miércoles, 2 de mayo de 2018

17) Las dos celebraciones, parte 3


Fueron tal cuales sus predicciones mientras estuvieron cocinando. Cada uno no sentiría la conformidad con un único plato. En un lapso de poco menos de diez minutos, las seis personas presentes en la sala, saboreando aun el primero, tuvieron la primera repitencia, llenando generosamente sus platos con ese delicioso arroz aun humeante. Tan animados como estaban, no sentían deseo alguno de acortar el tiempo del almuerzo. No era solo por lo exquisito que había resultado este, sino por la jornada como un todo. “Por todo lo que estuvimos hablando para nosotros mismos o unos con otros a lo largo de los últimos días”, remarcó Eduardo desde una de las cabeceras de la mesa, entre bocados. Se había referido a las actividades y divertimentos planeados para hoy, tan gratificantes como todo lo que los mantuvo ocupados ayer.

_¿Qué vamos a hacer cuando terminemos de almorzar? – llamó Wilson un rato luego, cuando se redujera drásticamente la cantidad de comida en los platos y la fuente, reconociendo otra vez que las comidas, así de opulentas y sabrosas, eran otro motivo para que cada ceremonia como esta fuera algo emocionante e inolvidable –; podríamos salir a dar una vuelta por el barrio. De seguro va a estar inundado con las masas y lleno de todo tipo de cosas interesantes para ver.
Sería, pensó el marido de Iulí, un erro el no hacerlo. Era verdad que desde donde estaban veían y oían lo que pasaba fuera de la casa, pero eso de ningún modo era lo mismo. Sería infinitamente más grandioso y solemne formar parte activa de esas manifestaciones y demostraciones – las risas, los cánticos, las voces… – que saber de ellas solo porque las vieron y oyeron desde la sala.
_Secundo – coincidió su hija menor, finalizando los contenidos de su copa y plato, con ínfimas dudas sobre si le “quedaría espacio” para el postre – Pero no volando. No podríamos disfrutar de los paisajes ni verlos con detalles. ¿Qué me dicen de planear a pocos centímetros de la vera de los caminos?. No recorreríamos mucho así, pero al menos sería una linda experiencia. Ver lo que los demás están haciendo para festejar y eso. Hasta los ornímodos están sonrientes a causa de esta fecha, y eso no es muy común.

Todos los presentes en la sala sabían que los individuos de esa especie eran seres amistosos y nobles, tanto como los de las otras especies (aunque no los ilios), siempre dispuestos a ayudar desinteresadamente y ser solidarios si se presentaba la oportunidad. Pero su gran defecto era que rara vez exteriorizaban lo que sentían y sus emociones, sin importar que se tratara de lo más triste, lo más alegre ni toda la gama intermedia. Si lo hacían, era por un motivo absolutamente excepcional, como este. La festividad de la Transición era lo bastante grandiosa como para que los ornímodos rieran y manifestaran sus sentimientos y emociones.
_Estuve algunas veces con ellos, en sus moradas y las regiones donde viven, por motivos de trabajo – recordó Isabel, cruzando los cubiertos sobre el plato y en tanto sus padres desocupaban sus sillas e iban a la cocina, a buscar el postre –. Las hadas confiamos tanto en ellos como ellos en nosotras. Excepto la no exteriorización de sus emociones y sentimientos, no les hallo aspectos negativos.
_ ¿Cuántos viven en este país?, ¿son ochocientos cincuenta, como dijiste hoy en la mañana? – quiso saber su novio, reuniendo el polvillo en que se convirtieran los restos de comida en la fuente y los platos –. No se mucho acerca de ellos.
_Si, son esos – indicó Cristal, haciendo espacio en la mesa, pues sus padres estaban de vuelta con el postre –. Hay una cordillera con picos de entre dos y tres mil metros de alto donde tiene sus casas. Son recámaras y cuevas, si, pero no lo que estás pensando, Eduardo -  apuntó, y su futuro cuñado reconoció el error antes de decirlo en voz alta – Si estuvieras allí podrías ver una cantidad de comodidades y lujos iguales a los nuestros. Simplemente, ellos construyeron su sociedad en el interior de las montañas. Ese es su hábitat.
_Y hay varios convenios y acuerdos entre ambas especies – agregó Kevin, con sus futuros suegros cortando media docena de porciones de la torta arcoíris, poniéndolas en pocillos y repartiéndolas entre los comensales, incluidos ellos mismos – casi todos de trabajo e investigaciones científicas. En uno y otro caso, las hadas y ornímodos funcionamos como equipo.
_Y son muy útiles para mover cargas en grandes cantidades – remarcó Iulí, volviendo a sentarse, empezando, como los demás, a degustar ese postre tan exquisito –. Sobre el lomo, aferradas con las garras o ambas, pueden transportar hasta cuatro toneladas. Claro que un mayor peso les resta maniobrabilidad y velocidad, pro aun así son eficaces para mover mercancías de un lugar a otro… esto es excelente, me felicito a mi misma y a ustedes.
No solo esas palabras, sino también sus gestos faciales, delataron cuanto le hubo de gustar ese primer bocado de la torta arcoíris, y la conversación desde ese momento se fue ramificando hacia diferentes aspectos, siempre dentro de ese tema que tanto agradaba a las hadas: el buen trato de estas y la cordialidad con las otras especies elementales.
Tampoco del postre quedó rastro alguno, más allá de esa cantidad mísera en el recipiente y los pocillos, que fue transformada en el polvillo. Cuando se cumplieron los primeros quince minutos de las trece (diez horas cuarenta y cinco minutos para el año nuevo), los anfitriones e invitados, habiendo dado por concluido el último almuerzo del año, no hicieron más que lo mínimo e indispensable en cuanto a la limpieza, el aseo y el orden en la sala principal, particularmente en la mesa. Al final, hubo acuerdo respecto a la propuesta de Wilson, sobre recorrer una parte del barrio (nunca podrían cubrir cada bloque en tres o cuatro horas), y antes que se cumplieran las trece horas con treinta minutos (diez horas y media para el año nuevo), el sexteto estuvo listo para la recorrida. Las hermanas y su madre fueron las primeras en salir de La Fragua, 5-16-7, teniendo como primera visión del exterior a ese grupo de menores de edad de ambos sexos, quienes parecieron haber pensado que una buena manera de celebrar y divertirse era volar casi a nivel del suelo describiendo tirabuzones poco pronunciados, con lo cual creaban una amplia y colorida gama cromática, a causa de sus auras y las estelas que dejaban a su paso. “Allí van los adultos responsables”, señaló Isabel con la vista, en alusión al par de adultos que andaba cerca del grupo, los que, a juzgar por el color de su aura, un tono claro de rojo, eran los padres de dos de los menores que había en ese grupo. Cuando los hombres salieron de la casa, tuvieron como última visión de aquel grupo a sus componentes y los adultos perdiéndose entre un grupo de árboles con copas frondosas, cercano a la instalación que daba nombre al barrio. Estando el sexteto en el exterior, comprobaron que no olvidaran sus posesiones en la casa y entonces, si, iniciaron el paseo.

 “Continuemos en aquella dirección”, propuso Isabel,  señalando con la vista la intersección de caminos más próxima, donde se veían las masas de razas varias en mayor cantidad, y los cinco estuvieron de acuerdo con sus palabras. Como propusiera Cristal, que no fue la única, al ver a la multitud, planeando, más bien flotando, a la vera de los caminos, bordeando los bloques en que se dividía el barrio.
A los pocos segundos de haber emprendido el paseo quedaron tan deslumbrados como todos cuantos estuvieron allí, al levantar la vista y ver un enjambre de hadas guardianas, todas con sus uniformes de gala, aparecer de pronto desde fuera de Del Sol, una cifra de entre cuatrocientos y quinientos individuos desplazándose a velocidades de vértigo muy por encima de los árboles más altos y cualquier estructura que ejecutaba intrincadas figuras acrobáticas y geométricas, y creando a consecuencia de eso un alarde de colores igual de deslumbrante, habiendo pasado de una forma absolutamente simple, como lo fue el círculo, a “escribir” en las alturas todas las letras del alfabeto y cerrando su actuación, antes de continuar el viaje hacia el centro de la ciudad, dando forma al escudo patrio insular, con lo que los guardianes de varios regimientos del Ejército cosecharon grandes vítores, aplausos y ovaciones.

El siguiente punto en el que hicieron una parada fue el camino adoquinado, bautizado recientemente como “avenida Suroeste”, que servía de límite entre Barraca Sola y Los Sauces, justamente en ese sector de la capital, donde, como todos los que estuvieron congregados allí, vieron otra gran demostración de los guardias reales, esta vez el personal de la Armada, donde al menos mil quinientas tropas insulares marcharon al paso combinado en cien grupos, dispuesto cada uno de estos en cinco columnas y diez filas, exhibiendo también sus mejores galas, armas y réplicas a escala de sus embarcaciones más nuevas, incluyendo un “monstruo de madera y metal”, así lo llamaron las opiniones al verlo salir del astillero, cuya versión real tenía cuatrocientos metros de largo y pesaba más de noventa y cinco mil toneladas. Las réplicas de los buques y los efectivos  habían programado para hoy un desfile por un trayecto de quince kilómetros en la periferia de Del Sol.
Del enorme clima festivo tampoco se ausentaron este día, ni los anteriores, las murgas y comparsas, como la que había en la sede del club Kilómetro Treinta y Ocho (Eduardo y Kevin se tentaron de entrar y recorrer las instalaciones), que estaba conformada por al menos una centena y media de individuos de ambos sexos, jóvenes casi todos, no mayores de dieciocho años, ataviados con coloridos y pintorescos trajes, que se movían y bailaban al ritmo de ese sonido producido por tambores y silbatos que portaban los diez adultos del grupo, interpretando todos los componentes de la murga (una expresión artística relativamente nueva en la sociedad de las hadas), así le explicó Isabel a su compañero sentimental, una danza característica de las festividades más arraigadas y populares de los seres férricos. "El cambio de las estaciones incluido", dijo Eduardo, recordando haber visto esas demostraciones en Marzo, Junio, Septiembre y el veintiuno de este mes, con la llegada de las estaciones climáticas. "Imposible que no estén ellos, faltaría una pieza y la Transición no estaría completa”, dijo Iulí minutos más tarde, cuando ella, su familia y los prometidos de sus hijas se cruzaron con varios grupos de amigos, de no más de diez u once años, cuando mucho doce, divirtiéndose con los fuegos artificiales en las calles y espacios públicos en general, piezas pirotécnicas menores que producían leves destellos y estallidos, al cuidado siempre de tres o cuatro adultos responsables a quienes nada más el sentido del ridículo les impedía unirse a ellos y quedarse allí hasta el anochecer. Ese fue, por mucho, el paisaje que más dominaba desde bien temprano por la mañana, e incluso desde antes, de modo que las explosiones, unas fuertes y otras no tanto, habían pasado a formar parte del paisaje por donde se mirara en la ciudad y fuera de ella, el mismo espectáculo que sin duda alguna se extendería hasta bien establecida la luz solar del primer día de diez mil doscientos cinco, y quizás aún por más tiempo que esa mañana. Igual de cotidianos pasaron a ser, aunque en menor número, y por lo tanto sin abarrotar las plazas y parques, los adultos mayores que estuvieron abocados desde esas proyecto horas de luz solar a sus entretenimientos predilectos: el ajedrez, el dominó, las damas y un juego de natación parecido enormemente al póquer, así comparado por Eduardo. "La mayor concentración de canas, arrugas y bastones "_ definió Cristal, cosechando algunas risas, al pasar cerca de tres de esos grupos, a los que vio con admiración y respeto, "es como un club social a cielo abierto". Vieron a los ancianos, también de los dos sexos, tan concentrados en sus juegos como los menores de edad con la pirotecnia. Ninguno debía de tener menos de dos siglos y cuarto de edad y, como cualquiera (como todos), allí buscaba disfrutar al máximo de la festividad de la Transición. Eduardo pensó que celebrar era para ellos lo mismo que para los otros: un más que merecido premio por todo un año de esfuerzos, empeño y sacrificios. Ancianos y menores no eran los únicos entre la raza que había allí dispuestos a disfrutar tanto como fuera posible en tanto durará la soleada tarde. Hombres y mujeres de todas las edades, ni un solo individuo en solitario, estaban allí conversado en forma animada y sonriendo, ocupando cada uno de los banquitos metálicos y de madera en los espacios públicos, otros cientos en el suelo, haciendo muy complicada la tarea de encontrar un lugar disponible. Había entre estos grupos, todos sumamente entretenidos y divirtiéndose a lo grande, algunos que pasaban el tiempo haciendo demostraciones sencillas de sus habilidades y poderes, otros que entonaban canciones, de diversos géneros y épocas, al compás de guitarras y otros instrumentos musicales, otros, no menos numerosos que los demás, haciendo los característicos pic- nics con una gran variedad de comidas y bebidas; unos más que decidieron transformar las calles y avenidas en improvisadas pistas de baile, también moviéndose al ritmo de algún que otro instrumento musical; otros más dedicándole tiempo a la pirotecnia; y otro tanto que tenía a sus componentes hablando entre sí acerca de la ceremonia de la Transición, de sus deseos para el nuevo año y sobre el lugar al que irían de vacaciones. No podían estar ausentes, por supuesto, las parejas de todas las edades en las que sus componentes iban abrazados o tomados de la mano y llevando a la práctica toda una gama de demostraciones de amor, entre estas los besos, algo que de a poco iba traspasando la privacidad y volviéndose masivo en la sociedad de las hadas _ Eduardo había sido uno de los grandes impulsores de esto _, específicamente las parejas adolescentes y los más jóvenes, y las caricias, algo practicado principalmente por los matrimonios ya establecidos, con años de existencia. "Ni lo piensen" se quejaron las damas, preparándose, por si tuvieran que recurrir a los pellizcos, al llegar a la vera de un río de agua dulce y ver no solo a las familias y grupos de amigos disfrutando de este día tan bello, sino también a uno compuesto íntegramente por mujeres adultas jóvenes, todas en biquini de dos piezas y divirtiéndose en el agua como en los mejores días de su infancia. Habiendo los hombres optado por evitar los pellizcos, el sexteto se elevó unos pocos metros y tuvo un campo de visión más amplio de ese concurrido paisaje de la periferia.

