Forman otra parte de la cultura que, como de aquellas la
mayoría, se fue yendo al carajo de a poco, y aún lo hace. Aunque no pueda ser
que tal cosa pase, pasa. Y eso es malo. ¿Quién puede pensar siquiera que, por
ejemplo, “Chu chu wa” le puede ganar a “Sobre el puente de Avignon”?, porque a
decir verdad no le llega ni a los talones. O que Laura Franco le puede hacer
sombra a Carlitos Balá. A propósito, ¿quién tuvo la brillante idea (estoy
siendo sarcástico) de ponerlos juntos en un programa de televisión. Es pésima.
Pero volviendo al tema central de este artículo, me parece, y es gratificante
saber que no soy el único con esta visión de las cosas, que no debería hacerse
a un lado ni quedar solo en la memoria de la gente (los que ahora no tienen
menos de treinta… y estoy siendo generoso) ni los libros aquellas canciones que
entretuvieron y fascinaron a cientos de miles durante varias generaciones. Yo
no tuve esa suerte, al menos no del todo. Yo nací en 1983 y no pude pasar mi
infancia oyendo genialidades como “Sobre el puente de Avignon”, “Fray Santiago”
o “Vamos de paseo” con la misma regularidad que mis parientes ya adultos o
cualquiera de las generaciones anteriores.
Si es verdad que las cosas cambiaron. Que losa menores de
edad de hoy no son los mismos que los de ayer. Pero eso de ninguna manera
significa que no pueda haber un espacio para los clásicos en materia de
canciones infantiles. Los padres de esos menores son quienes deberían evitarlo.
Los padres y cualquiera de los componentes de su familia que haya visto la
época de gloria de esas canciones. Los que tenemos una nostalgia de la grandísima
pu… como yo tenemos la obligación irrenunciable de mantener vigentes esas
canciones, de transmitirlas a quienes hoy tienen no más de siete años… ocho cuando
mucho. Y es lo que por supuesto pienso hacer el día en que tenga un hijo o una
hija. Esa nueva vida va a pasar su etapa preescolar (así conocí yo al período
previo al inicio de los estudios en la escuela primaria) oyendo no solo las
canciones infantiles que vayan a estar de moda en ese momento, son también las
clásicas.
Como es lógico, no paso las horas de televisión mirando
programas infantiles para enterarme de la música y escucharla. No requiero
hacer eso para conocer lo que está de moda. Me basta con un poco de lectura de
Internet o de tal o cual medio gráfico para darme cuenta de eso.
Por cuestiones de madurez y mentalidad ya no me atrae, pero
la canción de Pinocho fue una de mis favoritas allá por mis 3-6 años, entre
1987 y 1990. Hace poco pasé por una casa en mi barrio y escuché a un señor que
rondaría los setenta años cantándosela al nieto, que tendría más o menos cinco
años, y eso fue algo bueno, se podría decir. Saber que no soy solamente yo,
como dije en el párrafo anterior, el que le dedica un poquito de tiempo y
esfuerzos a esa joya verdadera de la música infantil y otras parecidas. Haber
escuchado a ese abuelo entonando “Hasta el viejo hospital de los muñecos, llegó
el pobre Pinocho malherido…” fue mi musa de inspiración para escribir este artículo,
y es por eso que está acompañado por el video de esa canción.
Los invito a que tomen mi visión a este respecto y la
apliquen. A sus hijos, nietos, sobrinos o lo que sea de esa edad (no más de
siete años u ocho como máximo)… cántenles esas canciones en sus cumpleaños u
otras ocasiones para ellos importantes.
¡¡¡ LUCHEMOS POR MANTENER VIVAS PARA NUESTROS MENORES DE
EDAD LAS CANCIONES INFANTILES CLÁSICAS!!!
--- CLAUDIO ---
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