes de alegría ante la idea de tener un hermano
o hermana, Cristal e Isabel, con una intensidad y sentimientos que únicamente
las mujeres podían tener, cuando una de ellas anunciara que había quedado en la
dulce espera; más tarde el artesano-escultor, a quien Iulí conocía
prácticamente desde que era un bebé, y por último el experto en arqueología
submarina, quizás más emocionado, porque era la primera vez que alguien cercano
a el en este mundo daba esa excelente y emocionante noticia. Aún cuando las
felicitaciones iniciales quedaron atrás y de a poco iban retomando la cena y
los otros componentes de la festividad, el asombro y la sorpresa no
desaparecían de las facciones de nadie en el grupo familiar. Todos,
coincidiendo que era no solo la mejor noticia y otra forma de concluir el año
con la felicidad absoluta, vieron en el anuncio de Iulí un motivo por demás
razonable para conservar los gestos y expresiones alegres por mucho tiempo.
"Esto hay que celebrarlo a lo grande, eso no se discute", aclaró
Isabel, señalando primero y tomando con sus manos después, una botella con la
bebida fina que tenían reservada para los minutos posteriores al brindis. Ella
misma destapó la botella, saliendo disparado el corcho a toda velocidad hacia
las alturas (su novio lo recuperó usando la telequinesia), y llenó las seis
copas con esa bebida fina, mientras escuchaba a su padre responder "De la
única manera posible" a la pregunta de Kevin, sobre cómo había pasado.
"i Un viva por Iulí y Wilson!", exclamó entonces Eduardo, levantando
su copa a la altura de la boca, y las hermanas y su amigo lo imitaron, coreando
los cuatro, con la misma intensidad e idéntico entusiasmo, las palabras "i
Que vivan Iulí y Wilson!", bebiendo entonces el contenido de las copas y
reanudando los aplausos y palabras de aliento. La amplia sonrisa era permanente
en el semblante de los protagonistas de esta maravillosa historia, quienes,
abrumados, inmersos en iguales emociones y sentimientos que cuando fuera la
concepción de las hermanas, no demoraron un instante en empezar a vislumbrar
los primeros e inmediatos planes. "No, no podemos detenernos ni ir
despacio", contestó Wilson, cuando sus hijas le recomendaron calma. Sin
darse cuenta, habían transcurrido otros sesenta minutos, en los que los seis
dieron por finalizada la cena, con varias porciones cada uno, confirmando que
comieron a reventar, y el musiquero fue olvidado allí hasta unos minutos
después de las veintiuna (poco menos de tres horas para el año nuevo), cuando a
Kevin se le ocurriera conectar otro cilindro. De a poco fueron regresando los
sonidos de la naturaleza que los envolvían, incluidos ahora los de los insectos
de hábitos nocturnos, aquellos provenientes de la pirotecnia y las voces,
cánticos, conversaciones animadas y pasos a diversas distancias. "Doble
motivo para estar contentos está noche, la Transición y está maravillosa
noticia", afirmó Iuli, todavía entre lágrimas de dicha e imposibilitada de
conservarse serena y con compostura. Tampoco el padre, por supuesto, y en tanto
planificaban la obligatoria visita al centro médico, vecino a la casa de los
anfitriones, Wilson e Iulí creyeron estar en su propio mundo, parcialmente
ajenos a lo que ocurría a su alrededor. Aunque Kevin, Eduardo, Cristal e Isabel
entendían y comprendían lo que la dama había anunciado, nadie que no fueran los
protagonistas podía conocer con exactitud todo lo bello que pasaba por sus
mentes en este momento, y les anunciaron "Nos vamos por un momento adentro".
"Se lo ganaron", les dijo su hija mayor, en tanto los vio abandonar
sus lugares y oyó entrar en la sala, riendo y pronunciando palabras con el más
absoluto tono de felicidad.