"Vean esas maravillas", se entusiasmaron las damas, ubicándose estáticas a la altura de las copas, agitando velozmente sus alas, contagiando el sentimiento a los hombres, que también enfocaron sus ojos, descubriendo así el que tal vez fuera uno de los más maravillosos que las hadas o cualquier otro elemental tuvieran y disfrutaran. Ante ellos tenían un paisaje bucólico que llegaba hasta donde lo hacía la vista. Todas las tonalidades de verde, mezcladas indiscriminadamente, interrumpidas por el rojo en el techo de las estructuras (los más lejanos eran apenas salpicones), el gris de los caminos y el brillo de los cursos y espacios de agua - uno de los principales distintivos de la ciudad, que era en sí misma un archipiélago -, las vocalizaciones de cientos de animales terrestres y voladores que se movían con total libertad, evidenciando unos cierta conducta social, todas las hadas en el aire y en la tierra que volaban, planeaban, flotaban o caminaban a distintos ritmos, creando un alucinante despliegue de colores con sus auras y las estelas resultantes, los demás elementales, completamente integrados a la sociedad de las hadas, aportando variadas formas y tamaños, además de sonidos y voces, a un paisaje que ya de por si era excelente, las siluetas de las estructuras de mayor altura, destacando entre estas el Castillo Real y la torre que daba su nombre al barrio El Mirador, otorgando una parte del aspecto urbano de la ciudad, un cielo de mitad de la tarde completamente despejado y, por supuesto, los sonidos de la propia naturaleza, que se podían escuchar aún con las voces de decenas de miles de hadas y elementales que se divertían y disfrutaban a lo grande. Como todos en su lugar, los seis hubiesen querido permanecer allí, estáticos en el aire y contemplando esa maravilla, y únicamente empezaron el descenso con la campanada que anunció las dieciséis horas (ocho horas para el año nuevo), cuando comprendieron que tal vez fuera el momento indicado para volver a La Fragua,5_16_7, para dar inicio a la celebración familiar. "Ojalá pudiéramos estar acá por más tiempo", todavía lamentaban las damas, ya en el viaje, en brazos de sus hombres, que tuvieron ese gesto de galantería. Apenas en cinco minutos estuvieron en la casa, con toda la satisfacción de haber disfrutado a pleno del paseo, y los pies de Wilson, Kevin y Eduardo tocaron el suelo. Las chicas fueron las primeras en entrar, los hombres lo hicieron acto seguido, cerrando Eduardo la puerta, y los seis se repartieron las escasas tareas que quedaron pendientes después de la cena de anoche, coincidiendo debido a eso que podían dedicarse a la celebración prácticamente de lleno, sabiendo que esas tareas, además menores, no demandarían más de cinco minutos.

- Momento por excelencia para la merienda, desde hace milenios., anunciaron las hermanas refiriéndose a la franja de tiempo entre las dieciséis cuarenta y cinco y las diecisiete veinte, en que las hadas acostumbran beber alguna infusión.
Era un aspecto de la cultura surgido durante los primeros años de la Guerra de los Veintiocho, de la mano de los combatientes de ambos bandos, quienes hallaron y vieron en el té (lo que el sexteto en La Fragua 5-16-7 estaba por merendar ahora) para celebrar la obtención del éxito en las batallas ocurridas en la jornada.
_Los del MEU fueron los primeros en incorporar esta costumbre, así nos lo contó Iris una vez - comentó Wilson, mientras abría una caja que había traído su hija menor, y extraído un alfajor de chocolate -. Los del otro grupo lo asimilaron al poco tiempo y de a poco se fue transformando en un componente de nuestro acervo cultural. Hoy es, por ejemplo, una excelente manera para ponerle fin a la jornada de trabajo. El té, sobre todo, que es la infusión ceremonial por excelencia, y por si mismo una parte importante de nuestra cultura.
_ Lo se - contestó Eduardo, antes de ingerir un sorbo, y tras lo cual agregó -. Esa fue una de las primeras cosas que aprendí. Kevin, y también Lursi, me lo explicaron en la mañana del veintiuno de Marzo.
Ese recuerdo todavía estaba patente en su memoria. El por entonces jefe del M-CA y el aún hoy alto funcionario del Consejo SAM estuvieron ilustrando a su nuevo amigo, procurando de este una rápida inserción en la sociedad, acerca del horóscopo y calendario antiguos de las hadas. El té era uno de los quince principales elementos del mapa astral, el número siete, tenía veintidós días y discurría entre el veintiocho de Mayo y el dieciocho de Junio (Tnirta número ocho a Iiade número dos, en el calendario antiguo). "Hasta que llegamos Nadia, Isabel y yo", recordó Cristal también, el instante del fin de aquel encuentro entre los amigos en el emblemático bar El Tráfico.
_ Hoy ninguna hada le presta otra atención que no sea un pasatiempo, un entretenimiento - puntualizó la anfitriona, asumiendo en silencio que ella misma era una de esas mujeres que leía esa sección en El Heraldo Insular tan solo por la falta de otros artículos más interesantes -. Tuvo su época antes y durante la era de las religiones, y su duración como algo aplicable a nuestros aspectos y quehaceres cotidianos culminó cuando también lo hizo la religión.
 Abandonó su silla y la ocupó nuevamente tras colocar otro cilindro en el musiquero, empezando a escucharse el vals en la sala.

_ Y el ocaso religioso - llamó Eduardo -, se que fue algo gradual.
_ Tal cual., confirmó Kevin, antes de sumergirse, como los otros, en esta nueva "clase de historia".
"Básicamente, fue una batalla: la fe contra la ciencia", resumió Isabel aquel enorme período de tiempo. Una franja con una duración de décadas en las que la ciencia, a través de todas sus ramas, había empezado a dar las respuestas a todo lo atribuido a la religión hasta entonces, más fácil de comprobar que las otras. Había sido una convivencia armónica entre ambas posiciones, apenas salpicada por algún que otro debate acalorado y rencillas menores que se dieron sobre todo en los templos religiosos, cuando los científicos iban a ellos para divulgar sus postulados, teorías y su visión de todas las cosas, y viceversa, cuando los sacerdotes, sacerdotisas y defensores de la fe se presentaban en lugares como los museos dedicados a tal o cual rama de la ciencia, los yacimientos arqueológicos y los paleontológicos - el descubrimiento de huesos de dinosaurios con restos y rastros de plumas primitivas, otra forma para explicar el origen de las aves, fue un durísimo golpe para los defensores de la fe del que nunca se pudieron recuperar, y contribuyó al principio del fin de la religión - y los primeros y rudimentarios laboratorios que fueron apareciendo. Llegado un punto en el tiempo, una innovadora y radical teoría, basado en el anterior hallazgo de fósiles con plumas primitivas, empezó a amenazar a la totalidad de la religión, junto con todo lo que esta representaba, con milenios de existencia, casi tanto como las hadas: el origen de la especie misma, y el de todos los seres elementales. Tal teoría hizo que los ánimos empezaran a caldearse y que las discusiones entre quienes defendían y propagaban una y otra visión sobre el surgimiento de todas las cosas vivas (evolución y creación), no solo las hadas, se transformarán en algo cotidiano, pasando a veces, las menos, a peleas que solían culminar con la intervención de los médicos, que se ocupaban de los heridos, y los guardias reales, que devolvían el orden a la situación. Las discusiones y debates, no siempre pacíficos, continuaron por décadas, a medida que los adeptos a la ciencia iban ganando superioridad numérica y lograban presentar evidencias más sólidas para dar respaldo a sus postulados, y llegado un momento fueron los dirigentes de mayor rango del CSP y de la Mancomunidad Elemental quienes tomaron una decisión, ya cuando esos organismos y los de menor alcance empezaron a convertirse en escenarios de frecuentes y a veces violentas discusiones; llegaron a haber "creacionistas" y "evolucionistas", como se conoció a los adeptos de ambas teorías que explicaban la aparición de todas las cosas vivas, y, como el todo, las personas de fe y las de ciencia. "Fue el tiempo del Edicto Once", puntualizó Wilson, casi habiendo terminado la merienda, en referencia a una resolución que emitiera el CSP en pleno, que había sido desarrollada entre el diecinueve y el veintinueve de Mayo (Uumsa número veintitrés y Tnirta número nueve, sus equivalentes en el calendario antiguo) del año seis mil seiscientos cincuenta, y puesto en vigencia en el primer minuto del día siguiente. Ese edicto no hacía más que establecer un plazo de diez años para cada uno de los grupos enfrentados, en los que debían ser perfectamente capaces de reunir tantas evidencias como les fuera posible para respaldar sus posiciones. Cuando esa franja de tiempo concluyera, a las veintitrés horas con cincuenta y nueve minutos y cincuenta y nueve segundos del treinta de Mayo (Tnirta número diez) de seis mil seiscientos sesenta, el Edicto Once, así llamado por el tiempo que demandó su desarrollo, llegaría a su término y el CSP en pleno quedaría inmerso un mes exacto en el análisis de todo el material recopilado por los dos grupos, decidiendo cuál de ellos superaría al otro, cual postura prevalecería de forma oficial, porque ese era el objetivo primario del edicto: optar por una de las posturas. "Ya podés adivinar que pasó en los siguientes ciento veinte meses", dijo Isabel a su novio, recordando sus lecturas en la Biblioteca Real, habiendo ya terminado la merienda. "Me imagino", contestó Eduardo, descubriendo el acierto, cuando los otros cinco retomaron la lección de historia. Los expertos de la ciencia y los de la fe trabajaron incansablemente durante esos diez años, acumulado todo tipo de pruebas y materiales, tanto que, cumplido el plazo, a los componentes del CSP no les quedó un minuto libre en ese mes posterior a la expiración del Edicto Once. Leyeron y analizaron cuidadosamente ambo ambas recopilaciones y concluyeron, dando un ejemplo claro, uno de los más característicos, que los eclipses obedecían a un fenómeno astronómico y no a uno divino. El primer día de Julio (Iiade número quince), entró en vigencia la nueva postura oficial, a favor de la ciencia, y eso significó el fin del auspicio estatal de la religión, aunque no el fin de esta. La postura pro científica estableció, entre otras cosas, que la fe recién desaparecería cuando no tuviera un solo adepto que la practicará, algo que recién hubo de ocurrir algunos siglos después, antes de cumplido el primer cuarto del octavo milenio - este año, a poco de terminar, se cumplieron treinta siglos exactos de esa fecha decisiva -. Los últimos adeptos de la religión emigraron definitivamente y los lugares dedicados a la fe se convirtieron en centros dedicados al turismo y el aprendizaje, convirtiéndose la religión en un recuerdo registrado en los libros y textos históricos y la memoria colectiva e individual de las hadas y otros elementales.
_ Como ves, fue un cambio gradual - insistió Cristal, concluyendo la lección de historia -. Es cierto que yo, hablo solo de mí, no adherí ni adhiero a la fe, pero le reconozco numerosos avances, desarrollos, logros y méritos. Simplemente, la ciencia, por consiguiente esa teoría evolutiva que fue totalmente radical en su momento y hoy es un dogma, supo ganarse su lugar, a base de paciencia y sacrificios.
_ Muchos de los logros como sociedad e individuos se los debemos a la religión - agregó Kevin, mientras tuvo esa pequeña distracción a causa del grupo de amigos que pasó al trote por la calle, a los que vio a través de la ventana -. Eso hizo que no hubiera, por ejemplo, burlas ni nada parecido desde aquel uno de Julio de hace más de tres milenios y medio, y que aún los más férreos defensores de la ciencia de esa época y de antes hayan sabido verle las cosas buenas, los logros y aspectos positivos a la religión.
_ Las emigraciones, quiero decir las hadas que pasaron de un grupo a otro, fueron muy pocas al principio, pero conforme fueron pasando los años esa situación cambió - retomó Cristal la palabra, en tanto su hermana, ya aseada, volvía a la cocina y sus padres llevaban otro tanto de botellas y comida al ambiente de junto -. Para cuando el Edicto Once entró en vigencia, se llegó a calcular que un cuarenta y cinco por ciento de las hadas era ya adepto a la ciencia en todas sus ramificaciones.
_ Descubrieron que las respuestas científicas podían comprobarse, a diferencia de las otras. Eso fue quizás lo principal que motivó la emigración. Los científicos pusieron todas las pruebas al alcance de todos los individuos. Estos, simplemente, descubrieron que la verdad era otra - completó Isabel, viendo, como los otros, el momento del fin de esta "clase de historia" -. No fueron solo las hadas. A excepción de los olivos, los otros seres elementales fueron aceptando que había otra explicación para todas las cosas. Una verdad que se podía comprobar y que no constaba solo de libros, pergaminos y textos. Y, resumiendo, el período religioso fue algo lindo en tanto duró, más del noventa por ciento de todo el tiempo que llevamos las hadas de existencia como especie.

