Ningún pronóstico estuvo equivocado, de los
que hicieran Kevin, Eduardo y la princesa Elvia.
El día domingo uno de Diciembre – Chern
número treinta –, a las ocho en punto.
Aun cumplidos ciento cuarenta y nueve días
desde su vuelta, Iulí, Wilson e Iris continuaban teniendo enormes popularidad y
prestigio (lo mismo que las otras “ex-almas solitarias” existentes en el
planeta), igual que los individuos que los trajeron de regreso. Literalmente,
en la semana posterior no se habló de otra cosa y casi todos los medios
gráficos insulares le dedicaron al asunto no menos de diez páginas. No pasaron
más de seis horas aquel cinco de Julio (Iiade número diecinueve) para que el
acontecimiento tomara estado público dentro y fuera de las fronteras insulares:
se había descubierto la posibilidad de volver atrás con la magia que daba
origen a las almas solitarias. En solo una semana, esa especie elemental
desapareció y de dicho reino la cantidad de especies se redujo a sesenta y
cuatro.
En Del Sol se había producido todo un revuelo
durante la madrugada y la mañana posteriores al evento, que muchos clasificaron
sin dudarlo como uno de los más trascendentales desde el surgimiento de la
especie feérica, a medida que iban conociéndose los detalles y sabiéndose
quienes eran los tres individuos que estaban de regreso en la población, porque
la noticia, tan importante, corrió como el viento.
En la periferia de la ciudad, por ejemplo, la
calma y la quietud nocturnas del barrio Barraca Sola se vieron interrumpidas
desde que un día sucediera al otro, cuando las hermanas de aura lila rompieran
en llanto y soltaron demostraciones emocionales de las más variadas, todas
colmadas de alegría y felicidad, al ver como sus padres atravesaban la entrada
de la casa. Ninguna de las dos podía dar crédito a sus sentidos – les pareció
que lo que veían no era real – y no lo creyeron hasta unos instantes después de
la impresión inicial. Creyeron que se habían quedado dormidas allí, en la sala,
con la cabeza y las manos apoyadas sobre la mesa, y que lo que estaban viendo
era solo un sueño. No se trató de uno, de una ilusión ni de cualquier otra cosa
más o menos parecida. Wilson e Iulí, los padres de Isabel y Cristal,
atravesaron la puerta justo después de los gestos hechos por el
artesano-escultor y sin pensarlo ni dudarlo corrieron a abrazar a sus hijas.
Una a una y luego un abrazo grupal. No hubo dudas que para los cuatro ese
acontecimiento, ese instante particular de sus vidas, sería imborrable, y por eso
un registro eterno (siempre presente, siempre alegre) en la memoria de todos.
“Pero, ¿cómo fue que pasó esto?”, puedo preguntar la mayor de las hermanas,
temblorosa y con los ojos humedecidos, y sus esfuerzos haciendo por articular
las palabras. Estaba intentando serenarse, a sabiendas de que no lo lograría, y
tampoco su hermana. “¿Cómo lo hicieron?, ¿cómo lo consiguieron?”, inquirió
Cristal, con ambas manos sosteniéndose del borde de la mesa. Su estado de
nervios tenía las mismas condiciones que el de Isabel. Las atractivas hadas de
aura lila permanecerían asín quien sabe por cuanto tiempo. Sus compañeros
sentimentales y prometidos intervinieron en el felicísimo reencuentro y con sus
primeras palabras anunciaron que había sido gracias a sus acciones que este par
de hijos prodigios de Del Sol y todo el reino estaban nuevamente entre los
seres feéricos, nuevamente como dos de estos. A las acciones de ellos y las de
la princesa insular. Isabel y Cristal, imposibilitadas para sostenerse de pie
sin mantener sus manos apoyadas en algo, sintieron el incremento en su
nerviosismo, al conocer lo de la participación de su amiga – y eso que todavía
no sabían lo de la Casa de la Magia, incluida la batalla con el MïNuq –, y que
esa era una de las dos razones por las que los seis debían dirigirse ahora
mismo al Castillo Real. Cuando las hermanas, todavía imposibilitadas para
reaccionar y comportarse correctamente, les preguntaron por qué tenían que ir
al centro de la ciudad, cual era la otra razón, los hombres contestaron que
Iulí y Wilson no fueron los únicos que habían logrado “volver”.
Ante lo obvio, cundió el silencio por unos
pocos segundos.
Las hermanas ya conocían las respuesta, pero
no lo iban a creer sino hasta que vieran la escena con sus propios ojos, y así
y todo les costaría trabajo creerlo. Volvieron Isabel y Cristal a tener los
ojos abiertos de par en par y adoptaron expresiones colmadas de sorpresa y
desconcierto… y alegría. “¿Iris?”, preguntaron ambas. “Iris”, contestaron
Eduardo y Kevin, que les hicieron saber – sin darse cuenta que todos estaban
incorporándose – que ellos fueron los responsables directos de que la antigua
jefa del MEU y su futuro suegro estuvieran de vuelta entre las hadas, en tanto
que la princesa Elvia lo había sido de Iulí. Tan emocionadas, alegres y felices
estaban las chicas que levantarse de sus asientos (al final, tuvieron que
sentarse) pareció una tarea titánica y caminar uno o dos pasos terminó por
volverse complicado. “No hay tiempo para
arreglarse, porque eso no es importante ahora”, avisó Eduardo, reafirmando que
el castillo, en el casco histórico de la ciudad, era el lugar al que debían ir.
“Ustedes van a tener que encabezar la marcha”, pidió Kevin a las antiguas almas
solitarias, porque el y su amigo tendrían que ayudar a las hermanas a moverse,
llevándolas del brazo, la mano o la cintura. Aunque se hallaran en pleno uso de
sus facultades y sentidos, entendiendo perfectamente lo que estaba pasando,
ninguna de las dos creía contar con las fuerzas necesarias para caminar, reaccionar
ni comportarse con normalidad, producto de la conmoción – el malestar no estaba
en la mente o lo físico, sino en las emociones –, y la única mejoría,
insignificante si se la comparaba con todo lo demás, fue que habían logrado, al
momento de desplegar sus alas en preparación para el vuelo, detener las
lágrimas que estuvieron soltando durante los últimos diez a quince minutos.
“Tuvimos razón”, pensaron Kevin y Eduardo,
mirando los alrededores.
En el exterior, las hadas y los seres
elementales de hábito nocturno (liuqis, vampiros, los gnomos exploradores…)
reaccionaron con gestos y expresiones que denotaron absoluto desconcierto y
absoluta sorpresa. Voces por lo bajo o no, comentarios entre ellos, sonrisas
demostrativas de alegría, individuos en solitario que hacían gestos para
demostrar sus emociones y otro tanto de manifestaciones alegres fueron la
agradable compañía que tuvo el sexteto, pero en particular las ex-almas
solitarias, en bajo y lento vuelo desde la vivienda hasta la puerta espacial
primero y después en el recorrido sobre la plaza central, los jardines
frontales del Castillo Real y de este los corredores de la planta baja y el
primer piso, hasta llegar a la oficina de la reina, y reconocieron que, si no
fuera por este singularísimo acontecimiento, el lugar estaría sumido en el
típico movimiento nocturno, protagonizado este por las hadas guardianas, los
empleados de maestranza y los escasos administrativos del turno nocturno. En la
entrada de la oficina principal, los guardias se hicieron a un lado. Estos
hombres los dejaron pasar sin dudarlo, pues estaban tan impresionados y
emocionados por haber visto caminar a Iris por ese mismo corredor hacía tan
solo unos minutos – “¡Larga vida a la princesa!”, habían exclamado – que no
dudaron en que este par vendría pronto. Para los guardias, un acontecimiento
como este, inédito y feliz, merecía algo especial, como el apretón de manos
previo a cederles el paso. Para ellos, como para cualquier otro, este trío de
individuos feéricos que estaba de vuelta eran auténticas celebridades y claros
ejemplos a seguir. Las hazañas deportivas de Wilson, el atractivo físico de
Iulí y la inteligencia de Iris eran modelo para las hadas de ambos sexos, y lo
menos que podían hacer, pensaron – las formalidades podían quedar para otro
momento – era demostrar todos los buenos deseos y afectos que la situación
ameritara.
Las reacciones de la reina Lili no fueron
nada distintas a las de las hermanas. Ella estaba allí, en extremo feliz y
dichosa por el regreso de Iris. Estaban acompañadas por Lursi, por Nadia, que
había decidido pasar la noche en el castillo (tendría mucho trabajo en la
jornada de hoy) y la princesa Elvia, quien en menos de cinco minutos
descubriera que los de mantenimiento en el Banco Real podrían prescindir de ella.
La pareja de médicos fue la primera en dar la bienvenida a los recién llegados,
reaccionando casi igual a como lo hicieran momentos antes al ver a Iris. No
solo reinaba la algarabía a causa del “trío recuperado”, sino también el
desconcierto. En tanto iban ocupando los lugares alrededor del escritorio,
podían visualizar que de uno a otro instante, el Castillo Real habría de
adquirir el mismo bullicio, ruido y movimiento que en pleno día, cuando la
jornada laboral estaba a pleno. Y luego seguirían el barrio Plaza Central, los
otros barrios de la capital, el resto de Insulandia, el continente centrálico…
a causa de las hadas que eran capaces de volar a velocidades increíbles, el
comercio y la comunicación postal constantes, las puertas espaciales y las hadas
que podían mantener la comunicación mental entre si, la noticia se conocería en
todo el mundo en cuestión de, probablemente, un día. La reina Lili pudo mostrar
una mayor capacidad que las hermanas para contener la inmensa alegría que
estaba sintiendo y mantenerse más serena que sus súbditas. No mucho más, sino
lo suficiente como para poder dirigir correctamente la reunión. Y la primera
pregunta que formuló, como no pudo ser de otra manera, fue:
_¿Alguien tiene algo para decir?.
Pensó, y con acierto, que el humor sería una
herramienta ideal para descargarse. Para mitigar las tensiones e intentar que
los nervios volvieran a su estado normal.
Durante las cuatro horas y media que
siguieron, Eduardo, Kevin, la princesa Elvia, Iulí, Wilson e Iris comentaron
con detalles todo lo que había conducido a la recuperación de las almas
solitarias, dando inicio a la historia con la muerte de los dos guardias el
veinte de Agosto (Sefht número siete) del año cinco mil sesenta y cuatro,
evento de la historia mundial, conocido por todas las hadas, que motivara a
Iris a fundar un grupo especial, el Movimiento Elemental Unido (MEU) que
tuviera como objetivo principal, cuando no único, la eliminación total de los
ilios. “Y si es posible también su desaparición de la memoria colectiva e
individual de todos los seres elementales”, concluyó Iris la introducción. Esas
palabras, de hecho, formaban parte de los textos históricos previos a la Guerra
de los Veintiocho. “Y ahora, la parte que no conocen”, agregó.
El relato que siguió implicó la participación
de los seis individuos que estuvieron implicados en el evento trascendental.