_A nosotras nos gustaría que fuera un varón - comentó Isabel, con la
campanada de las veintidós (dos horas para el año nuevo), hablando también por
su hermana. Estaba contentísima con la noticia del embarazo, tanto como los
demás -. Cristal y yo siempre nos preguntamos lo que sería tener un hermano.
Nuestras amigas en esa situación nos cuentan como es, pero es diferente. Pueden
hablarnos sobre eso, pero no es lo mismo que experimentarlo.
Habían pasado alrededor de dos
horas desde que Iulí hiciera el anuncio, y el sexteto había encontrado la forma
de incluir el estado de la modelo en todos los temas que estuvieron tratando.
Cada uno de los presentes allí, las atractivas hermanas y sus novios, aportaron
ideas y consejos a los protagonistas, quienes desde el primer momento, después
del anuncio, tuvieron en este algo tan gratificante, sublime e importante como
la celebración misma de la que formaban parte. Era algo flamantísimo, de
acuerdo, recién empezaba la concepción, pero la emoción era tan intensa que las
hermanas hablaron de poner los pies nuevamente, quizás desde fines del
siguiente mes, en los comercios de artículos para bebés, Kevin, recurriendo a
sus destacados conocimientos y experiencia en el campo de las artesanías y
manualidades, prometió a los futuros padres, algún día sus suegros, construir
el mismo la cuna y cualquier otro mueble, e incluso los juguetes y otros
artículos, que fueran a usarse en beneficio del bebé, y Eduardo vio que era el
momento oportuno para compartir con las hadas lo (poco) que conocía el sobre el
embarazo y la crianza en la Tierra, deseando que algo de eso fuera de ayuda
para Iulí y Wilson - lo había hecho con Lía, y no le fue nada mal -, que
habrían también de convertirse en sus suegros.
_Claro que si es mujer va a tener su lado bueno - opinó Eduardo, dando
su último bocado al postre, tan exquisito como los entremeses y el plato
principal -. No al momento del nacimiento, claro, sino algo que se va a hacer
más evidente a medida que crezca. Digamos..., no sé, supongo que desde los seis
o siete años. Si, creo que desde esa edad.
_Y eso es..., empezó su futura cuñada, terminado también el postre.
_Iulí va a tener a una dama que le ayude en la cocina, y con los demás
quehaceres domésticos, como limpiar, barrer, trapear y eso... i ay!.
Ese postulado cosechó risas y aplausos por parte de Kevin y Wilson, a lo
que las mujeres respondieron automáticamente con gruñidos y pellizcos.
"Todos los hombres terminan por volverse más o menos machistas a medida
que pasan los años para ellos", se quejó Isabel, ya con nueve meses de
experiencia a ese respecto. Sabía, sin embargo, que su novio muy pocas veces o
ninguna hacía esos comentarios en serio, sino solo para hacerla reír y
entretenerlos. Quizás por ese motivo, tampoco fueron más que leves los
pellizcos y codazos. Habían pasado quince minutos de las veintidós (una hora y
tres cuartos para el año nuevo) cuando surgieron los nombres, como les gustaría
llamarlos.
_Si es varón me gustaría llamarlo Ibequgi. Así se llamó mi papá.,
prefirió Wilson, recordando a su progenitor, del que conservaba efectos
personales y fotografías entre sus posesiones, recuerdos muy valiosos para el.
El abuelo de Cristal e Isabel había fallecido por causas naturales
cuando Wilson tenía apenas veintidós años, y sus restos descansaban hoy en uno
de los cementerios de la Ciudad Del Sol, junto con los de su madre.
_Y si es mujer Kubaluk. Ese nombre me parece muy lindo y me gusta mucho
- quiso Iulí, que miró a sus hijas y agregó -. Siempre me pregunté por qué no
elegimos Kubaluk para una de ustedes dos.
Históricamente, ese había sido el nombre de una diplomática que
constantemente había intentado buscar la paz entre los dos bandos enfrentados
en los primeros dos años de la Guerra de los Veintiocho, y hoy estaba entre los
grandes nombres de la historia mundial para las hadas y otros elementales.