_ Acá estamos - dijo Eduardo un rato más tarde, reunidos todos en el patio, oyendo como los sonidos pirotécnicos eran ahora más fuertes, y hacían su aparición los primeros fuegos artificiales con luces,-. Había algo que me querías mostrar, Isabel...
Veia ese paisaje a diario, y no comprendía que quería ella en el.
_ Me gustaría cambiar un poco este lugar. Sacar algunas cosas y poner otras - señaló Isabel, con un movimiento de sus manos -. Vos creciste en un lugar así, dónde abundaban las casas más bien grandes, con patios amplios como este. Me gustaría saber cómo es eso, si es sencillo, costoso y esas cosas.
La campanada para anunciar las dieciocho horas en punto (seis horas para el año nuevo) coincidió con el paso de una bandada de ornímodos en dirección al centro de la ciudad, quienes, estando transformados en esas enormes aves rapaces, hicieron temblar a las hojas en las copas de los árboles, y que los seis allí abajo (muchos los habrían imitado) amagaran con agacharse y cubrirse, a causa de ese vuelo tan bajo.
_ Pienso que no se trata de complejidad ni de costos - interpretó Eduardo, recordando, con nostalgia, la casa donde pasara toda su vida -. Es más voluntad que otra cosa. La decisión de hacer algo. Si está eso, llega lo demás. Y no es nada del otro mundo, te lo aseguro, en nuestro caso. Y tampoco el de ustedes - dirigió esa indicación a sus futuros suegros, que ocupaban ya dos sillas, y a Kevin, que había dejado a sus pies una serie de tablas y tablones -. No hay costos más allá del que va a significar lo que vayamos a construir.
Los tablones y tablas que habían traído el artesano-escultor y la médica eran en realidad esa joya de mesa que estaba en la sala, a la que desmontaron para poder trasladarla al lugar donde ahora la estaban ensamblando nuevamente los hombres. El arqueólogo les había hablado acerca de este tipo de celebraciones en familia a cielo abierto en fechas como esta y a todos les pareció una excelente idea. Armada ya la mesa, pusieron sobre ella el mantel, que ya evidenciaba los restos de las tres comidas anteriores (desayuno, almuerzo y merienda) y unos pocos objetos. Traerían todo lo demás de un momento a otro.
_ Supongo que a ustedes ya se les ocurrió algo., advirtió Wilson, incorporándose el e Iulí y colocando las sillas alrededor de la mesa.
Para el, tanto como para los otros, sería un completo espectáculo cenar a la intemperie, estando expuesto a todo lo que ocurría en las últimas horas del año y la madrugada. Observar directamente las luces pirotécnicas siempre era un entretenimiento, como también lo era contemplar el paisaje nocturno, y, como sostenían los otros intervinientes de esta celebración, tenía un añadido que en cuanto a gloria la ubicaba por encima de las anteriores: allí estaba reunida toda la familia, y eso era, por lejos, el principal motivo para celebrar.
_ Imagino que Isabel va a querer construir un nuevo lugar donde guardar la ropa y el calzado que hoy satura la casa, o mover de lugar las cosas de ese galpón para lo mismo...!ay! - la broma de Eduardo fue interrumpida por un codazo suave a las costillas, pro, por la expresión que adoptara su novia, pareció que lo del guardarropa era una de las posibilidades -... eso dolió - las damas sonrieron irónicamente -. Hablando en serio, la verdad es que no nos decidimos todavía, las ideas son varias.
Y en lo que demoraron en llevar los platos, cubiertos, copas, botellas y otros elementos allí afuera, las parejas se enfrascaron en una discusión sobre este tema, sin dejar de tener los sentidos alertas, especialmente el oído y la vista, a todo lo que ocurría a su alrededor, el habitual paisaje de finales de la tarde y la marea de seres elementales que celebraban en la superficie y en las alturas.
_Hay tantas cosas que pueden cambiar que lo más seguro es que estos proyectos que tenemos difieran y de modifiquen conforme vaya avanzando el tiempo - dijo Isabel, que había hablado de varias posibilidades, todas CVigual de válidas -. Es cierto que Eduardo y o hablamos de mover parte del contenido de la torre al ambiente de junto que está desocupado - señaló la estructura de tres pisos, que concentraba el pasatiempo de la pareja -. Cualquiera que haya visto esa torre sabe que dentro de poco no va a caber un alfiler... pero eso no es innovación, sino orden en el hogar, que es distinto. Pero de modificar el patio no nos decidimos. Hablamos de flores, de sembrar algún comestible y eso, pero nada es definitivo. Por lo menos, nos va a sobrar el tiempo, y también los recursos.
Las tres parejas allí tenían esos dos factores a su favor para encarar las reformas en sus casas. Tan solo les faltaba optar por una idea, llevarla a la práctica y concluirla.
_ Tampoco nosotros cuatro estamos decididos del todo - dijo Cristal, hablando también por sus padres y Kevin, mientras repartían, ordenadamente, los elementos sobre la media docena de lugares en la mesa -. Hicimos lo mismo que ustedes, comentar y compartir ideas. Creo que vamos a dejar pasar la primera quincena de Enero antes de empezar a hacer algo definitivo.
_Obras así no se deciden de un momento a otro. No me refiero a los costos, ya sean bajos o altos - agregó Wilson, que tenía la intención firme, la única hasta ahora, como los otros residentes de esa casa, de plantar dos o tres rosales junto a la pared trasera de la propiedad -. Fueron tus palabras - se dirigió a Isabel -. Son muchas las cosas que pueden cambiar. Y eso del tiempo... nos va a sobrar si lo medimos en grandes franjas, pero en cortas es otra cosa.
_Nuestras obligaciones laborales - avisó Iulí -, no las podemos resignar sino en un caso de necesidad máxima, y estás cosas que estamos planeando no califican como tales.
Al final, al tiempo que la mesa, cuatro metros más allá de la estructura poligonal, quedaba completamente lista y los comensales le dedicaban el tiempo a los cigarrillos (todos allí eran fumadores) y una botella con sidra aún sin abrir, fueron cerrando la conversación sobre los planes a futuro en sus casas. Coincidieron en esperar a que pasara por lo menos la primera semana o la primera quincena de Enero antes de la decisión final sobre que hacer y que no. De momento, miraron, con el corcho saliendo disparado varios metros hacia arriba, a gran velocidad, se dedicarían solo a la celebración.