Hablaron del trabajo desarrollado por Mücqeu, la eminente bióloga a quien
volvió a considerarse como una de las científicas más brillantes de todos los
tiempos, y de como hubo de morir después de una batalla contra los ilios,
cuando se encontraba en viaje hacia la guarida de los líderes del MEU,
disimulada la invención, por si hubiera espías, como un presente para Iris con
motivo de su cumpleaños el dieciséis de Octubre (Norg número doce) de cinco mil
setenta y nueve. Omitieron cualquier otro evento, ya que la Guerra de los
Veintiocho era conocida por todos, con más o menos detalles, así que saltaron
del día en que se descubriera la identidad de la lideresa del MEU al día en que
Iris recuperara el recuerdo olvidado por causas inexplicables. De esa jornada,
al momento de la despedida de Kevin, Cristal, Eduardo e Isabel, cuando
sostuvieran la primera reunión familiar con las por entonces almas solitarias,
y Wilson les hiciera prometerles que los ayudarían de necesitarlo. Hablaron del
instante en que el antiguo jefe del MC-A, Kevin, recuperara el recipiente
olvidado en un túnel sin uso, probablemente construido por los gnomos antes de
la Guerra de los Veintiocho y usurpado por los ilios, y de como la recuperación
azarosa había reducido a nada lo que bien pudo ser un dineral incalculable y
cientos de expertos trabajando en absoluto secreto por todo el planeta para
intentar hallar el objeto, quien sabe por cuanto tiempo. Kevin y Eduardo
escucharon la historia hasta el fallecimiento de la eminente bióloga y el
artesano-escultor abrió el recipiente, tras lo que ambos y las almas solitarias
supieron por fin en que consistía el trabajo de Mücqeu, y que uno de los
elementos en el consignados, la piedra ocular, los obligaría a hacer el
peligroso viaje a la Casa de la Magia. Habían acordado no decir una palabra a
Isabel y cristal, para no alarmarlas por cual sería su suerte ni la de las
almas solitarias. En la mañana siguiente había hecho su entrada la princesa
Elvia, tan emocionada como los hombres por el posible regreso de Iris, Iulí y
Wilson. Usaron la tele transportación para alcanzar el límite de las defensas
exteriores de la isla en cuestión y desde allí a la costa hicieron el viaje
desafiando los intempestivos vientos y aguas – “¡Al carajo!”, dijo el dúo de
hombres, optando por contar todo tal cual había pasado, sin omitir nada de
aquello que prefirieron en tanto estaban a la caza de las piedras oculares –
viajando más seguros en las atemorizantes fauces del inmenso depredador en que
se hubo de transformar Eduardo, en el primer intento, y quien además había
logrado hablar estando convertido (Isabel si estuvo muy orgullosa de su novio y
prometido, y lo premió con un beso y un abrazo). Hablaron los tres viajeros de
las trampas que sortearon, del escape de Kevin de una de ellas estando
transformado en la anaconda real, de la obtención de las doce piedras oculares
y del MïNuq al que derrotaron y destruyeron. Abandonaron la Casa de la Magia,
recorrieron nuevamente la distancia y, ya en la recámara del Banco Real,
repasaron una última vez el trabajo de Mücqeu y decidieron quien de ellos se
ocuparía de las almas solitarias, procediendo entonces a ejecutar la tarea.
_Y acá estamos., dijeron al unísono Eduardo,
Elvia y Kevin.
El silencio volvió a reinar tras esa frase.
La reina Lili, las hermanas, Lursi y Nadia
quedaron boquiabiertos y con los ojos formando dos círculos perfectos. No
podían creer, les costaba trabajo hacerlo, que ese par de hombres y la heredera
insular hubieran puesto en juego sus vidas de semejante manera. Describieron
tan detalladamente sus experiencias de ayer que no dudaron en efectuar varias
veces gestos que combinaron espanto con angustia y sorpresa, por lo que pudo
haberles pasado. Pero no había allí enojo con ninguno de los tres, ni nada
parecido. Los mandamases del Consejo SAM, la reina y las hermanas aun no
hallaban la mejor forma para reaccionar ante esta situación única, sobre lo que
para ellos representaba el hecho de tener a estas “celebridades” de vuelta. Si
hubo allí momento para una reacción ya prevista, un tanto hilarante, que fuera
tal vez lo único que no estuvo a tono con la reunión ni con la atmósfera que
imperaba en la oficina, y fue cuando Isabel y Cristal hicieron, tal cual, lo
que imaginaron sus compañeros de amores y la princesa: despotricaron a causa de
lo que calificaron como una irresponsabilidad máxima, incluido, por supuesto,
eso de que pudieron haber comprometido el mando en el Consejo de Cultura y,
peor, el trono insular. A ese respecto, no había otra cosa que hacer más que
dejar que el tiempo se ocupara de disipar los miedos e impresiones negativas
surgidas desde que Elvia, Kevin y Eduardo empezaran el relato.
Noventa minutos más siguieron a los otros
doscientos setenta, ya con los rayos solares colándose a la oficina por la
ventana y el resto del Castillo real retomando de a poco el acostumbrado
movimiento de un día hábil, esta vez con el añadido tan trascendental de tener
allí a tres individuos que hasta el día anterior habían sido almas solitarias.
En la oficina, la reina Lili, Lursi y Nadia pasaron la última hora y media con
esa característica mezcla de emociones y sentimientos encontrados. Hubiera sido
imposible no haberla tenido. Y no se trataba solamente de la integridad del
mando en uno de los Consejos Reales ni el trono insular lo que estuvo en juego,
ni las vidas de la princesa y los dos hombres. Cualquiera de ellos, o todos,
pudieron haber resultado leve o gravemente heridos – de eso hubieran dependido
las estadías en el Hospital Real – o perdidos, o con las trampas en el interior
de la isla. Trataron de no concentrarse en lo que pudo salir mal, sino en lo
que salió bien. Los tres viajeros con vida (aunque no ilesos) y su misión
realizada con éxito. Concentrarse en lo positivo fue, finalmente, lo que
necesitaron la reina Lili, Lursi, Nadia y las hermanas para salir de la
impresión que se llevaron al ver “recuperado” al trío de seres feéricos.
Al final, para cuando se levantaron de sus
asientos, la atmósfera había cambiado bastante. Prácticamente ya no reinaban el
susto por lo que pudo haberles pasado a la heredera insular, al
artesano-escultor y al arqueólogo en la Casa de la Magia, ni tampoco la
impresión ni la sorpresa por haber visto a Iulí, Wilson e Iris. Los últimos
tres minutos en la oficina real transcurrieron con ánimos y palabras relajadas,
como usualmente se comportaban las hadas, aun en los momentos difíciles. Cuando
la puerta se abrió y salieron al corredor, se hicieron acreedores
instantáneamente de aplausos y vítores que rompieron definitivamente el
silencio de la mañana – Lili, Lursi y Nadia prefirieron quedarse un paso atrás,
viendo que el protagonismo en esta historia no les correspondía a nadie más que
a las ex-almas solitarias y a sus rescatadores –, así que dejar el corredor
demandó mucho más tiempo del habitual. Por lo que hicieron, Eduardo, la
princesa Elvia y Kevin pronto se encontraron dándole la mano o abrazando a no
menos de una veintena de personas, en el trayecto desde la oficina hasta la
escalera que llevaba a la planta baja, y luego más allá. Por lo que fueron (y
volverían a ser), las antiguas almas solitarias vivieron una situación
idéntica.
Durante los primeros días posteriores al regreso
tan asombroso como inesperado de Iris, Iulí y Wilson (también el de los otros
individuos que se transformaron en almas solitarias, procesos de recuperación
que en promedio demandaron una hora cada uno, llevados a cabo todos en dos
días) fue el más sobresaliente de los temas de conversación en las oficinas,
locales comerciales y gastronómicos, reparticiones públicas, parques, plazas,
clubes y cuanto ámbito hubiese en la sociedad, y fue el acontecimiento que más
páginas ocupó en El Heraldo Insular y los demás medios gráficos del
archipiélago, e incluso más allá de este. Desde aquel día, todos los tirajes
incluyeron artículos al respecto. La opinión común surgida entre las hadas y
otros seres elementales fue la misma que la que tuvieron la reina Lili y las
hermanas de aura lila al ver por primera vez a este trío de hijos prodigios:
una gran emoción y alegría por tenerlos de vuelta, verlos allí como antes de
que hubiesen decidido aplicar el complicado hechizo que jamás alguien había
logrado ejecutar correctamente y una mezcla muy notoria de sentimientos
respecto de los individuos que lograron que esos egresos fueran una realidad.
También tuvieron la oportunidad de revalidad a Mücqeu como una de las mentes
más brillantes de todos los tiempos.
Eduardo, Elvia y Kevin pasaron a ser
celebridades para la comunidad elemental, sobre todo para los seres feéricos.
Más que eso, se cubrieron con los más altos honores. El Consejo Real en pleno,
por ejemplo, les dio el reconocimiento al declararlos héroes insulares, otorgándoles
el premio a la “Armonía y la Concordia” y a los “Servicios Sociales”, dos de
las máximas distinciones que concedía el Estado, con lo que cada uno obtuvo
además la suma de dos millones novecientos sesenta y dos mil quinientos soles,
porque eso se hubo de lograr con el trío de regresos: la unidad de las
diferentes especies que formaban el reino elemental – los ilios fueron la única
excepción, desde el primer momento –, encolumnados todos los individuos detrás
de estas tres personas que representaban verdaderos ejemplos a seguir. Las
diferencias que aparecieron entre los consejeros reales y la reina Lili
respecto de cual de los premios dar a los tres hizo que decidieran los
funcionarios conceder ambas distinciones, más la cifra surgida de dividir el resultado
de la suma de ambos premios: dos millones ciento veinticinco mil soles por
Armonía y Concordia y tres millones ochocientos mil por Servicios Sociales. No
fue una ceremonia discreta la que se llevara a cabo el décimo día de Julio
(Iiade número veinticuatro, en el calendario antiguo), por más que lo quisieron
así los organizadores tanto como los
homenajeados. Se llevó a cabo en el principal salón para ceremonias y reuniones
del Castillo Real, ante una gran concurrencia de elementales que estuvieron allí
como invitados. A modo de retribución, fueron Wilson, Iulí e Iris quienes les
dieron a Kevin, la princesa Elvia y Eduardo las medallas y los certificados que
daban validez a la transferencia del dinero desde las arcas estatales a las
cuentas particulares del trío, y a cada entrega le siguió una salva de
ovaciones y aplausos aun mayor que aquellas que recibieran los hombres (también
Lursi y Oliverio) el día en que ganaran los premios al valor y al mérito en
grado plata, por sus actuaciones durante l Gran Catástrofe. El Himno y la
Bandera de Insulandia, además de todas esas acostumbradas alegorías culturales
– pinturas, arreglos florales, los ornamentos, la disposición de los muebles… –
engalanaron el auditorio y contribuyeron por demás a que hubiera esa sido una solemne y memorable jornada.
Pero las distinciones no se terminaron allí, porque apenas una semana después,
el diecisiete de Julio (el último día del séptimo mes, en el calendario
antiguo), los tres se convirtieron en los más recientes ganadores del “Premio
del Sol y la Luna”, en otra pomposa ceremonia, esta llevada a cabo en la sede
central del Consejo Supremo Planetario, el CSP, ante delegados representantes
de los setenta y seis países y de estos incluso algunos de sus titulares (reyes
y reinas). Fue el mismo premio que recibieron además las hadas que hubieron de
“traer de vuelta” a las otras almas solitarias, quienes también sobresalieron
por uno o más hechos en su momento. Después del agasajo posterior a la
premiación, todos abandonaron la sede, una auténtica joya de la arquitectura
tan antigua como importante e imponente, y volvieron a sus respectivos países
cubiertos de una gloria bien merecida y ganada con la que ni siquiera habían
soñado, una de las mayores, cuando no la mayor, a la que cualquiera de las
hadas podía aspirar.
Ya de vuelta el Del Sol, el trío tuvo que
aprender a convivir con ese crédito tan abrumador, algo que no les hubo de
resultar sencillo durante los primeros días, los que le quedaron a ese mes.
Además, estaba el hecho de que los tres se habían convertido en personas
adineradas. Retomaron su rutina diaria y de una forma o de otra fueron el
centro de la escena adondequiera que estuvieran, y conformaban con que, con el
tiempo, pudieran volver a ser como antes de haber viajado a la Cada de la
Magia: nada más que tres individuos que no deseaban hacer otra cosa que sus
respectivos roles y papeles en el desarrollo
del reino, incluidas las reconstrucciones producto de la Gran
Catástrofe. Ese retorno a la normalidad estaba siendo por demás lento.
