lunes, 5 de marzo de 2018

12) Campamento


Ningún pronóstico estuvo equivocado, de los que hicieran Kevin, Eduardo y la princesa Elvia.

El día domingo uno de Diciembre – Chern número treinta –, a las ocho en punto.

Aun cumplidos ciento cuarenta y nueve días desde su vuelta, Iulí, Wilson e Iris continuaban teniendo enormes popularidad y prestigio (lo mismo que las otras “ex-almas solitarias” existentes en el planeta), igual que los individuos que los trajeron de regreso. Literalmente, en la semana posterior no se habló de otra cosa y casi todos los medios gráficos insulares le dedicaron al asunto no menos de diez páginas. No pasaron más de seis horas aquel cinco de Julio (Iiade número diecinueve) para que el acontecimiento tomara estado público dentro y fuera de las fronteras insulares: se había descubierto la posibilidad de volver atrás con la magia que daba origen a las almas solitarias. En solo una semana, esa especie elemental desapareció y de dicho reino la cantidad de especies se redujo a sesenta y cuatro.
En Del Sol se había producido todo un revuelo durante la madrugada y la mañana posteriores al evento, que muchos clasificaron sin dudarlo como uno de los más trascendentales desde el surgimiento de la especie feérica, a medida que iban conociéndose los detalles y sabiéndose quienes eran los tres individuos que estaban de regreso en la población, porque la noticia, tan importante, corrió como el viento.

En la periferia de la ciudad, por ejemplo, la calma y la quietud nocturnas del barrio Barraca Sola se vieron interrumpidas desde que un día sucediera al otro, cuando las hermanas de aura lila rompieran en llanto y soltaron demostraciones emocionales de las más variadas, todas colmadas de alegría y felicidad, al ver como sus padres atravesaban la entrada de la casa. Ninguna de las dos podía dar crédito a sus sentidos – les pareció que lo que veían no era real – y no lo creyeron hasta unos instantes después de la impresión inicial. Creyeron que se habían quedado dormidas allí, en la sala, con la cabeza y las manos apoyadas sobre la mesa, y que lo que estaban viendo era solo un sueño. No se trató de uno, de una ilusión ni de cualquier otra cosa más o menos parecida. Wilson e Iulí, los padres de Isabel y Cristal, atravesaron la puerta justo después de los gestos hechos por el artesano-escultor y sin pensarlo ni dudarlo corrieron a abrazar a sus hijas. Una a una y luego un abrazo grupal. No hubo dudas que para los cuatro ese acontecimiento, ese instante particular de sus vidas, sería imborrable, y por eso un registro eterno (siempre presente, siempre alegre) en la memoria de todos. “Pero, ¿cómo fue que pasó esto?”, puedo preguntar la mayor de las hermanas, temblorosa y con los ojos humedecidos, y sus esfuerzos haciendo por articular las palabras. Estaba intentando serenarse, a sabiendas de que no lo lograría, y tampoco su hermana. “¿Cómo lo hicieron?, ¿cómo lo consiguieron?”, inquirió Cristal, con ambas manos sosteniéndose del borde de la mesa. Su estado de nervios tenía las mismas condiciones que el de Isabel. Las atractivas hadas de aura lila permanecerían asín quien sabe por cuanto tiempo. Sus compañeros sentimentales y prometidos intervinieron en el felicísimo reencuentro y con sus primeras palabras anunciaron que había sido gracias a sus acciones que este par de hijos prodigios de Del Sol y todo el reino estaban nuevamente entre los seres feéricos, nuevamente como dos de estos. A las acciones de ellos y las de la princesa insular. Isabel y Cristal, imposibilitadas para sostenerse de pie sin mantener sus manos apoyadas en algo, sintieron el incremento en su nerviosismo, al conocer lo de la participación de su amiga – y eso que todavía no sabían lo de la Casa de la Magia, incluida la batalla con el MïNuq –, y que esa era una de las dos razones por las que los seis debían dirigirse ahora mismo al Castillo Real. Cuando las hermanas, todavía imposibilitadas para reaccionar y comportarse correctamente, les preguntaron por qué tenían que ir al centro de la ciudad, cual era la otra razón, los hombres contestaron que Iulí y Wilson no fueron los únicos que habían logrado “volver”.

Ante lo obvio, cundió el silencio por unos pocos segundos.

Las hermanas ya conocían las respuesta, pero no lo iban a creer sino hasta que vieran la escena con sus propios ojos, y así y todo les costaría trabajo creerlo. Volvieron Isabel y Cristal a tener los ojos abiertos de par en par y adoptaron expresiones colmadas de sorpresa y desconcierto… y alegría. “¿Iris?”, preguntaron ambas. “Iris”, contestaron Eduardo y Kevin, que les hicieron saber – sin darse cuenta que todos estaban incorporándose – que ellos fueron los responsables directos de que la antigua jefa del MEU y su futuro suegro estuvieran de vuelta entre las hadas, en tanto que la princesa Elvia lo había sido de Iulí. Tan emocionadas, alegres y felices estaban las chicas que levantarse de sus asientos (al final, tuvieron que sentarse) pareció una tarea titánica y caminar uno o dos pasos terminó por volverse complicado.  “No hay tiempo para arreglarse, porque eso no es importante ahora”, avisó Eduardo, reafirmando que el castillo, en el casco histórico de la ciudad, era el lugar al que debían ir. “Ustedes van a tener que encabezar la marcha”, pidió Kevin a las antiguas almas solitarias, porque el y su amigo tendrían que ayudar a las hermanas a moverse, llevándolas del brazo, la mano o la cintura. Aunque se hallaran en pleno uso de sus facultades y sentidos, entendiendo perfectamente lo que estaba pasando, ninguna de las dos creía contar con las fuerzas necesarias para caminar, reaccionar ni comportarse con normalidad, producto de la conmoción – el malestar no estaba en la mente o lo físico, sino en las emociones –, y la única mejoría, insignificante si se la comparaba con todo lo demás, fue que habían logrado, al momento de desplegar sus alas en preparación para el vuelo, detener las lágrimas que estuvieron soltando durante los últimos diez a quince minutos.
“Tuvimos razón”, pensaron Kevin y Eduardo, mirando los alrededores.
En el exterior, las hadas y los seres elementales de hábito nocturno (liuqis, vampiros, los gnomos exploradores…) reaccionaron con gestos y expresiones que denotaron absoluto desconcierto y absoluta sorpresa. Voces por lo bajo o no, comentarios entre ellos, sonrisas demostrativas de alegría, individuos en solitario que hacían gestos para demostrar sus emociones y otro tanto de manifestaciones alegres fueron la agradable compañía que tuvo el sexteto, pero en particular las ex-almas solitarias, en bajo y lento vuelo desde la vivienda hasta la puerta espacial primero y después en el recorrido sobre la plaza central, los jardines frontales del Castillo Real y de este los corredores de la planta baja y el primer piso, hasta llegar a la oficina de la reina, y reconocieron que, si no fuera por este singularísimo acontecimiento, el lugar estaría sumido en el típico movimiento nocturno, protagonizado este por las hadas guardianas, los empleados de maestranza y los escasos administrativos del turno nocturno. En la entrada de la oficina principal, los guardias se hicieron a un lado. Estos hombres los dejaron pasar sin dudarlo, pues estaban tan impresionados y emocionados por haber visto caminar a Iris por ese mismo corredor hacía tan solo unos minutos – “¡Larga vida a la princesa!”, habían exclamado – que no dudaron en que este par vendría pronto. Para los guardias, un acontecimiento como este, inédito y feliz, merecía algo especial, como el apretón de manos previo a cederles el paso. Para ellos, como para cualquier otro, este trío de individuos feéricos que estaba de vuelta eran auténticas celebridades y claros ejemplos a seguir. Las hazañas deportivas de Wilson, el atractivo físico de Iulí y la inteligencia de Iris eran modelo para las hadas de ambos sexos, y lo menos que podían hacer, pensaron – las formalidades podían quedar para otro momento – era demostrar todos los buenos deseos y afectos que la situación ameritara.

Las reacciones de la reina Lili no fueron nada distintas a las de las hermanas. Ella estaba allí, en extremo feliz y dichosa por el regreso de Iris. Estaban acompañadas por Lursi, por Nadia, que había decidido pasar la noche en el castillo (tendría mucho trabajo en la jornada de hoy) y la princesa Elvia, quien en menos de cinco minutos descubriera que los de mantenimiento en el Banco Real podrían prescindir de ella. La pareja de médicos fue la primera en dar la bienvenida a los recién llegados, reaccionando casi igual a como lo hicieran momentos antes al ver a Iris. No solo reinaba la algarabía a causa del “trío recuperado”, sino también el desconcierto. En tanto iban ocupando los lugares alrededor del escritorio, podían visualizar que de uno a otro instante, el Castillo Real habría de adquirir el mismo bullicio, ruido y movimiento que en pleno día, cuando la jornada laboral estaba a pleno. Y luego seguirían el barrio Plaza Central, los otros barrios de la capital, el resto de Insulandia, el continente centrálico… a causa de las hadas que eran capaces de volar a velocidades increíbles, el comercio y la comunicación postal constantes, las puertas espaciales y las hadas que podían mantener la comunicación mental entre si, la noticia se conocería en todo el mundo en cuestión de, probablemente, un día. La reina Lili pudo mostrar una mayor capacidad que las hermanas para contener la inmensa alegría que estaba sintiendo y mantenerse más serena que sus súbditas. No mucho más, sino lo suficiente como para poder dirigir correctamente la reunión. Y la primera pregunta que formuló, como no pudo ser de otra manera, fue:

_¿Alguien tiene algo para decir?.