No vieron algo allí que no hubieran visto en el paseo posterior al almuerzo, ni la pareja anfitriona durante la mañana, cuando saliera a hacer las compras. Lo visto en el frente, tanto así como lo que había más allá de las medianeras, era lo habitual. La cantidad de hadas y otros seres elementales que se movían en una y otra dirección, en ambos ámbitos (el cielo y la tierra) era enorme, y en todos reinaba esa atmósfera ya conocida, la misma que en el día de hoy, y el de ayer, particularmente para los anfitriones, y en cualquiera de los anteriores festivos del año. Las hadas y elementales no solo evidenciaban esas emociones positivas a través de los gestos faciales y el tono tan alegre en sus palabras, sino también con su indumentaria y calzado, lo más tradicional en la mayoría de los casos, algo que reservaban para las grandes y más solemnes ocasiones, la Transición desde luego lo era, y con el comportamiento corporal. "Pensá que a medida que vaya anocheciendo eso se va a poner mejor", indicó Cristal, señalando un punto adelante, más allá de la medianera, a un grupo de arbustos en el centro del bloque, donde una multitud de liuqis, que al no estar mimetizados con el entorno emitían su característica aura de un intenso color rojo, danzaban formando espirales sobre sus ejes y entre sí, dando forma a uno de sus bailes más antiguos. La médica se había referido a la cantidad de manifestaciones como esa, tan alegres, aumentando desde bien temprano por la mañana de ayer, que alcanzarían, como las anteriores fiestas de Transición, su desarrollo máximo al quedarle nada más que cuatro horas al último día. "Tanto o más importante que las festividades de las estaciones", volvió a repetir Isabel, quedando deslumbrada, igual que los demás, con aquel estallido muy por encima de las copas, que provocó una nube de humo opaco y esa lluvia de chispas rojas. Tal cual lo dijera ella esta mañana, en la FPISE se estaría facturando con esta festividad lo mismo que en todo el semestre. Y esas manifestaciones con varios tonos de cada color, particularmente visibles desde la ausencia del Sol, se mezclaban y confundían con las de las hadas en vuelo, cuyas auras y las estelas resultantes al desplazarse, más visibles cuanto mayor era la velocidad, contribuían significativamente, creando con ello un espectáculo que era por si mismo magnífico e imperdible.
Abajo no podían menos que reír y aplaudir.
No fueron pocas las veces en que el sexteto reunido en La Fragua 5-16-7 estuvo tentado de unirse a esa enorme multitud, sintiendo que tal vez estuvieran desperdiciando los últimos instantes del año sentados allí alrededor de la mesa, aunque entretenidos e inmersos en un bello entorno, esperando a que fueran más diecinueve treinta a las diecinueve cincuenta para empezar a preparar la cena. "Para eso también vamos a tener tiempo", les recordó Isabel, sabiendo que después del brindis, por lejos el momento más solemne de la ceremonia de la Transición, todos irían a dar un nuevo paseo por el barrio y sus alrededores, para ver de que manera y con cuanta intensidad estaban celebrando las hadas y los otros seres elementales. Concluyeron una vez más, otra vez las mujeres con un leve susto, esta oportunidad por una seguidilla de cinco explosiones cerca de allí, que ni siquiera la Gran Catástrofe con todos sus efectos nocivos y los miles de fallecidos, que afectará al continente entero a finales de Marzo, había podido causar uno o más parates en esa variedad de sentimientos y emociones tan alegres que en la última quincena hubieron de apoderarse de sus habitantes, especialmente las hadas. En algunas partes del planeta ya había llegado el diez mil doscientos cinco, y por los comentarios que fueron circulando se supo que los festejos habían sido y continuaban siendo fastuosos. "Imagino que tienen una manera para anunciar la llegada del nuevo año", llamó Eduardo, remitiendo su memoria a la sirena que sonaba durante el primer minuto del uno de Enero, y descubrió, con la respuesta de su futuro suegro, que el aviso público local no era tan diferente. Con una total coordinación, las campanas instaladas en lo alto de las torres de vigilancia tañían incesantemente durante esos primeros sesenta segundos anunciando la llegada de, a veces las hadas la llamaban así, la segunda jornada de la Transición. "Ese minuto es parte del tiempo que demanda el brindis, y por tanto lo mejor de la ceremonia", comentó Isabel a su novio, cuando este le hablara sobre esa similitud, una de las tantas, entre las hadas y una parte de los humanos. Las otras dos parejas estuvieron en total acuerdo con las palabras y se lo hicieron saber con gestos y discretos aplausos.

Continuando con la vista, cayó en la cuenta de una diferencia menor entre humanos y hadas, en lo que hacía a este momento del año. La mayoría de esas celebraciones masivas siempre, o casi, se hacían en las zonas céntricas de las localidades y ciudades, especialmente las más pobladas, que el supiera. En el centro de esos lugares, se concentraban cientos de personas, cuando no miles, para disfrutar de los grandiosos espectáculos que incluían los fuegos artificiales, usados masivamente (el resto del año pasaban sin pena ni gloria), recitales con más de un grupo o solista y una variedad de platos típicos. Esas celebraciones y reuniones eran más vistosas y llamativas cuanto más cerca de estaba de los centros urbanos, e incluían a personas llegadas de todas partes, incluso de otros lugares con gran población, dejando a esas otras áreas con celebraciones menores, más modestas, discretas y que rara vez tomaban estado público. "Esa es la costumbre", dijo Eduardo, levantando de nuevo la vista y enfocándola en una multitud de vampiros, todos vestidos íntegramente de negro, que hacían su propia demostración acrobática, con el macho alfa a la cabeza, contribuyendo al deleite de cualquiera que estuviera abajo - la aldea vampírica más cercana a la Ciudad Del Sol estaba ciento un kilómetros al noreste, y vivían en ella doscientos noventa individuos, ciento trece mujeres y ciento setenta y siete hombres -."La capital insular es un caso distinto", comparó, con los vampiros perdiéndose en la espesura cercana. Se había dado cuenta, ayer y hoy, que en el principal poblado del reino era inexistente el epicentro de los festejos en el centro mismo ni en el de sus diecinueve barrios. Todo era movimiento continuo en las calles, avenidas, plazas, parques, clubes, salones, locales gastronómicos y cuanto lugar público o semi público existía, las manifestaciones alegres eran tan enormes y exultantes en unos tanto como en otros. Y aquí no había una sola raza con todas sus etnias; en Barraca Sola y otras partes, las hadas, habitantes del agua (sirenas y tritones), gnomos, liuqis, vampiros, hagas, omnímodos e individuos de las demás especies eran uno solo, hermanados esta vez por una de las más monumentales ceremonias de todas, y ninguna lo estaba disfrutando menos que las otras. "Es otra más de las demostraciones de integración, de las más importantes", se alegró Isabel, viendo un enorme naga llevando a diez liuqis sobre los hombros.

No fue esa la única nuestra de compañerismo que vieron desde que ocuparán ese espacio al aire libre en su casa, por supuesto. Un rato antes, fueron testigos de como tres omnímodos, transformados en esas gigantes aves rapaces llevaban cada uno a un hada sobre el emplumado lomo y uno o dos gnomos agarrados con fuerza a sus  patas. También, en el arroyo que asomaba una parte en el bloque 16, una bellísima sirena asomando a la orilla, transformado su larga, escamosa y verdosa cola en ese par de esbeltas piernas cubiertas al instante por la pollera que le alcanzará una de las dos mujeres que esperaba en la superficie; y hasta allí su intervención, porque la sirena, tan linda en la superficie como en el agua, se unió a ese hombre joven que, por pudor, estuvo oculto detrás de un tronco, y los dos marcharon juntos en paralelo al arroyo. "Podría ser", coincidió Isabel con Eduardo, después que este comparara aquello con la escena de esta mañana que involucrará a un hombre férricos y una vampiresa. En otra escena, un reducido grupo liuqi probaba sus destrezas en una serie de arbustos contra un cuarteto de hadas que para tal fin estaban convertidas en esas pequeñas esferas de energía, similares en tamaño a una pelota de tenis, conservando el color de sus auras. Incluso muchas hadas que había por allí, de las que se veían, cambiaban su forma, pasando a la natural primero y a la combinada después, en otro intento, exitoso, por aportar divertimento e innovaciones. "No, solo es Olaf en viaje", atajaron los cinco a Eduardo, cuando este amagó con ponerse de pie, creando una bola de energía en su palma derecha, al paso de una gigantesca y monstruosa araña, tan grande como una persona adulta, quien asumió su forma habitual al toparse con una de las patrullas, cuatro soldados del regimiento de arqueros para los que el trabajo había terminado e iban ahora camino a sus casas. "De verdad increíble", opinó Eduardo, serenándose, cuando el jefe de la Guardia Real reanudó su viaje, esta vez por aire, hacia el centro-suroeste de la ciudad. El sexteto sabía que Olaf pasaría está noche (la Transición) en el barrio Arroyo Brillante, junto a Lía, su colega dentro del poder político y prometida, y el hijo de esta. "Uno de los hechos sobresalientes del año", apuntó Eduardo, aún recordando con detalles aquel complicado instante, durante la Gran. Catástrofe.
Apenas un minuto después de anunciadas las diecinueve horas (cinco horas para el año nuevo), los integrantes de la familia dejaron sus lugares en el agradable exterior e ingresaron nuevamente a la vivienda teniendo la cocina-comedor diario como su destino, pues habían decidido empezar a preparar la cena. "No hay peligro, te lo aseguro", tranquilizó Kevin a su amigo, porque éste se había quedado pensando en los muebles y todas las cosas que dejaron allí afuera. Las hadas consideraban a los robos como un oprobio y ningún individuo, femenino ni masculino, querría quedar en vergüenza ante todo el mundo (sobre todo sus parientes) de semejante manera. "Es una de las faltas que más condenamos", agregó Cristal, sabiendo que el último robo registrado en el reino insular era previo al octavo milenio.
_Cualquiera que vea esas cosas va a saber que hay un grupo preparándose para cenar y celebrar al aire libre - complementó Iulí, espolvoreando una fuente metálica con harina -, lo que de por si es una rareza. No conozco muchas hadas que practiquen está costumbre. La mayoría de quienes conozco prefiere la comodidad y tranquilidad de un espacio cerrado para la cena y el brindis.
_ Después llega el momento de abrir los regalos de fin de año - habló Wilson, encendiendo la cocina. Una pequeñísima descarga a los troncos y el carbón y al instante apareció el fuego -. Es verdad que hay obsequios que son característicos; juguetes para las hadas de hasta doce años, artesanías u objetos decorativos para los adolescentes, ropa y calzado para la gente de dieciocho años o más... Son típicos, pero no exclusivos ni obligatorios. Yo todavía recuerdo el último obsequio que recibí. Y gracias a ustedes dos, Cristal e Isabel, por haberlo conservado a salvo.
Uno de sus amigos en el CoDeP le había regalado un libro de cien páginas que narraba con lujo de detalles la historia del club de balonmano Seis de Mayo desde su fundación, el favorito de Wilson. Transformando este en un alma solitaria, sus hijas enviaron casi todas sus posesiones, también las de su madre, a la bóveda familiar que tenían en el Banco Real, conservando en ambas casas aquellas que consideraron de mayores valores emotivo y simbólico. Ese día había sido también aquel en que se produjera el primer indicio de adultez en la mayor de las hermanas, al decidir la suerte de las posesiones de sus padres. Siendo una nena de seis años y diez meses, tuvo la suficiente edad para comprender la tragedia que (le) había pasado y tomar esa decisión, al tiempo que la nodriza asignada por el Comité de Asuntos Familiares, dependiente del Consejo DCS, empezaba la tarea que se prolongaría hasta el décimo octavo cumpleaños de Isabel. El caso de Cristal aquel día había sido verdaderamente sorprendente, porque siendo apenas un bebé hubo de romper en llanto y emitir un destello de tristeza en su aura lila, el mismo momento en que sus padres llevaban a la práctica el "hechizo imposible". No fueron pocas, sino todo lo contrario, las voces que sugirieron que haya sido perfectamente capaz de advertir y comprender la suerte que corrieran sus progenitores en ese lugar tan alejado de Barraca Sola. Fue el primer indicio de que en Cristal podría estar particularmente desarrollada la visión remota (el don que poseyera su abuelo paterno), con el paso de los años, una de las razones por las que Cristal fue tan famosa desde la cuna.
_No está en nuestra naturaleza hacer esas canalladas - habló Cristal, cuando dejó de necesitarse la concentración. Había estado mezclando algunos ingredientes, las cantidades suficientes como para que hubieran cinco porciones por persona. "Otra vez vamos a comer a reventar", pensó -. No lo vemos cómo algo positivo ni por error. Si el último robo registrado data del nueve de Noviembre /Chern número ocho del año siete mil novecientos noventa y dos, habló de un hada robando, eso significa algo.
Ella y su hermana se turnaron para hablarle a Eduardo sobre aquel caso, procurando hacer breves las palabras, para no ocuparse de un tema poco o nada alegre en esta noche especial. Aquel día le habían robado la cartera a una mujer en la periferia norte de la ciudad, la que, superada la impresión inicial, por aquello (el robo) que era por demás infrecuente, reportó el caso en una dependencia de la Guardia Real. Las tropas insulares demoraron menos de cuatro días en capturar al asaltante, habiendo recurrido a los expertos en rastros olfativos para rastrearlo, usando estos como punto de partida la manga derecha de la camisa de la víctima (el asaltante había dejado su rastro allí), y, después de un juicio que se prolongó por una semana, fue condenado a restituir diez veces el valor conjunto de la cartera y todo su contenido, el cual ascendió a dos mil cuatrocientos treinta soles. "Veinticuatro mil trescientos", multiplicó Isabel, concluyendo la historia diciendo que el asaltante había caído en una desgracia y vergüenza inmensas, y por tanto se había visto obligado a mudarse a donde su acto y su nombre fueran desconocidos, bien lejos de Del Sol. "Nunca más se supo de él", completó Cristal.
_Y ese caso de robo sirvió como ejemplo., interpretó Eduardo, conociendo la inexistencia de robos, al menos los reportados, desde ese momento, y reparando en los terribles eventos de Marzo.
Una de las consecuencias de esa devastadora catástrofe natural de proporciones continentales habían sido las decenas de miles, sino era que centenas, de todo tipo de objetos, arrastrados quién podía saber hasta donde por el ferocisimo avance del agua y cuantiosos escombros. Con el fin de recopilarlos y reunirlos se habían establecido secciones para dejarlos a la espera de sus propietarios, en lugares como oficinas postales y los cuarteles locales de la Guardia Real. También se había recurrido a la ayuda de las hadas que por dones tenían los sentidos, especialmente el olfato, para remitir esos objetos a sus propietarios, y a la fecha, con ese método, habían sido devueltos nueve m novecientos solo en la Ciudad Del Sol. Eduardo recordó como el mismo, Lursi, Kevin y Oliverio habían recuperado algunos objetos, moviéndose como podían bajo la inclemencia, entre escombros potencialmente peligrosos, barro y el agua que avanzaba a raudales. La bolsa con lo recuperado quedó a su suerte aquella jornada, porque el consejero de IO y el prometido de Nadia habían salido en auxilio de un grupo de hadas en viaje, Kevin intentaba despejar la fachada de una vivienda a medio derrumbar y Eduardo estaba en el interior, ayudando a Lía en el complicado momento de esta. Después de recuperar el conocimiento supo de boca de Isabel que lo recuperado durante la salida había empezado a ser devuelto a las hadas, valiéndose, además de los recuerdos oculares, de descripciones más o menos detalladas de los objetos , justamente, del olfato. "La honestidad de las hadas es impresionante", admiró Eduardo en varias oportunidades, siempre que a sus oídos llegaban noticias como esa, de gestos loables que formaban parte de esa tan riquísima cultura y su forma de ser.
_ Además, hacer esas cosas fortalece nuestro espíritu y alma., agregó Iulí un cuarto de hora más tarde, cuando ella y los demás hicieron el parate.
Estaban ahora encendidas todas las hornallas y en aproximadamente veinte minutos, no más, el sexteto podría empezar a disfrutar de esa suculenta y sabrosa cena. Entre tanto, fueron llevando de a poco los últimos elementos al exterior, incluida una caja adicional con otro tanto de piezas pirotécnicas y cuatro botellas más repletas de sidra, a la vez que iban cerrando esa conversación sobre el oprobio que significaban los robos en cualquiera de sus formas. Ese fortalecimiento mencionado por la madre de las chicas era uno de todos los factores que contribuían al carácter y la personalidad siempre alegres de las hadas, tanto que en su momento, a finales de Marzo, había servido para nulificar la tristeza y otras formas de negativismo provocadas por el terrible desastre natural.