Eduardo había desarrollado, hasta la tarde
del último día de Noviembre (Chern número veintinueve) otras dos tareas, una en
campo abierto y otra en un laboratorio, en materia de arqueología submarina,
junto a un equipo de expertos en el que nuevamente estuvo participando su
compañera de amores – Isabel no estuvo nunca al margen de la gloria,
advirtiendo que formaba parte de ella desde el primer momento, principalmente a
causa de sus padres – En el primero tuvo que supervisar, dirigir y coordinar
las primeras extracciones de nuevas piezas halladas en el fondo de un mar
interior del sur de Insulandia, que databan, se creía, del tercer milenio
posterior al Primer Encuentro, a raíz de la recuperación en mayo de la primera
pieza (una vasija de cerámica); y en la segunda de las tareas tuvo que
actualizar el contenido de un pesado volumen de trescientas páginas dedicado al
estudio y los cambios en el relieve (geomorfología) en relación al asentamiento
de las poblaciones primitivas, para lo que contó con ayuda de expertos
antropólogos y geólogos. Eduardo e Isabel, que ya se habían ganado el aprecio y
estima del común del personal del Consejo de Arqueología y Genealogía y del MRA
(Museo Real de Arqueología), estarían libres de obligaciones laborales durante
la totalidad del mes de Diciembre, Nios en el calendario antiguo de las hadas,
y los primeros quince días del año siguiente.
Kevin tuvo mucha más suerte de la prevista al
encarar ese proyecto laboral en el Mercado Central de las Artesanías junto a
sus socios, que fueron algunos de sus más estrechos colaboradores en dicho
establecimiento. En los últimos días de Julio y los primeros de Agosto fue el
momento de la apertura de un comercio de dos plantas (ventas y canjes en la
baja y taller-fábrica en la alta, como casi todos en el MC-A) dedicado a las
artesanías hechas con madera. El lugar fue un éxito desde el principio,
posiblemente como consecuencia de la hazaña del prometido de Cristal (esta ya
estaba trabajando en la sala médica de Barraca Sola), y tanto Kevin como sus
socios no daban abasto con el trabajo, como todos en el mercado, y por primera
vez empezaron a barajar la posibilidad de contratar personal.
La princesa Elvia reasumió todas sus
responsabilidades en el Consejo de Cultura de Insulandia cubierta con la gloria
y fama que llegaron tan súbita como repentinamente. En la reunión que los
Consejeros y la reina Lili sostuvieron el trece de Julio (Iiade número
veintisiete), un sábado por la mañana y hasta las trece treinta, fue recibida
cálidamente y con aplausos por sus colegas, que esperaron de pie hasta verla
ingresar al recinto. Dos días más tarde, el lunes desde bien temprano, se puso
manos a la obra inmediatamente y de lleno se sumergió en las rutinarias, aunque
muy interesantes y emocionantes para ella (para todo el mundo, en realidad)
actividades y tareas del Consejo a su cargo.
No pasaron muchos días, tan solo ocho, para
que las antiguas almas solitarias recuperaran su cotidianeidad, aquella que
Iris perdiera, o empezara a perder, al salir a la luz el secreto del liderazgo
del MEU, un semestre después de empezada la Guerra de los Veintiocho, y que
Wilson e Iulí lo hicieran cuando se enfrentaran a ese peligro tan grande que
fue el viento huracanado. Los tres tuvieron su completa readaptación total a la
sociedad en cuestión de un mes, y para cuando el mes de Agosto terminó
volvieron, literalmente, a ser una brillante economista, un excelente
deportista y una talentosa modelo.
No bien obtuvo su carta personal el Nueve de
Julio /Iiade número veintitrés, Iris volvió a formar parte de la junta
directiva del banco Real de Insulandia, conformado además por otros siete
ejecutivos, uno de estos el directos, donde fue recibida con los más altos
honores en dos ocasiones especiales, totales símbolos para ella. Primero fue el
quinto día de ese mes (Iiade número diecinueve), cuando estuvo simplemente
porque se quiso dar el gusto que perdiera hacía milenios: estar allí como un
ser feérico y no como un alma solitaria. Apenas la vieron las primeras
personas, usuarios o clientes y unos pocos guardias, aparecer desde la
distancia caminando, de vuelta (como siempre, en realidad) con el vestido y
calzado tradicionales de una tonalidad oscura de negro, el cabello largo suelto
y, prendida al lado izquierdo de su pecho, una Medalla del Sol y la Luna ganada
algunos años antes de la Guerra de los Veintiocho, se produjo una revuelta
cargada de alegría y emoción. Iris hizo el trayecto desde el Castillo Real,
adonde por supuesto estaba viviendo y donde había fijado su residencia, como
correspondía, hasta el Banco Real volando a una velocidad normal y no muy alto,
sola y sin escolta militar, y la razón para que hubiera tardado tanto, más de
tres horas en llegar, porque a distancia no era mucha, y menos volando, era que
no quiso dejar de saludar a cuanto ser feérico se hubo de cruzar, no inferior a
los trescientos individuos. Muchos de estos, por no decir todos, convinieron en
que una forma adecuada de “darle la bienvenida” era saludarla y llenarla de
elogios respecto a su obra en la institución bancaria en el pasado, lo bien que
había cumplido su papel como miembro de la familia real insular – alguna que
otra hada le hizo saber por lo bajo que estuvo de acuerdo con ella y las
consignas del MEU –, y además porque continuaba siendo una princesa. El día de
su vuelta al trabajo ocurrió exactamente lo mismo. Iris fue la acreedora del
sonido festivo que combinó aplausos con ovaciones, y unos pocos piropos
aislados, a los que reaccionó sonrojándose, en el camino desde el castillo
hasta el banco y luego, ya en este, desde el acceso principal hasta la oficina
donde a diario se hacían las reuniones del directorio. Tendría la presentación
formal ante esas personas y el personal en general antes de abocarse de lleno
al Departamento de Compras, vacante tras la muerte de su jefe durante la Gran
Catástrofe.
Ese mismo día, el nueve de Julio o Iiade
número veintitrés, según cual calendario se usara, Wilson, exultante y en
extremo feliz, volvió a poner los pies, nuevamente como un ser feérico, en el
Complejo Deportivo de Precisión, una institución afamada en el barrio Arroyo
brillante, por la mañana, y en el Mercado Central editorial y Gráfico por la
tarde, donde funcionaban las rotativas y oficinas del mensuario “El Deportivo”.
Tanto en uno como en otro lugar, el padre de Isabel y Cristal fue recibido como
lo que era por los directivos, el personal y los visitantes (turistas,
clientes, inversionistas…): una celebridad y un hijo prodigio. Wilson no estuvo
en ambos lugares ese días más que para socializar con las hadas e individuos
elementales y recorrer las instalaciones a las que hubo de encontrar
diferentes. Sabía que eso no era cierto, que solo lo cosmético había cambiado,
que se debía a los sentimientos y las emociones que en el surgieran a causa de
su recuperada condición feérica, pero aun así no quiso dejar de prestar
atención a todo, a casa cosa de las que estuvieron allí, tratando de captar
todos los detalles. Y fue lo mismo en todos los días posteriores, a medida que
iba recuperando ese y los otros aspectos de su vida. Este era solo uno, el
laboral. Respecto del CoDeP, como se conocía popularmente al prestigioso e
histórico complejo, no pasaron más de siete días para que Wilson volviera a
practicar ese deporte que tanto lo hubo de apasionar desde la infancia
temprana, las competencias de tiro con arco y, en menor medida, con ballesta.
Se alegró bastante al descubrir que su talento y experiencia no hubieron de
mermar después de tanto tiempo, y para cuando llegó a su término el séptimo mes
del año, ya se estuvo anotando para el campeonato regional central del reino,
que se desarrollaría en Febrero del año próximo, y si lograba clasificar entre
la primera y la sexta posición podría participar en el campeonato insular.
“¿Por qué no en el continental y el mundial?”, se ilusionó, cuando repitió la
hazaña del acierto de los mil metros. Practicaría un día y otro hasta el inicio
del torneo regional, donde participarían otros sesenta y tres deportistas, una
actividad que combinaría con su otra ocupación laboral, la de columnista de
deportes de precisión en “El Deportivo”, cuya edición del mes de Agosto incluyó
media docena de páginas alusivas a su regreso, con una entrevista al propio
Wilson y fotografías de su glorioso pasado como prócer de la arquería insular.
Varios lugares le estuvieron dando vueltas
por la mente a Iulí, que estuvo tratando de decidir cual podría ser el indicado
para poner los pies en primer lugar, durante el día posterior a su regreso,
hasta que finalmente optó por aquel que, sabía en el fondo desde el principio,
que lo haría. En las afueras de Del Sol, no muy lejos de Barraca Sola, estaba
el instituto donde cada día hábil iban las hadas del sexo femenino para empezar
su inserción en el mundo del modelaje. Ese lugar, tal vez el único en Insulandia
carente totalmente de presencia masculina en cuanto al persona, instrucción y
aprendizaje, estaba dedicado a la capacitación y el perfeccionamiento de este
oficio, y era al que Iulí acudiera por primera vez cuando llegara a la
adolescencia, persiguiendo su deseo de convertirse en modelo. No bien puso los
pies en la entrada, fue recibida tal como el otro par de antiguas almas
solitarias en el Banco Real, el CoDeP y el MC-EG, con aplausos y otro tanto de
demostraciones que rebosaban alegría y afecto, las que se prolongaron durante
alrededor de un cuarto de hora. El hada de aura lila descubrió que el lugar era
distinto a como ella lo recordaba, lo mismo que viviera, sintiera y
experimentara su marido en relación al CoDeP. Estaba igual, pero al mismo
tiempo diferente. Lo nuevo era la cantidad de mujeres que había allí, todas
persiguiendo su sueño de convertirse en modelos y dedicarse en una forma u otra
a ese ámbito, de edades varias, e Iulí no pudo menos que demostrar sorpresa al
descubrir que ahora no existía la restricción para las damas menores de catorce
o quince años para aprender y estudiar allí (si las hubo en su época),
descubriendo que en ese grupito de cinco chicas que ensayaba en uno de los
salones, nadie debía de tener más de ocho o nueve años. También había una mayor cantidad de
instructoras, muchas de las cuales habían sido compañeras suyas en la etapa de
aprendizas y, tiempo después, en la laboral. La madre de Cristal e Isabel
sintió que estaba en su mundo. “¿Hay lugar para una más?”, fue la pregunta que
hizo a la directora del lugar, una vez que hubo de terminar el calurosísimo
recibimiento y los saludos formales, de camino ya a las oficinas
administrativas. Iulí no necesitó reiterar la pregunta ni una sola vez, y al
día siguiente estuvo estampando su firma en el contrato laboral, para revalidar
el verbal.
Para cuando el trigésimo y último día del mes
de Noviembre (Chern número veintinueve, en ese calendario tan vigente como
antiguo), los tres habían logrado reinsertarse por completo en la sociedad
insular, como la dejaran al aplicar la magia imposible. Parecía que nada de eso
hubiera pasado, que Iulí, Wilson e Iris nunca hubieran sido almas solitarias.
En la vida, social, la familiar, la laboral y la comunitaria… todo estaba
saliendo nuevamente de maravillas, tal y como lo dejaran, como lo recordaran.
Todas las impresiones de los tres quedaron en el pasado y vieron como pudo su
vida reconstruirse en todos los aspectos. El laboral fue el que menores
esfuerzos demandó a Iris, que en solo cuatro meses y tres semanas logró que el
Departamento de Compras del Banco Real tuviera el doble de eficiencia que los
primeros siete meses del año en conjunto; a Wilson, que pudo destacar en el
CoDeP y El Deportivo, logrando cierta popularidad y adhesión con los deportes de precisión; y a Iulí, que
había formado parte del plantel de modelos en dos desfiles en tanto cumplía su
rol como instructora. Su caso fue el que más había destacado justamente por
tener “aprendizas”, un total de tres, que confiaron en ella para alcanzar ese
sueño. También sus rescatadores, vistos como celebridades, se hubieron de
liberar de las primeras emociones e impresiones y ahora estaban en procura de
recuperar la escasa normalidad que aún les faltaba. “Quien sabe cuando va a
pasar eso”, dijo un día la heredera insular, al reunirse los seis para
conmemorar el primer trimestre de los regresos.
---
El día domingo uno de Diciembre – Chern
número treinta – a las ocho horas en punto.
