Paola Miranda, mi vedette favorita
Continuando con el tono retro, aunque solo en parte, quiero
hacer una constancia de mi marcada estupefacción ante el hecho de que el común
de las opiniones en no pocos ámbitos (social, laboral, familiar…) la gente
tiende a “designar”, si se quiere, como vedette a cualquier mujer que haya
caminado en bombacha y corpiño y con algunas plumas en la pasarela o un teatro
por solo diez minutos. No se cual sea o cuales sean las causas, pero de seguro
no es por su talento para actual, bailar o cantar, porque la mayoría de estas
vedettes, o “vedetongas”, no hace ninguna de las tres cosas, o en su defecto lo
hace mal o muy mal. Lo único que tienen a su favor es un cuerpo despampanante y
en buena forma (buenísima, opino yo) con bastante “allí donde termina la
espalda” y “debajo del cuello”. Esa es la causa de su aceptación popular, de
que se las considere como vedettes. Los hombres, por un lado, con la sola
condición de que somos una banda de calentones de los más variados estados
civiles, porque no voy a ocultar, y de hecho lo asumo con orgullo, que yo soy
uno de ellos (mi favorita es la ecuatoriana Paola Miranda), aunque a ese
respecto tengo criterio y objetividad. Por su lado, y esta es opinión mía, las
mujeres las adoran porque las ven como el canon y estereotipo imperantes de
belleza: curvas acentuadas, altas, delgadas, rubias… es el “ideal de mujer”.
Las vedettes y vedetongas, incentivadas por ese clamor y
aceptación, y también por personajes de la farándula, chimenteros y esa clase
de gente, cada vez ven en esa profesión hoy bastardeada y vilipendiada al medio
para ganarse el sustento. Explicado a groso modo, esa clase de mujeres tiene la
concepción de que para ser exitosa y triunfar en todos los aspectos de su vida
tiene que enseñar las tetas, menear el culo para los dos lados y hacer
escándalo por cualquier cosa en los medios antes que casarse, ser madre, seguir
una carrera terciaria o universitaria y tener un buen empleo. Otra visión que
implica, si se quiere, un retroceso e involución social.
¡¡¡ OJO, QUE YO NO SOY MARICA, EH!!! Lo sería si dijera que
no me gusta ver a las mujeres “ligeras de ropa”, que las prefiero vestidas de
pies a cabeza cual puritana estadounidense del Siglo XIX, o como las musulmanas
de ayer y de hoy. Simplemente quiero expresar mi pensamiento sobre este éxito
logrado con un mínimo de esfuerzo, o directamente ninguno, por parte de estas
mujeres, las que consideran que la fama se puede alcanzar con las curvas más o
menos cubiertas y el escándalo y sin ningún talento artístico. En la mayoría de
los casos no son ni la quinta parte de lo que las vedettes de otros
tiempos (Nélida Roca, Nélida Lobato, las
hermanas Pons y Rojo, Zulma Faiad, Adriana Aguirre…). También es verdad que la
experiencia es algo que se adquiere con el tiempo y que la práctica hace al
maestro. Aquellas vedettes de antaño también fueron principiantes en su
momento, pero prosperaron a fuerza de tiempo, voluntad y esfuerzo.
Desafortunadamente, ese no es el caso ahora, porque las
vedettes (o vedetongas) actuales compensan con un buen culo y un buen par de
tetas esa falta de talento para cantar, bailar y actuar. Así las cosas, son
pocas las mujeres actuales que bien merecido y ganado tienen su título de
vedette, porque aparte de tener esas curvas bellas y más o menos voluptuosas
poseen esos tres talentos que hacen de ellas el tipo ideal para el teatro de
revistas u otros espectáculos similares.
¡¡¡ DEJEMOS DE LLAMAR “VEDETTE” A QUIEN NO SE LO MERECE!!!
--- CLAUDIO ---
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