Pensó, y con acierto, que el humor sería una herramienta ideal para descargarse. Para mitigar las tensiones e intentar que los nervios volvieran a su estado normal.
Durante las cuatro horas y media que siguieron, Eduardo, Kevin, la princesa Elvia, Iulí, Wilson e Iris comentaron con detalles todo lo que había conducido a la recuperación de las almas solitarias, dando inicio a la historia con la muerte de los dos guardias el veinte de Agosto (Sefht número siete) del año cinco mil sesenta y cuatro, evento de la historia mundial, conocido por todas las hadas, que motivara a Iris a fundar un grupo especial, el Movimiento Elemental Unido (MEU) que tuviera como objetivo principal, cuando no único, la eliminación total de los ilios. “Y si es posible también su desaparición de la memoria colectiva e individual de todos los seres elementales”, concluyó Iris la introducción. Esas palabras, de hecho, formaban parte de los textos históricos previos a la Guerra de los Veintiocho. “Y ahora, la parte que no conocen”, agregó.
El relato que siguió implicó la participación de los seis individuos que estuvieron implicados en el evento trascendental. Hablaron del trabajo desarrollado por Mücqeu, la eminente bióloga a quien volvió a considerarse como una de las científicas más brillantes de todos los tiempos, y de como hubo de morir después de una batalla contra los ilios, cuando se encontraba en viaje hacia la guarida de los líderes del MEU, disimulada la invención, por si hubiera espías, como un presente para Iris con motivo de su cumpleaños el dieciséis de Octubre (Norg número doce) de cinco mil setenta y nueve. Omitieron cualquier otro evento, ya que la Guerra de los Veintiocho era conocida por todos, con más o menos detalles, así que saltaron del día en que se descubriera la identidad de la lideresa del MEU al día en que Iris recuperara el recuerdo olvidado por causas inexplicables. De esa jornada, al momento de la despedida de Kevin, Cristal, Eduardo e Isabel, cuando sostuvieran la primera reunión familiar con las por entonces almas solitarias, y Wilson les hiciera prometerles que los ayudarían de necesitarlo. Hablaron del instante en que el antiguo jefe del MC-A, Kevin, recuperara el recipiente olvidado en un túnel sin uso, probablemente construido por los gnomos antes de la Guerra de los Veintiocho y usurpado por los ilios, y de como la recuperación azarosa había reducido a nada lo que bien pudo ser un dineral incalculable y cientos de expertos trabajando en absoluto secreto por todo el planeta para intentar hallar el objeto, quien sabe por cuanto tiempo. Kevin y Eduardo escucharon la historia hasta el fallecimiento de la eminente bióloga y el artesano-escultor abrió el recipiente, tras lo que ambos y las almas solitarias supieron por fin en que consistía el trabajo de Mücqeu, y que uno de los elementos en el consignados, la piedra ocular, los obligaría a hacer el peligroso viaje a la Casa de la Magia. Habían acordado no decir una palabra a Isabel y cristal, para no alarmarlas por cual sería su suerte ni la de las almas solitarias. En la mañana siguiente había hecho su entrada la princesa Elvia, tan emocionada como los hombres por el posible regreso de Iris, Iulí y Wilson. Usaron la tele transportación para alcanzar el límite de las defensas exteriores de la isla en cuestión y desde allí a la costa hicieron el viaje desafiando los intempestivos vientos y aguas – “¡Al carajo!”, dijo el dúo de hombres, optando por contar todo tal cual había pasado, sin omitir nada de aquello que prefirieron en tanto estaban a la caza de las piedras oculares – viajando más seguros en las atemorizantes fauces del inmenso depredador en que se hubo de transformar Eduardo, en el primer intento, y quien además había logrado hablar estando convertido (Isabel si estuvo muy orgullosa de su novio y prometido, y lo premió con un beso y un abrazo). Hablaron los tres viajeros de las trampas que sortearon, del escape de Kevin de una de ellas estando transformado en la anaconda real, de la obtención de las doce piedras oculares y del MïNuq al que derrotaron y destruyeron. Abandonaron la Casa de la Magia, recorrieron nuevamente la distancia y, ya en la recámara del Banco Real, repasaron una última vez el trabajo de Mücqeu y decidieron quien de ellos se ocuparía de las almas solitarias, procediendo entonces a ejecutar la tarea.
_Y acá estamos., dijeron al unísono Eduardo, Elvia y Kevin.
El silencio volvió a reinar tras esa frase.
La reina Lili, las hermanas, Lursi y Nadia quedaron boquiabiertos y con los ojos formando dos círculos perfectos. No podían creer, les costaba trabajo hacerlo, que ese par de hombres y la heredera insular hubieran puesto en juego sus vidas de semejante manera. Describieron tan detalladamente sus experiencias de ayer que no dudaron en efectuar varias veces gestos que combinaron espanto con angustia y sorpresa, por lo que pudo haberles pasado. Pero no había allí enojo con ninguno de los tres, ni nada parecido. Los mandamases del Consejo SAM, la reina y las hermanas aun no hallaban la mejor forma para reaccionar ante esta situación única, sobre lo que para ellos representaba el hecho de tener a estas “celebridades” de vuelta. Si hubo allí momento para una reacción ya prevista, un tanto hilarante, que fuera tal vez lo único que no estuvo a tono con la reunión ni con la atmósfera que imperaba en la oficina, y fue cuando Isabel y Cristal hicieron, tal cual, lo que imaginaron sus compañeros de amores y la princesa: despotricaron a causa de lo que calificaron como una irresponsabilidad máxima, incluido, por supuesto, eso de que pudieron haber comprometido el mando en el Consejo de Cultura y, peor, el trono insular. A ese respecto, no había otra cosa que hacer más que dejar que el tiempo se ocupara de disipar los miedos e impresiones negativas surgidas desde que Elvia, Kevin y Eduardo empezaran el relato.
Noventa minutos más siguieron a los otros doscientos setenta, ya con los rayos solares colándose a la oficina por la ventana y el resto del Castillo real retomando de a poco el acostumbrado movimiento de un día hábil, esta vez con el añadido tan trascendental de tener allí a tres individuos que hasta el día anterior habían sido almas solitarias. En la oficina, la reina Lili, Lursi y Nadia pasaron la última hora y media con esa característica mezcla de emociones y sentimientos encontrados. Hubiera sido imposible no haberla tenido. Y no se trataba solamente de la integridad del mando en uno de los Consejos Reales ni el trono insular lo que estuvo en juego, ni las vidas de la princesa y los dos hombres. Cualquiera de ellos, o todos, pudieron haber resultado leve o gravemente heridos – de eso hubieran dependido las estadías en el Hospital Real – o perdidos, o con las trampas en el interior de la isla. Trataron de no concentrarse en lo que pudo salir mal, sino en lo que salió bien. Los tres viajeros con vida (aunque no ilesos) y su misión realizada con éxito. Concentrarse en lo positivo fue, finalmente, lo que necesitaron la reina Lili, Lursi, Nadia y las hermanas para salir de la impresión que se llevaron al ver “recuperado” al trío de seres feéricos.
Al final, para cuando se levantaron de sus asientos, la atmósfera había cambiado bastante. Prácticamente ya no reinaban el susto por lo que pudo haberles pasado a la heredera insular, al artesano-escultor y al arqueólogo en la Casa de la Magia, ni tampoco la impresión ni la sorpresa por haber visto a Iulí, Wilson e Iris. Los últimos tres minutos en la oficina real transcurrieron con ánimos y palabras relajadas, como usualmente se comportaban las hadas, aun en los momentos difíciles. Cuando la puerta se abrió y salieron al corredor, se hicieron acreedores instantáneamente de aplausos y vítores que rompieron definitivamente el silencio de la mañana – Lili, Lursi y Nadia prefirieron quedarse un paso atrás, viendo que el protagonismo en esta historia no les correspondía a nadie más que a las ex-almas solitarias y a sus rescatadores –, así que dejar el corredor demandó mucho más tiempo del habitual. Por lo que hicieron, Eduardo, la princesa Elvia y Kevin pronto se encontraron dándole la mano o abrazando a no menos de una veintena de personas, en el trayecto desde la oficina hasta la escalera que llevaba a la planta baja, y luego más allá. Por lo que fueron (y volverían a ser), las antiguas almas solitarias vivieron una situación idéntica.
Durante los primeros días posteriores al regreso tan asombroso como inesperado de Iris, Iulí y Wilson (también el de los otros individuos que se transformaron en almas solitarias, procesos de recuperación que en promedio demandaron una hora cada uno, llevados a cabo todos en dos días) fue el más sobresaliente de los temas de conversación en las oficinas, locales comerciales y gastronómicos, reparticiones públicas, parques, plazas, clubes y cuanto ámbito hubiese en la sociedad, y fue el acontecimiento que más páginas ocupó en El Heraldo Insular y los demás medios gráficos del archipiélago, e incluso más allá de este. Desde aquel día, todos los tirajes incluyeron artículos al respecto. La opinión común surgida entre las hadas y otros seres elementales fue la misma que la que tuvieron la reina Lili y las hermanas de aura lila al ver por primera vez a este trío de hijos prodigios: una gran emoción y alegría por tenerlos de vuelta, verlos allí como antes de que hubiesen decidido aplicar el complicado hechizo que jamás alguien había logrado ejecutar correctamente y una mezcla muy notoria de sentimientos respecto de los individuos que lograron que esos egresos fueran una realidad. También tuvieron la oportunidad de revalidad a Mücqeu como una de las mentes más brillantes de todos los tiempos.

Eduardo, Elvia y Kevin pasaron a ser celebridades para la comunidad elemental, sobre todo para los seres feéricos. Más que eso, se cubrieron con los más altos honores. El Consejo Real en pleno, por ejemplo, les dio el reconocimiento al declararlos héroes insulares, otorgándoles el premio a la “Armonía y la Concordia” y a los “Servicios Sociales”, dos de las máximas distinciones que concedía el Estado, con lo que cada uno obtuvo además la suma de dos millones novecientos sesenta y dos mil quinientos soles, porque eso se hubo de lograr con el trío de regresos: la unidad de las diferentes especies que formaban el reino elemental – los ilios fueron la única excepción, desde el primer momento –, encolumnados todos los individuos detrás de estas tres personas que representaban verdaderos ejemplos a seguir. Las diferencias que aparecieron entre los consejeros reales y la reina Lili respecto de cual de los premios dar a los tres hizo que decidieran los funcionarios conceder ambas distinciones, más la cifra surgida de dividir el resultado de la suma de ambos premios: dos millones ciento veinticinco mil soles por Armonía y Concordia y tres millones ochocientos mil por Servicios Sociales. No fue una ceremonia discreta la que se llevara a cabo el décimo día de Julio (Iiade número veinticuatro, en el calendario antiguo), por más que lo quisieron así los organizadores  tanto como los homenajeados. Se llevó a cabo en el principal salón para ceremonias y reuniones del Castillo Real, ante una gran concurrencia de elementales que estuvieron allí como invitados. A modo de retribución, fueron Wilson, Iulí e Iris quienes les dieron a Kevin, la princesa Elvia y Eduardo las medallas y los certificados que daban validez a la transferencia del dinero desde las arcas estatales a las cuentas particulares del trío, y a cada entrega le siguió una salva de ovaciones y aplausos aun mayor que aquellas que recibieran los hombres (también Lursi y Oliverio) el día en que ganaran los premios al valor y al mérito en grado plata, por sus actuaciones durante l Gran Catástrofe. El Himno y la Bandera de Insulandia, además de todas esas acostumbradas alegorías culturales – pinturas, arreglos florales, los ornamentos, la disposición de los muebles… – engalanaron el auditorio y contribuyeron por demás a que hubiera  esa sido una solemne y memorable jornada. Pero las distinciones no se terminaron allí, porque apenas una semana después, el diecisiete de Julio (el último día del séptimo mes, en el calendario antiguo), los tres se convirtieron en los más recientes ganadores del “Premio del Sol y la Luna”, en otra pomposa ceremonia, esta llevada a cabo en la sede central del Consejo Supremo Planetario, el CSP, ante delegados representantes de los setenta y seis países y de estos incluso algunos de sus titulares (reyes y reinas). Fue el mismo premio que recibieron además las hadas que hubieron de “traer de vuelta” a las otras almas solitarias, quienes también sobresalieron por uno o más hechos en su momento. Después del agasajo posterior a la premiación, todos abandonaron la sede, una auténtica joya de la arquitectura tan antigua como importante e imponente, y volvieron a sus respectivos países cubiertos de una gloria bien merecida y ganada con la que ni siquiera habían soñado, una de las mayores, cuando no la mayor, a la que cualquiera de las hadas podía aspirar.
Ya de vuelta el Del Sol, el trío tuvo que aprender a convivir con ese crédito tan abrumador, algo que no les hubo de resultar sencillo durante los primeros días, los que le quedaron a ese mes. Además, estaba el hecho de que los tres se habían convertido en personas adineradas. Retomaron su rutina diaria y de una forma o de otra fueron el centro de la escena adondequiera que estuvieran, y conformaban con que, con el tiempo, pudieran volver a ser como antes de haber viajado a la Cada de la Magia: nada más que tres individuos que no deseaban hacer otra cosa que sus respectivos roles y papeles en el desarrollo  del reino, incluidas las reconstrucciones producto de la Gran Catástrofe. Ese retorno a la normalidad estaba siendo por demás lento.