Con el Sol ocupando ya su lugar en el cielo,
y un calor que ya daba todas las señales de su aumento, Eduardo e Isabel
abrieron los ojos apenas pasadas cuatro horas de sueño corrido. En la madrugada
de hoy y la noche de ayer habían hecho lo de costumbre para ellos, salir a
divertirse, esta vez en un salón de baile de inauguración reciente en el barrio
El Mirador, cuyo atractivo principal (además de las camareras con escotes
generosos y pantalones ajustados) era la pista de baile de cincuenta metros,
tan bella como perfecta. Iulí, Wilson,
Kevin y Cristal también habían estado allí, demostrando con eso lo frecuentes
que se habían vuelto estas salidas. No era para menos en los casos de los
padres de las hermanas, puesto que durante años enteros estuvieron privados de
todas las cosas que habían hecho las hadas en sus vidas, en este caso la
diversión y el entretenimiento. Y esa era la razón por la que este día estaba
arrancando tan temprano, al menos fuera de lo habitual, para los residentes a
ambos lados dela Fragua 5-16-7. No bien terminaran su aseo y el desayuno, se
encontrarían con las ex almas solitarias en la sala principal de la vivienda,
además de con Kevin y Cristal. De inmediato, el sexteto pasaría todo lo que le
quedara al día en el Bosque de los Cinco Arroyos, aquel lugar en que, el último
día de Mayo – Tnirta número once –, Eduardo sufriera la transformación
involuntaria en el megalodón que un gran susto le provocara a su compañera y
prometida.
_Amo los pic-nics, de verdad., todavía
insistía Isabel, ultimando los detalles finales, y viendo un punto en
particular en el corredor.
Allí habían estado, hasta el día posterior a
la conversión de las almas solitarias, la fotografía de sus padres, junto a un
cirio lila y otro violeta. Un altar muy elaborado con el que Isabel rindiera
tributo todos los días a Wilson e Iulí, siguiendo la costumbre tan arraigada
por el respeto por los lazos parentales, una tradición y costumbre antiquísima
en la sociedad de las hadas. Era también una creencia carente de uno o más
dioses y de cualquier otra figura, que implicaba el culto y la veneración por
los antepasados y las fuerzas de la naturaleza – Eduardo había consignado esa
creencia en su lista de aspectos comunes entre los seres feéricos y los humanos
– que había motivado el establecimiento del Día de los Muertos, el cinco de
Diciembre, o Nios número cuatro, en el calendario antiguo.
_Ahora que reparo en eso, ¿dónde pusiste la
foto y los cirios?., quiso saber su novio, quien, para variar, estaba
esperándola en la sala.
Lo único que había quedado en el pasillo era
la repisa, ahora ocupada con una cajita de música, un regalo para Ambos por
parte de Iris con motivo del Día de la Primavera (una jornada tan esplendorosa
como la del Otoño y la del Invierno) que, al abrirla y darle cuerda, hacía
moverse a la bailarina al ritmo de una canción representativa de la cultura
insular.
_Los cirios ya se gastaron, duraron hasta el
fin del seis de Julio – l recordó Isabel, a quien ya se escuchaba salir del
vestidor –, y la foto está en uno de los cajones de i mesita de luz. Con ellos
nuevamente entre nosotros, no tenía mucho sentido conservar el altar.
Desde uno de los ambientes de junto, al hada
de la belleza se la escuchaba alegre y animada, mucho más que lo que estuvo
hasta los inicios del segundo semestre del año. La inesperada vuelta de sus
padres, como ella insistía casi a diario desde aquella jornada tan memorable,
había hecho que recuperase lo que le faltaba de ánimos y alegría, igual que su
hermana. No bien las impresiones iniciales se convirtieron en un conjunto de
muy gratos recuerdos, Isabel dejó de tener motivos para no sonreír y mostrarse
apagada, algo que le pasaba cada vez que pensaba intensamente en sus padres, o
cuando hallaba algo que hubiera pertenecido a ellos y se quedaba contemplando
ese objeto. Nada de eso pasaba ya y la hija mayor de Wilson e Iulí estaba al
fin libre de su único motivo de tristeza. Pensó que esta sería la mejor manera
de concluir el año, que diez mil doscientos cinco arrancaría a lo grande, y que
mañana, cuando empezaran a decorar la casa con los acostumbrados adornos, incluido
un árbol que aguardaba de momento en el taller-almacén – un pino de un metro y
medio de altura que compraran en la tarde de ayer –. harían tal cosa mucho más
animados que los años anteriores.
_No cambias nunca, por favor – repitió
Eduardo, cuando la vio hacer su entrada a la sala – Más bella que de costumbre.
Lo digo de nuevo. Kevin, Elvia y yo acertamos completamente haciendo aquello en
los inicios de Julio. Era lo que les faltaba a Cristal y a vos.
No solo el carácter y la personalidad de
Isabel habían cambiado – mejorado –, sino también el calzado y la vestimenta, a
lo largo de los últimos cinco meses. En este caso, llevaba la misma ropa que
aquella tarde en que Eduardo saliera por primera vez a recorrer el barrio a
comienzos de Marzo – el pantalón negro con hebilla de un material muy parecido
al poliéster, l camisa modal del mismo color que su aura con volados en los
puños y escote discreto y calzado con hebilla y taco corto –, pero no las
prendas, porque estas, las de ahora, tenían colores más vivos. También eran más
“alegres" las joyas que llevaba (aros y pulseras) y su nuevo peinado, con
el cabello algo más crecido, coronaba esta nueva personalidad suya.
_Como siempre, te agradezco mucho esas
palabras – respondió Isabel al halago, uno de todos los que ya eran costumbre.
El hábito de las mejillas enrojeciéndose había quedado ya perdido en el tiempo,
aunque aún persistía la leve sensación de que lo harían una vez más –. Me
mantienen viva y alegre, eso de viva en el sentido espiritual. Y no es solo conmigo,
¿o acaso me equivoco?.
Miró a su novio y sonrió. En la mayoría de
los ámbitos que frecuentaba, especialmente el bar El Tráfico en Barraca Sola,
Eduardo había pasado los últimos mese explicando a los hombres feéricos que
métodos usaban los individuos del sexo masculino en la Tierra para ganarse el
aprecio, amistad y amor de una persona del sexo opuesto, y uno de esos métodos
habían sido los piropos. Y estuvo pensando en algunos de los artículos de esa
lita que había armado, con aspectos comunes a ambas sociedades.
_El amor y las relaciones sentimentales son
temas complejos. No basta solo con que a una persona le guste otra del sexo
opuesto. Es más que eso – dijo Isabel luego de concluir el desayuno. Estaban de
nuevo en la sala principal, ocupándose de los últimos detalles, previo a dejar
la casa –. Aun su estudio y comprensión. Hay varios expertos que trabajan hoy,
y los hubo ayer, en ese tema, desentrañando todos sus secretos y misterio, o
tratando de desentrañarlos. Las cosas que descubren, las conclusiones a las que
llegan, no siempre son… no se, ¿satisfactorias?, ¿fidedignas?... ¿acertadas?.
_Está sujeto a opiniones e interpretaciones
de cada individuo., intervino su prometido, mientras ocupaban uno de esos
cómodos sofás.
Lo hizo sin ganas, porque lejos estaba de ser
un experto en esa que era definida por los seres feéricos como la fuerza más
poderosa de todas. No había experimentado ni sentido algo así hasta la primera
semana de Marzo, cuando abriera los ojos y descubriera a Isabel cerca suyo.
Todos sus conocimientos sobre el amor, o la aplastante mayoría de ellos, eran
posteriores a esa jornada.
_Exacto – coincidió el hada de aura lila,
quien con un movimiento involuntario vio, a través de la ventana, como sus
padre, su hermana y su futuro cuñado dejaban la casa al otro lado de la calle
–. No es algo que se pueda crear, dirigir, regular… o manipular ni nada de eso.
Simplemente aparece, o surge, y se queda. Personalmente, pienso que es algo tan
complejo e intrínseco que nunca se lo va a entender del todo. Y ahí es cuando
vuelvo a lo del desentrañamiento de sus secretos y misterios. Las hadas que se
ocupan de eso tienen un trabajo asegurado hasta su último día.
_¿Quiénes son ellos?, ¿a qué se dedican?.,
quiso saber Eduardo, viendo también a Iulí y Wilson, encabezando el grupo,
seguidos por Kevin y Cristal.
Los cuatro ya estaban cruzando la calle, y en
cuestión de segundos llamarían a la puerta.
_Filósofos, sociólogos, antropólogos… puede
ser cualquiera que se dedique a esas disciplinas u otras parecidas. A cualquier
cosa que tenga por objeto de estudio las emociones y los sentimientos – comentó
Isabel, guardando algunos soles en un bolsillo –. Y hablo de todos los
sentimientos y todas las emociones, no solo del amor. De el nunca se van a
tener todas las respuestas, creo yo, y tal vez sea mejor así. Pienso que tiene
que quedar como uno de los grandes misterios, y los estudios, ensayos y todo
eso extenderse para siempre. No se si sea exagerado o no, pero sería como
conocer el sentido de la vida, y ese es otro de los más grandes misterios que
desvela a la raza feérica – abrió la puerta que daba a la calle y al ver a su
familia se le dibujó la amplia sonrisa ya característica y los recibió
exclamando –. ¡Bienvenidos, pasen!.
Kevin, Cristal, Wilson e Iulí pusieron los
pies en la casa con la misma, o casi, expresión nostálgica de los días
anteriores – vivieron los padres en ella durante muchos años – y
correspondieron de igual modo el gesto de bienvenida. Sin poder (ni querer) contener la emoción por
estar allí con el par de anfitriones, los cuatro ocuparon cuatro sillas y, al
tiempo que los imitaban los locales, quisieron dedicarse de lleno al pic-nic
que estaba a minutos de arrancar. “¿Por qué no quedarnos más de un día?”, fue
la primera pregunta, formulada por Wilson, en tanto mostraba el contenido de
una de las mochilas. Argumentó para eso que ninguno tendría obligaciones más o
menos importantes e impostergables el día de mañana, ni siquiera en la semana y
lo que quedaba del año. El deportista de precisión todavía estaba tan
emocionado por haber abandonado la condición de alma solitaria que aun quería
hallar todo el tiempo que pudiera para hacer eso que le fuera privado hacía
tantos años: divertiré y descansar. Ya lo estaba demostrando por la forma en
que estaba vestido, con ropa informal y bastante liviana, incluida esa camisa
que era la del club Seis de Mayo, uno de los clubes insulares de balonmano (en
cuyas instalaciones Wilson fue recibido con honores). Era una de las pocas
veces desde su vuelta en que no iba a vérselo usando la ropa tradicional
masculina de las hadas o el uniforme que acostumbraban usar los practicantes,
deportistas e instructores en el Complejo Deportivo de Precisión, en el barrio
Arroyo Brillante. El contenido de su mochila – juegos de mesa, unas pocas
bebidas, envases con varias comidas, prendas adicionales… – dieron toda la idea
de que no quería para este día otra cosa que divertirse en Cinco Arroyos. Lo
mismo parecía estar pensando y deseando su eterna compañera. Allí estaba Iulí,
tan informal como todos los días cuando no estaba en su trabajo, en este caso
con una camisa sin mangas, un pantalón ajustado algo gastado por el paso del
tiempo – su hija menor se lo había devuelto, pues a Iulí había pertenecido –,
sandalias y mostrando que en su mochila el contenido no difería mucho del que
su compañero llevaba. Completaba el equipaje un artículo por demás extraño,
pero que para ella poseía un enorme valor. Al menos, fue extraño para su futuro
yerno, ya que nunca había sabido que una persona eligiera llevarlo a un
campamento. Era un álbum fotográfico con una centena de imágenes en blanco y
negro que mostraban a la familia desde la llegada al mundo de Iulí y Wilson
hasta aquella que mostrara a ambos junto a sus hijas, la última foto antes del
accidente que los convirtiera en almas solitarias.