Restándole exactos noventa minutos al diez mil doscientos cuatro (una
hora y media para el año nuevo), las parejas, aún nadando en ese mar de
felicidad que provocará el anuncio de Iulí vieron que la noche había hecho a
las masas mucho más activas y alegres que la mañana y la tarde. Los cánticos y
voces repletas de dicha se escuchaban más fuertes desde donde el sexteto se
hallaba, los estallidos pirotécnicos provenían de todas partes y, con ese
esplendoroso y despejado cielo nocturno, las luces se podían apreciar con toda su
majestuosidad. Miles de chispas de todos los colores estallaban repentinamente
a diversas alturas, aún entre las copas, bajo estas y en el suelo. "No nos
quedemos nosotros atrás", quiso Eduardo, tomando una pieza, que tenía el
logotipo de la FPISE, la encendió y lanzó unos cuantos metros hacia el centro
del bloque, generando al instante una nube de humo gris, la multitud de chispas
amarillas y, claro, el olor a pólvora que les llegó hasta donde estaban
reunidos. Esa fragancia sería otra constante tal vez hasta entrada la mañana
del uno de Enero /Baui número uno, debido a las enormes cantidades que se
venían usando desde antes del alba, la cual había aumentado en proporciones
igual de grandes a medida que la noche se iba asentando. Pronto se enfrascaron los
seis en el entretenimiento con la pirotecnia, tan característica está de la
Transición. Cómo La mayoría no causaban solo estruendos sino también luces,
disfrutaron desde el inicio del gran espectáculo, a medida que se iban
turnando, tomando un artículo de la caja, encendiéndolo y lanzándolo a
diferentes distancias. "Mis colegas pudieron haber tenido razón...",
se planteó Cristal en un momento, en referencia a aquello que dijeran Lursi y
Nadia, además de varios médicos, sobre la posibilidad de que hubiera hadas y
otros elementales heridos por el uso de la pirotecnia. "Otro aspecto común
con los humanos", le dijo Eduardo, tan contento como ella por no haber
visto esas figuras de un rojo intenso moviéndose velozmente por allí, el tono
que adoptaban los médicos cuando respondían a un pedido de ayuda. Observando
hacia arriba cuando hicieron un parate, descubrieron que todavía quedaban
cientos de hadas, unos pocos vampiros y algún que otro omnímodo desplazándose
velozmente a grandes alturas, poniéndose así a salvo de los fuegos
artificiales, haciendo alarde de sus habilidades para volar, teniendo en esas
destrezas su forma de celebrar previa al brindis u otras demostraciones de
júbilo del último minuto del año y el primero del siguiente. Eduardo, Isabel,
Kevin, Cristal, Wilson e Iuli, lanzando otra tanda de fuegos artificiales (más
chispas, humo y pólvora), detectaron incluso a los sirénidos completamente
activos, navegando plácidamente sobre el arroyo que atravesaba el bloque
entonando suaves melodías a coro, estando a tono con las fastuosas
celebraciones. "Insisto con que es una pena que esto se vaya a terminar en
unas pocas horas", volvió a lamentar Eduardo, obteniendo la aprobación de
los otros cinco.
La emoción que sentían era enorme, tanto que llegadas las veintitrés
(una hora para el año nuevo), envueltos en el ruido y bullicio permanentes,
empezaron a hacer públicos entre ellos, sesenta minutos antes de lo previsto,
los deseos para el nuevo año. Nadando en la felicidad absoluta a causa de este
gigantesco clima festivo y el anuncio de Iulí, uno a uno anunciaron todo cuanto
les gustaría que pasara en el nuevo año. Hablaron de deseos en cuanto al
trabajo, la familia, las relaciones interpersonales y todo cuanto los tuvo como
grupo y como individuos. Fue alrededor de un quinto de hora, que además los
mantuvo ocupados haciendo un poco de orden sobre la mesa y sus alrededores -
otro gruñido de las damas, cuando Eduardo, Kevin y Wilson sugirieron quienes
podrían limpiar todo eso, además de los ambientes en la casa - que cada uno
volvió a ocupar sus sillas y pronunciaron sus deseos. "Ojalá se cumplan
todos", fueron a ese respecto las palabras finales de Eduardo, que entre
otras cosas, y sin saberlo, había pedido lo mismo que Isabel: que tuvieran el
tiempo y voluntad suficientes para llevar de la teoría s la práctica aquello
que ambos empezaran a planificar en la última semana de Marzo, momentos antes
de que Eduardo decidiera dejar la casa y exponer su vida, el casamiento.