Eduardo había desarrollado, hasta la tarde del último día de Noviembre (Chern número veintinueve) otras dos tareas, una en campo abierto y otra en un laboratorio, en materia de arqueología submarina, junto a un equipo de expertos en el que nuevamente estuvo participando su compañera de amores – Isabel no estuvo nunca al margen de la gloria, advirtiendo que formaba parte de ella desde el primer momento, principalmente a causa de sus padres – En el primero tuvo que supervisar, dirigir y coordinar las primeras extracciones de nuevas piezas halladas en el fondo de un mar interior del sur de Insulandia, que databan, se creía, del tercer milenio posterior al Primer Encuentro, a raíz de la recuperación en mayo de la primera pieza (una vasija de cerámica); y en la segunda de las tareas tuvo que actualizar el contenido de un pesado volumen de trescientas páginas dedicado al estudio y los cambios en el relieve (geomorfología) en relación al asentamiento de las poblaciones primitivas, para lo que contó con ayuda de expertos antropólogos y geólogos. Eduardo e Isabel, que ya se habían ganado el aprecio y estima del común del personal del Consejo de Arqueología y Genealogía y del MRA (Museo Real de Arqueología), estarían libres de obligaciones laborales durante la totalidad del mes de Diciembre, Nios en el calendario antiguo de las hadas, y los primeros quince días del año siguiente.
Kevin tuvo mucha más suerte de la prevista al encarar ese proyecto laboral en el Mercado Central de las Artesanías junto a sus socios, que fueron algunos de sus más estrechos colaboradores en dicho establecimiento. En los últimos días de Julio y los primeros de Agosto fue el momento de la apertura de un comercio de dos plantas (ventas y canjes en la baja y taller-fábrica en la alta, como casi todos en el MC-A) dedicado a las artesanías hechas con madera. El lugar fue un éxito desde el principio, posiblemente como consecuencia de la hazaña del prometido de Cristal (esta ya estaba trabajando en la sala médica de Barraca Sola), y tanto Kevin como sus socios no daban abasto con el trabajo, como todos en el mercado, y por primera vez empezaron a barajar la posibilidad de contratar personal.
La princesa Elvia reasumió todas sus responsabilidades en el Consejo de Cultura de Insulandia cubierta con la gloria y fama que llegaron tan súbita como repentinamente. En la reunión que los Consejeros y la reina Lili sostuvieron el trece de Julio (Iiade número veintisiete), un sábado por la mañana y hasta las trece treinta, fue recibida cálidamente y con aplausos por sus colegas, que esperaron de pie hasta verla ingresar al recinto. Dos días más tarde, el lunes desde bien temprano, se puso manos a la obra inmediatamente y de lleno se sumergió en las rutinarias, aunque muy interesantes y emocionantes para ella (para todo el mundo, en realidad) actividades y tareas del Consejo a su cargo.
No pasaron muchos días, tan solo ocho, para que las antiguas almas solitarias recuperaran su cotidianeidad, aquella que Iris perdiera, o empezara a perder, al salir a la luz el secreto del liderazgo del MEU, un semestre después de empezada la Guerra de los Veintiocho, y que Wilson e Iulí lo hicieran cuando se enfrentaran a ese peligro tan grande que fue el viento huracanado. Los tres tuvieron su completa readaptación total a la sociedad en cuestión de un mes, y para cuando el mes de Agosto terminó volvieron, literalmente, a ser una brillante economista, un excelente deportista y una talentosa modelo.

No bien obtuvo su carta personal el Nueve de Julio /Iiade número veintitrés, Iris volvió a formar parte de la junta directiva del banco Real de Insulandia, conformado además por otros siete ejecutivos, uno de estos el directos, donde fue recibida con los más altos honores en dos ocasiones especiales, totales símbolos para ella. Primero fue el quinto día de ese mes (Iiade número diecinueve), cuando estuvo simplemente porque se quiso dar el gusto que perdiera hacía milenios: estar allí como un ser feérico y no como un alma solitaria. Apenas la vieron las primeras personas, usuarios o clientes y unos pocos guardias, aparecer desde la distancia caminando, de vuelta (como siempre, en realidad) con el vestido y calzado tradicionales de una tonalidad oscura de negro, el cabello largo suelto y, prendida al lado izquierdo de su pecho, una Medalla del Sol y la Luna ganada algunos años antes de la Guerra de los Veintiocho, se produjo una revuelta cargada de alegría y emoción. Iris hizo el trayecto desde el Castillo Real, adonde por supuesto estaba viviendo y donde había fijado su residencia, como correspondía, hasta el Banco Real volando a una velocidad normal y no muy alto, sola y sin escolta militar, y la razón para que hubiera tardado tanto, más de tres horas en llegar, porque a distancia no era mucha, y menos volando, era que no quiso dejar de saludar a cuanto ser feérico se hubo de cruzar, no inferior a los trescientos individuos. Muchos de estos, por no decir todos, convinieron en que una forma adecuada de “darle la bienvenida” era saludarla y llenarla de elogios respecto a su obra en la institución bancaria en el pasado, lo bien que había cumplido su papel como miembro de la familia real insular – alguna que otra hada le hizo saber por lo bajo que estuvo de acuerdo con ella y las consignas del MEU –, y además porque continuaba siendo una princesa. El día de su vuelta al trabajo ocurrió exactamente lo mismo. Iris fue la acreedora del sonido festivo que combinó aplausos con ovaciones, y unos pocos piropos aislados, a los que reaccionó sonrojándose, en el camino desde el castillo hasta el banco y luego, ya en este, desde el acceso principal hasta la oficina donde a diario se hacían las reuniones del directorio. Tendría la presentación formal ante esas personas y el personal en general antes de abocarse de lleno al Departamento de Compras, vacante tras la muerte de su jefe durante la Gran Catástrofe.
Ese mismo día, el nueve de Julio o Iiade número veintitrés, según cual calendario se usara, Wilson, exultante y en extremo feliz, volvió a poner los pies, nuevamente como un ser feérico, en el Complejo Deportivo de Precisión, una institución afamada en el barrio Arroyo brillante, por la mañana, y en el Mercado Central editorial y Gráfico por la tarde, donde funcionaban las rotativas y oficinas del mensuario “El Deportivo”. Tanto en uno como en otro lugar, el padre de Isabel y Cristal fue recibido como lo que era por los directivos, el personal y los visitantes (turistas, clientes, inversionistas…): una celebridad y un hijo prodigio. Wilson no estuvo en ambos lugares ese días más que para socializar con las hadas e individuos elementales y recorrer las instalaciones a las que hubo de encontrar diferentes. Sabía que eso no era cierto, que solo lo cosmético había cambiado, que se debía a los sentimientos y las emociones que en el surgieran a causa de su recuperada condición feérica, pero aun así no quiso dejar de prestar atención a todo, a casa cosa de las que estuvieron allí, tratando de captar todos los detalles. Y fue lo mismo en todos los días posteriores, a medida que iba recuperando ese y los otros aspectos de su vida. Este era solo uno, el laboral. Respecto del CoDeP, como se conocía popularmente al prestigioso e histórico complejo, no pasaron más de siete días para que Wilson volviera a practicar ese deporte que tanto lo hubo de apasionar desde la infancia temprana, las competencias de tiro con arco y, en menor medida, con ballesta. Se alegró bastante al descubrir que su talento y experiencia no hubieron de mermar después de tanto tiempo, y para cuando llegó a su término el séptimo mes del año, ya se estuvo anotando para el campeonato regional central del reino, que se desarrollaría en Febrero del año próximo, y si lograba clasificar entre la primera y la sexta posición podría participar en el campeonato insular. “¿Por qué no en el continental y el mundial?”, se ilusionó, cuando repitió la hazaña del acierto de los mil metros. Practicaría un día y otro hasta el inicio del torneo regional, donde participarían otros sesenta y tres deportistas, una actividad que combinaría con su otra ocupación laboral, la de columnista de deportes de precisión en “El Deportivo”, cuya edición del mes de Agosto incluyó media docena de páginas alusivas a su regreso, con una entrevista al propio Wilson y fotografías de su glorioso pasado como prócer de la arquería insular.
Varios lugares le estuvieron dando vueltas por la mente a Iulí, que estuvo tratando de decidir cual podría ser el indicado para poner los pies en primer lugar, durante el día posterior a su regreso, hasta que finalmente optó por aquel que, sabía en el fondo desde el principio, que lo haría. En las afueras de Del Sol, no muy lejos de Barraca Sola, estaba el instituto donde cada día hábil iban las hadas del sexo femenino para empezar su inserción en el mundo del modelaje. Ese lugar, tal vez el único en Insulandia carente totalmente de presencia masculina en cuanto al persona, instrucción y aprendizaje, estaba dedicado a la capacitación y el perfeccionamiento de este oficio, y era al que Iulí acudiera por primera vez cuando llegara a la adolescencia, persiguiendo su deseo de convertirse en modelo. No bien puso los pies en la entrada, fue recibida tal como el otro par de antiguas almas solitarias en el Banco Real, el CoDeP y el MC-EG, con aplausos y otro tanto de demostraciones que rebosaban alegría y afecto, las que se prolongaron durante alrededor de un cuarto de hora. El hada de aura lila descubrió que el lugar era distinto a como ella lo recordaba, lo mismo que viviera, sintiera y experimentara su marido en relación al CoDeP. Estaba igual, pero al mismo tiempo diferente. Lo nuevo era la cantidad de mujeres que había allí, todas persiguiendo su sueño de convertirse en modelos y dedicarse en una forma u otra a ese ámbito, de edades varias, e Iulí no pudo menos que demostrar sorpresa al descubrir que ahora no existía la restricción para las damas menores de catorce o quince años para aprender y estudiar allí (si las hubo en su época), descubriendo que en ese grupito de cinco chicas que ensayaba en uno de los salones, nadie debía de tener más de ocho o nueve años.  También había una mayor cantidad de instructoras, muchas de las cuales habían sido compañeras suyas en la etapa de aprendizas y, tiempo después, en la laboral. La madre de Cristal e Isabel sintió que estaba en su mundo. “¿Hay lugar para una más?”, fue la pregunta que hizo a la directora del lugar, una vez que hubo de terminar el calurosísimo recibimiento y los saludos formales, de camino ya a las oficinas administrativas. Iulí no necesitó reiterar la pregunta ni una sola vez, y al día siguiente estuvo estampando su firma en el contrato laboral, para revalidar el verbal.

Para cuando el trigésimo y último día del mes de Noviembre (Chern número veintinueve, en ese calendario tan vigente como antiguo), los tres habían logrado reinsertarse por completo en la sociedad insular, como la dejaran al aplicar la magia imposible. Parecía que nada de eso hubiera pasado, que Iulí, Wilson e Iris nunca hubieran sido almas solitarias. En la vida, social, la familiar, la laboral y la comunitaria… todo estaba saliendo nuevamente de maravillas, tal y como lo dejaran, como lo recordaran. Todas las impresiones de los tres quedaron en el pasado y vieron como pudo su vida reconstruirse en todos los aspectos. El laboral fue el que menores esfuerzos demandó a Iris, que en solo cuatro meses y tres semanas logró que el Departamento de Compras del Banco Real tuviera el doble de eficiencia que los primeros siete meses del año en conjunto; a Wilson, que pudo destacar en el CoDeP y El Deportivo, logrando cierta popularidad y adhesión  con los deportes de precisión; y a Iulí, que había formado parte del plantel de modelos en dos desfiles en tanto cumplía su rol como instructora. Su caso fue el que más había destacado justamente por tener “aprendizas”, un total de tres, que confiaron en ella para alcanzar ese sueño. También sus rescatadores, vistos como celebridades, se hubieron de liberar de las primeras emociones e impresiones y ahora estaban en procura de recuperar la escasa normalidad que aún les faltaba. “Quien sabe cuando va a pasar eso”, dijo un día la heredera insular, al reunirse los seis para conmemorar el primer trimestre de los regresos.

---

El día domingo uno de Diciembre – Chern número treinta – a las ocho horas en punto.