_Es una parte de la cultura de las hadas –
explicó al arqueólogo, guardando otra vez el álbum –. Contemplar las fotos y
revivir momentáneamente aquellos tiempos es por mucho uno de los mejores
entretenimientos para nuestra especie.
_Ya lo sabía – contestó Eduardo –. Pero no a
tal punto. La historia familiar de los seres feéricos… no es muy diferente a la
humana – reparó en Kevin y Cristal y les preguntó –. Por cierto, ¿ y sus
equipajes?. No van a decir que son esos recipientes.
_La verdad es que si, son estos recipientes –
contestó Kevin. La pareja puso ambos objetos sobre la mesa, y otros dos que
Cristal llevaba en el morral –. Ahora miren esto por fuera y por dentro. Tiene
sus defectos, pero aun con eso van a ser un éxito. Es en lo que mis socios y yo
estuvimos trabajando desde mediados de Julio, y lo patentamos hace cinco días.
Eduardo, Isabel, Wilson e Iulí juntaron las
cabezas y observaron.
A simple vista, no eran otra cosa que
recipientes comunes y corrientes, de forma cilíndrica, metálica y carente de
cualquier ornamento, más allá de un sello impreso en la tapa, que indicaba que
los recipientes habían sido diseñados y desarrollados por “Muke”, como se
llamaba el negocio dirigido por Kevin y sus socios comerciales – de esos cuatro
hombres sus iniciales –, en el MC-A. De verdad que no parecían gran cosa los
cilindros, siendo tan livianos que tranquilamente podrían no pesar más de
ciento cincuenta gramos y no teniendo, o no aparentando tener, más de siete u
ocho centímetros de circunferencia por trece de alto. El exterior no solamente
carecía de cualquier resaltado o grabado, sino también de dibujos, pinturas,
logotipos u otros objetos decorativos e incluso de leyendas e instrucciones que
la cuenta dieran de como se usaban o para que servían. Kevin quitó tres de los objetos, dejando solo
uno, para mostrarlo y explicar su finalidad. El recipiente, en el que brillaban
por su ausencia cualquier clase de imperfecciones (óxido, abolladuras,
corrosión…), era de color azul marino y, dado su tamaño, tan insignificante, no
parecía servir para gran cosa. “Ábranlo”, pidió Kevin, señalando con la vista
el cilindro, y fue Isabel quien lo hizo,
desenroscando la tapa. El interior era un calco del exterior, excepto que su
color era el verde: nada de imperfecciones, leyendas, grabados u objetos
decorativos. El cuarteto lo observó
minuciosamente (también Cristal, que ya conocía sus funciones). Al
final, retiraron su vista, devolvieron el objeto al artesano-escultor y este lo
rechazó, dejándolo aún sobre la mesa.
_A los expertos del Registro Insular de
Patentes y Marcas les encantó este objeto, y no les llevó mucho descubrir que
era completamente nuevo en el mundo – dijo Kevin, que pidió a continuación –.
Creo que llegó el momento de empezar a hacerlo público, empezando con ustedes.
Voy a explicarles como funciona. Concéntrense los cuatro en el interior…
observen claramente y sin pestañar y pronuncien con voz alta la frase “El
espacio no es un problema”.
Con los ojos fijos en el brillante tono del
verde, los cuatro individuos hablaron, y todo lo que notaron, algo
prácticamente inadvertido, fue un ligerísimo temblor en el recipiente.
_Ahora pongan cualquiera de los índices en el
interior, no importa si es el derecho o el izquierdo., continuó indicando el
artesano-escultor.
El dúo de parejas lo hizo, y sus miembros de
inmediato vivieron una de las experiencias más extrañas de sus vidas, sino era
que la más extraña.
Pareció como si al instante hubieran viajado
desde la sala principal de la vivienda hasta… ¿el interior del recipiente?. Así
era, efectivamente. No hubo movimientos más bruscos o menos, ni tampoco
sacudones o algo parecido. Fue más bien como la tele transportación, esa
técnica tan extraordinaria que únicamente unas pocas hadas dominaban. Eran
recipientes mágicos, observaron y concluyeron los cuatro, cada uno reparando en
el enorme espacio vacío en que se encontraban. La circunferencia de siete
centímetros u ocho parecía haber aumentado unas cien veces, hasta los siete u
ocho metros, y la altura trepado alrededor de ciento veinte, tal vez hasta los
quince punto seis. Era un amplio y vació recinto circular, sin ventanas, en el
que la abertura, que se veía más pequeña desde el suelo, estaba por encima de
los ocupantes. No había imperfecciones tampoco en el interior, con sus muros
completamente lisos, y antes que Eduardo, Isabel, Wilson e Iulí hubieran
pensado siquiera en ello, escucharon, con una voz que sonaba muy lejana, a
Cristal explicando que la única manera de salir del recipiente era volando. Y
lo hicieron las dos parejas. Desplegaron sus alas, remontaron el vuelo en
dirección a la abertura…
…y cuatro esferas tan diminutas como canicas,
dos de ellas lilas, la otra violeta y una más azul Jacinto-celeste aparecieron
en el exterior del recipiente, sobre este flotando, y volvieron a dirigirse al
lugar que antes ocuparon en uno de los laterales de la mesa. Allí se esfumaron
las cuatro esferas, recuperando Eduardo, Isabel, Wilson e Iulí sus formas
corpóreas, alegres pro no haber sufrido cambios ni alteraciones; se hallaban en
las mismas condiciones que cuando introdujeron el dedo índice derecho en el
recipiente.
_Esto es increíble – opinó con sorpresa su
futura suegra, dirigiendo las palabras y la vista al artesano-escultor. Como su
marido, su hija y de esta el prometido, recién se enteraba de la existencia de
esos recipientes –. ¿Qué son estos frascos?.
Mis socios y yo estuvimos trabajando en esto
dese el diecisiete de Julio. Los cuatro creemos que se van a volver muy
provechosos y útiles en el corto plazo, porque fue pensado exclusivamente por
uno de los problemas de toda la vida en este y los demás países del mundo –
contestó Kevin, repitiendo las palabras mágicas, lo que nulificó las funciones
del recipiente, volviéndolo no más que eso –: el transporte en relación a la
distancia.
Y ahondó en las explicaciones.
Esos recipientes habían surgido hacía más de
ciento treinta días en la imaginación de Kevin y sus socios, quienes esa mañana
estuvieron leyendo un informe publicado en El Heraldo Insular sobre uno de los
factores que habían sido un problema desde antes incluso del Período de
Organización: las distancias. El reino de Insulandia era inmenso y nunca
sobraban los medios de transporte para suplir la demanda siempre constante. Un
solo transporte terrestre, de todos el más grande, no podía llevar pesos
superiores a los mil quinientos kilogramos, y no podía recorrer más de cien
kilómetros por hora, con lo que el tiempo se agregaba al problema. Los cuatro
fundadores de “Muke”, el más nuevo de los comercios del Mercado Central de las
Artesanías, comprendieron que podrían, si de verdad creían en ello, desarrollar
algún método que les permitiera transportar mucho más peso en mucho menos
tiempo. Y tras meses de diseños, pruebas y ensayos, con una inversión de
alrededor de cien mil soles, arribaron a la creación del recipiente metálico
que en este momento presentaba Kevin a sus futuros parientes.
_Se pueden trasladar hasta cinco toneladas en
el interior de cada recipiente sin que ese peso se note. Por fuera, la persona
que lo está llevando va a continuar sosteniendo un objeto metálico que no pesa
más de ciento cincuenta gramos – explicó Kevin –. Si supera ese peso empieza a
romperse. Para usarlo, como ya vieron, no hay más que pronunciar esa frase
sobre que el espacio no es un problema. Ese es justamente el objetivo de los
recipientes, suprimir ese factor negativo en los traslados, y también el del
tiempo – pensó que una sola persona podría transportar infinitamente más
cantidad de mercancías que el más grande de los transportes terrestres –.
Pueden llevar lo que sea en su interior, incluso personas, como ya lo
descubrieron. No hay más que enroscar la tapa.
_¿Y cómo se las ingenian para respirar las
personas en el interior de los recipientes?., le preguntó Isabel.
_Porque la sigla “Muke” se transforma en una
especie de ventila cuando se pone la tapa en el recipiente, por allí se cuela
el aire – informó su futuro cuñado –. Eso les permite respirar. De cualquier
manera, no es mucho el tiempo que demanda unir dos puntos, y las hadas podemos
pasar medio día sin recibir un suministro permanente de oxígeno.
Concluyó que la Gran catástrofe y sus
destructivos efectos a nivel continental había puesto más que nunca al límite a
todo el sistema de transportes terrestres en los países de Centralia. En
Insulandia, por lo pronto, ya se había recuperado bastante ese sistema, a ocho
meses del desastre, pero aún quedaban pendientes muchos problemas. Y el
principal de todos era el del tiempo y las distancias. Al final de los ensayos,
Kevin y sus socios concluyeron que una sola persona podría llevar tantos
frascos como pudiera, o, lo que era lo mismo, llevar decenas de toneladas de
todo tipo de mercancías, e incluso centenas.
_Hasta el momento, mis socios y yo
construimos diez, y eso no es alentador – lamentó Kevin. Cristal hizo señas a
sus padres, hermana y a Eduardo para que pusieran sus cosas en uno de los
frascos mágicos. Al acercar las mochilas, estas simplemente desaparecían y
terminaban en el interior – No los vamos a poder producir en serie, porque hay
que seguir instrucciones específicas y ser extremadamente meticuloso.
Calculamos que no vamos a poder tener listo más de uno cada treinta y seis
horas. Y es por eso que solo existen estos. Empezamos a fabricarlos en los
últimos seis días, y como dije, van a ser útiles para tres de nuestros pilares.
_Economía, comercio e industria., tradujo
Cristal.
Allí radicaba gran parte del éxito de las
hadas como sociedad (grupos) e individuos: en conjunto, los setenta y seis
países tenían millones de caminos terrestres que iban desde los pequeñísimos
senderos locales hasta las grandes rutas internacionales que cubrían un mínimo
de dos países, y millones de vías navegables interiores, desde los arroyos más
pequeños, que únicamente permitían el paso de canoas y balsas, hasta los mares.
Ambas cifras implicaban un comercio totalmente activo a niveles locales, regionales,
reales, continentales, hemisféricos y el mundial. Un flujo constante e
ininterrumpido de todo tipo de mercancías, bienes y materias primas eran de
vitalísimo interés e igual importancia para los “tres pilares del éxito”; las
exportaciones e importaciones implicaban cientos o miles de millones de soles
en constante movimiento y las economías tenían en esas extensiones un problema
al que siempre debía considerarse – por eso eran importantísimas las puertas
espaciales –. Eran, de hecho, el problema número uno. Aun con todos los
transportes terrestres y navales ocupándose de aquel ininterrumpido flujo, no
resultaban suficientes, no pocas veces, para cumplir en tiempo, en forma o en
ambas con la enorme demanda. El tiempo y el espacio no solían mostrarse amigables
con el comercio y la economía, y cada vez que eso pasaba la industria lo
sentía.
Por fin, y luego de media hora de la llegada
de ambas parejas desde la vereda opuesta, el sexteto estuvo listo para iniciar
el campamento que habían planificado para todo el día. El Bosque de los Cinco
Arroyos era su destino. Poco o nada comentaron los vecinos de esa vivienda y
cualquiera que anduvo por allí al ver salir únicamente al antiguo jefe del
MC-A, porque era el único de ese grupo familiar que por estos días no tenía
vacaciones ni licencias, así que esas hadas y otros elementales dieron por
sentado que estaba Kevin volviendo a sus rutinarias ocupaciones laborales en el
polo fabril-comercial, y asumieron que los otros individuos optaron por
quedarse en casa este día. No los culparon ni se quejaron por ello, porque las
hermanas de aura lila, sus padres y Eduardo eran ejemplos en cuanto al no
renunciamiento en lo que al trabajo se refería, ninguno trabajaba menos de diez
horas diarias cada hábil. Eduardo e Isabel ya estaban habituados a ausentarse
de Barraca Sola por largos períodos de tiempo, con motivo de las
investigaciones arqueológicas; Cristal era médica y como tal estaba obligada y
habituada a las jornadas jamás inferiores a la decena de horas y las ex almas solitarias
arrancaban con la salida del Sol sus tareas en el CoDeP y el instituto de
modelaje – a este último se lo estaba viendo como un primitivísimo sistema
educativo grupal – y nunca las concluían antes de las dieciocho o las dieciocho
treinta.