"Eso también haría trabajar a destiempo y emocionarse mucho a los
periodistas de espectáculos", pensó Isabel, quien, al igual que su novio,
había tenido a este como el único deseo no compartido con los otros
participantes de la cena familiar. Sin que uno supiera lo que estaba decidiendo
el otro, también, convinieron ambos hacer público este deseo no bien terminará
el brindis. Ahora, copas con sidra y cigarrillos en mano, y dejando por primera
vez en más de tres horas la "gran noticia" de Iuli, los seis estaban
nuevamente concentrados en el mismo juego de naipes con que se entretuvieran la
noche anterior, al ir terminando la reunión por el cumpleaños doble.
Concentrado en el juego, buscando cada naipe con el número nueve,
deseando que los demás no advirtieran tal cosa, reconociendo que no ser
repetitivo era ineludible, observó que el panorama era exactamente el opuesto
al de mediados de Enero, cuando, habiéndose eyectado desde grandes alturas y
caído al cristalino océano con brusquedad, creyó estar en los instantes finales
de su existencia. Hoy era, lo dicho, el polo opuesto. Allí estaba ahora,
compartiendo la mesa, con su nuevo grupo familiar y sabiéndose con mucha más
suerte, al tener una casa, un bien compartido cuando el casamiento fuera un
hecho, una posición económica consolidada, en gran medida debido a su proeza al
llevar a la práctica el trabajo de Mücqeu, y un empleo que había elegido por
vocación. Podía hasta ver como el contacto permanente con las hadas, como
sociedad e individuos, le había servido para purgar todos los malos
sentimientos y pensamientos de su mente.
_Que vengan esas moneditas, gané de nuevo., anunció Eduardo con cierto
tono burlón unos minutos después, exhibiendo su último juego y reclamando como
suyas las monedas de diferente denominación que estaban en la mesa, las cuales
totalizaban trescientos soles.
Restándole dos tercios de hora al
treinta y uno de Diciembre (cuarenta minutos para el año nuevo), concluyeron
por el momento el juego de naipes, y trajeron uno de esos cilindros que
desarrollarán Kevin y sus socios. Dentro de el pusieron una buena ración de
comida, toda la que había quedado sobre la mesa, cuanto botellas aún sin abrir,
repletas todas con sidra, y algunas piezas pirotécnicas, de esas que producían
los espectaculares alardes de chispas y luces de numerosos colores. No bien
hubieran brindado y abierto los regalos, saldrían a dar un paseo por los
alrededores, para ver los múltiples festejos que estaban teniendo lugar en
Barraca Sola. "Seguro no antes de las seis de la mañana", contestó
Wilson, cuando su hija menor hizo una pregunta, a nadie en particular, sobre el
momento en que darían por terminada la ceremonia de Transición y podrían
dedicarse a descansar, a reponer aunque fuera un poco, de las energías
empleadas a lo largo de este día y el de ayer. Tampoco se hallaban
higiénicamente impecables, porque habían estado todo el día expuestos a un
clima y temperatura que, aunque agradables, se ubicaron por encima del promedio
para esta época del año (treinta y seis grados a mitad de la tarde), tuvieron
su efecto. Los hicieron darse aseos superficiales dos veces en el día y tanto
la ropa como el calzado se ubicaban ya en el límite de lo tolerable. "Quédense
donde están", les pidió Eduardo, que miró fijamente al arroyo, sin
pestañear, extendió hacia el sus manos y, recurriendo a una de sus habilidades,
hizo levitar una gran cantidad de agua (algunas hadas y elementales
presenciaron la escena y se impresionaron), para hacerla caer en forma de rocío
sobre Wilson, Kevin y las mujeres, un proceso que duró alrededor de cinco minutos.