Con el Sol ocupando ya su lugar en el cielo, y un calor que ya daba todas las señales de su aumento, Eduardo e Isabel abrieron los ojos apenas pasadas cuatro horas de sueño corrido. En la madrugada de hoy y la noche de ayer habían hecho lo de costumbre para ellos, salir a divertirse, esta vez en un salón de baile de inauguración reciente en el barrio El Mirador, cuyo atractivo principal (además de las camareras con escotes generosos y pantalones ajustados) era la pista de baile de cincuenta metros, tan bella como perfecta.  Iulí, Wilson, Kevin y Cristal también habían estado allí, demostrando con eso lo frecuentes que se habían vuelto estas salidas. No era para menos en los casos de los padres de las hermanas, puesto que durante años enteros estuvieron privados de todas las cosas que habían hecho las hadas en sus vidas, en este caso la diversión y el entretenimiento. Y esa era la razón por la que este día estaba arrancando tan temprano, al menos fuera de lo habitual, para los residentes a ambos lados dela Fragua 5-16-7. No bien terminaran su aseo y el desayuno, se encontrarían con las ex almas solitarias en la sala principal de la vivienda, además de con Kevin y Cristal. De inmediato, el sexteto pasaría todo lo que le quedara al día en el Bosque de los Cinco Arroyos, aquel lugar en que, el último día de Mayo – Tnirta número once –, Eduardo sufriera la transformación involuntaria en el megalodón que un gran susto le provocara a su compañera y prometida.
_Amo los pic-nics, de verdad., todavía insistía Isabel, ultimando los detalles finales, y viendo un punto en particular en el corredor.
Allí habían estado, hasta el día posterior a la conversión de las almas solitarias, la fotografía de sus padres, junto a un cirio lila y otro violeta. Un altar muy elaborado con el que Isabel rindiera tributo todos los días a Wilson e Iulí, siguiendo la costumbre tan arraigada por el respeto por los lazos parentales, una tradición y costumbre antiquísima en la sociedad de las hadas. Era también una creencia carente de uno o más dioses y de cualquier otra figura, que implicaba el culto y la veneración por los antepasados y las fuerzas de la naturaleza – Eduardo había consignado esa creencia en su lista de aspectos comunes entre los seres feéricos y los humanos – que había motivado el establecimiento del Día de los Muertos, el cinco de Diciembre, o Nios número cuatro, en el calendario antiguo.
_Ahora que reparo en eso, ¿dónde pusiste la foto y los cirios?., quiso saber su novio, quien, para variar, estaba esperándola en la sala.
Lo único que había quedado en el pasillo era la repisa, ahora ocupada con una cajita de música, un regalo para Ambos por parte de Iris con motivo del Día de la Primavera (una jornada tan esplendorosa como la del Otoño y la del Invierno) que, al abrirla y darle cuerda, hacía moverse a la bailarina al ritmo de una canción representativa de la cultura insular.
_Los cirios ya se gastaron, duraron hasta el fin del seis de Julio – l recordó Isabel, a quien ya se escuchaba salir del vestidor –, y la foto está en uno de los cajones de i mesita de luz. Con ellos nuevamente entre nosotros, no tenía mucho sentido conservar el altar.

Desde uno de los ambientes de junto, al hada de la belleza se la escuchaba alegre y animada, mucho más que lo que estuvo hasta los inicios del segundo semestre del año. La inesperada vuelta de sus padres, como ella insistía casi a diario desde aquella jornada tan memorable, había hecho que recuperase lo que le faltaba de ánimos y alegría, igual que su hermana. No bien las impresiones iniciales se convirtieron en un conjunto de muy gratos recuerdos, Isabel dejó de tener motivos para no sonreír y mostrarse apagada, algo que le pasaba cada vez que pensaba intensamente en sus padres, o cuando hallaba algo que hubiera pertenecido a ellos y se quedaba contemplando ese objeto. Nada de eso pasaba ya y la hija mayor de Wilson e Iulí estaba al fin libre de su único motivo de tristeza. Pensó que esta sería la mejor manera de concluir el año, que diez mil doscientos cinco arrancaría a lo grande, y que mañana, cuando empezaran a decorar la casa con los acostumbrados adornos, incluido un árbol que aguardaba de momento en el taller-almacén – un pino de un metro y medio de altura que compraran en la tarde de ayer –. harían tal cosa mucho más animados que los años anteriores.
_No cambias nunca, por favor – repitió Eduardo, cuando la vio hacer su entrada a la sala – Más bella que de costumbre. Lo digo de nuevo. Kevin, Elvia y yo acertamos completamente haciendo aquello en los inicios de Julio. Era lo que les faltaba a Cristal y a vos.
No solo el carácter y la personalidad de Isabel habían cambiado – mejorado –, sino también el calzado y la vestimenta, a lo largo de los últimos cinco meses. En este caso, llevaba la misma ropa que aquella tarde en que Eduardo saliera por primera vez a recorrer el barrio a comienzos de Marzo – el pantalón negro con hebilla de un material muy parecido al poliéster, l camisa modal del mismo color que su aura con volados en los puños y escote discreto y calzado con hebilla y taco corto –, pero no las prendas, porque estas, las de ahora, tenían colores más vivos. También eran más “alegres" las joyas que llevaba (aros y pulseras) y su nuevo peinado, con el cabello algo más crecido, coronaba esta nueva personalidad suya.
_Como siempre, te agradezco mucho esas palabras – respondió Isabel al halago, uno de todos los que ya eran costumbre. El hábito de las mejillas enrojeciéndose había quedado ya perdido en el tiempo, aunque aún persistía la leve sensación de que lo harían una vez más –. Me mantienen viva y alegre, eso de viva en el sentido espiritual. Y no es solo conmigo, ¿o acaso me equivoco?.
Miró a su novio y sonrió. En la mayoría de los ámbitos que frecuentaba, especialmente el bar El Tráfico en Barraca Sola, Eduardo había pasado los últimos mese explicando a los hombres feéricos que métodos usaban los individuos del sexo masculino en la Tierra para ganarse el aprecio, amistad y amor de una persona del sexo opuesto, y uno de esos métodos habían sido los piropos. Y estuvo pensando en algunos de los artículos de esa lita que había armado, con aspectos comunes a ambas sociedades.
_El amor y las relaciones sentimentales son temas complejos. No basta solo con que a una persona le guste otra del sexo opuesto. Es más que eso – dijo Isabel luego de concluir el desayuno. Estaban de nuevo en la sala principal, ocupándose de los últimos detalles, previo a dejar la casa –. Aun su estudio y comprensión. Hay varios expertos que trabajan hoy, y los hubo ayer, en ese tema, desentrañando todos sus secretos y misterio, o tratando de desentrañarlos. Las cosas que descubren, las conclusiones a las que llegan, no siempre son… no se, ¿satisfactorias?, ¿fidedignas?... ¿acertadas?.
_Está sujeto a opiniones e interpretaciones de cada individuo., intervino su prometido, mientras ocupaban uno de esos cómodos sofás.
Lo hizo sin ganas, porque lejos estaba de ser un experto en esa que era definida por los seres feéricos como la fuerza más poderosa de todas. No había experimentado ni sentido algo así hasta la primera semana de Marzo, cuando abriera los ojos y descubriera a Isabel cerca suyo. Todos sus conocimientos sobre el amor, o la aplastante mayoría de ellos, eran posteriores a esa jornada.
_Exacto – coincidió el hada de aura lila, quien con un movimiento involuntario vio, a través de la ventana, como sus padre, su hermana y su futuro cuñado dejaban la casa al otro lado de la calle –. No es algo que se pueda crear, dirigir, regular… o manipular ni nada de eso. Simplemente aparece, o surge, y se queda. Personalmente, pienso que es algo tan complejo e intrínseco que nunca se lo va a entender del todo. Y ahí es cuando vuelvo a lo del desentrañamiento de sus secretos y misterios. Las hadas que se ocupan de eso tienen un trabajo asegurado hasta su último día.
_¿Quiénes son ellos?, ¿a qué se dedican?., quiso saber Eduardo, viendo también a Iulí y Wilson, encabezando el grupo, seguidos por Kevin y Cristal.
Los cuatro ya estaban cruzando la calle, y en cuestión de segundos llamarían a la puerta.
_Filósofos, sociólogos, antropólogos… puede ser cualquiera que se dedique a esas disciplinas u otras parecidas. A cualquier cosa que tenga por objeto de estudio las emociones y los sentimientos – comentó Isabel, guardando algunos soles en un bolsillo –. Y hablo de todos los sentimientos y todas las emociones, no solo del amor. De el nunca se van a tener todas las respuestas, creo yo, y tal vez sea mejor así. Pienso que tiene que quedar como uno de los grandes misterios, y los estudios, ensayos y todo eso extenderse para siempre. No se si sea exagerado o no, pero sería como conocer el sentido de la vida, y ese es otro de los más grandes misterios que desvela a la raza feérica – abrió la puerta que daba a la calle y al ver a su familia se le dibujó la amplia sonrisa ya característica y los recibió exclamando –. ¡Bienvenidos, pasen!.

Kevin, Cristal, Wilson e Iulí pusieron los pies en la casa con la misma, o casi, expresión nostálgica de los días anteriores – vivieron los padres en ella durante muchos años – y correspondieron de igual modo el gesto de bienvenida.  Sin poder (ni querer) contener la emoción por estar allí con el par de anfitriones, los cuatro ocuparon cuatro sillas y, al tiempo que los imitaban los locales, quisieron dedicarse de lleno al pic-nic que estaba a minutos de arrancar. “¿Por qué no quedarnos más de un día?”, fue la primera pregunta, formulada por Wilson, en tanto mostraba el contenido de una de las mochilas. Argumentó para eso que ninguno tendría obligaciones más o menos importantes e impostergables el día de mañana, ni siquiera en la semana y lo que quedaba del año. El deportista de precisión todavía estaba tan emocionado por haber abandonado la condición de alma solitaria que aun quería hallar todo el tiempo que pudiera para hacer eso que le fuera privado hacía tantos años: divertiré y descansar. Ya lo estaba demostrando por la forma en que estaba vestido, con ropa informal y bastante liviana, incluida esa camisa que era la del club Seis de Mayo, uno de los clubes insulares de balonmano (en cuyas instalaciones Wilson fue recibido con honores). Era una de las pocas veces desde su vuelta en que no iba a vérselo usando la ropa tradicional masculina de las hadas o el uniforme que acostumbraban usar los practicantes, deportistas e instructores en el Complejo Deportivo de Precisión, en el barrio Arroyo Brillante. El contenido de su mochila – juegos de mesa, unas pocas bebidas, envases con varias comidas, prendas adicionales… – dieron toda la idea de que no quería para este día otra cosa que divertirse en Cinco Arroyos. Lo mismo parecía estar pensando y deseando su eterna compañera. Allí estaba Iulí, tan informal como todos los días cuando no estaba en su trabajo, en este caso con una camisa sin mangas, un pantalón ajustado algo gastado por el paso del tiempo – su hija menor se lo había devuelto, pues a Iulí había pertenecido –, sandalias y mostrando que en su mochila el contenido no difería mucho del que su compañero llevaba. Completaba el equipaje un artículo por demás extraño, pero que para ella poseía un enorme valor. Al menos, fue extraño para su futuro yerno, ya que nunca había sabido que una persona eligiera llevarlo a un campamento. Era un álbum fotográfico con una centena de imágenes en blanco y negro que mostraban a la familia desde la llegada al mundo de Iulí y Wilson hasta aquella que mostrara a ambos junto a sus hijas, la última foto antes del accidente que los convirtiera en almas solitarias.
_Es una parte de la cultura de las hadas – explicó al arqueólogo, guardando otra vez el álbum –. Contemplar las fotos y revivir momentáneamente aquellos tiempos es por mucho uno de los mejores entretenimientos para nuestra especie.
_Ya lo sabía – contestó Eduardo –. Pero no a tal punto. La historia familiar de los seres feéricos… no es muy diferente a la humana – reparó en Kevin y Cristal y les preguntó –. Por cierto, ¿ y sus equipajes?. No van a decir que son esos recipientes.
_La verdad es que si, son estos recipientes – contestó Kevin. La pareja puso ambos objetos sobre la mesa, y otros dos que Cristal llevaba en el morral –. Ahora miren esto por fuera y por dentro. Tiene sus defectos, pero aun con eso van a ser un éxito. Es en lo que mis socios y yo estuvimos trabajando desde mediados de Julio, y lo patentamos hace cinco días.
Eduardo, Isabel, Wilson e Iulí juntaron las cabezas y observaron.