_ Mantengo eso que dije en las ceremonias desde la del Otoño - insistió Eduardo, ocupándose de los últimos detalles. Específicamente, de llevar al exterior la mesa más pequeña, cuando se redujo a la mitad ese lapso de veinte minutos estimado por las mujeres, que aún estaban en la cocina -. Es una verdadera lástima que todo vaya a terminarse en unas pocas horas. No es sólo por la Transición que digo eso, sino por todas las festividades y ceremonias. Sobre todo teniendo en cuenta el tiempo y presupuesto que demandan los preparativos y la organización.
Kevin y Wilson se mostraron de acuerdo con eso.
_La parte buena de eso, si hay una parte buena, es que disfrutamos y nos divertimos a lo grande. No importa si es una festividad por el cambio de estaciones, una fiesta cívica, el aniversario de fundación de la ciudad, la Transición o lo que sea - puntualizó el padre de las hermanas, apagando el cigarrillo con la suela del zapato derecho, y encandilado, como los otros dos, por esa monumental explosión en las alturas, chispas tan luminosas que se observaron aún con los (últimos) rayos solares. Bajando la vista, detectó a quienes habían lanzado esa pieza pirotécnica, no muy lejos de allí -. No importa si el presupuesto sale del Estado o del sector privado, o el tiempo que insuman los preparativos, la idea es asegurar un entretenimiento masivo. Ese fue el caso en el CoDeP el domingo. Esa reunión terminó para mí a las dos de la mañana del lunes, pero no para todos. Supe que recién en la media mañana de ayer se marcharon los últimos participantes. Iulí tuvo algo parecido en el instituto de modelaje. En uno y otro lugar se vivió como nunca la festividad. Y nosotros dos, por lo que vivimos y fuimos durante años, destacamos. Pero no por lo que somos, dos personas famosas, sino porque...
_... porque durante casi dieciocho años nos vimos imposibilitados para formar parte de esta clase de eventos y fiestas como se debe, que son tan características de las hadas - interrumpió su eterna compañera, apareciendo de pronto, haciendo gestos con los que dio a entender que la cena estaría lista en cinco o seis minutos -. Nunca pudimos, esto es algo que ya oíste, abandonar el Banco Real y casi siempre nos tuvimos que contentar con los relatos de nuestras hijas o cualquiera con quien nos hubiésemos cruzado. Desde que Elvia y Kevin nos trajeron de vuelta pudimos recuperar lo perdido por culpa de ese error que cometimos hace tanto tiempo. Aún tengo patente el día que volvimos, todo lo que sentí ese momento, cuando empecé a recuperar mi cuerpo, mi aura, mis poderes y habilidades; fue como haber nacido de nuevo. Por eso, para Wilson y para mi, los eventos que se desarrollaron desde la tarde de ese día tuvieron más significado que para cualquiera. Fue lo mismo, indudablemente, para todas las almas solitarias en el planeta, sobre todo la más antigua.
Iris llevaba convertida en aquello mucho más tiempo que todas las demás almas solitarias en conjunto. Un desesperado intento por recuperarse de las heridas recibidas, después de la batalla final contra su propia madre, la reina insular Rossana, en la Guerra de los Veintiocho. Habiéndose transformando, vio pasar uno tras otro los siglos, convirtiéndose gradualmente en el ser más longevo de todo el reino elemental. Ese era un título que probablemente jamás habría de perder, porque no había forma de que la superarán en edad. Comenzada la segunda quincena de Octubre, el día dieciséis (Norg número doce, en el calendario antiguo), la princesa insular celebró sus cinco mil ciento ochenta y siete años de edad. Lo que hubo de ser, antes y después del hechizo fallido, y lo que era hoy la convertían en toda una celebridad y una palabra autorizada en numerosos temas y asuntos, sobre todo en historia.
_Nos resultó sencillo ir a la Casa de la Magia, estar y salir. Lo hicimos ilesos, o casi - rememoró Kevin, mirando a un lado y a otro las demostraciones de júbilo de las hadas que pasaban cerca -. Viví toda mi existencia oyendo que llegar allí estaba entre lo más peligroso que se podía hacer en este mundo, que incluso las hadas más poderosas tenían grandes dificultades. Pero Eduardo, Elvia y yo lo hicimos sin un rasguño, lo mismo que la partida. Tan solo el monstruo fue una amenaza, y en mi caso particular aquella trampa en el piso.
_Hay que hacerlo de nuevo algún día - quiso su amigo, sabiendo que el viaje de ida le había servido para dominar la técnica de la transformación, y poder hablar estando convertido en el gigantesco depredador acuático -. Solo pensar en las expresiones de la princesa viajando en la boca de un tiburón gigante me hace reír. Vos estuviste allí, también.
Kevin describió un instante también divertido para el. Habló sobre Elvia aferrándose fuertemente a uno de los enormes y aterradores colmillos, con los ojos cerrados, casi sin omitir sonidos, inmóvil y cubierta de baja desde los pies hasta la cabeza, acomodándose como podía y de seguro pensando en cualquier otra cosa... y luego el viaje de vuelta. "Si fue divertido", confirmó e insistió Kevin.
_Reafirmo entonces mis palabras sobre repetir la experiencia.
_Las chicas temblaron hasta el borde de la histeria cuando se enteraron de lo que Elvia y ustedes hicieron ese día - advirtió Iuli, acordándose de las reacciones de sus hijas -. Dudo mucho que vayan a mostrarse diferentes esta vez, y no creo equivocarme con eso.
Los hombres no podían dejar de prestarle atención a lo que ocurría. Las luces a veces se confundían, y les costaba trabajo distinguir si se trataba de hadas en vuelo o pirotecnia, y en la superficie de las mismas fuentes. En ese momento, por ejemplo, Iuli se había agachado para socorrer a un liuqi macho atrapado entre las ramas de un arbusto, y no supieron cual de los dos fue el que provocara el destello luminoso. No supieron si provino de los ojos del hada - la capacidad para trasladar a ellos el color del aura - o de una forma de agradecimiento del diminuto ser elemental, que acto seguido se reunió con sus congéneres.
_Coincido con eso., apreció el artesano-escultor, notando que había dejado de salir humo de la chimenea, en la casa.
Fue el fin del plazo estipulado, la comida ya estaba lista, e Iulí se dirigió nuevamente adentro. De un momento a otro la pondrían en la fuente, llevarían a esta al patio y entonces si, empezarían los seis la última cena del año. "Arranquemos con esto", propuso el anfitrión, corriendo tres de las sillas, para que las mujeres pudieran sentarse sin problemas. Era impecable la disposición de todas las cosas en la mesa y alrededor de esta y tampoco faltaba, en el centro de ella, el adorno, que representaba el símbolo distintivo del atributo de los anfitriones. A las diecinueve treinta (cuatro horas y media para el año nuevo) aparecieron las damas, llevando entre las tres el pesado recipiente repleto de comida. Con cuidado la posaron sobre la mesa más pequeña, dejándola aún cubierta con la tapa y, junto con los hombres, repitieron, igual que en el almuerzo, una frase. Ahora fue "Disfrutemos amenamente de la cena final de este año". Y uno a otro se fueron sirviendo suculentas porciones de esa comida tan agradable al olfato y la vista.

