jueves, 21 de junio de 2018

26) Si, acepto: parte 4


Desde ese momento, en La Fragua, 5-16-7 reinaron sin oposición e ininterrumpidamente las risas y voces bastante animadas entre los individuos alrededor de la mesa, en quienes los gestos, modos y movimientos fueron igual de animados. Tan contentos estuvieron que el actuar en equipo redujo sustancialmente lo que quedaba de tensiones, temores y preocupaciones en los recién casados, que por fin, después de intentarlo decenas de veces en más de cuatro meses, el tiempo transcurrido desde su primera visita a la oficina del CAF, pudieron dejar de tener esos temblores y la obsesión por la perfección total en este día tan especial para ellos. Empezado el aperitivo, relajándose con y disfrutando de las canciones folclóricas, los recién casados, los testigos del gran evento y los invitados comentaron y opinaron sobre los obsequios, respecto a lo que evacuaron cualquier duda que pudiera haber existido. "De verdad que son bellos y perfectos", sentenció Isabel, desde uno de los extremos, limitándose a expresar con esa simple frase lo que le parecieron los regalos. Por si no tuvieran ya suficientes elementos en las alacenas, estanterías y vitrinas en muchos de los ambientes de la estructura poligonal, ahora disponían de otra buena cantidad de vajilla, cubiertos y utensilios de cocina para atestar todo el espacio en dichos muebles, además de otros tantos elementos, entre los que estaban las herramientas que les obsequiara Zümsar para las tareas domésticas - restauraciones, mantenimiento y nuevas construcciones -, quien además conocía que esas tareas fueron en su momento, en la Tierra, y continuaban siéndolo ahora, un pasatiempo para Eduardo. Los juegos de sábanas, las cortinas y los manteles, otros de los más típicos regalos de boda, no carecieron de la magnificencia de cualquiera de los demás objetos, y Eduardo e Isabel, con observarlos cuidadosamente, advirtieron que eran ideales para continuar con las reformas en su casa, animados por la gloriosa jornada que estaban viviendo y lo rápido que aquellos obreros hubieron de terminar sus trabajos. Igual de valiosa fue para ellos la suscripción para los siguientes años que les regalara Iris, porque Eduardo e Isabel siempre hallaban el tiempo y las ganas para leer la mayoría, cuando no todas, de las páginas de cada nueva edición de El Heraldo Insular, medio gráfico del que sus secciones favoritas eran las de los deportes y la de interés femenino. El regalo de Elvia y la familia real eran unos objetos que de a poco iban ganando su lugar en la sociedad, al haberse convertido rápidamente en indispensables y, por lo tanto, en un éxito de ventas. Eran cristales que, con la aplicación de la magia, podían adquirir la capacidad de conservar los alimentos perecederos, como los lácteos, por mucho más tiempo del habitual. "Y con esos veintisiete cristales ustedes lograron ahorrar seis mil setecientos cincuenta soles", dijo la heredera, generando otro factor de humor, porque cada una de esas piezas, cuya energía era suficiente para una semana, costaba doscientos cincuenta. Los cilindros mágicos, el regalo de los ilustres visitantes (su familia) de la Casa de la Magia, resultaban muy útiles para ellos, como para cualquiera que poseyera uno o varios, especialmente los transportistas, porque podían mover de uno a otro punto grandes cantidades de materiales y mercancías sin esfuerzos, sobre todo estos, que eran versiones mejoradas. Eduardo e Isabel los usaban principalmente en el Templo del Agua, el Cuidador para mover en un solo viaje los biblioratos, carpetas y cualquier cosa con la que trabajara en su oficina y su segunda las herramientas, equipos y materiales que usaba en sus labores en el área de arqueología; y en La Fragua, además, para suplir la falta de espacio físico. Por esto mismo se alegraron con otro de los obsequios, el armario de doce espacios que, no bien lo hubieran traído a la vivienda, lo instalarían contra uno de los muros en la sala principal. Las ilustraciones no hicieron más que entusiasmarlos, al ver que podrían poner un poco de orden, aunque advirtieron que cada uno de los espacios en esa nueva pieza se llenaría en cuestión de minutos. Los cilindros musicales representaban otro de los prodigios tecnológicos más notables desarrollados en los últimos años, ya que posibilitaron que se pudiera disfrutar en el hogar, una oficina u otro espacio de un entretenimiento que antes quedaba reservado para los recitales y conciertos al aire