A simple vista, no eran otra cosa que recipientes comunes y corrientes, de forma cilíndrica, metálica y carente de cualquier ornamento, más allá de un sello impreso en la tapa, que indicaba que los recipientes habían sido diseñados y desarrollados por “Muke”, como se llamaba el negocio dirigido por Kevin y sus socios comerciales – de esos cuatro hombres sus iniciales –, en el MC-A. De verdad que no parecían gran cosa los cilindros, siendo tan livianos que tranquilamente podrían no pesar más de ciento cincuenta gramos y no teniendo, o no aparentando tener, más de siete u ocho centímetros de circunferencia por trece de alto. El exterior no solamente carecía de cualquier resaltado o grabado, sino también de dibujos, pinturas, logotipos u otros objetos decorativos e incluso de leyendas e instrucciones que la cuenta dieran de como se usaban o para que servían.  Kevin quitó tres de los objetos, dejando solo uno, para mostrarlo y explicar su finalidad. El recipiente, en el que brillaban por su ausencia cualquier clase de imperfecciones (óxido, abolladuras, corrosión…), era de color azul marino y, dado su tamaño, tan insignificante, no parecía servir para gran cosa. “Ábranlo”, pidió Kevin, señalando con la vista el cilindro,  y fue Isabel quien lo hizo, desenroscando la tapa. El interior era un calco del exterior, excepto que su color era el verde: nada de imperfecciones, leyendas, grabados u objetos decorativos. El cuarteto lo observó  minuciosamente (también Cristal, que ya conocía sus funciones). Al final, retiraron su vista, devolvieron el objeto al artesano-escultor y este lo rechazó, dejándolo aún sobre la mesa.
_A los expertos del Registro Insular de Patentes y Marcas les encantó este objeto, y no les llevó mucho descubrir que era completamente nuevo en el mundo – dijo Kevin, que pidió a continuación –. Creo que llegó el momento de empezar a hacerlo público, empezando con ustedes. Voy a explicarles como funciona. Concéntrense los cuatro en el interior… observen claramente y sin pestañar y pronuncien con voz alta la frase “El espacio no es un problema”.
Con los ojos fijos en el brillante tono del verde, los cuatro individuos hablaron, y todo lo que notaron, algo prácticamente inadvertido, fue un ligerísimo temblor en el recipiente.
_Ahora pongan cualquiera de los índices en el interior, no importa si es el derecho o el izquierdo., continuó indicando el artesano-escultor.
El dúo de parejas lo hizo, y sus miembros de inmediato vivieron una de las experiencias más extrañas de sus vidas, sino era que la más extraña.
Pareció como si al instante hubieran viajado desde la sala principal de la vivienda hasta… ¿el interior del recipiente?. Así era, efectivamente. No hubo movimientos más bruscos o menos, ni tampoco sacudones o algo parecido. Fue más bien como la tele transportación, esa técnica tan extraordinaria que únicamente unas pocas hadas dominaban. Eran recipientes mágicos, observaron y concluyeron los cuatro, cada uno reparando en el enorme espacio vacío en que se encontraban. La circunferencia de siete centímetros u ocho parecía haber aumentado unas cien veces, hasta los siete u ocho metros, y la altura trepado alrededor de ciento veinte, tal vez hasta los quince punto seis. Era un amplio y vació recinto circular, sin ventanas, en el que la abertura, que se veía más pequeña desde el suelo, estaba por encima de los ocupantes. No había imperfecciones tampoco en el interior, con sus muros completamente lisos, y antes que Eduardo, Isabel, Wilson e Iulí hubieran pensado siquiera en ello, escucharon, con una voz que sonaba muy lejana, a Cristal explicando que la única manera de salir del recipiente era volando. Y lo hicieron las dos parejas. Desplegaron sus alas, remontaron el vuelo en dirección a la abertura…
…y cuatro esferas tan diminutas como canicas, dos de ellas lilas, la otra violeta y una más azul Jacinto-celeste aparecieron en el exterior del recipiente, sobre este flotando, y volvieron a dirigirse al lugar que antes ocuparon en uno de los laterales de la mesa. Allí se esfumaron las cuatro esferas, recuperando Eduardo, Isabel, Wilson e Iulí sus formas corpóreas, alegres pro no haber sufrido cambios ni alteraciones; se hallaban en las mismas condiciones que cuando introdujeron el dedo índice derecho en el recipiente.
_Esto es increíble – opinó con sorpresa su futura suegra, dirigiendo las palabras y la vista al artesano-escultor. Como su marido, su hija y de esta el prometido, recién se enteraba de la existencia de esos recipientes –. ¿Qué son estos frascos?.
Mis socios y yo estuvimos trabajando en esto dese el diecisiete de Julio. Los cuatro creemos que se van a volver muy provechosos y útiles en el corto plazo, porque fue pensado exclusivamente por uno de los problemas de toda la vida en este y los demás países del mundo – contestó Kevin, repitiendo las palabras mágicas, lo que nulificó las funciones del recipiente, volviéndolo no más que eso –: el transporte en relación a la distancia.
Y ahondó en las explicaciones.
Esos recipientes habían surgido hacía más de ciento treinta días en la imaginación de Kevin y sus socios, quienes esa mañana estuvieron leyendo un informe publicado en El Heraldo Insular sobre uno de los factores que habían sido un problema desde antes incluso del Período de Organización: las distancias. El reino de Insulandia era inmenso y nunca sobraban los medios de transporte para suplir la demanda siempre constante. Un solo transporte terrestre, de todos el más grande, no podía llevar pesos superiores a los mil quinientos kilogramos, y no podía recorrer más de cien kilómetros por hora, con lo que el tiempo se agregaba al problema. Los cuatro fundadores de “Muke”, el más nuevo de los comercios del Mercado Central de las Artesanías, comprendieron que podrían, si de verdad creían en ello, desarrollar algún método que les permitiera transportar mucho más peso en mucho menos tiempo. Y tras meses de diseños, pruebas y ensayos, con una inversión de alrededor de cien mil soles, arribaron a la creación del recipiente metálico que en este momento presentaba Kevin a sus futuros parientes.
_Se pueden trasladar hasta cinco toneladas en el interior de cada recipiente sin que ese peso se note. Por fuera, la persona que lo está llevando va a continuar sosteniendo un objeto metálico que no pesa más de ciento cincuenta gramos – explicó Kevin –. Si supera ese peso empieza a romperse. Para usarlo, como ya vieron, no hay más que pronunciar esa frase sobre que el espacio no es un problema. Ese es justamente el objetivo de los recipientes, suprimir ese factor negativo en los traslados, y también el del tiempo – pensó que una sola persona podría transportar infinitamente más cantidad de mercancías que el más grande de los transportes terrestres –. Pueden llevar lo que sea en su interior, incluso personas, como ya lo descubrieron. No hay más que enroscar la tapa.
_¿Y cómo se las ingenian para respirar las personas en el interior de los recipientes?., le preguntó Isabel.
_Porque la sigla “Muke” se transforma en una especie de ventila cuando se pone la tapa en el recipiente, por allí se cuela el aire – informó su futuro cuñado –. Eso les permite respirar. De cualquier manera, no es mucho el tiempo que demanda unir dos puntos, y las hadas podemos pasar medio día sin recibir un suministro permanente de  oxígeno.
Concluyó que la Gran catástrofe y sus destructivos efectos a nivel continental había puesto más que nunca al límite a todo el sistema de transportes terrestres en los países de Centralia. En Insulandia, por lo pronto, ya se había recuperado bastante ese sistema, a ocho meses del desastre, pero aún quedaban pendientes muchos problemas. Y el principal de todos era el del tiempo y las distancias. Al final de los ensayos, Kevin y sus socios concluyeron que una sola persona podría llevar tantos frascos como pudiera, o, lo que era lo mismo, llevar decenas de toneladas de todo tipo de mercancías, e incluso centenas.
_Hasta el momento, mis socios y yo construimos diez, y eso no es alentador – lamentó Kevin. Cristal hizo señas a sus padres, hermana y a Eduardo para que pusieran sus cosas en uno de los frascos mágicos. Al acercar las mochilas, estas simplemente desaparecían y terminaban en el interior – No los vamos a poder producir en serie, porque hay que seguir instrucciones específicas y ser extremadamente meticuloso. Calculamos que no vamos a poder tener listo más de uno cada treinta y seis horas. Y es por eso que solo existen estos. Empezamos a fabricarlos en los últimos seis días, y como dije, van a ser útiles para tres de nuestros pilares.
_Economía, comercio e industria., tradujo Cristal.
Allí radicaba gran parte del éxito de las hadas como sociedad (grupos) e individuos: en conjunto, los setenta y seis países tenían millones de caminos terrestres que iban desde los pequeñísimos senderos locales hasta las grandes rutas internacionales que cubrían un mínimo de dos países, y millones de vías navegables interiores, desde los arroyos más pequeños, que únicamente permitían el paso de canoas y balsas, hasta los mares. Ambas cifras implicaban un comercio totalmente activo a niveles locales, regionales, reales, continentales, hemisféricos y el mundial. Un flujo constante e ininterrumpido de todo tipo de mercancías, bienes y materias primas eran de vitalísimo interés e igual importancia para los “tres pilares del éxito”; las exportaciones e importaciones implicaban cientos o miles de millones de soles en constante movimiento y las economías tenían en esas extensiones un problema al que siempre debía considerarse – por eso eran importantísimas las puertas espaciales –. Eran, de hecho, el problema número uno. Aun con todos los transportes terrestres y navales ocupándose de aquel ininterrumpido flujo, no resultaban suficientes, no pocas veces, para cumplir en tiempo, en forma o en ambas con la enorme demanda. El tiempo y el espacio no solían mostrarse amigables con el comercio y la economía, y cada vez que eso pasaba la industria lo sentía.