Realmente fue exquisita.
Lo confirmaron con el primer bocado.
El constante tintinar de platos, cubiertos y copas se agregó instantáneamente a la variedad de sonidos allí, en el patio, y se volvieron constantes el ir y venir de las mayores que sostenían los tenedores. "Tenemos que volver a felicitarnos a nosotros mismos y unos a otros, esto está excelente", proclamó Eduardo, desde una de las cabeceras, observando brevemente la fuente, aún repleta. Todos coincidieron con sus palabras y sonrisas y gestos de felicitación se prolongaron durante al menos medio minuto, no lo podían saber, porque lo último que harían en las cuatro horas y media que le quedaban al año sería estar pendientes de y llevar la noción del tiempo.  Ni siquiera sabrían que hora era de no ser por las campanadas. Rápidamente, se sumergieron en una conversación sobre los preparativos de los anfitriones que de extenderse hubo hasta que todos concluyeron la primera porción. "Haría falta el musiquero, vamos a traerlo, y también cinco o seis cilindros", indicó Iulí a su compañero, y los dos desocuparon sus lugares en uno de los laterales, sintiéndose al cabo de unos segundos a ambos entrar en la casa. Por educación, los otros cuatro decidieron no servirse otra porción hasta no ver a los padres de las hermanas nuevamente sentados. Entre tanto, las parejas, llenando sus componentes sus copas con sidra e ingiriendo un sorbo, retomaron la charla sobre sus ocupaciones para el período que les quedaba, previo a reasumir sus responsabilidades laborales.   "Ni se les ocurra", exclamaron las hermanas, cuando los hombres sugirieron la posibilidad de un segundo viaje a aquel lugar tan peligroso que era la Casa de la Magia. "Todavía no superamos el susto de la primera vez", lamentó entre quejidos Cristal, algo que Isabel complementó diciendo "No lo vamos a consentir ni por equivocación". Eduardo y Kevin protestaron, cruzando los brazos, al tiempo que volvía el matrimonio, trayendo Wilson con ambos brazos el musiquero, algo pesado, y un taburete, e Iulí media docena de cilindros con canciones folclóricas insulares. Dejaron el mueble cerca de la mesa principal, el aparato encima de él y Eduardo conectó uno de los cilindros, ajustado el volumen. "Música magnífica", se emocionó, oyendo las primeras notas. Disfrutando de aquellas tanto como los demás, fue el primero en servirse la segunda porción, diciendo "Hablando de magnificencias". Uno a uno fueron los comensales a la fuente y, con platos rebosantes de comida, cuando dieron las veinte en punto (cuatro horas para el año nuevo), continuaron la cena. "Por favor", corearon las mujeres, cuando los hombres les acercaron una botella a sus respectivas copas.
"Ellos otra vez", adivinaron más tarde, al comentar un artículo aparecido en la última edición de El Heraldo Insular sobre la familia real, acompañado por una fotografía del momento justo en que la reina Lili y el príncipe Elías se daban un beso, esa demostración que muy de a poco dejaba de ser reservada para la intimidad de los hogares. Isabel y Cristal habían comentado lo relevante de dicho artículo, haciendo referencia a los periodistas de espectáculos que lo redactaron. No había evento que involucrará a personas famosas que ellos no se ocuparán de hacerlo público con detalles, mencionando aún el aspecto más insignificante. Fuera un evento social, uno familiar (casamientos, embarazos, nacimientos...) o uno laboral, no pasaba más de una semana que ya aparecía en las publicaciones dedicadas al espectáculo y otros medios gráficos. "Por lo menos es solamente la prensa gráfica", se alegró Eduardo, hablando a las hadas unas breves palabras sobre las telecomunicaciones, los medios audiovisuales e Internet, y explicado que si ocurría algo particularmente grave, o trascendente, podía conocerse en todo el planeta en diez minutos o menos. "Hallaron hace muchísimo tiempo la manera de evadir ese factor", contestó Cristal, cuando su futuro cuñado trajo a la conversación la falta de respeto a la intimidad y el espionaje en cualquiera de sus formas, algo que las hadas no veían con buenos ojos. Eso era, de hecho, una de las faltas que más condenaban.
_Los periodistas de espectáculos sostienen que las personas famosas, no importa su ámbito, son personas públicas, y que por eso no pueden pretender que no haya quienes quieran hacerles reportajes y eso - relevó Iulí a su hija en la explicación, pues Cristal se había incorporado para servirse la tercera porción -. Piensan también que la intimidad no cuenta si esas personas están... que se yo, en un local gastronómico, un teatro, un estadio deportivo u otro lugar de concurrencia más o menos masiva. Nosotros seis estamos entre sus blancos favoritos, por lo que somos y hacemos como grupos e individuos. Cada uno tiene por lo menos un aspecto que lo hace destacar, o hizo algo sobresaliente, directa e indirectamente, durante este año, y solo este.
Coincidieron, en tanto uno por uno volvían a llenar sus platos y copas, en que los periodistas de espectáculos eran un dolor de cabeza para los famosos en todo el mundo.
_Y conociendo como trabajan y su particular visión de lo que es la intimidad - lanzó Eduardo el planteo a todos los comensales, llamando su atención con una simple mirada -, de seguro habrá noticias que los hagan trabajar a destiempo, hasta desfallecer. Habrá cosas que ellos descubran que podrían interpretar como un "notición"...
_A ver qué tal esto a ese respecto - aportó Iulí, conservando ese semblante y esos gestos tan alegre... más que los del otro quinteto alrededor de la mesa. Si, desde luego más. Desde que auxiliara al liuqi atrapado en el arbusto -. Imaginen que uno de ellos o más llegarán a enterarse de que una mujer que hasta mediados de este año fuera un alma solitaria y que pasó dieciocho en ese estado, quedó recientemente en la dulce espera, algo absolutamente reciente. A que no saben cómo van a reaccionar...

Entre los participantes de la cena cundió un repentino y absoluto silencio.
Los seis individuos quedaron estáticos, y cinco de ellos intercambiaron miradas entre si, siendo, como no podía ser de otra manera, Wilson el que quebró ese silencio, para llamar, con un curioso tono, buscando disimular la emoción por lo que sabía era cierto, dirigiéndose a su compañera:
_Iulí...
A nadie allí le cupieron dudas de que, no bien el hada de la belleza respondiera ese llamado, romperían en aplausos y ovaciones. Para cualquiera que pasara por allí, serían solamente seis hadas celebrando a lo grande la Transición en las últimas horas del año. Y esas palabras de Iulí bastaron para que todo lo demás pasara a un segundo plano.
_Si - contestó la madre de Isabel y Cristal -... lo estoy... y es verdaderamente reciente. Yo, la verdad... i voy a tener otro bebé!.
Y dejó escapar alguna que otra lágrima en lo que pronunciaba esa exclamación, a la vez que un ligero temblor recorría su bella figura de pies a cabeza, y, tal cual el vaticinio, uno a uno los comensales dejaron sus lugares alrededor de la mesa, para ir a su lado a continuar las felicitaciones no solo ovacionando y aplaudiendo, sino también con abrazos y las mejores, las más cálidas palabras de aliento. Primero fue Wilson, que también se volvió acreedor de los saludos; después, rebosantes de alegría ante la idea de tener un hermano o hermana, Cristal e Isabel, con una intensidad y sentimientos que únicamente las mujeres podían tener, cuando una de ellas anunciara que había quedado en la dulce espera; más tarde el artesano-escultor, a quien Iulí conocía prácticamente desde que era un bebé, y por último el experto en arqueología submarina, quizás más emocionado, porque era la primera vez que alguien cercano a el en este mundo daba esa excelente y emocionante noticia. Aún cuando las felicitaciones iniciales quedaron atrás y de a poco iban retomando la cena y los otros componentes de la festividad, el asombro y la sorpresa no desaparecían de las facciones de nadie en el grupo familiar. Todos, coincidiendo que era no solo la mejor noticia y otra forma de concluir el año con la felicidad absoluta, vieron en el anuncio de Iulí un motivo por demás razonable para conservar los gestos y expresiones alegres por mucho tiempo. "Esto hay que celebrarlo a lo grande, eso no se discute", aclaró Isabel, señalando primero y tomando con sus manos después, una botella con la bebida fina que tenían reservada para los minutos posteriores al brindis. Ella misma destapó la botella, saliendo disparado el corcho a toda velocidad hacia las alturas (su novio lo recuperó usando la telequinesia), y llenó las seis copas con esa bebida fina, mientras escuchaba a su padre responder "De la única manera posible" a la pregunta de Kevin, sobre cómo había pasado. "i Un viva por Iulí y Wilson!", exclamó entonces Eduardo, levantando su copa a la altura de la boca, y las hermanas y su amigo lo imitaron, coreando los cuatro, con la misma intensidad e idéntico entusiasmo, las palabras "i Que vivan Iulí y Wilson!", bebiendo entonces el contenido de las copas y reanudando los aplausos y palabras de aliento. La amplia sonrisa era permanente en el semblante de los protagonistas de esta maravillosa historia, quienes, abrumados, inmersos en iguales emociones y sentimientos que cuando fuera la concepción de las hermanas, no demoraron un instante en empezar a vislumbrar los primeros e inmediatos planes. "No, no podemos detenernos ni ir despacio", contestó Wilson, cuando sus hijas le recomendaron calma. Sin darse cuenta, habían transcurrido otros sesenta minutos, en los que los seis dieron por finalizada la cena, con varias porciones cada uno, confirmando que comieron a reventar, y el musiquero fue olvidado allí hasta unos minutos después de las veintiuna (poco menos de tres horas para el año nuevo), cuando a Kevin se le ocurriera conectar otro cilindro. De a poco fueron regresando los sonidos de la naturaleza que los envolvían, incluidos ahora los de los insectos de hábitos nocturnos, aquellos provenientes de la pirotecnia y las voces, cánticos, conversaciones animadas y pasos a diversas distancias. "Doble motivo para estar contentos está noche, la Transición y está maravillosa noticia", afirmó Iuli, todavía entre lágrimas de dicha e imposibilitada de conservarse serena y con compostura. Tampoco el padre, por supuesto, y en tanto planificaban la obligatoria visita al centro médico, vecino a la casa de los anfitriones, Wilson e Iulí creyeron estar en su propio mundo, parcialmente ajenos a lo que ocurría a su alrededor. Aunque Kevin, Eduardo, Cristal e Isabel entendían y comprendían lo que la dama había anunciado, nadie que no fueran los protagonistas podía conocer con exactitud todo lo bello que pasaba por sus mentes en este momento, y les anunciaron "Nos vamos por un momento adentro". "Se lo ganaron", les dijo su hija mayor, en tanto los vio abandonar sus lugares y oyó entrar en la sala, riendo y pronunciando palabras con el más absoluto tono de felicidad.

_A nosotras nos gustaría que fuera un varón - comentó Isabel, con la campanada de las veintidós (dos horas para el año nuevo), hablando también por su hermana. Estaba contentísima con la noticia del embarazo, tanto como los demás -. Cristal y yo siempre nos preguntamos lo que sería tener un hermano. Nuestras amigas en esa situación nos cuentan como es, pero es diferente. Pueden hablarnos sobre eso, pero no es lo mismo que experimentarlo.
 Habían pasado alrededor de dos horas desde que Iulí hiciera el anuncio, y el sexteto había encontrado la forma de incluir el estado de la modelo en todos los temas que estuvieron tratando. Cada uno de los presentes allí, las atractivas hermanas y sus novios, aportaron ideas y consejos a los protagonistas, quienes desde el primer momento, después del anuncio, tuvieron en este algo tan gratificante, sublime e importante como la celebración misma de la que formaban parte. Era algo flamantísimo, de acuerdo, recién empezaba la concepción, pero la emoción era tan intensa que las hermanas hablaron de poner los pies nuevamente, quizás desde fines del siguiente mes, en los comercios de artículos para bebés, Kevin, recurriendo a sus destacados conocimientos y experiencia en el campo de las artesanías y manualidades, prometió a los futuros padres, algún día sus suegros, construir el mismo la cuna y cualquier otro mueble, e incluso los juguetes y otros artículos, que fueran a usarse en beneficio del bebé, y Eduardo vio que era el momento oportuno para compartir con las hadas lo (poco) que conocía el sobre el embarazo y la crianza en la Tierra, deseando que algo de eso fuera de ayuda para Iulí y Wilson - lo había hecho con Lía, y no le fue nada mal -, que habrían también de convertirse en sus suegros.
_Claro que si es mujer va a tener su lado bueno - opinó Eduardo, dando su último bocado al postre, tan exquisito como los entremeses y el plato principal -. No al momento del nacimiento, claro, sino algo que se va a hacer más evidente a medida que crezca. Digamos..., no sé, supongo que desde los seis o siete años. Si, creo que desde esa edad.
_Y eso es..., empezó su futura cuñada, terminado también el postre.
_Iulí va a tener a una dama que le ayude en la cocina, y con los demás quehaceres domésticos, como limpiar, barrer, trapear y eso... i ay!.
Ese postulado cosechó risas y aplausos por parte de Kevin y Wilson, a lo que las mujeres respondieron automáticamente con gruñidos y pellizcos. "Todos los hombres terminan por volverse más o menos machistas a medida que pasan los años para ellos", se quejó Isabel, ya con nueve meses de experiencia a ese respecto. Sabía, sin embargo, que su novio muy pocas veces o ninguna hacía esos comentarios en serio, sino solo para hacerla reír y entretenerlos. Quizás por ese motivo, tampoco fueron más que leves los pellizcos y codazos. Habían pasado quince minutos de las veintidós (una hora y tres cuartos para el año nuevo) cuando surgieron los nombres, como les gustaría llamarlos.
_Si es varón me gustaría llamarlo Ibequgi. Así se llamó mi papá., prefirió Wilson, recordando a su progenitor, del que conservaba efectos personales y fotografías entre sus posesiones, recuerdos muy valiosos para el.
El abuelo de Cristal e Isabel había fallecido por causas naturales cuando Wilson tenía apenas veintidós años, y sus restos descansaban hoy en uno de los cementerios de la Ciudad Del Sol, junto con los de su madre.
_Y si es mujer Kubaluk. Ese nombre me parece muy lindo y me gusta mucho - quiso Iulí, que miró a sus hijas y agregó -. Siempre me pregunté por qué no elegimos Kubaluk para una de ustedes dos.
Históricamente, ese había sido el nombre de una diplomática que constantemente había intentado buscar la paz entre los dos bandos enfrentados en los primeros dos años de la Guerra de los Veintiocho, y hoy estaba entre los grandes nombres de la historia mundial para las hadas y otros elementales.