Pero la verdad era otra.
Kevin sostenía un pequeño recipiente metálico
en cada una de sus manos. En el de la derecha estaba su equipaje y el del
quinteto que formaba su familia. En el otro frasco, en la mano izquierda,
Eduardo, Isabel, Wilson, Iulí y Cristal viajaban totalmente cómodos y sin
ningún sobresalto. Para los cinco, desde el principio fue como viajar en una
carreta cuyo conductor no tenía apuro alguno por llegar a su destino. El viaje
allí no fue solo tranquilo, sino también silencioso, y ese silencio solo fue
roto dos veces, ambas con suaves golpes producidos por el novio y prometido de
Cristal. La primera al minuto y medio de haber abandonado la casa, al llegar a
la puerta espacial en el barrio Barraca Sola, tan abarrotada como todos los
días y con el hada guardiana a uno de sus lados, y la segunda alrededor de un
tercio d hora más tarde, cuando tuvo a la vista la oficina del C-TRE (Consejo
de Turismo, Recreación y Esparcimiento). El empleado salió a su encuentro,
extrañado al creer que alguien quisiera pasar un día solo en ese lugar tan
encantador – Kevin le había explicado lo que había planeado para hoy –. Con
sorpresa y susto reaccionó al ver salir a cinco hadas del frasco dejado en el
suelo por el artesano-escultor. Este respondió al hombre que era uno de los
primeros en ver la solución a uno de los problemas que acompañaban a las hadas
desde tiempos inmemorables, y que se limitara a leer la sección de ciencia e
innovación en la próxima edición de El Heraldo Insular.
_En dos días vamos a publicar la invención de
este sistema, en el boletín interno der Mercado Central de las Artesanías,
presentarlo como una innovación, justamente – comunicó Kevin a los cinco
individuos que lo acompañaban –. Una vez que eso pase, los recipientes
metálicos van a estar en boca de todos… creo. El trabajo de mis socios y el
mío… antes del fin de año siguiente, cuando hayamos producido más de doscientos
(ya hicimos ese cálculo), se van a haber convertido en un éxito. Lo son ya,
como ustedes lo habrán notado.
Los seis estaban caminando por un sendero
natural – así se llamaban los caminos no consolidados que iban formándose por
el paso más o menos fluido de peatones y transportes – no muy ancho, cubierto
este sendero, tanto como el sexteto, por la característica vegetación tan frondosa,
uno de los distintivos del reino de Insulandia a nivel mundial, con un calor
que ya debía de haber superado los veinticinco grados. Se escuchaban numerosas
vocalizaciones animales desde allí, aves en su mayoría, y las voces de otros
seres feéricos que ya acampaban o empezaban a hacerlo, en grupos nunca
inferiores a los cuatro componentes, lo que los indujo a pensar que se trataba
de familias que también se hubieron de tomas esta jornada para el descanso.
También vieron unos pocos gnomos por allí, que marchaban al trote y en fila
luego de su habitual ronda matutina para conseguir alimento (hongos, vegetales
y frutas) y ahora iban de regreso a sus madrigueras; al enjambre de liuqis de
los dos sexos que ponían a prueba sus destrezas, serpenteando entre el césped
crecido y los arbustos de menor tamaño; y, caminando ya junto a uno de los
arroyos, donde pensaban acampar, un cardumen de seres sirénidos nadando rápido,
poniendo también a prueba sus habilidades, guiados por el macho alfa ya
experimentado.
El trío de parejas pareció haber encontrado
el lugar perfecto, allí donde no había ese césped crecido en la orilla. Las
damas avanzaron primero, destapando otro de los recipientes metálicos y sacando
una de las mochilas. De allí extrajeron una manta impecable (perdería esta
condición dentro de poco) y, en tanto los hombres se iban en busca de hojas y
ramas secas – la fogata en el suelo era un elemento rara vez ausente en los
campamentos – la pusieron en el suelo y desparramaron sobre ella una variedad
de utensilios y alimentos que por su cantidad fueron indicativos, otro de los
tantos, de que ellas y los hombres deseaban vivir la jornada a lo grande.
_Nos perdimos de momentos como este durante
años, y tuvimos que conformarnos con los relatos – dijo Iulí, más para si que
para sus hijas, en tanto agregaba a la manta un trío de botellas de vidrio, con
las bebidas –. Ahora lo podemos hacer cuando queramos. Por lo pronto todos los
fines de semana. Justo como antes de que Wilson y yo viviéramos aquel
accidente. Y creo que el de hoy va a ser mejor que los otros, porque el
contexto ayuda.
Estaban en el último mes del año y a menos de
un día de empezar con los preparativos y la decoración tan característica, que
le daba gran parte del color y la alegría a las festividades. Como si eso no
resultara suficiente, las hadas y otras especies elementales en Centralia
tenían un motivo adicional para estar felices y alegres. Ese motivo era lo
mucho que se había avanzado, en el tiempo marca de ocho meses, con las
restauraciones y reconstrucciones producto de la Gran Catástrofe. Aunque a ese
respecto era muchísimo lo que quedaba por hacer, los avances habían sido
notables y ese pésimo recuerdo de la última semana de Marzo era, en no pocos
aspectos, una pesadilla de la que las hadas estaban despertando al fin.
_Y nosotros seis no fuimos los únicos en
pararlo de maravillas – agregó Isabel, sonriente, al sacar la última tanda de
artículos del frasco metálico –. Iris volvió a ser la celebridad económica que
siempre fue. Vean este titular.
Alguno de los hombres había querido traer al
pic-nic el ejemplar más nuevo de EL Heraldo Insular. De entre los nueve
titulares en la portada, el que destacaba, porque traía una fotografía a
colores de Iris – el más reciente de todos los prodigios tecnológicos en el
planeta, estrenado en el reino de Espal, la patria de Kevin, hacía tan solo
tres semanas, y en Insulandia hacía cuatro días: ¡fotos a color! –, era el
referido a lo que había progresado el Banco Real de Insulandia desde que ella
pasara a formar parte de su directorio. Más aun, así lo revalidaba este
artículo, todo lo que había mejorado y crecido el sector bancario insular a
raíz de la política emanada desde el seno del BRI.
De una forma o de otra, todo el pueblo se
está beneficiando con esas medidas – comentó Iulí, leyendo el artículo en la
sección de noticias económicas. Había gráficos y cuadros conceptuales y
comparativos, para ilustrar a los lectores –. Ese artículo sugiere que la
economía insular va a ser la de mayor crecimiento durante los primeros tres o
cuatro meses del año que viene… y los demás países van a copiar la idea, cosa
que ya pasó.
Iulí se había referido al día en que hiciera
su aparición, en el reino de Sär, uno de los trece países de Lunaris, el modelo
económico y social aún vigente en todo el planeta. Por esos tiempos aun
subsistían los problemas y desigualdades sociales en ese y los otros países.
Eran menores e insignificantes, pero allí estaban. Y llegado cierto día, un
grupo de mente ilustres de Sär ideó un radical paquete de medidas,
completamente nuevas, con las que lograron que su patria se transformara, en
los siguientes ocho años, en la primera potencia mundial – a esos notables se
les concedieron las distinciones más altas, y fueron reconocidos como algunos
de los economistas más brillantes de todos los tiempos - una gloriosa y enorme posición que fue
compartiendo con más y más reinos en la década posterior, a medida que aquellos
fueron copiando el pódelo, adaptando los porcentajes y cifras a su población
feérica y elemental, a las marcas (indicadores9 demográficas, a las superficies
y a otros tantos factores. Antes que se hubieran cumplido las primeras dos
décadas del debut de este modelo socioeconómico, los setenta y seis países lo
hubieron de adoptar, poniendo con ello el punto final a los últimos problemas y
desigualdades. El vaticinio de Iris, mencionado en el artículo de El Heraldo
Insular, era que pasaría lo mismo: en un país surgía una idea nueva para
fortalecer lo ya existente y con el tiempo todo el mundo la adoptaba.
_Les vamos a deber nuevamente nuestro
bienestar a los directivos, Iris incluida – concluyó Iulí, al tiempo que alzaba
los ojos y veía el regreso de los hombres, con las suficientes ramas y hojas
secas como para encender un pequeño fuego y conservarlo estable –. Únicamente
los ilios encuentran un motivo para quejarse. Solo eso saben hacer.
No se permitió que la mención de esos seres
elementales le arruinara el día y conservó el carácter y personalidad, y cuando
Wilson, Kevin y Eduardo dejaron su carga en el suelo, ella y sus hijas los
recibieron con los brazos abiertos. Los seis se sentaron en pares alrededor de
la manta y lo primero que hicieron fue destapar una de las botellas, llenaron
los vasos de vidrio con el jugo de naranja y brindaron. Fue un acto simbólico,
hecho para revalidar su unión como familia y asegurar que habrían de ayudarse
unos a otros cuando tuvieran problemas. “Eso es una familia” – remarcó Wilson,
después del primer sorbo –, “personas que permanecen unidas en todas las
circunstancias. En ese sentido, es lo mismo que la amistad”.
_Nunca tuve mucha experiencia en esta clase
de encuentros, ni la sigo teniendo., comentó Eduardo al cabo de treinta
minutos.
En la última media hora, el y los otros cinco
habían estado hablando y opinando acerca de lo importante que eran estas
reuniones, los campamentos, para la cultura de las hadas, sus costumbres y
estilo de vida. Espiritual, emocional y anímicamente hablando, les hacía
fenomenalmente bien dedicarle un día entero al entretenimiento y al descanso.
Para Kevin, las hermanas de aura lila y de estas sus padres estaba entre lo más
natural, pero no para el arqueólogo, que continuaba sintiéndose extraño ante
estas situaciones.
_Eso me resulta difícil de aceptar – apuntó
su futuro suegro, guardando las fotos familiares con que habían acompañado la
conversación –, porque aprendiste y comprendiste aspectos de la cultura
feérica que son más complejos que este
en un tiempo corto o muy corto, a tal punto que podría dar la impresión de que
viviste y creciste toda tu vida en este mundo. ¿Por qué será que te está
costando trabajo?.
Wilson e Iulí ya estaban al tanto de la
asimilación, lo venían estando desde que sus hijas llevaran a Eduardo a la casa
de Isabel, en Barraca Sola. Aun antes que aquel hubiera abierto los ojos,
supieron que se trataba de un ser humano que creía firmemente en la existencia
de las hadas, aunque esa creencia, como el mismo explicara tras recuperar el
conocimiento, no implicaba la existencia de esa y otras tantas especies
elementales conviviendo armónicamente en otro mundo. No bien tomó conocimiento
de quienes eran esas tres mujeres frente a el (Nadia, Isabel y la reina Lili)
comprendió que estaba siendo protagonista y testigo de esa creencia arraigada
en su ser prácticamente desde su nacimiento. Conforme el tiempo fue avanzando,
Eduardo adquirió más y más conocimientos acerca del acervo cultural de las
hadas e incluso de las otras especies elementales, eso a causa de la concreción
de la máxima creencia.
_Debe ser por la falta de… no se, ¿de práctica?.
Nunca tuve muchas oportunidades de ir a u pic-nic antes de llegar acá, a este
planeta; y esas reuniones, por llamarlas de alguna manera, no formaban parte
del acervo cultural de mi lugar de nacimiento, al menos no algo tan arraigado
como acá – arriesgó Eduardo, pensativo –. Esas dos cosas cuentan. Supongo que
es cuestión de tiempo y práctica, como todo lo demás. En ese sentido va ser lo
mismo que todas las habilidades y poderes especiales que ahora poseo.