libre o en los espacios públicos : la música. Y los recién casados se habían vuelto rápidamente amantes del musiquero, y de pasar sus ratos de ocio oyendo las canciones folclóricas, por lejos su género favorito, e incluso, en el caso de Eduardo, oyéndola con otro aparato mientras trabajaba en el lugar grandioso. Por ese mismo puesto es que el y su compañera no dejaron de mostrarse emocionados y felices con los artículos de oficina, numerosos en calidad y cantidad, el trabajo era mucho e insumía varias veces grandes cantidades de tinta, hojas y otros materiales. “Acertamos con lo de llevarnos trabajo a casa”, se alegró Isabel, porque ambos miembros del flamante matrimonio habían llevado a su casa trabajo pendiente que urgía completarlo a la mayor brevedad posible, más de una veintena de veces desde que asumieran sus cargos tan importantes en el Templo del Agua, especialmente durante los primeros días. El reloj, obsequio de Wilson, sería usado no solo para indicar la hora, sino también, dado su magnífico y tan ornamentado diseño, como pieza decorativa en el corredor del cuerpo principal de la casa. “Lo reconozco”, pensó Eduardo, entre risas, porque había visto ese reloj en uno de los anaqueles en el anticuario, cuando estuvo allí ayudando a Zümsar y los empleados en la actualización del inventario. Los otros obsequios, la ropa y el calzado, eran prendas formales e informales y no carentes de magnificencia. Eran pantalones, camisas de mangas largas y cortas, vestidos, zapatos y un paquete que Isabel decidió no abrir en ese momento, por pedido de Iris, quien le dijo, entre risas y con un gruñido preventivo, “Ahora no, los calentones abundan acá”, dirigiendo su vista a los hombres, que silbaron haciéndose los distraídos, incluido el protagonista de la jornada, especulando acerca del contenido del paquete (“Otros trescientos soles”, apostaron al unísono Eduardo y Zümsar, remitiendo su memoria al día del cumpleaños doble y uno de los regalos para Isabel) y contribuyendo con esas palabras a la atmósfera festiva que reinaba en el patio. Nuevamente, a los contrayentes les fue imposible decir o pensar cual de los regalos era más bello y útil que los otros, porque todos tenían esas condiciones al mismo nivel, y a ninguno le sacarían menos provecho que a los otros, tanto en esta casa como en el Templo del Agua. “Por si no fue suficiente decirlo una vez, acá va otra”, decidió Eduardo, y junto a Isabel volvieron a agradecer a cada uno de los presentes allí por esos maravillosos regalos que recibieran hoy – fieles a su palabras, no dijeron absolutamente nada acerca del Impulsor con la forma de anillo de sello – los cuales no habían hecho otra cosa que transformarse en uno de los factores que mantenían en su más alto punto al enorme clima festivo y de felicidad que imperaba en La Fragua, 5-16-7. “Es parte de la costumbre, como cualquiera otra festividad y ceremonia”, les recordó Iris, avanzado ya el momento de los aperitivos, y pasada alrededor de una hora desde el instante en que se dieran el primer beso Eduardo e Isabel, complementando esas palabras con las memorias del pasado Diciembre, del cumpleaños doble que se desarrollara en esta casa. También las graduaciones, aniversarios, reuniones empresariales, nacimientos y otros grandes eventos ameritaban que se regalara algo, vinculado al motivo en cuestión, a los protagonistas. Continuando con ese tema, el de los regalos, ambas princesas insulares, Elvia e Iris, le preguntaron a los recién casados si ya habían empezado a comprar, o si estaban prontos a hacerlo, cualquier cosa que pudiera necesitar su hija una vez que esta hubiera llegado al mundo. Isabel y Eduardo, contentos de empezar a hablar de este asunto que tanto los alegraba y emocionaba desde inicios del año, contestaron que no, que recién lo harían no bien empezara el segundo semestre. “La fecha indicada es el uno de Julio /Iiade número quince”, informó Isabel, llevándose las manos al vientre, una reacción instintiva de las mujeres de esta especie que se hallaban en la dulce espera, cada vez que se hablaba de esos embarazos en curso. “Si tenemos una lista”, agregó Eduardo, pasando momentáneamente, con esa simple frase, del casamiento al nacimiento de su hija, y con ello a ese feliz momento en general, porque todas las mujeres adultas reunidas alrededor de la mesa (Cristal, Isabel, Iulí, Iris, Lara, Lía y Elvia) esperaban un hijo o una hija, y, en el caso de la madre de las hermanas y la jefa del DCS, además de Lara, poseían