Todos le agradecieron esa ingeniosa solución para hacerle frente al calor.
_De nada - correspondió Eduardo, que quiso agregar -. Se lo debo a la
reina Lili. De no ser por los poderes y hay que ella me obsequió, no sé si
hubiera podido soportar tan fácil las altas temperaturas de este país. Más que
eso, el hecho de poder continuar en movimiento después de jornadas laborales
particularmente agotadoras. O momentos como este, de más de dos días expuesto a
las temperaturas, la organización de comidas y bebidas, no necesariamente alcohólicas,
en tales cantidades. Si hoy fuera un ser humano, seguro que todo eso en
conjunto me habría dejado noqueado, durmiendo quien sabe por cuánto tiempo. Es
más, tanto de esa comida, bebidas y calor y apenas tengo muy poco de cansancio
y sueño. Seguro que a ustedes les pasa lo mismo.
_El organismo de las hadas es distinto del de los humanos - le recordó
Isabel, sentándose a su lado. Cristal y Kevin habían ido al interior de la
casa, a buscar los regalos, un total de veinticinco, y Wilson e Iulí se
animaban a bailar un lento no lejos de allí -. Para sudar, sentir cansancio
físico o tener sueño hacen falta esfuerzos extremos. El de hoy, con todo cuanto
vivimos e hicimos, califica como tal, pero por poco. Fueron tus palabras, sobre
que tenés apenas un poco de sueño. Es lo mismo en su caso - señaló con la vista
a sus padres -, en el de Cristal, el de Kevin y el mío... y el de todas y cada
una de las hadas. Tal vez empecemos a sentirlo con el avance de la madrugada,
de eso no tengo idea. También la cantidad de alcohol tiene que ser
específicamente grande, tan solo para sentir los primeros efectos de la
ebriedad, eso te lo explicaron Nadia y Lursi el día del Otoño. Además, influye
cuanto poder posea un hada para sentir esos efectos, quiero decir el sueño, el
cansancio, el sudor, la ebriedad...
_O enfermarse., agregó Eduardo, viendo como Kevin y Cristal dejaban una
tanda de obsequios sobre la mesa y volvían a la vivienda.
Sin contar aquellos cincuenta días en que estuvo sin conocimiento, apenas
dos eventos habían requerido de considerables sacrificios físicos, que hicieran
que los médicos optaran por la internación pensando en su pronto
restablecimiento. Primero había sido su heroica actuación durante la Gran
Catástrofe, cuando decidiera arriesgar su vida para salvar la de otros y
demostrar su valía a las hadas, y después, a principios de este mes, la batalla
contra el hada del rayo, de la que había querido participar para demostrar que
podía también ser bueno en combate, y para salvarle la vida a aquel hombre que
a causa de bese hecho terminó convirtiéndose en otro de sus mejores amigos. No
había tenido mayores problemas fuera de esos dos. Las altas temperaturas
insulares ni siquiera le habían causado fiebres, gripes o resfríos que tuvieran
que considerarse.
_Si, eso también - le dio Isabel la razón, otra vez viendo aparecer a su
hermana y Kevin, con la segunda tanda de obsequios -. Y tengo que decir que la
única vez en que yo tuve que estar internada fue a inicios de este mes, en,
pero así y todo no les gustó mucho. la enfermería del Vinhuiga, cuando fue el
momento de aquella batalla. Eso demuestra la resistencia al daño que tenés
nosotros. Y hablando de eso, muchos allí gruñeron aquel día, por tu entrada.
Supieron que fue una broma, pero así y todo...
_Lo se, me acuerdo de eso - contestó Eduardo, sonriendo. Para el, ese
había sido su tercer combate -. Es por eso que dije cuando entré al gimnasio
donde Cristal y vos estuvieron peleando.