Una parte de esa asimilación radicaba en la
lista que había consignado con aspectos comunes a amas especies (hadas y
humanos). Leer esos artículos una y otra vez le fue de ayuda para descubrir que
ambas no eran tan distintas como supuso al principio, al recuperar el
conocimiento y ver al trío frente a si, y entender mejor los aspectos en que
diferían. Eduardo concluyó su diálogo dando por sentado que le tomaría tiempo
adaptarse por completo a la sociedad feérica, y que la dificultad aumentaba
porque aquí, a diferencia de en la Tierra, no había una única especie
inteligente, sino más de sesenta.
_Y desde que recuperaste el conocimiento –
planteó Iulí, mirándolo a la cara –, ¿qué fue lo más grande que viste acá, en
este mundo?.
_¡No contestes una barbaridad!., dijo Isabel,
llevándose las manos al y cubriéndose el pecho.
Hubo risas entre los presentes, sobre todo
entre los hombres, y los silbidos del arqueólogo sugirieron que esa
“barbaridad” pudo haber estado entre las posibles respuestas. Con su compañera
de amores y prometida aun cubriéndose allí abajo del cuello con ambas
manos (Iulí y Cristal hicieron lo mismo,
por las dudas… porque allí estaban también Wilson y Kevin), Eduardo contestó
que tenía en la cabeza una cantidad vasta de “cosas grandes”, como lo definiera
su futura suegra, y que cada vez que se concentraba en ellas le costaba
esfuerzo decidirse por una en particular. Al final, había descubierto que
aquello podía disminuir si tomaba todo lo que lo rodeaba, todas las cosas, y
las clasificaba según una función y un rubro. De ese modo, era capaz de tener
“cosas grandes” en cuanto al mundo natural, una estructura, una muestra de la
cultura, una exposición artística y otros tantos espacios o rubros… y, por
supuesto, el de los atributos femeninos.
_No lo puedo evitar, son enormes – se
defendió Eduardo, aun con las últimas risas. Wilson y Kevin lo secundaron, a lo
que el otro par de hadas de aura lila imitó los gestos de Isabel, incluido un
leve enrojecimiento (de esos que todavía asomaban) en las mejillas – Pero
volviendo a esa pregunta sobre que fue lo más grande… no se que contestar. Creo
que depende del rubro. En escenarios naturales, por ejemplo, La Bonita encabeza
la lista y aventaja por mucho a todos los otros escenarios. Y además, como ya
saben, ese lugar tiene un gran simbolismo para mi.
Con su siempre magnífico lago cristalino y
las costas igual de encantadoras, el parque La Bonita era uno de los lugares
más característicos de Los Paraísos del Arroyo de las Piedras Altas, la región
central de Insulandia. El Consejo de Parques Reales, el C-PR, le había
concedido a comienzos del último cuatrimestre la categoría de “área especial”,
la inmediatamente previa a la de “área protegida”, lo cual significó una
inversión adicional para modernizaciones y mejoras, como los arbustos y árboles
que ya brotaban en cuatro de los islotes en el lago – estos serían a la larga,
densas espesuras verdes, tanto que solo los seres elementales más pequeños las
podrían cruzar –, y la instalación de una oficina para los guarda parques. Con
eso y todo lo demás, el parque La Bonita era un lugar definitivamente más bello
y encantador que antes. Para Eduardo e Isabel era un símbolo porque allí había
tenido su inicio el noviazgo, o compañerismo sentimental, con Isabel, al
momento de ese primer beso para ellos histórico, una costumbre poco practicada
y conocida por las hadas hasta esos días.
_La Bonita es uno de los mejores lugares del
país, a pesar de ser tan chiquito – expuso Iulí, que también lo tenía como uno
de los más grandiosos –, y es seguro que nunca voy a cansarme de ir allí al
menos una vez a la semana – ingirió una galletita y siguió hablando –. Me
parece que ninguno lo supera, y podríamos pasar todo el día hablando sobre eso
y ni así nos alcanzaría el tiempo. El trabajo del Consejo EMARN fue y es
excelente, y también el del C-PR. Ni siquiera la Gran Catástrofe lo pudo
eclipsar. La Bonita, por caso. Aun con semejante desastre, su recuperación se
pudo completar en pocos meses.
_Y también el lugar en el que estamos ahora –
intervino Cristal – Yo vine acá con los médicos varias veces, y no encontramos
algo que no fuera deprimente. Aún recuerdo la primera.
El nueve de Abril – Llol número once – había
viajado con Lursi hasta Cinco Arroyos, con la misión de tomar notas de su
estado y ver si algún hada u otros seres elementales quedaron atrapados en
algún punto de su superficie. Lo que vieron fue un caos, generalizado en casi
todo el bosque, y de inmediato supieron que el Consejo de Parques Reales y el
de Ecología, Medio Ambiente y Recursos Naturales tendrían un reto complicado.
_Hoy, todo el Consejo Real trabaja las
veinticuatro horas cada día hábil – dijo minutos más tarde Wilson, cuando la
conversación pasara de las cosas más grandes que viera su futuro yerno a las
tareas de recuperación y restauración –. Estuve en el Castillo hace poco y vi
que en esa torre hay un movimiento permanente. Los titulares y sus segundos se
turnan doce horas cada uno para trabajar. Y no es solo de los efectos y
consecuencias de la Gran Catástrofe de lo que tienen que ocuparse. También está
lo de todos los días, aquello para lo que existe la función pública.
No hubo siquiera la mínima duda sobre cual
era la finalidad. El bienestar general y el desarrollo del pueblo como un todo
(todas las especies elementales, no solamente las hadas) y los del Estado. Este
nunca había fallado en sus funciones y roles en su larguísima existencia y
quienes actualmente estaban ocupando los diversos puestos no estaban dispuestos
a permitir que terminara esa eficacia.
_Y yo que venía hablando de similitudes y
aspectos en común., sonrió el arqueólogo, pensativo e intentando recuperar otro
tanto de recuerdos.
_¿Eso a qué viene?., quiso saber su amigo.
_A la política y el Estado. En esta sociedad
son eficientes y útiles – contestó Eduardo, encendiendo un cigarrillo, de esos
fabricados por la CTISE. Los demás lo miraron –. Desde aquella tarde de Marzo
en que Isabel y yo salimos a recorrer Barraca Sola, para que yo pudiera conocer
el lugar y tener las primeras impresiones, no escuché, supe ni leí ninguna
queja sobre el desempeño de aquellos lugares e instituciones donde está
presente el Estado. Las empresas, por ejemplo. A veces pienso que compiten
entre si para ver cual es de todas la más eficiente.
Solo por mencionar algunas, habló de once. La
Compañía Tabacalera Insular, Sociedad del Estado; Compañía Insular de Lácteos,
Sociedad del Estado; Fabricaciones Pirotécnicas Insulares, Sociedad del Estado;
Compañía Mixta de Desarrollos Especiales; Fabrica Insular de Bicicletas,
Sociedad del Estado; Laboratorios Medicinales Insulares, Sociedad del Estado; Fábricas
Navales y Astilleros del Estado; Conserve Limpio Insulandia, Sociedad del Estado;
Obras Sanitarias del Estado; Sociedad Mixta de Rutas Insulares y la Empresa
Insular de Comunicación Postal, Sociedad del Estado, en las que los capitales
estatales iban desde el sesenta y ocho punto veintinueve hasta el cien por
ciento. Esas empresas y todas las demás estaban concluyendo el año con cero
quejas – el desastre de fines de Marzo no contaba, fue más bien un
justificativo para las escasísimas falencias – respecto del rendimiento, las
condiciones estructurales, las laborales, la rentabilidad y la solvencia moral
de sus directivos.
_Las empresas y compañías en parte o en todo
estatales siempre fueron así – definió Iulí, cuyo abuelo paterno había sido
Consejero insular de Justicia – Eso pasa en todo el planeta, no solo en este
país. También el sector privado es muy
eficiente, y el ejemplo que mejor conozco es el de mi lugar de trabajo, uno de
los primeros lugares en establecer la enseñanza grupal, como información
complementaria. Eduardo, ¿por qué dijiste esas cosas sobre el rol del Estado
entre las hadas?.
_Porque es la diferencia más grande entre los
seres feéricos y los humanos – le contestó el hombre, que continuaba sosteniendo
que los países escandinavos fueran tal vez los mejores exponentes, cuando no
los únicos, del “Estado de Bienestar”, algo que en el caso de las hadas estaba
incluso completamente arraigado en su acervo cultural –. Y los empleados y
funcionarios públicos honestos, moralmente solventes y útiles no sobran. En
algunos casos extremos son la fuente de todos los males, como la caja de
Pandora.
_¿Qué es eso?., inquirió cristal.
Su futuro cuñado le habló sobre el mito
griego: el de todos los males que se dispersaron por la Tierra al abrirse la
caja que los contenía. Todas las cosas malas y también las buenas, y concluyó
diciendo: _Al final, una única cosa quedó dentro de esa caja.
_¿La esperanza?., apostó la médica del
sexteto.
_Si, la esperanza. No importa cuán negativo y
malo sea algo, porque puede mejorar. Creo que los seres humanos encuentran
consuelo y tranquilidad enorme en eso, y que si llegaran a perderla habría un
aumento masivo de todos los males. ¿Cómo supiste la contestación?.
_Porque las hadas tenemos una historia
parecida, muy antigua, que data de antes de los años dorados de la religión –
explicó Cristal –. De hecho, hay expertos que la ubican como uno de los
primeros eventos religiosos.
_Como tantas otras historias, incluye a Aldem
y a Vica – relevó Isabel a su hermana –. Es el texto número catorce de las
Crónicas Religiosas – esas historias, en total mil setecientas treinta y nueve,
eran la “biblia “de las hadas – Entre los dos, trabajaron mientras hubo armonía
entre ellos; crearon todas las cosas buenas y todas las malas y las mezclaron,
antes de ponerlas en un recipiente dorado de forma circular. Las primeras
diferencias entre los dos surgieron cuando Aldem se opuso a la idea de Vica de
que la esperanza tenía que ser decididamente más grande que todos los otros
elementos del recipiente – se detuvo y pensó, en tanto vaciaba su vaso y lo
volvía a llenar, que de los textos religiosos, ese era uno de sus favoritos –. Las
diferencias se hicieron tan grandes que sostuvieron su primera batalla, a la
cual se describe en el décimo quinto texto, y como consecuencia de ella se
destruyó el recipiente y el contenido, mezclado con los fragmentos, se dispersó
por todos los rincones del planeta. Ese evento también es la explicación
religiosa de como surgió el oro.
_Aun con esa batalla y las diferencias, Vica
se las arregló para que fuera la esperanza más grande que lo demás, y esa fue
en su tiempo la causa del desarrollo y la sofisticación social de las hadas.
Que fuera la esperanza tan grande significaba que se podía recuperar de las
adversidades, de lo negativo – relevó Wilson a su hija mayor –. Por eso Vica
sobresale, aunque ella y su contraparte masculina tienen la misma trascendencia
e importancia – se calló para escuchar la distante campanada; eran las once de
la mañana –. Hoy se sostiene que de todos los textos el catorceavo es el
verdadero punto de partida. Los trece anteriores están referidos a la creación
de las formas de vida, del mundo como se lo conoce y eso.
_Y si la de la religión fue una época tan
esplendorosa – planteó Eduardo –, ¿por qué la abandonaron?.
_Porque apareció la ciencia y casi desde el
primer momento empezó a dar soluciones y explicaciones que tranquilamente se
podían verificar, más razonables, y el ejemplo más conocido, que es el más
importante, es el del surgimiento de las especies… imagino que habrá sido ese
un daño irrecuperable para todas las hadas adeptas a la religión – dijo Iulí –.
Esa fue una de las razones que tuvo el Consejo Supremo Planetario, el CSP, para
decretar aquella histórica encomienda. Las personas de ciencia de aquellos años
pudieron recopilar todo tipo de pruebas que evidenciaban la evolución; no se
trató solo de palabras y textos que carecían de esas evidencias que pudieran
verse, tocarse… confirmarse, eso quiere decir. Una vez que se cumplió ese lapso
del CSP, la ciencia resultó vencedora.
