lunes, 15 de febrero de 2016

CDZ, un bello recuerdo inalterable

Una escena de la pelea de Babel de Centauro contra Hyoga del Cisne


No me acuerdo que veía en esa época en la televisión, después de llegar a casa desde la escuela, ni tampoco en que canal. De hecho, se escaparon incluso de mi memoria el día y el mes, pero el caso es que esa tarde, pasadas apenas las 17 horas con 30 minutos, por una de esas casualidades, se me ocurrió pasar uno atrás de otro los cinco canales (en esa época, mi familia y yo no teníamos un servicio de televisión paga) picando los botones en el control remoto del televisor, un “Samsung” que mi papá había comprado a mediados de 1991, del cual únicamente conservo dicho control, por razones sentimentales y, por supuesto, nostalgia. Luego de pasarlo, me detuve en el canal 7, el estatal, porque vi que estaban empezando (¡lo agarré desde el principio!) un dibujo animado japonés que en mi vida había visto. Si, supe que era de ese país porque en los créditos del final del episodio pasaron los nombres de parte del equipo de producción, por eso y porque había aparecido “Japón” como cierre de esos créditos.  Era el primer episodio de “Los caballeros del zodíaco”, aquel en que Seiya derrota a Casio en la batalla final, por la armadura de bronce de pegaso, ante la mirada de varias decenas de espectadores, entre estos el patriarca del Santuario, Marín y Shaina (más tarde reveladas como las portadoras de las armaduras de plata de Águila y Ofiuco), las entrenadoras de Seiya y Casio, respectivamente. No voy a referirme al episodio en si, porque ese no es el motivo de este artículo, si, en cambio, a como me enganché casi inmediatamente, desde ese día de 1995, con cualquier cosa que estuviera relacionada con el universo CDZ: la serie que pasaban por la televisión,  de cuya emisión pasaron los capítulos hasta ese en que Seiya derrota a Aioria, el caballero dorado de Leo, las películas, álbumes de figuritas (¡nunca los puede llenar del todo!), pósters, pines para la ropa, juguetes y eso… el “merchandising”, para definirlo con una sola palabra.  Fue el mejor animé que haya visto y sin dudas lo va a ser hasta el día en que me muera, y creo, además, que llegó en  la época indicada, a mis once años,  y el hecho de haber sido esta serie animada una de las pioneras de su género que se transmitía en Argentina, hizo que el impacto fuera todavía más fuerte y llamativo, no solo en mi caso, sino también en el de varias personas de mi edad, un poco más o un poco menos.  Podía se run poco fuerte, de acuerdo, a causa de esa cantidad sideral de sangre que se derramaba en la mayoría de los episodios, cada vez que había una batalla, pero valió la pena. Y la sigue valiendo, porque no dejé de mirar cada una de las series y películas nuevas que fueron apareciendo y precediendo a la original: la saga de Hades, Omega, The Lost Canvas, Alma de Oro… ¡hasta la Obertura del Cielo me pareció buena!

Es verdad que la calidad del diseño puede haber disminuido, especialmente con las armaduras doradas que aparecen en CDZ: Omega (una cagada, si me lo preguntan) pero eso es algo que se compensa con lo excelentes que son los argumentos. Con el tiempo, como dije, me convertí en un fanático, imbancable algunas veces,  de CDZ, y eso constituye algo que no cambió con mi llegada a la adolescencia, la adultez parcial, a los 18 años, y la total, a los 21; máxime conforme la tecnología fue avanzando  (al fin sirvió para algo) y surgieron las páginas como Youtube, Wikipedia y otras temáticas, con su contenido dedicado al mundo de los mangas y animés. Allí pude obtener y ver cuanta información me viniera en gana, incluida una de mis escenas favoritas, que es cuando los caballeros de bronce son atacados por Babel, el caballero de plata del centauro, y Saori descubre que es la reencarnación de la diosa Atenea.

Lo demás, como dije, no viene al caso, a este artículo, en el que expreso parte de la nostalgia que siento y que me invade. CDZ es uno de los mejores recuerdos que conservo de varias épocas pasadas de mi vida y voy a hacer todo cuanto pueda para que eso no se vea alterado con el paso del tiempo, de aquí hasta que me llegue la hora. Por vocación o por opción, en varios aspectos, lo de ayer fue mejor que lo de hoy, y este es uno. Quizás se deba a la originalidad en los dibujos animados japoneses, quizás a que haberlo visto por primera vez en el 95 fue una época en la que no tenía tantas preocupaciones, al menos no tantas como en la actualidad, quizás a que a esa edad era natural que me gustaran estas cosas (que lo hicieran a tal punto que lo clasifiqué como algo que tenía que sobrevivir al paso del tiempo) o lo que sea… pero el caso es que este gusto continúa presente y firme hasta hoy, a más de veinte años de iniciado, y se reafirma con cada nueva obra que aparece, como “Alma de oro”, una de las más recientes.


--- CLAUDIO ---

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