Aquel había sido un monstruo extremadamente poderoso, con el que las
hermanas estuvieron peleando y probando sus recién adquiridas habilidades como
hadas de fuego. Enterados de ese evento, los hombres no dudaron un instante en
ir al Vinhuiga y llegar a tiempo para ver como ese poderoso adversario parecía
superar a las chicas, agotadas después del combate contra otros seis enemigos,
y se pusieron manos a la obra. Oculto bajo la grada, habiendo asumido su forma
natural, Kevin se lanzó de lleno, enroscándose en torno al oponente que quedaba
y debilitando toda su estructura, dejándoselo "servido en bandeja" a
Eduardo, que irrumpió en el barracón con la forma combinada, el monstruo
musculoso cubierto de escamas de varios metros de altura, y se abalanzó
contestó el MiNuq, enviándolo al e incrustándolo en el techo con un golpe
fuerte en la boca del estómago, y rematándolo con una descarga de agua desde
ambas manos. "Las hadas de agua mandan", recordó Eduardo haber dicho,
al asestarle el primer golpe con una de sus atemorizantes manos.
_No sé si la comparación sea correcta o apropiada - reparó Isabel -,
pero esa frase... es como vivar a Kilómetro Treinta y Ocho en medio de una
horda de fanáticos de Puerto Nuevo, o viceversa.
_Tendría que hacer el intento., pensó Eduardo en voz alta.
_No lo recomiendo - se opuso su novia-. Tenés una popularidad y
prestigio aceptable aún entre los seguidores de ese club deportivo. Yo que vos
no la arriesgo.
Isabel sonrió al visualizar esa imagen en su mente.
_Hablando es serio, no se como es esa relación - dijo Eduardo -. No soy
un erudito en eso de saber cómo se llevan las hadas que controlan uno y otro
elemento.
_No hay conflicto entre ellas - aseguró la hermana de Cristal,
encendiendo un cigarrillo solo con mirar el extremo. Si podía hacer eso, lograr
que aparezca el fuego únicamente concentrándose en ello, también era una
privilegiada. Tal vez pudieran de ella esperarse las mismas hazañas y proezas
que por parte de su novio -. Vos y yo somos la prueba que mejor conocemos. Eso
es parte de la cultura popular, que sugieren rencillas entre las hadas con los
dones antagónicos, como el fuego y el agua, o la luz y la oscuridad.
_ Así que la oscuridad es uno de los dones de las hadas, esa es otra
cosa que aprendo., reaccionó Eduardo, pensando al instante en algo maligno.
Isabel lo tranquilizó diciendo que no había rastros de maldad en las
hadas con ese atributo. "En todo caso" - dijo -, " la
peligrosidad no radica en el arma, sino en el usuario". Una de las
habilidades de estas hadas, cuyo origen también era desconocido, consistía en
absorber o nulificar toda fuente de iluminación natural o artificial en un área
determinada, dependiendo ese alcance de lo que deseara y de cuan poderosa
fuera. Solo cuatro tipos tenían ventajas, así lo detallaba la Cuadrícula de los
Elementos; las hadas del rayo, de agua, de fuego y, claro, las de la luz, y
cada una debía ser excepcionalmente poderosa solo para poder rivalizar en un
(hipotético) combate.
_En teoría, todas las hadas tienen posibilidades - quiso remarcar Isabel
-, no tenés más que remitirte a tu triunfo a inicios de este mes, el agua
superó al rayo ese día. En este caso pasa exactamente lo mismo. Dudo mucho que
haya más de cuatro o cinco posibilidades en un millón de que un hada... que de
yo, de las flores, por ejemplo, pueda vencer a una de la oscuridad. Sin
embargo, esas cuatro o cinco posibilidades allí están. Nosotros dos podríamos,
pero seguro que aún estamos lejos.
_Supongo que si - apostó Eduardo, aunque sin todo el convencimiento -.