Restándole exactos noventa minutos al diez mil doscientos cuatro (una hora y media para el año nuevo), las parejas, aún nadando en ese mar de felicidad que provocará el anuncio de Iulí vieron que la noche había hecho a las masas mucho más activas y alegres que la mañana y la tarde. Los cánticos y voces repletas de dicha se escuchaban más fuertes desde donde el sexteto se hallaba, los estallidos pirotécnicos provenían de todas partes y, con ese esplendoroso y despejado cielo nocturno, las luces se podían apreciar con toda su majestuosidad. Miles de chispas de todos los colores estallaban repentinamente a diversas alturas, aún entre las copas, bajo estas y en el suelo. "No nos quedemos nosotros atrás", quiso Eduardo, tomando una pieza, que tenía el logotipo de la FPISE, la encendió y lanzó unos cuantos metros hacia el centro del bloque, generando al instante una nube de humo gris, la multitud de chispas amarillas y, claro, el olor a pólvora que les llegó hasta donde estaban reunidos. Esa fragancia sería otra constante tal vez hasta entrada la mañana del uno de Enero /Baui número uno, debido a las enormes cantidades que se venían usando desde antes del alba, la cual había aumentado en proporciones igual de grandes a medida que la noche se iba asentando. Pronto se enfrascaron los seis en el entretenimiento con la pirotecnia, tan característica está de la Transición. Cómo La mayoría no causaban solo estruendos sino también luces, disfrutaron desde el inicio del gran espectáculo, a medida que se iban turnando, tomando un artículo de la caja, encendiéndolo y lanzándolo a diferentes distancias. "Mis colegas pudieron haber tenido razón...", se planteó Cristal en un momento, en referencia a aquello que dijeran Lursi y Nadia, además de varios médicos, sobre la posibilidad de que hubiera hadas y otros elementales heridos por el uso de la pirotecnia. "Otro aspecto común con los humanos", le dijo Eduardo, tan contento como ella por no haber visto esas figuras de un rojo intenso moviéndose velozmente por allí, el tono que adoptaban los médicos cuando respondían a un pedido de ayuda. Observando hacia arriba cuando hicieron un parate, descubrieron que todavía quedaban cientos de hadas, unos pocos vampiros y algún que otro omnímodo desplazándose velozmente a grandes alturas, poniéndose así a salvo de los fuegos artificiales, haciendo alarde de sus habilidades para volar, teniendo en esas destrezas su forma de celebrar previa al brindis u otras demostraciones de júbilo del último minuto del año y el primero del siguiente. Eduardo, Isabel, Kevin, Cristal, Wilson e Iuli, lanzando otra tanda de fuegos artificiales (más chispas, humo y pólvora), detectaron incluso a los sirénidos completamente activos, navegando plácidamente sobre el arroyo que atravesaba el bloque entonando suaves melodías a coro, estando a tono con las fastuosas celebraciones. "Insisto con que es una pena que esto se vaya a terminar en unas pocas horas", volvió a lamentar Eduardo, obteniendo la aprobación de los otros cinco.
La emoción que sentían era enorme, tanto que llegadas las veintitrés (una hora para el año nuevo), envueltos en el ruido y bullicio permanentes, empezaron a hacer públicos entre ellos, sesenta minutos antes de lo previsto, los deseos para el nuevo año. Nadando en la felicidad absoluta a causa de este gigantesco clima festivo y el anuncio de Iulí, uno a uno anunciaron todo cuanto les gustaría que pasara en el nuevo año. Hablaron de deseos en cuanto al trabajo, la familia, las relaciones interpersonales y todo cuanto los tuvo como grupo y como individuos. Fue alrededor de un quinto de hora, que además los mantuvo ocupados haciendo un poco de orden sobre la mesa y sus alrededores - otro gruñido de las damas, cuando Eduardo, Kevin y Wilson sugirieron quienes podrían limpiar todo eso, además de los ambientes en la casa - que cada uno volvió a ocupar sus sillas y pronunciaron sus deseos. "Ojalá se cumplan todos", fueron a ese respecto las palabras finales de Eduardo, que entre otras cosas, y sin saberlo, había pedido lo mismo que Isabel: que tuvieran el tiempo y voluntad suficientes para llevar de la teoría s la práctica aquello que ambos empezaran a planificar en la última semana de Marzo, momentos antes de que Eduardo decidiera dejar la casa y exponer su vida, el casamiento. "Eso también haría trabajar a destiempo y emocionarse mucho a los periodistas de espectáculos", pensó Isabel, quien, al igual que su novio, había tenido a este como el único deseo no compartido con los otros participantes de la cena familiar. Sin que uno supiera lo que estaba decidiendo el otro, también, convinieron ambos hacer público este deseo no bien terminará el brindis. Ahora, copas con sidra y cigarrillos en mano, y dejando por primera vez en más de tres horas la "gran noticia" de Iuli, los seis estaban nuevamente concentrados en el mismo juego de naipes con que se entretuvieran la noche anterior, al ir terminando la reunión por el cumpleaños doble.

Concentrado en el juego, buscando cada naipe con el número nueve, deseando que los demás no advirtieran tal cosa, reconociendo que no ser repetitivo era ineludible, observó que el panorama era exactamente el opuesto al de mediados de Enero, cuando, habiéndose eyectado desde grandes alturas y caído al cristalino océano con brusquedad, creyó estar en los instantes finales de su existencia. Hoy era, lo dicho, el polo opuesto. Allí estaba ahora, compartiendo la mesa, con su nuevo grupo familiar y sabiéndose con mucha más suerte, al tener una casa, un bien compartido cuando el casamiento fuera un hecho, una posición económica consolidada, en gran medida debido a su proeza al llevar a la práctica el trabajo de Mücqeu, y un empleo que había elegido por vocación. Podía hasta ver como el contacto permanente con las hadas, como sociedad e individuos, le había servido para purgar todos los malos sentimientos y pensamientos de su mente.