Por fin, y luego de media hora de la llegada de ambas parejas desde la vereda opuesta, el sexteto estuvo listo para iniciar el campamento que habían planificado para todo el día. El Bosque de los Cinco Arroyos era su destino. Poco o nada comentaron los vecinos de esa vivienda y cualquiera que anduvo por allí al ver salir únicamente al antiguo jefe del MC-A, porque era el único de ese grupo familiar que por estos días no tenía vacaciones ni licencias, así que esas hadas y otros elementales dieron por sentado que estaba Kevin volviendo a sus rutinarias ocupaciones laborales en el polo fabril-comercial, y asumieron que los otros individuos optaron por quedarse en casa este día. No los culparon ni se quejaron por ello, porque las hermanas de aura lila, sus padres y Eduardo eran ejemplos en cuanto al no renunciamiento en lo que al trabajo se refería, ninguno trabajaba menos de diez horas diarias cada hábil. Eduardo e Isabel ya estaban habituados a ausentarse de Barraca Sola por largos períodos de tiempo, con motivo de las investigaciones arqueológicas; Cristal era médica y como tal estaba obligada y habituada a las jornadas jamás inferiores a la decena de horas y las ex almas solitarias arrancaban con la salida del Sol sus tareas en el CoDeP y el instituto de modelaje – a este último se lo estaba viendo como un primitivísimo sistema educativo grupal – y nunca las concluían antes de las dieciocho o las dieciocho treinta.
Pero la verdad era otra.
Kevin sostenía un pequeño recipiente metálico en cada una de sus manos. En el de la derecha estaba su equipaje y el del quinteto que formaba su familia. En el otro frasco, en la mano izquierda, Eduardo, Isabel, Wilson, Iulí y Cristal viajaban totalmente cómodos y sin ningún sobresalto. Para los cinco, desde el principio fue como viajar en una carreta cuyo conductor no tenía apuro alguno por llegar a su destino. El viaje allí no fue solo tranquilo, sino también silencioso, y ese silencio solo fue roto dos veces, ambas con suaves golpes producidos por el novio y prometido de Cristal. La primera al minuto y medio de haber abandonado la casa, al llegar a la puerta espacial en el barrio Barraca Sola, tan abarrotada como todos los días y con el hada guardiana a uno de sus lados, y la segunda alrededor de un tercio d hora más tarde, cuando tuvo a la vista la oficina del C-TRE (Consejo de Turismo, Recreación y Esparcimiento). El empleado salió a su encuentro, extrañado al creer que alguien quisiera pasar un día solo en ese lugar tan encantador – Kevin le había explicado lo que había planeado para hoy –. Con sorpresa y susto reaccionó al ver salir a cinco hadas del frasco dejado en el suelo por el artesano-escultor. Este respondió al hombre que era uno de los primeros en ver la solución a uno de los problemas que acompañaban a las hadas desde tiempos inmemorables, y que se limitara a leer la sección de ciencia e innovación en la próxima edición de El Heraldo Insular.
_En dos días vamos a publicar la invención de este sistema, en el boletín interno der Mercado Central de las Artesanías, presentarlo como una innovación, justamente – comunicó Kevin a los cinco individuos que lo acompañaban –. Una vez que eso pase, los recipientes metálicos van a estar en boca de todos… creo. El trabajo de mis socios y el mío… antes del fin de año siguiente, cuando hayamos producido más de doscientos (ya hicimos ese cálculo), se van a haber convertido en un éxito. Lo son ya, como ustedes lo habrán notado.
Los seis estaban caminando por un sendero natural – así se llamaban los caminos no consolidados que iban formándose por el paso más o menos fluido de peatones y transportes – no muy ancho, cubierto este sendero, tanto como el sexteto, por la característica vegetación tan frondosa, uno de los distintivos del reino de Insulandia a nivel mundial, con un calor que ya debía de haber superado los veinticinco grados. Se escuchaban numerosas vocalizaciones animales desde allí, aves en su mayoría, y las voces de otros seres feéricos que ya acampaban o empezaban a hacerlo, en grupos nunca inferiores a los cuatro componentes, lo que los indujo a pensar que se trataba de familias que también se hubieron de tomas esta jornada para el descanso. También vieron unos pocos gnomos por allí, que marchaban al trote y en fila luego de su habitual ronda matutina para conseguir alimento (hongos, vegetales y frutas) y ahora iban de regreso a sus madrigueras; al enjambre de liuqis de los dos sexos que ponían a prueba sus destrezas, serpenteando entre el césped crecido y los arbustos de menor tamaño; y, caminando ya junto a uno de los arroyos, donde pensaban acampar, un cardumen de seres sirénidos nadando rápido, poniendo también a prueba sus habilidades, guiados por el macho alfa ya experimentado.
El trío de parejas pareció haber encontrado el lugar perfecto, allí donde no había ese césped crecido en la orilla. Las damas avanzaron primero, destapando otro de los recipientes metálicos y sacando una de las mochilas. De allí extrajeron una manta impecable (perdería esta condición dentro de poco) y, en tanto los hombres se iban en busca de hojas y ramas secas – la fogata en el suelo era un elemento rara vez ausente en los campamentos – la pusieron en el suelo y desparramaron sobre ella una variedad de utensilios y alimentos que por su cantidad fueron indicativos, otro de los tantos, de que ellas y los hombres deseaban vivir la jornada a lo grande.
_Nos perdimos de momentos como este durante años, y tuvimos que conformarnos con los relatos – dijo Iulí, más para si que para sus hijas, en tanto agregaba a la manta un trío de botellas de vidrio, con las bebidas –. Ahora lo podemos hacer cuando queramos. Por lo pronto todos los fines de semana. Justo como antes de que Wilson y yo viviéramos aquel accidente. Y creo que el de hoy va a ser mejor que los otros, porque el contexto ayuda.

Estaban en el último mes del año y a menos de un día de empezar con los preparativos y la decoración tan característica, que le daba gran parte del color y la alegría a las festividades. Como si eso no resultara suficiente, las hadas y otras especies elementales en Centralia tenían un motivo adicional para estar felices y alegres. Ese motivo era lo mucho que se había avanzado, en el tiempo marca de ocho meses, con las restauraciones y reconstrucciones producto de la Gran Catástrofe. Aunque a ese respecto era muchísimo lo que quedaba por hacer, los avances habían sido notables y ese pésimo recuerdo de la última semana de Marzo era, en no pocos aspectos, una pesadilla de la que las hadas estaban despertando al fin.
_Y nosotros seis no fuimos los únicos en pararlo de maravillas – agregó Isabel, sonriente, al sacar la última tanda de artículos del frasco metálico –. Iris volvió a ser la celebridad económica que siempre fue. Vean este titular.
Alguno de los hombres había querido traer al pic-nic el ejemplar más nuevo de EL Heraldo Insular. De entre los nueve titulares en la portada, el que destacaba, porque traía una fotografía a colores de Iris – el más reciente de todos los prodigios tecnológicos en el planeta, estrenado en el reino de Espal, la patria de Kevin, hacía tan solo tres semanas, y en Insulandia hacía cuatro días: ¡fotos a color! –, era el referido a lo que había progresado el Banco Real de Insulandia desde que ella pasara a formar parte de su directorio. Más aun, así lo revalidaba este artículo, todo lo que había mejorado y crecido el sector bancario insular a raíz de la política emanada desde el seno del BRI.
De una forma o de otra, todo el pueblo se está beneficiando con esas medidas – comentó Iulí, leyendo el artículo en la sección de noticias económicas. Había gráficos y cuadros conceptuales y comparativos, para ilustrar a los lectores –. Ese artículo sugiere que la economía insular va a ser la de mayor crecimiento durante los primeros tres o cuatro meses del año que viene… y los demás países van a copiar la idea, cosa que ya pasó.
Iulí se había referido al día en que hiciera su aparición, en el reino de Sär, uno de los trece países de Lunaris, el modelo económico y social aún vigente en todo el planeta. Por esos tiempos aun subsistían los problemas y desigualdades sociales en ese y los otros países. Eran menores e insignificantes, pero allí estaban. Y llegado cierto día, un grupo de mente ilustres de Sär ideó un radical paquete de medidas, completamente nuevas, con las que lograron que su patria se transformara, en los siguientes ocho años, en la primera potencia mundial – a esos notables se les concedieron las distinciones más altas, y fueron reconocidos como algunos de los economistas más brillantes de todos los tiempos -   una gloriosa y enorme posición que fue compartiendo con más y más reinos en la década posterior, a medida que aquellos fueron copiando el pódelo, adaptando los porcentajes y cifras a su población feérica y elemental, a las marcas (indicadores9 demográficas, a las superficies y a otros tantos factores. Antes que se hubieran cumplido las primeras dos décadas del debut de este modelo socioeconómico, los setenta y seis países lo hubieron de adoptar, poniendo con ello el punto final a los últimos problemas y desigualdades. El vaticinio de Iris, mencionado en el artículo de El Heraldo Insular, era que pasaría lo mismo: en un país surgía una idea nueva para fortalecer lo ya existente y con el tiempo todo el mundo la adoptaba.
_Les vamos a deber nuevamente nuestro bienestar a los directivos, Iris incluida – concluyó Iulí, al tiempo que alzaba los ojos y veía el regreso de los hombres, con las suficientes ramas y hojas secas como para encender un pequeño fuego y conservarlo estable –. Únicamente los ilios encuentran un motivo para quejarse. Solo eso saben hacer.