Yo todavía no tengo un año con estos poderes y habilidades. Es verdad que soy
capaz de grandes hazañas, pero se que estoy lejos de algo así. Lo mismo vos,
que recibiste el elemento fuego hace menos de un mes. Pero de que valdría la
pena algún día, eso no se discute. Supongo que hay hadas de este tipo en
Insulandia...
_Hasta donde se... no más de diez. Creo que sí - arriesgó su novia,
viendo como Cristal y Kevin dejaban la tercera y última tanda de obsequios
junto a los otros. Restaban solo veinticinco minutos para la medianoche, y el
ruido, débil o fuerte de acuerdo a la distancia, era constante, igual que las
voces -. Personalmente, no conozco a ninguna, y se que no hay hadas de la
oscuridad en esta ciudad. Esa cifra de diez apareció en el último censo, y no
puedo saber si continúa igual o no. Me parece que una de ellas vive en la
periferia sur del reino. Fuera de eso, no conozco nada más.
_Apilados ordenadamente, listos para cuando llegue el momento de
abrirlos., apreció Cristal, igual que su novio, los regalos, envueltos con
elegantes y coloridos papeles, todos con una tarjeta que indicaba el nombre del
destinatario.
_Y el mismo dilema de ayer, si me lo preguntan - opinó su hermana -. Los
envoltorios son tan lindos que va a ser una pena romperlos.
Llegadas las veintitrés horas con cuarenta y cinco minutos (un cuarto de
hora para el año nuevo), las damas estaban juntas en torno a la mesa, y aún
desde la distancia, desde el árbol a cuya base estaban los hombres, tabaco y
sidra en mano, podían estos escuchar como estaban enfrascadas en discusiones
sobre moda y modelaje, dos de los temas de conversación más característicos del
sexo femenino. Reían y disfrutaban de dicho tema, al que tenían como otro de
los motivos para estar contentas esta noche. Los hombres, en tanto, pasaban
estos últimos minutos del año hablando del nuevo torneo de balonmano, el
deporte más popular de las hadas. Para estas alturas, el movimiento en la calle
La Fragua, visible desde allí, era permanente, sobre todo a causa de los gnomos
y su contraparte femenina, las gnómidas, que marchaban al trote a ambos lados
de la calle, llevando alimentos en sus diminutas manos, y divirtiéndose tanto
como los demás. También los liuqis estaban más activos que de costumbre,
desplazándose velozmente a nivel del suelo, emitiendo algunos de ellos el aura
roja y otros el color característico de cada sexo. En el arroyo que atravesaba
el bloque, los tritones y las sirenas continuaban moviéndose en ambas
direcciones, en cardúmenes particularmente numerosos, con los más jóvenes en el
centro y el macho alfa al frente. Y desde el campo de globos en el barrio, algo
que acostumbran hacer cuando a cada año le quedaban no más de quince minutos,
encendieron ese par de luminarias enormes con que alumbraban y guiaban a los
aerostatos cuando estos se hallaban elevados durante los horarios nocturnos,
prácticamente todos los días.
_Ese alumbrado artificial permanece encendido hasta cinco minutos
después de llegado el nuevo año - le explicó Isabel, descubriendo como los
haces se movían formando óvalos y círculos, en diferentes direcciones -, los
hacen funcionar con carbón o aceite vegetal. Diría que solo faltaba eso para
hacer de la Transición un lujo completo. Y si fue grandiosa. Si incluso los
nagas se divirtieron, sonrieron y modificaron ese semblante que tanto los
distingue.
La comunión e integración de todas las especies elementales, aunque era
una constante diaria, no había jornadas en las que no interactuaran,
principalmente quedaba de manifiesto con las grandes y monumentales
festividades, como esta. "Los omnímodos son la prueba principal, o una de las
principales", sentenció Iulí al respecto, refiriéndose a los seres
elementales de alrededor de tres metros de altura, los ochocientos que vivían
en el suelo insular (el dieciséis por ciento del total del continente) habían
decidido dispersarse por todo el país y sumarse a más de un centenar de
celebraciones en todas las regiones. "Y esta mañana, cuando salimos a
hacer las compras, vimos otro ejemplo de integración", agregó Isabel, y su
novio advirtió que se trataba del compromiso entre una vampiresa y un hombre de
la raza de las hadas.