ya la “experiencia previa”. Las mujeres no demoraron mucho en comprometerse a una ayuda mutua e intercambiar esos conocimientos e información, como ya venían haciendo desde que cada una entrara en ese feliz período. Planearon una visita en grupo para los siguientes controles ginecológicos, algo surgido de parte de Iulí, que de todas sería la primera en dar a luz, en los días finales de Septiembre. Y fue evidente que ese tema las atrapó tanto que muy pronto hicieron a un lado lo demás y se reunieron en uno de los extremos de la mesa, allí donde estaba Isabel, dejando a Eduardo, Kevin,  y Lidia comentando experiencias e intercambiando información acerca de los lugares grandiosos y a Wilson, Zümsar, Olaf y Kuza enfrascándose en una de sus acostumbradas e infaltables conversaciones sobre deportes, especialmente balonmano, el más popular para las hadas y los vampiros. Cada uno de los grupos – hombres, mujeres y Cuidadores – estuvo concentrado en su propio tema, in dejar de comentar también, aisladamente, aquello de lo que habían hablado los otros dos, y no dejaron de hacerlo sino hasta que a todos se les dio por mirar el reloj y advertir que eran las once horas con treinta minutos, el momento en que, previamente, acordaran empezar a preparar el almuerzo. “Vamos nosotros”, quiso Wilson, reiterando el pedido a su hija mayor y su flamante yerno de no hacer esfuerzo alguno.  Esta vez fueron Cristal y Kevin los que se quedaron para hacerles compañía. “Cuenten con nosotros, no se van a levantar de sus sillas”, les prometió el Cuidador de la Casa de la Magia, mientras su prometida iba distribuyendo ordenadamente los platos, cubiertos, copas, vasos y otros elementos sobre la mesa. Por supuesto, las hermanas de fuego, una de las formas con que se hacían llamar desde inicios de Diciembre pasado, y sus compañeros no hicieron otra cosa que continuar concentrados en una amena conversación sobre los regalos y demás componentes de este día tan especial, olvidados ya los protagonistas del evento de las preocupaciones y temores. “Lo de ustedes nos va a servir sin dudas como experiencia a Kevin y a mi”, acertó cristal, dejando un juego de tres cubiertos (cuchillo, tenedor y cuchara) encada uno de los lugares en torno a la mesa, a lo que su prometido agregó que no bien este día memorable hubiera terminado, ambos tomarían notas, con todos los detalles que creyeran necesarios, de todo cuanto vivieron y sintieron, tratando de usarlo a su favor para cuando llegara su propia boda. Habiendo escuchado como las canciones folclóricas le dejaban su lugar a una selección de los mejores valses, uno de los cilindros musicales que obsequiaran al reciente matrimonio, el cuarteto estuvo reunido en el almacén provisorio – “Lo de dejar las sillas era figurativo”, ironizó el artesano-escultor –, observando los artículos que esperaban su momento.

_Voy a sonar repetitivo – empezó Eduardo, enfocando sus ojos en la pila de cajas con botellas repletas de jugo. Tomarían al menos siete y las llevarían al patio, dejándolas listas para el almuerzo –… pero es una lástima que todo esto, todo cuanto Isabel y yo vinimos preparando desde Enero, vaya a terminarse en poco más de doce horas. Casi podría decirse que es un desperdicio. Sentí lo mismo en Diciembre, porque tres días no son más que uno.

Para los recién casados, la jornada festiva no se terminaba con el diecinueve de Mayo, como así tampoco para los demás. Eduardo e Isabel, apenas se anunciara con la sonora campanada la llegada del nuevo día, se marcharían de su casa al barrio Plaza Central, para tener su noche de bodas en uno de los hoteles más lujosos del país, y allí se quedarían hasta el alba. Mientras tanto, los testigos e invitados, habiéndose ofrecido voluntariamente para la tarea, porque era una costumbre en los casamientos feéricos, se ocuparían de desmontar uno a uno los preparativos y la limpieza durante el transcurso de la madrugada, para que cuando los propietarios estuvieran de vuelta hallaran cada espacio, los cerrados y los abiertos, de La Fragua, 5-16-´7 de punta en blanco. Cuando acordaron aquello, ni Eduardo ni Isabel omitieron decir a los testigos e invitados que ese gesto, era otro favor que les iban a deber, porque esa docena de individuos iban a terminar  exactamente igual que ellos el finalizar la jornada: exhaustos. De muy poco o directamente de nada sirvió que las hadas, el vampiro y la nena híbrida les dijeron que no habría deuda alguna, pues los protagonistas lo iban a continuar creyendo.