_Que vengan esas moneditas, gané de nuevo., anunció Eduardo con cierto tono burlón unos minutos después, exhibiendo su último juego y reclamando como suyas las monedas de diferente denominación que estaban en la mesa, las cuales totalizaban trescientos soles.
Restándole  dos tercios de hora al treinta y uno de Diciembre (cuarenta minutos para el año nuevo), concluyeron por el momento el juego de naipes, y trajeron uno de esos cilindros que desarrollarán Kevin y sus socios. Dentro de el pusieron una buena ración de comida, toda la que había quedado sobre la mesa, cuanto botellas aún sin abrir, repletas todas con sidra, y algunas piezas pirotécnicas, de esas que producían los espectaculares alardes de chispas y luces de numerosos colores. No bien hubieran brindado y abierto los regalos, saldrían a dar un paseo por los alrededores, para ver los múltiples festejos que estaban teniendo lugar en Barraca Sola. "Seguro no antes de las seis de la mañana", contestó Wilson, cuando su hija menor hizo una pregunta, a nadie en particular, sobre el momento en que darían por terminada la ceremonia de Transición y podrían dedicarse a descansar, a reponer aunque fuera un poco, de las energías empleadas a lo largo de este día y el de ayer. Tampoco se hallaban higiénicamente impecables, porque habían estado todo el día expuestos a un clima y temperatura que, aunque agradables, se ubicaron por encima del promedio para esta época del año (treinta y seis grados a mitad de la tarde), tuvieron su efecto. Los hicieron darse aseos superficiales dos veces en el día y tanto la ropa como el calzado se ubicaban ya en el límite de lo tolerable. "Quédense donde están", les pidió Eduardo, que miró fijamente al arroyo, sin pestañear, extendió hacia el sus manos y, recurriendo a una de sus habilidades, hizo levitar una gran cantidad de agua (algunas hadas y elementales presenciaron la escena y se impresionaron), para hacerla caer en forma de rocío sobre Wilson, Kevin y las mujeres, un proceso que duró alrededor de cinco minutos. Todos le agradecieron esa ingeniosa solución para hacerle frente al calor.
_De nada - correspondió Eduardo, que quiso agregar -. Se lo debo a la reina Lili. De no ser por los poderes y hay que ella me obsequió, no sé si hubiera podido soportar tan fácil las altas temperaturas de este país. Más que eso, el hecho de poder continuar en movimiento después de jornadas laborales particularmente agotadoras. O momentos como este, de más de dos días expuesto a las temperaturas, la organización de comidas y bebidas, no necesariamente alcohólicas, en tales cantidades. Si hoy fuera un ser humano, seguro que todo eso en conjunto me habría dejado noqueado, durmiendo quien sabe por cuánto tiempo. Es más, tanto de esa comida, bebidas y calor y apenas tengo muy poco de cansancio y sueño. Seguro que a ustedes les pasa lo mismo.
_El organismo de las hadas es distinto del de los humanos - le recordó Isabel, sentándose a su lado. Cristal y Kevin habían ido al interior de la casa, a buscar los regalos, un total de veinticinco, y Wilson e Iulí se animaban a bailar un lento no lejos de allí -. Para sudar, sentir cansancio físico o tener sueño hacen falta esfuerzos extremos. El de hoy, con todo cuanto vivimos e hicimos, califica como tal, pero por poco. Fueron tus palabras, sobre que tenés apenas un poco de sueño. Es lo mismo en su caso - señaló con la vista a sus padres -, en el de Cristal, el de Kevin y el mío... y el de todas y cada una de las hadas. Tal vez empecemos a sentirlo con el avance de la madrugada, de eso no tengo idea. También la cantidad de alcohol tiene que ser específicamente grande, tan solo para sentir los primeros efectos de la ebriedad, eso te lo explicaron Nadia y Lursi el día del Otoño. Además, influye cuanto poder posea un hada para sentir esos efectos, quiero decir el sueño, el cansancio, el sudor, la ebriedad...
_O enfermarse., agregó Eduardo, viendo como Kevin y Cristal dejaban una tanda de obsequios sobre la mesa y volvían a la vivienda.
Sin contar aquellos cincuenta días en que estuvo sin conocimiento, apenas dos eventos habían requerido de considerables sacrificios físicos, que hicieran que los médicos optaran por la internación pensando en su pronto restablecimiento. Primero había sido su heroica actuación durante la Gran Catástrofe, cuando decidiera arriesgar su vida para salvar la de otros y demostrar su valía a las hadas, y después, a principios de este mes, la batalla contra el hada del rayo, de la que había querido participar para demostrar que podía también ser bueno en combate, y para salvarle la vida a aquel hombre que a causa de bese hecho terminó convirtiéndose en otro de sus mejores amigos. No había tenido mayores problemas fuera de esos dos. Las altas temperaturas insulares ni siquiera le habían causado fiebres, gripes o resfríos que tuvieran que considerarse.
_Si, eso también - le dio Isabel la razón, otra vez viendo aparecer a su hermana y Kevin, con la segunda tanda de obsequios -. Y tengo que decir que la única vez en que yo tuve que estar internada fue a inicios de este mes, en, pero así y todo no les gustó mucho. la enfermería del Vinhuiga, cuando fue el momento de aquella batalla. Eso demuestra la resistencia al daño que tenés nosotros. Y hablando de eso, muchos allí gruñeron aquel día, por tu entrada. Supieron que fue una broma, pero así y todo...
_Lo se, me acuerdo de eso - contestó Eduardo, sonriendo. Para el, ese había sido su tercer combate -. Es por eso que dije cuando entré al gimnasio donde Cristal y vos estuvieron peleando.
Aquel había sido un monstruo extremadamente poderoso, con el que las hermanas estuvieron peleando y probando sus recién adquiridas habilidades como hadas de fuego. Enterados de ese evento, los hombres no dudaron un instante en ir al Vinhuiga y llegar a tiempo para ver como ese poderoso adversario parecía superar a las chicas, agotadas después del combate contra otros seis enemigos, y se pusieron manos a la obra. Oculto bajo la grada, habiendo asumido su forma natural, Kevin se lanzó de lleno, enroscándose en torno al oponente que quedaba y debilitando toda su estructura, dejándoselo "servido en bandeja" a Eduardo, que irrumpió en el barracón con la forma combinada, el monstruo musculoso cubierto de escamas de varios metros de altura, y se abalanzó contestó el MiNuq, enviándolo al e incrustándolo en el techo con un golpe fuerte en la boca del estómago, y rematándolo con una descarga de agua desde ambas manos. "Las hadas de agua mandan", recordó Eduardo haber dicho, al asestarle el primer golpe con una de sus atemorizantes manos.
_No sé si la comparación sea correcta o apropiada - reparó Isabel -, pero esa frase... es como vivar a Kilómetro Treinta y Ocho en medio de una horda de fanáticos de Puerto Nuevo, o viceversa.
_Tendría que hacer el intento., pensó Eduardo en voz alta.
_No lo recomiendo - se opuso su novia-. Tenés una popularidad y prestigio aceptable aún entre los seguidores de ese club deportivo. Yo que vos no la arriesgo.
Isabel sonrió al visualizar esa imagen en su mente.
_Hablando es serio, no se como es esa relación - dijo Eduardo -. No soy un erudito en eso de saber cómo se llevan las hadas que controlan uno y otro elemento.
_No hay conflicto entre ellas - aseguró la hermana de Cristal, encendiendo un cigarrillo solo con mirar el extremo. Si podía hacer eso, lograr que aparezca el fuego únicamente concentrándose en ello, también era una privilegiada. Tal vez pudieran de ella esperarse las mismas hazañas y proezas que por parte de su novio -. Vos y yo somos la prueba que mejor conocemos. Eso es parte de la cultura popular, que sugieren rencillas entre las hadas con los dones antagónicos, como el fuego y el agua, o la luz y la oscuridad.
_ Así que la oscuridad es uno de los dones de las hadas, esa es otra cosa que aprendo., reaccionó Eduardo, pensando al instante en algo maligno.
Isabel lo tranquilizó diciendo que no había rastros de maldad en las hadas con ese atributo. "En todo caso" - dijo -, " la peligrosidad no radica en el arma, sino en el usuario". Una de las habilidades de estas hadas, cuyo origen también era desconocido, consistía en absorber o nulificar toda fuente de iluminación natural o artificial en un área determinada, dependiendo ese alcance de lo que deseara y de cuan poderosa fuera. Solo cuatro tipos tenían ventajas, así lo detallaba la Cuadrícula de los Elementos; las hadas del rayo, de agua, de fuego y, claro, las de la luz, y cada una debía ser excepcionalmente poderosa solo para poder rivalizar en un (hipotético) combate.
_En teoría, todas las hadas tienen posibilidades - quiso remarcar Isabel -, no tenés más que remitirte a tu triunfo a inicios de este mes, el agua superó al rayo ese día. En este caso pasa exactamente lo mismo. Dudo mucho que haya más de cuatro o cinco posibilidades en un millón de que un hada... que de yo, de las flores, por ejemplo, pueda vencer a una de la oscuridad. Sin embargo, esas cuatro o cinco posibilidades allí están. Nosotros dos podríamos, pero seguro que aún estamos lejos.
_Supongo que si - apostó Eduardo, aunque sin todo el convencimiento -. Yo todavía no tengo un año con estos poderes y habilidades. Es verdad que soy capaz de grandes hazañas, pero se que estoy lejos de algo así. Lo mismo vos, que recibiste el elemento fuego hace menos de un mes. Pero de que valdría la pena algún día, eso no se discute. Supongo que hay hadas de este tipo en Insulandia...
_Hasta donde se... no más de diez. Creo que sí - arriesgó su novia, viendo como Cristal y Kevin dejaban la tercera y última tanda de obsequios junto a los otros. Restaban solo veinticinco minutos para la medianoche, y el ruido, débil o fuerte de acuerdo a la distancia, era constante, igual que las voces -. Personalmente, no conozco a ninguna, y se que no hay hadas de la oscuridad en esta ciudad. Esa cifra de diez apareció en el último censo, y no puedo saber si continúa igual o no. Me parece que una de ellas vive en la periferia sur del reino. Fuera de eso, no conozco nada más.


_Apilados ordenadamente, listos para cuando llegue el momento de abrirlos., apreció Cristal, igual que su novio, los regalos, envueltos con elegantes y coloridos papeles, todos con una tarjeta que indicaba el nombre del destinatario.
_Y el mismo dilema de ayer, si me lo preguntan - opinó su hermana -. Los envoltorios son tan lindos que va a ser una pena romperlos.
Llegadas las veintitrés horas con cuarenta y cinco minutos (un cuarto de hora para el año nuevo), las damas estaban juntas en torno a la mesa, y aún desde la distancia, desde el árbol a cuya base estaban los hombres, tabaco y sidra en mano, podían estos escuchar como estaban enfrascadas en discusiones sobre moda y modelaje, dos de los temas de conversación más característicos del sexo femenino. Reían y disfrutaban de dicho tema, al que tenían como otro de los motivos para estar contentas esta noche. Los hombres, en tanto, pasaban estos últimos minutos del año hablando del nuevo torneo de balonmano, el deporte más popular de las hadas. Para estas alturas, el movimiento en la calle La Fragua, visible desde allí, era permanente, sobre todo a causa de los gnomos y su contraparte femenina, las gnómidas, que marchaban al trote a ambos lados de la calle, llevando alimentos en sus diminutas manos, y divirtiéndose tanto como los demás. También los liuqis estaban más activos que de costumbre, desplazándose velozmente a nivel del suelo, emitiendo algunos de ellos el aura roja y otros el color característico de cada sexo. En el arroyo que atravesaba el bloque, los tritones y las sirenas continuaban moviéndose en ambas direcciones, en cardúmenes particularmente numerosos, con los más jóvenes en el centro y el macho alfa al frente. Y desde el campo de globos en el barrio, algo que acostumbran hacer cuando a cada año le quedaban no más de quince minutos, encendieron ese par de luminarias enormes con que alumbraban y guiaban a los aerostatos cuando estos se hallaban elevados durante los horarios nocturnos, prácticamente todos los días.
_Ese alumbrado artificial permanece encendido hasta cinco minutos después de llegado el nuevo año - le explicó Isabel, descubriendo como los haces se movían formando óvalos y círculos, en diferentes direcciones -, los hacen funcionar con carbón o aceite vegetal. Diría que solo faltaba eso para hacer de la Transición un lujo completo. Y si fue grandiosa. Si incluso los nagas se divirtieron, sonrieron y modificaron ese semblante que tanto los distingue.
La comunión e integración de todas las especies elementales, aunque era una constante diaria, no había jornadas en las que no interactuaran, principalmente quedaba de manifiesto con las grandes y monumentales festividades, como esta. "Los omnímodos son la prueba principal, o una de las principales", sentenció Iulí al respecto, refiriéndose a los seres elementales de alrededor de tres metros de altura, los ochocientos que vivían en el suelo insular (el dieciséis por ciento del total del continente) habían decidido dispersarse por todo el país y sumarse a más de un centenar de celebraciones en todas las regiones. "Y esta mañana, cuando salimos a hacer las compras, vimos otro ejemplo de integración", agregó Isabel, y su novio advirtió que se trataba del compromiso entre una vampiresa y un hombre de la raza de las hadas.
_Aparte de esos dos, hay incontables ejemplos, y están en todas partes. Abarcan a casi todos los aspectos de la sociedad y la cultura - definió Wilson, tentado de tomar ahora mismo su copa y sostenerla en alto, quedándose listo para el brindis -. Eso ya lo aprendiste, diría que desde el mismo momento en que recuperaste el conocimiento e Isabel te llevó esa tarde a recorrer una parte del barrio. Si las hadas y otras especies no hubiéramos interactuado entre nosotros en todos esos ámbitos es altamente probable que no hubiéramos logrado más de la décima parte de los logos y avances en nuestra historia. De seguro seríamos como los ilios, que viven ajenos a práctica o directamente todo. Las demás especies no vemos como manchas ni aberraciones contra nuestra sociocultura el hecho de relacionarnos e interactuar unos con otros, sino todo lo contrario. Fueron, son y van a ser beneficios que de una u otra forma acaban por favorecer a todos. Y una parte de la cultura de las hadas tuvo su origen justamente en esos vínculos.
_No se podría haber explicado con mejores palabras - coincidió Cristal con una sonrisa, cediendo a la tentación de ver su reloj: eran las veintitrés cincuenta -. Hoy todas las especies tienen una cultura riquísima que se debe en parte a la interacción. Y hablo de todos los aspectos, desde el menos hasta el más complejo. Incluso aprendimos y conservamos mucho de las especies que se extinguieron antes, durante y después de la Guerra de los Veintiocho. Eso que conservamos en nuestra memoria y por escrito es la prueba de que alguna vez existieron.
_Textuales las palabras de Wilson, los únicos que nunca aprendieron ni comprendieron el valor de la comunión entre los seres elementales fueron los ilios. Bueno, se lo pierden - dijo Kevin -. A veces me pregunto que hubiera sido de ellos de haber adoptado una postura diferente, o que pasaría si la adoptaran hoy, gradual o súbita. Pero después vuelvo a la realidad y descubro que preferirían quitarse la vida ellos mismos de manera masiva antes que interactuar con los demás, especialmente con las hadas. El recuerdo del MEU es imborrable para ellos.
No Kevin ni los demás quisieron continuar hablando de los ilios, pues no querían opacar estos menos de diez minutos que le quedaban al año, de manera que a estos los emplearon hablando sobre la interrelación de las especies, que a todas les reportará tantos beneficios, y dando como ejemplos todo cuanto hubieron de ver y presenciar desde que empezaran los preparativos para la monumental festividad de la Transición. "No puedo imaginar nuestra sociedad de otra manera, me es imposible", insistió Isabel, observando como un ornímodo planeaba sobre el arroyo para permitir a una pareja de sirénidos, que transformaron sus colas en piernas, treparse a su emplumado lomo, y emprender nuevamente el rasante vuelo sobre las copas. "Seguro que a medida que pase el tiempo los ejemplos van a aumentar en calidad y cantidad", apostó su padre con total convencimiento.
Entonces, con voz clara, el experto en arqueología submarina anunció a los otros cinco, a la vez concentrado en las agujas: _Apenas un parpadeo y estamos en el nuevo año.

Consultaron los relojes, apenas faltaban unos segundos.

Cinco... cuatro...tres... dos...uno...

_Feliz diez mil ciento cinco, feliz año nuevo!!!., exclamaron al unísono Eduardo, Isabel, Kevin, Cristal, Wilson e Iulí, haciendo el brindis tan esperado, un tintinear continuo, al amparo de un sonido ensordecedor y el cielo fenomenalmente iluminado por la pirotecnia.


FIN


--- CLAUDIO ---




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