_Aparte de esos dos, hay incontables ejemplos, y están en todas partes.
Abarcan a casi todos los aspectos de la sociedad y la cultura - definió Wilson,
tentado de tomar ahora mismo su copa y sostenerla en alto, quedándose listo
para el brindis -. Eso ya lo aprendiste, diría que desde el mismo momento en
que recuperaste el conocimiento e Isabel te llevó esa tarde a recorrer una
parte del barrio. Si las hadas y otras especies no hubiéramos interactuado
entre nosotros en todos esos ámbitos es altamente probable que no hubiéramos
logrado más de la décima parte de los logos y avances en nuestra historia. De
seguro seríamos como los ilios, que viven ajenos a práctica o directamente
todo. Las demás especies no vemos como manchas ni aberraciones contra nuestra
sociocultura el hecho de relacionarnos e interactuar unos con otros, sino todo
lo contrario. Fueron, son y van a ser beneficios que de una u otra forma acaban
por favorecer a todos. Y una parte de la cultura de las hadas tuvo su origen
justamente en esos vínculos.
_No se podría haber explicado con mejores palabras - coincidió Cristal
con una sonrisa, cediendo a la tentación de ver su reloj: eran las veintitrés
cincuenta -. Hoy todas las especies tienen una cultura riquísima que se debe en
parte a la interacción. Y hablo de todos los aspectos, desde el menos hasta el
más complejo. Incluso aprendimos y conservamos mucho de las especies que se
extinguieron antes, durante y después de la Guerra de los Veintiocho. Eso que
conservamos en nuestra memoria y por escrito es la prueba de que alguna vez
existieron.
_Textuales las palabras de Wilson, los únicos que nunca aprendieron ni
comprendieron el valor de la comunión entre los seres elementales fueron los
ilios. Bueno, se lo pierden - dijo Kevin -. A veces me pregunto que hubiera
sido de ellos de haber adoptado una postura diferente, o que pasaría si la
adoptaran hoy, gradual o súbita. Pero después vuelvo a la realidad y descubro
que preferirían quitarse la vida ellos mismos de manera masiva antes que
interactuar con los demás, especialmente con las hadas. El recuerdo del MEU es
imborrable para ellos.
No Kevin ni los demás quisieron continuar hablando de los ilios, pues no
querían opacar estos menos de diez minutos que le quedaban al año, de manera
que a estos los emplearon hablando sobre la interrelación de las especies, que
a todas les reportará tantos beneficios, y dando como ejemplos todo cuanto
hubieron de ver y presenciar desde que empezaran los preparativos para la monumental
festividad de la Transición. "No puedo imaginar nuestra sociedad de otra
manera, me es imposible", insistió Isabel, observando como un ornímodo
planeaba sobre el arroyo para permitir a una pareja de sirénidos, que
transformaron sus colas en piernas, treparse a su emplumado lomo, y emprender
nuevamente el rasante vuelo sobre las copas. "Seguro que a medida que pase
el tiempo los ejemplos van a aumentar en calidad y cantidad", apostó su
padre con total convencimiento.
Entonces, con voz clara, el experto en arqueología submarina anunció a
los otros cinco, a la vez concentrado en las agujas: _Apenas un parpadeo y
estamos en el nuevo año.
Consultaron los relojes, apenas faltaban unos segundos.
Cinco... cuatro...tres... dos...uno...
_Feliz diez mil ciento cinco, feliz año nuevo!!!., exclamaron al unísono
Eduardo, Isabel, Kevin, Cristal, Wilson e Iulí, haciendo el brindis tan
esperado, un tintinear continuo, al amparo de un sonido ensordecedor y el cielo
fenomenalmente iluminado por la pirotecnia.
FIN
--- CLAUDIO ---
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