No se permitió que la mención de esos seres elementales le arruinara el día y conservó el carácter y personalidad, y cuando Wilson, Kevin y Eduardo dejaron su carga en el suelo, ella y sus hijas los recibieron con los brazos abiertos. Los seis se sentaron en pares alrededor de la manta y lo primero que hicieron fue destapar una de las botellas, llenaron los vasos de vidrio con el jugo de naranja y brindaron. Fue un acto simbólico, hecho para revalidar su unión como familia y asegurar que habrían de ayudarse unos a otros cuando tuvieran problemas. “Eso es una familia” – remarcó Wilson, después del primer sorbo –, “personas que permanecen unidas en todas las circunstancias. En ese sentido, es lo mismo que la amistad”.
_Nunca tuve mucha experiencia en esta clase de encuentros, ni la sigo teniendo., comentó Eduardo al cabo de treinta minutos.
En la última media hora, el y los otros cinco habían estado hablando y opinando acerca de lo importante que eran estas reuniones, los campamentos, para la cultura de las hadas, sus costumbres y estilo de vida. Espiritual, emocional y anímicamente hablando, les hacía fenomenalmente bien dedicarle un día entero al entretenimiento y al descanso. Para Kevin, las hermanas de aura lila y de estas sus padres estaba entre lo más natural, pero no para el arqueólogo, que continuaba sintiéndose extraño ante estas situaciones.
_Eso me resulta difícil de aceptar – apuntó su futuro suegro, guardando las fotos familiares con que habían acompañado la conversación –, porque aprendiste y comprendiste aspectos de la cultura feérica  que son más complejos que este en un tiempo corto o muy corto, a tal punto que podría dar la impresión de que viviste y creciste toda tu vida en este mundo. ¿Por qué será que te está costando trabajo?.
Wilson e Iulí ya estaban al tanto de la asimilación, lo venían estando desde que sus hijas llevaran a Eduardo a la casa de Isabel, en Barraca Sola. Aun antes que aquel hubiera abierto los ojos, supieron que se trataba de un ser humano que creía firmemente en la existencia de las hadas, aunque esa creencia, como el mismo explicara tras recuperar el conocimiento, no implicaba la existencia de esa y otras tantas especies elementales conviviendo armónicamente en otro mundo. No bien tomó conocimiento de quienes eran esas tres mujeres frente a el (Nadia, Isabel y la reina Lili) comprendió que estaba siendo protagonista y testigo de esa creencia arraigada en su ser prácticamente desde su nacimiento. Conforme el tiempo fue avanzando, Eduardo adquirió más y más conocimientos acerca del acervo cultural de las hadas e incluso de las otras especies elementales, eso a causa de la concreción de la máxima creencia.
_Debe ser por la falta de… no se, ¿de práctica?. Nunca tuve muchas oportunidades de ir a u pic-nic antes de llegar acá, a este planeta; y esas reuniones, por llamarlas de alguna manera, no formaban parte del acervo cultural de mi lugar de nacimiento, al menos no algo tan arraigado como acá – arriesgó Eduardo, pensativo –. Esas dos cosas cuentan. Supongo que es cuestión de tiempo y práctica, como todo lo demás. En ese sentido va ser lo mismo que todas las habilidades y poderes especiales que ahora poseo.
Una parte de esa asimilación radicaba en la lista que había consignado con aspectos comunes a amas especies (hadas y humanos). Leer esos artículos una y otra vez le fue de ayuda para descubrir que ambas no eran tan distintas como supuso al principio, al recuperar el conocimiento y ver al trío frente a si, y entender mejor los aspectos en que diferían. Eduardo concluyó su diálogo dando por sentado que le tomaría tiempo adaptarse por completo a la sociedad feérica, y que la dificultad aumentaba porque aquí, a diferencia de en la Tierra, no había una única especie inteligente, sino más de sesenta.
_Y desde que recuperaste el conocimiento – planteó Iulí, mirándolo a la cara –, ¿qué fue lo más grande que viste acá, en este mundo?.
_¡No contestes una barbaridad!., dijo Isabel, llevándose las manos al y cubriéndose el pecho.
Hubo risas entre los presentes, sobre todo entre los hombres, y los silbidos del arqueólogo sugirieron que esa “barbaridad” pudo haber estado entre las posibles respuestas. Con su compañera de amores y prometida aun cubriéndose allí abajo del cuello con ambas manos  (Iulí y Cristal hicieron lo mismo, por las dudas… porque allí estaban también Wilson y Kevin), Eduardo contestó que tenía en la cabeza una cantidad vasta de “cosas grandes”, como lo definiera su futura suegra, y que cada vez que se concentraba en ellas le costaba esfuerzo decidirse por una en particular. Al final, había descubierto que aquello podía disminuir si tomaba todo lo que lo rodeaba, todas las cosas, y las clasificaba según una función y un rubro. De ese modo, era capaz de tener “cosas grandes” en cuanto al mundo natural, una estructura, una muestra de la cultura, una exposición artística y otros tantos espacios o rubros… y, por supuesto, el de los atributos femeninos.
_No lo puedo evitar, son enormes – se defendió Eduardo, aun con las últimas risas. Wilson y Kevin lo secundaron, a lo que el otro par de hadas de aura lila imitó los gestos de Isabel, incluido un leve enrojecimiento (de esos que todavía asomaban) en las mejillas – Pero volviendo a esa pregunta sobre que fue lo más grande… no se que contestar. Creo que depende del rubro. En escenarios naturales, por ejemplo, La Bonita encabeza la lista y aventaja por mucho a todos los otros escenarios. Y además, como ya saben, ese lugar tiene un gran simbolismo para mi.
Con su siempre magnífico lago cristalino y las costas igual de encantadoras, el parque La Bonita era uno de los lugares más característicos de Los Paraísos del Arroyo de las Piedras Altas, la región central de Insulandia. El Consejo de Parques Reales, el C-PR, le había concedido a comienzos del último cuatrimestre la categoría de “área especial”, la inmediatamente previa a la de “área protegida”, lo cual significó una inversión adicional para modernizaciones y mejoras, como los arbustos y árboles que ya brotaban en cuatro de los islotes en el lago – estos serían a la larga, densas espesuras verdes, tanto que solo los seres elementales más pequeños las podrían cruzar –, y la instalación de una oficina para los guarda parques. Con eso y todo lo demás, el parque La Bonita era un lugar definitivamente más bello y encantador que antes. Para Eduardo e Isabel era un símbolo porque allí había tenido su inicio el noviazgo, o compañerismo sentimental, con Isabel, al momento de ese primer beso para ellos histórico, una costumbre poco practicada y conocida por las hadas hasta esos días.
_La Bonita es uno de los mejores lugares del país, a pesar de ser tan chiquito – expuso Iulí, que también lo tenía como uno de los más grandiosos –, y es seguro que nunca voy a cansarme de ir allí al menos una vez a la semana – ingirió una galletita y siguió hablando –. Me parece que ninguno lo supera, y podríamos pasar todo el día hablando sobre eso y ni así nos alcanzaría el tiempo. El trabajo del Consejo EMARN fue y es excelente, y también el del C-PR. Ni siquiera la Gran Catástrofe lo pudo eclipsar. La Bonita, por caso. Aun con semejante desastre, su recuperación se pudo completar en pocos meses.
_Y también el lugar en el que estamos ahora – intervino Cristal – Yo vine acá con los médicos varias veces, y no encontramos algo que no fuera deprimente. Aún recuerdo la primera.
El nueve de Abril – Llol número once – había viajado con Lursi hasta Cinco Arroyos, con la misión de tomar notas de su estado y ver si algún hada u otros seres elementales quedaron atrapados en algún punto de su superficie. Lo que vieron fue un caos, generalizado en casi todo el bosque, y de inmediato supieron que el Consejo de Parques Reales y el de Ecología, Medio Ambiente y Recursos Naturales tendrían un reto complicado.
_Hoy, todo el Consejo Real trabaja las veinticuatro horas cada día hábil – dijo minutos más tarde Wilson, cuando la conversación pasara de las cosas más grandes que viera su futuro yerno a las tareas de recuperación y restauración –. Estuve en el Castillo hace poco y vi que en esa torre hay un movimiento permanente. Los titulares y sus segundos se turnan doce horas cada uno para trabajar. Y no es solo de los efectos y consecuencias de la Gran Catástrofe de lo que tienen que ocuparse. También está lo de todos los días, aquello para lo que existe la función pública.
No hubo siquiera la mínima duda sobre cual era la finalidad. El bienestar general y el desarrollo del pueblo como un todo (todas las especies elementales, no solamente las hadas) y los del Estado. Este nunca había fallado en sus funciones y roles en su larguísima existencia y quienes actualmente estaban ocupando los diversos puestos no estaban dispuestos a permitir que terminara esa eficacia.
_Y yo que venía hablando de similitudes y aspectos en común., sonrió el arqueólogo, pensativo e intentando recuperar otro tanto de recuerdos.
_¿Eso a qué viene?., quiso saber su amigo.
_A la política y el Estado. En esta sociedad son eficientes y útiles – contestó Eduardo, encendiendo un cigarrillo, de esos fabricados por la CTISE. Los demás lo miraron –. Desde aquella tarde de Marzo en que Isabel y yo salimos a recorrer Barraca Sola, para que yo pudiera conocer el lugar y tener las primeras impresiones, no escuché, supe ni leí ninguna queja sobre el desempeño de aquellos lugares e instituciones donde está presente el Estado. Las empresas, por ejemplo. A veces pienso que compiten entre si para ver cual es de todas la más eficiente.
Solo por mencionar algunas, habló de once. La Compañía Tabacalera Insular, Sociedad del Estado; Compañía Insular de Lácteos, Sociedad del Estado; Fabricaciones Pirotécnicas Insulares, Sociedad del Estado; Compañía Mixta de Desarrollos Especiales; Fabrica Insular de Bicicletas, Sociedad del Estado; Laboratorios Medicinales Insulares, Sociedad del Estado; Fábricas Navales y Astilleros del Estado; Conserve Limpio Insulandia, Sociedad del Estado; Obras Sanitarias del Estado; Sociedad Mixta de Rutas Insulares y la Empresa Insular de Comunicación Postal, Sociedad del Estado, en las que los capitales estatales iban desde el sesenta y ocho punto veintinueve hasta el cien por ciento. Esas empresas y todas las demás estaban concluyendo el año con cero quejas – el desastre de fines de Marzo no contaba, fue más bien un justificativo para las escasísimas falencias – respecto del rendimiento, las condiciones estructurales, las laborales, la rentabilidad y la solvencia moral de sus directivos.
_Las empresas y compañías en parte o en todo estatales siempre fueron así – definió Iulí, cuyo abuelo paterno había sido Consejero insular de Justicia – Eso pasa en todo el planeta, no solo en este país. También el sector privado es  muy eficiente, y el ejemplo que mejor conozco es el de mi lugar de trabajo, uno de los primeros lugares en establecer la enseñanza grupal, como información complementaria. Eduardo, ¿por qué dijiste esas cosas sobre el rol del Estado entre las hadas?.
_Porque es la diferencia más grande entre los seres feéricos y los humanos – le contestó el hombre, que continuaba sosteniendo que los países escandinavos fueran tal vez los mejores exponentes, cuando no los únicos, del “Estado de Bienestar”, algo que en el caso de las hadas estaba incluso completamente arraigado en su acervo cultural –. Y los empleados y funcionarios públicos honestos, moralmente solventes y útiles no sobran. En algunos casos extremos son la fuente de todos los males, como la caja de Pandora.
_¿Qué es eso?., inquirió cristal.
Su futuro cuñado le habló sobre el mito griego: el de todos los males que se dispersaron por la Tierra al abrirse la caja que los contenía. Todas las cosas malas y también las buenas, y concluyó diciendo: _Al final, una única cosa quedó dentro de esa caja.
_¿La esperanza?., apostó la médica del sexteto.
_Si, la esperanza. No importa cuán negativo y malo sea algo, porque puede mejorar. Creo que los seres humanos encuentran consuelo y tranquilidad enorme en eso, y que si llegaran a perderla habría un aumento masivo de todos los males. ¿Cómo supiste la contestación?.
_Porque las hadas tenemos una historia parecida, muy antigua, que data de antes de los años dorados de la religión – explicó Cristal –. De hecho, hay expertos que la ubican como uno de los primeros eventos religiosos.
_Como tantas otras historias, incluye a Aldem y a Vica – relevó Isabel a su hermana –. Es el texto número catorce de las Crónicas Religiosas – esas historias, en total mil setecientas treinta y nueve, eran la “biblia “de las hadas – Entre los dos, trabajaron mientras hubo armonía entre ellos; crearon todas las cosas buenas y todas las malas y las mezclaron, antes de ponerlas en un recipiente dorado de forma circular. Las primeras diferencias entre los dos surgieron cuando Aldem se opuso a la idea de Vica de que la esperanza tenía que ser decididamente más grande que todos los otros elementos del recipiente – se detuvo y pensó, en tanto vaciaba su vaso y lo volvía a llenar, que de los textos religiosos, ese era uno de sus favoritos –. Las diferencias se hicieron tan grandes que sostuvieron su primera batalla, a la cual se describe en el décimo quinto texto, y como consecuencia de ella se destruyó el recipiente y el contenido, mezclado con los fragmentos, se dispersó por todos los rincones del planeta. Ese evento también es la explicación religiosa de como surgió el oro.
_Aun con esa batalla y las diferencias, Vica se las arregló para que fuera la esperanza más grande que lo demás, y esa fue en su tiempo la causa del desarrollo y la sofisticación social de las hadas. Que fuera la esperanza tan grande significaba que se podía recuperar de las adversidades, de lo negativo – relevó Wilson a su hija mayor –. Por eso Vica sobresale, aunque ella y su contraparte masculina tienen la misma trascendencia e importancia – se calló para escuchar la distante campanada; eran las once de la mañana –. Hoy se sostiene que de todos los textos el catorceavo es el verdadero punto de partida. Los trece anteriores están referidos a la creación de las formas de vida, del mundo como se lo conoce y eso.
_Y si la de la religión fue una época tan esplendorosa – planteó Eduardo –, ¿por qué la abandonaron?.
_Porque apareció la ciencia y casi desde el primer momento empezó a dar soluciones y explicaciones que tranquilamente se podían verificar, más razonables, y el ejemplo más conocido, que es el más importante, es el del surgimiento de las especies… imagino que habrá sido ese un daño irrecuperable para todas las hadas adeptas a la religión – dijo Iulí –. Esa fue una de las razones que tuvo el Consejo Supremo Planetario, el CSP, para decretar aquella histórica encomienda. Las personas de ciencia de aquellos años pudieron recopilar todo tipo de pruebas que evidenciaban la evolución; no se trató solo de palabras y textos que carecían de esas evidencias que pudieran verse, tocarse… confirmarse, eso quiere decir. Una vez que se cumplió ese lapso del CSP, la ciencia resultó vencedora.
Nadie sentía hoy deseos de recuperar una religión que, pese a la grandiosidad y magnificencia, no dejaba de ser un cúmulo de acontecimientos, eventos e historias que no se podían confirmar. Esa religión era hoy un recuerdo del pasado de las hadas, tan bello como cualquier otra época en la existencia de esa especie, a veces representados sus pasajes en las obras de teatro, y, como se sostenía en todas las razas elementales, mirar al pasado constantemente, no solo por el placer de recuperar cosas lindas del olvido, no era bueno para el desarrollo individual ni el grupal. Todo lo relacionado con esa religión – templos, elementos litúrgicos, la ropa de sacerdotes y sacerdotisas… – era hoy parte de la historia y la arqueología en los museos, salones para exposiciones y los mismos templos.
_En la Biblioteca Real hay copias de las Crónicas Religiosas. Si te interesa podés ir allí a leerlas – le hizo saber Kevin, descubriendo que la charla sobre la religión había sido más bien breve –. Las hadas le prestamos atención únicamente porque nos gusta la historia. Hoy, los ilios son la única de las especies elementales que tienen a la religión como una verdad incuestionable. Los más extremistas incluso exigen la muerte de cualquiera que la niegue o se plantee dudas acerca de ella. Iluria le pertenece a las hadas y a los sirénidos, no a los ilios. Ese es un pueblo que llegó allí creyéndose el dueño de todas esa tierras y día tras días intentaron que su religión se extendiera por las buenas o por las malas a las otras especies… hasta que llegaron Iris y su Movimiento Elemental Unido y les dieron un golpe tan grande que nunca pudieron recuperarse del todo; y los efectos se extienden hasta nuestros días.
_El jefe del Museo Real de Arqueología no se equivocó aquella mañana de Julio – rememoró Eduardo, quien, como los demás, empezaba ya a preparar los elementos para el almuerzo –. Textual, lo que dijo fue “Creo que lo único que los mantendría a raya, por el miedo que sentirían, sería tener a Iris otra vez con nosotros, con su antiguo cuerpo y sus poderes y habilidades. Justo como antes y durante la Guerra de los Veintiocho”. Desde su vuelta pareció que los ilios se callaron y quedaron quietos, ¿no?.
_Escuché que están aterrorizados – recordó Isabel. A ella, a su hermana y de ambas la progenitora les tocaría preparar otra de sus exquisiteces, y demorarían alrededor de un tercio de hora – pero el silencio y el cero movimiento también preocupan, y hay rumores de que la reina Lili, Olaf y los principales dirigentes de la Guardia Real están empezando a trabajar en la vuelta de la PoSe, para que después no haya que lamentar nada.
La PoSe – Policía Secreta – había sido un servicio especial de Insulandia cuyo único y casi monopólico objetivo desde su fundación había sido observar las veinticuatro horas todos los días del año a los ilios donde quiera que estos se hallasen, y reportar todos los descubrimientos a los mismos líderes militares y políticos insulares. Con el tiempo, la PoSe se volvió obsoleta, además de innecesaria, al haber caducado su primera y única tarea – social, cultural, económica e industrialmente, los ilios estuvieron en ruinas, su desarrollo y prosperidad se convirtieron en utopías por decisiones propias tanto como ajenas – y se optó por su disolución, que fue paulatina. Oficialmente, la PoSe quedó disuelta y cerrada al fallecer por causas naturales su último agente. En lo que iba de este siglo, las intenciones de reactivarla habían surgido en todos los círculos del poder político y el militar, por el único temor que de verdad les preocupaban: los ilios, una raza elemental de cuyos individuos nunca podía esperarse nada bueno ni saber, en casi todos los casos, en que pensaban. La PoSe, como servicio de inteligencia, trabajó en su momento en el anonimato y nunca pudo saberse la identidad de sus agentes, pudo haber sido cualquiera (un médico, un obrero de la construcción, un deportista…) y ahora, de resurgir, sería lo mismo.
_A mi nunca me gustaron los ilios, desde que Isabel me hablara por primera vez sobre ellos y, más, después que los viera cuando viajé para presenciar el descubrimiento paleontológico – les hizo saber Eduardo a Kevin y Wilson. Las mujeres estaban ya a corta distancia de allí, preparando el almuerzo –. Ignoraron a todo el mundo y no hablaron con otros individuos fuera de ellos mismos. Actuaron como si hubieran sido los únicos por allí. ¿Cómo es que nunca pasa a mayores esa tensión?.
_Porque todavía se acuerdan del fallecimiento del hermano de Mücqeu y el guardia del reino de Nimhu – dijo Kevin –. Saben que hace miles de años el asesinato de dos hadas fue el detonante de una guerra que los dejó al borde de la extinción y que redujo la población mundial de los ilios a poco menos de la tercera parte, eso sin contar los que sufrieron un trastorno reproductivo peor, y mucho, que el nuestro. No van a intentar nada contra las otras especies elementales, a menos que tengan, o crean tener, todas las de ganar.
Ciento treinta y seis millones setecientos cincuenta mil muertos en veintiocho años habían provocado un daño inmenso e irrecuperable a la sociedad y los individuos. Su moral, espíritu, ánimos y planes se vieron truncados y pasaron décadas enteras para que tuvieran un cierto (y limitado) restablecimiento. Pero aun con semejante daño – una catástrofe por donde se la mirara –, nunca abandonaron sus intenciones de declararse soberanos y dueños absolutos de esos casi quinientos mil kilómetros cuadrados en el oeste-noroeste del continente centrálico.

