lunes, 17 de junio de 2013

Vedettes y vedetongas

Paola Miranda, mi vedette favorita


Continuando con el tono retro, aunque solo en parte, quiero hacer una constancia de mi marcada estupefacción ante el hecho de que el común de las opiniones en no pocos ámbitos (social, laboral, familiar…) la gente tiende a “designar”, si se quiere, como vedette a cualquier mujer que haya caminado en bombacha y corpiño y con algunas plumas en la pasarela o un teatro por solo diez minutos. No se cual sea o cuales sean las causas, pero de seguro no es por su talento para actual, bailar o cantar, porque la mayoría de estas vedettes, o “vedetongas”, no hace ninguna de las tres cosas, o en su defecto lo hace mal o muy mal. Lo único que tienen a su favor es un cuerpo despampanante y en buena forma (buenísima, opino yo) con bastante “allí donde termina la espalda” y “debajo del cuello”. Esa es la causa de su aceptación popular, de que se las considere como vedettes. Los hombres, por un lado, con la sola condición de que somos una banda de calentones de los más variados estados civiles, porque no voy a ocultar, y de hecho lo asumo con orgullo, que yo soy uno de ellos (mi favorita es la ecuatoriana Paola Miranda), aunque a ese respecto tengo criterio y objetividad. Por su lado, y esta es opinión mía, las mujeres las adoran porque las ven como el canon y estereotipo imperantes de belleza: curvas acentuadas, altas, delgadas, rubias… es el “ideal de mujer”.

Las vedettes y vedetongas, incentivadas por ese clamor y aceptación, y también por personajes de la farándula, chimenteros y esa clase de gente, cada vez ven en esa profesión hoy bastardeada y vilipendiada al medio para ganarse el sustento. Explicado a groso modo, esa clase de mujeres tiene la concepción de que para ser exitosa y triunfar en todos los aspectos de su vida tiene que enseñar las tetas, menear el culo para los dos lados y hacer escándalo por cualquier cosa en los medios antes que casarse, ser madre, seguir una carrera terciaria o universitaria y tener un buen empleo. Otra visión que implica, si se quiere, un retroceso e involución social.

¡¡¡ OJO, QUE YO NO SOY MARICA, EH!!! Lo sería si dijera que no me gusta ver a las mujeres “ligeras de ropa”, que las prefiero vestidas de pies a cabeza cual puritana estadounidense del Siglo XIX, o como las musulmanas de ayer y de hoy. Simplemente quiero expresar mi pensamiento sobre este éxito logrado con un mínimo de esfuerzo, o directamente ninguno, por parte de estas mujeres, las que consideran que la fama se puede alcanzar con las curvas más o menos cubiertas y el escándalo y sin ningún talento artístico. En la mayoría de los casos no son ni la quinta parte de lo que las vedettes de otros tiempos  (Nélida Roca, Nélida Lobato, las hermanas Pons y Rojo, Zulma Faiad, Adriana Aguirre…). También es verdad que la experiencia es algo que se adquiere con el tiempo y que la práctica hace al maestro. Aquellas vedettes de antaño también fueron principiantes en su momento, pero prosperaron a fuerza de tiempo, voluntad y esfuerzo.
Desafortunadamente, ese no es el caso ahora, porque las vedettes (o vedetongas) actuales compensan con un buen culo y un buen par de tetas esa falta de talento para cantar, bailar y actuar. Así las cosas, son pocas las mujeres actuales que bien merecido y ganado tienen su título de vedette, porque aparte de tener esas curvas bellas y más o menos voluptuosas poseen esos tres talentos que hacen de ellas el tipo ideal para el teatro de revistas u otros espectáculos similares.


¡¡¡ DEJEMOS DE LLAMAR “VEDETTE” A QUIEN NO SE LO MERECE!!!


--- CLAUDIO ---

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