Nadie sentía hoy deseos de recuperar una
religión que, pese a la grandiosidad y magnificencia, no dejaba de ser un
cúmulo de acontecimientos, eventos e historias que no se podían confirmar. Esa
religión era hoy un recuerdo del pasado de las hadas, tan bello como cualquier
otra época en la existencia de esa especie, a veces representados sus pasajes
en las obras de teatro, y, como se sostenía en todas las razas elementales,
mirar al pasado constantemente, no solo por el placer de recuperar cosas lindas
del olvido, no era bueno para el desarrollo individual ni el grupal. Todo lo
relacionado con esa religión – templos, elementos litúrgicos, la ropa de
sacerdotes y sacerdotisas… – era hoy parte de la historia y la arqueología en
los museos, salones para exposiciones y los mismos templos.
_En la Biblioteca Real hay copias de las
Crónicas Religiosas. Si te interesa podés ir allí a leerlas – le hizo saber
Kevin, descubriendo que la charla sobre la religión había sido más bien breve –.
Las hadas le prestamos atención únicamente porque nos gusta la historia. Hoy,
los ilios son la única de las especies elementales que tienen a la religión como
una verdad incuestionable. Los más extremistas incluso exigen la muerte de
cualquiera que la niegue o se plantee dudas acerca de ella. Iluria le pertenece
a las hadas y a los sirénidos, no a los ilios. Ese es un pueblo que llegó allí creyéndose
el dueño de todas esa tierras y día tras días intentaron que su religión se
extendiera por las buenas o por las malas a las otras especies… hasta que
llegaron Iris y su Movimiento Elemental Unido y les dieron un golpe tan grande
que nunca pudieron recuperarse del todo; y los efectos se extienden hasta
nuestros días.
_El jefe del Museo Real de Arqueología no se equivocó
aquella mañana de Julio – rememoró Eduardo, quien, como los demás, empezaba ya
a preparar los elementos para el almuerzo –. Textual, lo que dijo fue “Creo que
lo único que los mantendría a raya, por el miedo que sentirían, sería tener a
Iris otra vez con nosotros, con su antiguo cuerpo y sus poderes y habilidades.
Justo como antes y durante la Guerra de los Veintiocho”. Desde su vuelta
pareció que los ilios se callaron y quedaron quietos, ¿no?.
_Escuché que están aterrorizados – recordó Isabel.
A ella, a su hermana y de ambas la progenitora les tocaría preparar otra de sus
exquisiteces, y demorarían alrededor de un tercio de hora – pero el silencio y
el cero movimiento también preocupan, y hay rumores de que la reina Lili, Olaf
y los principales dirigentes de la Guardia Real están empezando a trabajar en
la vuelta de la PoSe, para que después no haya que lamentar nada.
La PoSe – Policía Secreta – había sido un
servicio especial de Insulandia cuyo único y casi monopólico objetivo desde su
fundación había sido observar las veinticuatro horas todos los días del año a
los ilios donde quiera que estos se hallasen, y reportar todos los
descubrimientos a los mismos líderes militares y políticos insulares. Con el tiempo,
la PoSe se volvió obsoleta, además de innecesaria, al haber caducado su primera
y única tarea – social, cultural, económica e industrialmente, los ilios
estuvieron en ruinas, su desarrollo y prosperidad se convirtieron en utopías
por decisiones propias tanto como ajenas – y se optó por su disolución, que fue
paulatina. Oficialmente, la PoSe quedó disuelta y cerrada al fallecer por
causas naturales su último agente. En lo que iba de este siglo, las intenciones
de reactivarla habían surgido en todos los círculos del poder político y el
militar, por el único temor que de verdad les preocupaban: los ilios, una raza
elemental de cuyos individuos nunca podía esperarse nada bueno ni saber, en
casi todos los casos, en que pensaban. La PoSe, como servicio de inteligencia, trabajó
en su momento en el anonimato y nunca pudo saberse la identidad de sus agentes,
pudo haber sido cualquiera (un médico, un obrero de la construcción, un
deportista…) y ahora, de resurgir, sería lo mismo.
_A mi nunca me gustaron los ilios, desde que
Isabel me hablara por primera vez sobre ellos y, más, después que los viera
cuando viajé para presenciar el descubrimiento paleontológico – les hizo saber
Eduardo a Kevin y Wilson. Las mujeres estaban ya a corta distancia de allí, preparando
el almuerzo –. Ignoraron a todo el mundo y no hablaron con otros individuos
fuera de ellos mismos. Actuaron como si hubieran sido los únicos por allí.
¿Cómo es que nunca pasa a mayores esa tensión?.
_Porque todavía se acuerdan del fallecimiento
del hermano de Mücqeu y el guardia del reino de Nimhu – dijo Kevin –. Saben que
hace miles de años el asesinato de dos hadas fue el detonante de una guerra que
los dejó al borde de la extinción y que redujo la población mundial de los
ilios a poco menos de la tercera parte, eso sin contar los que sufrieron un
trastorno reproductivo peor, y mucho, que el nuestro. No van a intentar nada
contra las otras especies elementales, a menos que tengan, o crean tener, todas
las de ganar.
Ciento treinta y seis millones setecientos
cincuenta mil muertos en veintiocho años habían provocado un daño inmenso e
irrecuperable a la sociedad y los individuos. Su moral, espíritu, ánimos y
planes se vieron truncados y pasaron décadas enteras para que tuvieran un
cierto (y limitado) restablecimiento. Pero aun con semejante daño – una catástrofe
por donde se la mirara –, nunca abandonaron sus intenciones de declararse
soberanos y dueños absolutos de esos casi quinientos mil kilómetros cuadrados
en el oeste-noroeste del continente centrálico.
_Allí es cuando entra la PoSe – agregó Wilson,
escuchando las risas alegres de las damas. Seguramente, estaban hablando de
algo infinitamente más entretenido que los ilios –. Siempre sostuvimos que esos
seres usaban magia desde su surgimiento, por más que ellos la desprecien, eso
dicen, y la tengan como algo maligno. Si se pudiera demostrar eso sería un
golpe fatal.- Y ni hablar si la hubieran en algún momento usado contra las
hadas u otros seres elementales.
El marido de Iulí concluyó diciendo que, de
descubrir eso, pondría sus destrezas deportivas al servicio del regimiento de
arqueros del Ejército insular.
_Hay teorías conspirativas que sugieren
justamente eso, que usaron la magia en más de una oportunidad contra los
elementales, sobre todo después de la Guerra de los Veintiocho – informó Kevin –.
Dicen que incluso estuvieron detrás de ese incendio que acabó con la vida del
rey Sizaq, el abuelo de la reina Lili, y que fueron quienes provocaron la
Máxima catástrofe, hace cien años, y la Gran Catástrofe. ¿Qué me decís,
Eduardo, de aquella transformación involuntaria?.
Los ilios nunca habían sentido simpatía por
cualquiera que estuviese lo bastante cerca del poder central en los países de
Centralia, y ellos lo estaban. Isabel tenía amigos y contactos en el poder, entre
estos la reina Lili y la princesa heredera Elvia, lo mismo que Eduardo, que
desde sus primeros días se había ganado la confianza y la estima de ambas, y de
las hadas en general. El era sin dudas el indicado para ilustrar acerca de las
civilizaciones humanas y sus respectivas culturas e idiosincrasias. Sus
conocimientos en arqueología eran siempre tenidos en cuenta, por las
similitudes y diferencias en los métodos de aprendizaje y el trabajo en si, y
su propio y excelente dominio del don del agua era digno de admiración.
¿Eliminarlos a los dos, haciéndolo pasar como un accidente, habría sido un
golpe moral para la reina y su hija, e incluso para otros?.
_No lo creo, no harían nada a menos que, como
dijimos, no tuvieran el suficiente poder en las manos y las suficientes ventajas.
Los del C-D me cuentan lo poco que saben, y aseguran que los ilios no están ni
siquiera cerca de causarle un cortecito leve al más inexperto de los reclutas
de la Guardia Real – contó Wilson, que tenía esos contactos en el Consejo de
Deportes, incluido el propio titular de dicho organismo – Y en el supuesto caso
de que alguno le fuera a poner las manos encima a alguien de mi familia lo
destruiría inmediatamente – el aura violeta del marido de Iulí se estaba
hinchando, a causa de esa emoción intensa. Le pasaba lo mismo que a cualquier
hada, irritarse cuando se mencionaba a los ilios –… lo mismo que hicieron los
del MEU en su momento, en cinco mil setenta y nueve, el treinta de Abril.
Ese día hubo trescientos cincuenta ataques en
simultáneo, de ellos cincuenta y dos en el suelo insular, y más de cinco mil
ilios cayeron en menos de diez minutos.
_También hubo rumores respecto del derrumbe
del almacén de suministros de la Compañía Real de Artistas., dijo Kevin, retrocediendo
en su memoria a la edición de El Heraldo Insular de la tercera semana de Abril.
A lo largo de la historia, desde el fin de la
Guerra de los Veintiocho, hubo mil novecientos incidentes en todo el mundo
(doscientos seis en la región de Iluria) en los que allí estuvieron las
sospechas sobre la participación directa o indirecta de los ilios, la Máxima y
la Gran catástrofe incluidas. Nunca se encontraron pruebas de nada y las hadas
concluyeron que las sospechas se debieron más bien a la animosidad contra sus eternos
enemigos Otro grupo de hadas, en cambio, sostenía que pese a sus decenas de
aspectos negativos, eran lo bastante inteligentes como para dejar rastros que
los incriminaran, y cada vez que el tiempo se los permitía, siempre actuando en
silencio, se ocupaban de buscar esas pistas.
Entre esos últimos estaban Wilson, Iulí e
Iris.
_Esas versiones salieron casi al instante –
remarcó el deportista de precisión –. Como siempre, los expertos de
Infraestructura y Obras y de la Guardia Real no hallaron nada de eso y
concluyeron en la debilidad estructural producto de la Gran Catástrofe.
_Esperemos, entonces, que nunca pase nada
como eso – deseó Kevin –, que no fallezca ningún hada u otro ser elemental. A
un si no fuera eso, que no hagan nada que perjudique a otros.
Era el momento de ir cerrando la conversación,
porque las mujeres ya habían terminado de preparar la comida y se acercaban con
ella al lugar en que esperaban los hombres. La frase final le quedaba a
Eduardo.
_Al mismo tiempo no deben ser pocas las
personas que desean que los ilios den un paso en falso, y que puedan conseguir
todas las pruebas para demostrarlo. Eso dejaría expuestos a los ilios como
mínimo al descrédito.
Antes que se hubieran cumplido las primeras
doce horas del Uno de Diciembre – Chern número treinta, en el calendario
antiguo de las hadas – las damas aparecieron frente a sus respectivos
compañeros, trayendo consigo una fuente de porcelana repleta con la comida, una
especie de pasta parecida a los ravioles rellena con vegetales, y la salda roja
para usar como aderezo (las hermanas apagaron el fuego usando magia). Dejaron
la fuente en el suelo y los seis, cada uno con su plato, se sentaron alrededor,
formando un círculo, y dejando en evidencia una de las más antiguas y conocidas
imágenes de las que tanto se enorgullecían los seres feéricos; la de una
familia compartiendo la comida. Y era algo que todos disfrutaban a lo grande.
Principalmente Eduardo, que rara vez tuvo estas oportunidades desde el
fallecimiento de sus padres hasta los inicios de Marzo, cuando Isabel entrara
en su vida. A los días lo hicieron Cristal y Kevin, y por último Wilson e Iulí,
día desde el cual no dejó de afirmar que por fin tuvo lo único que le faltaba
para beneficiarse de la felicidad completa. Viendo a su mejor amigo, a las
atractivas hermanas y a sus futuros suegros, y en tanto se servía una porción,
repitió, en silencio, eso de que la vida le sonreía y daba oportunidades a
quien las mereciera. Teniendo familia, amigos, casa, trabajo, una posición
económica consolidada y popularidad a causa de sus logros y actos, no había
nada por lo que tuviera que preocuparse.
FIN
--- CLAUDIO ---
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