_Allí es cuando entra la PoSe – agregó Wilson, escuchando las risas alegres de las damas. Seguramente, estaban hablando de algo infinitamente más entretenido que los ilios –. Siempre sostuvimos que esos seres usaban magia desde su surgimiento, por más que ellos la desprecien, eso dicen, y la tengan como algo maligno. Si se pudiera demostrar eso sería un golpe fatal.- Y ni hablar si la hubieran en algún momento usado contra las hadas u otros seres elementales.
El marido de Iulí concluyó diciendo que, de descubrir eso, pondría sus destrezas deportivas al servicio del regimiento de arqueros del Ejército insular.
_Hay teorías conspirativas que sugieren justamente eso, que usaron la magia en más de una oportunidad contra los elementales, sobre todo después de la Guerra de los Veintiocho – informó Kevin –. Dicen que incluso estuvieron detrás de ese incendio que acabó con la vida del rey Sizaq, el abuelo de la reina Lili, y que fueron quienes provocaron la Máxima catástrofe, hace cien años, y la Gran Catástrofe. ¿Qué me decís, Eduardo, de aquella transformación involuntaria?.
Los ilios nunca habían sentido simpatía por cualquiera que estuviese lo bastante cerca del poder central en los países de Centralia, y ellos lo estaban. Isabel tenía amigos y contactos en el poder, entre estos la reina Lili y la princesa heredera Elvia, lo mismo que Eduardo, que desde sus primeros días se había ganado la confianza y la estima de ambas, y de las hadas en general. El era sin dudas el indicado para ilustrar acerca de las civilizaciones humanas y sus respectivas culturas e idiosincrasias. Sus conocimientos en arqueología eran siempre tenidos en cuenta, por las similitudes y diferencias en los métodos de aprendizaje y el trabajo en si, y su propio y excelente dominio del don del agua era digno de admiración. ¿Eliminarlos a los dos, haciéndolo pasar como un accidente, habría sido un golpe moral para la reina y su hija, e incluso para otros?.
_No lo creo, no harían nada a menos que, como dijimos, no tuvieran el suficiente poder en las manos y las suficientes ventajas. Los del C-D me cuentan lo poco que saben, y aseguran que los ilios no están ni siquiera cerca de causarle un cortecito leve al más inexperto de los reclutas de la Guardia Real – contó Wilson, que tenía esos contactos en el Consejo de Deportes, incluido el propio titular de dicho organismo – Y en el supuesto caso de que alguno le fuera a poner las manos encima a alguien de mi familia lo destruiría inmediatamente – el aura violeta del marido de Iulí se estaba hinchando, a causa de esa emoción intensa. Le pasaba lo mismo que a cualquier hada, irritarse cuando se mencionaba a los ilios –… lo mismo que hicieron los del MEU en su momento, en cinco mil setenta y nueve, el treinta de Abril.
Ese día hubo trescientos cincuenta ataques en simultáneo, de ellos cincuenta y dos en el suelo insular, y más de cinco mil ilios cayeron en menos de diez minutos.
_También hubo rumores respecto del derrumbe del almacén de suministros de la Compañía Real de Artistas., dijo Kevin, retrocediendo en su memoria a la edición de El Heraldo Insular de la tercera semana de Abril.
A lo largo de la historia, desde el fin de la Guerra de los Veintiocho, hubo mil novecientos incidentes en todo el mundo (doscientos seis en la región de Iluria) en los que allí estuvieron las sospechas sobre la participación directa o indirecta de los ilios, la Máxima y la Gran catástrofe incluidas. Nunca se encontraron pruebas de nada y las hadas concluyeron que las sospechas se debieron más bien a la animosidad contra sus eternos enemigos Otro grupo de hadas, en cambio, sostenía que pese a sus decenas de aspectos negativos, eran lo bastante inteligentes como para dejar rastros que los incriminaran, y cada vez que el tiempo se los permitía, siempre actuando en silencio, se ocupaban de buscar esas pistas.
Entre esos últimos estaban Wilson, Iulí e Iris.
_Esas versiones salieron casi al instante – remarcó el deportista de precisión –. Como siempre, los expertos de Infraestructura y Obras y de la Guardia Real no hallaron nada de eso y concluyeron en la debilidad estructural producto de la Gran Catástrofe.
_Esperemos, entonces, que nunca pase nada como eso – deseó Kevin –, que no fallezca ningún hada u otro ser elemental. A un si no fuera eso, que no hagan nada que perjudique a otros.
Era el momento de ir cerrando la conversación, porque las mujeres ya habían terminado de preparar la comida y se acercaban con ella al lugar en que esperaban los hombres. La frase final le quedaba a Eduardo.
_Al mismo tiempo no deben ser pocas las personas que desean que los ilios den un paso en falso, y que puedan conseguir todas las pruebas para demostrarlo. Eso dejaría expuestos a los ilios como mínimo al descrédito.

Antes que se hubieran cumplido las primeras doce horas del Uno de Diciembre – Chern número treinta, en el calendario antiguo de las hadas – las damas aparecieron frente a sus respectivos compañeros, trayendo consigo una fuente de porcelana repleta con la comida, una especie de pasta parecida a los ravioles rellena con vegetales, y la salda roja para usar como aderezo (las hermanas apagaron el fuego usando magia). Dejaron la fuente en el suelo y los seis, cada uno con su plato, se sentaron alrededor, formando un círculo, y dejando en evidencia una de las más antiguas y conocidas imágenes de las que tanto se enorgullecían los seres feéricos; la de una familia compartiendo la comida. Y era algo que todos disfrutaban a lo grande. Principalmente Eduardo, que rara vez tuvo estas oportunidades desde el fallecimiento de sus padres hasta los inicios de Marzo, cuando Isabel entrara en su vida. A los días lo hicieron Cristal y Kevin, y por último Wilson e Iulí, día desde el cual no dejó de afirmar que por fin tuvo lo único que le faltaba para beneficiarse de la felicidad completa. Viendo a su mejor amigo, a las atractivas hermanas y a sus futuros suegros, y en tanto se servía una porción, repitió, en silencio, eso de que la vida le sonreía y daba oportunidades a quien las mereciera. Teniendo familia, amigos, casa, trabajo, una posición económica consolidada y popularidad a causa de sus logros y actos, no había nada por lo que tuviera que preocuparse.


FIN


--- CLAUDIO ---

No hay comentarios:

Publicar un comentario