_Pero todo valió la pena – opinó Kevin, otra vez en el patio, nuevamente sentados los cuatro –. Todas nuestras ceremonias y festividades son así, Eduardo. No importa si es un cumpleaños, al Transición, una boda o lo que fuera. Esa es una de las razones que justifican la opulencia, grandes inversiones y eso. Si van a durar nada más que u día, cuando mucho dos o tres, mejor que todo lo que pase en ellas sea tan memorable que quede registrado por tiempo indefinido en la mente de quienes participaron de ellas.
Las voces y exclamaciones que llegaban desde la estructura poligonal indicaron al cuarteto que los testigos e invitados ya habían mezclado los ingredientes para la salsa roja en una cacerola y puesto esta en una de las hornallas. Les resultaba difícil, a causa de lo concentrados que estaban hablando sobre la durabilidad de las festividades, la distancia entre el patio y el cuerpo principal y los valses que amenizaban todavía más la jornada, captar oraciones completas, pero les bastó con esas palabras sueltas y unas pocas frases para advertir que estaban concentrados en el almuerzo, deseando que tuviera el mismo nivel de perfección que la ceremonia nupcial.
_Ya lo se – dijo el flamante marido –. Tengo en la memoria casi todo lo que pasó en el día del cumpleaños doble y el de la Transición. Fueron tres días tan grandiosos que estoy casi seguro de que no los voy a olvidar nunca, por más que vayan a existir decenas de celebraciones como esas. Lo que viví aquellas jornadas fue inolvidable y mágico, me hizo inmensamente dichoso, que es lo mismo que experimentaron ustedes, Iulí, Wilson, Iris y Zümsar.
_Porque fueron tus primeras experiencias en esas ceremonias – dijo su cuñada –. De seguro sentiste lo mismo a lo largo del año pasado, durante cada uno de los eventos en los que participaste, y los de este año del primer bimestre. Todavía me acuerdo de tu participación en la festividad del Otoño en la plaza central, el año pasado. Incluso debés sentir lo mismo respecto de tus primeros días con mi hermana, ¿no es así?. Hay momentos en la vida que son únicos, y eso hace que no olvidemos todo cuanto vivimos en ellos.
_Eso es cierto., reconoció el Cuidador del Templo del Agua, trasladándose en la mente a sus vivencias desde Marzo de diez mil doscientos cuatro hasta Marzo de este año.

Había visto y participado dos veces de la grandiosa festividad del Otoño y una de las del invierno, la primavera y el verano; del día de la Patria el doce de Agosto, del de la Diversidad Étnica y Cultural el treinta de Octubre, del de la Diversidad Biológica y Natural el veintinueve de Noviembre; de la Jornada de la Buenaventura el dos de Febrero, del Día de la Tradición y la Cultura, también dos veces, el siete de Abril, del natalicio de la reina Lili veinte días más tarde, el veintisiete de Abril, de los Días del Trabajo y de la Familia el uno de Mayo y nueve de Junio, respectivamente; del Día de los Muertos el cinco de Diciembre; del aniversario de creación de la Guardia Real el dieciséis de Mayo del año pasado (no participó en la de este), de la Tomatina (gran festividad de las hadas) entre el veintitrés y el veintiséis de Septiembre y otras tantas festividades y ceremonias. “Grandiosas y fabulosas”, había opinado no bien estuvo formando parte de ellas, acompañado siempre por Isabel, porque ambos formaban un duo inseparable desde el primer momento. A medida que esas jornadas fueron llegando y pasando, Eduardo descubrió que sus primeras experiencias no habían sido algo por lo que hubiera tenido que preocuparse. No estaba solo, cada vivencia anterior le servía para acumular conocimiento e información y, por supuesto, tenía el recuerdo de su creencia en las hadas, confirmado al recuperar el conocimiento y hallar a Nadia, Isabel y la reina Lili frente a su persona. Debido a esa creencia es que pudo adaptarse en un tiempo increíblemente corto a esta nueva sociedad, a esta nueva vida, en un lugar donde era inexistente todo aquello por lo que alguna vez hubiera tenido que preocuparse – problemas y descontentos sociales de todo tipo, delincuencia, falencias en el sistema de salud, contaminación ambiental – lo que le permitió llevar una vida tranquila desde los primeros instantes. Y ese primer día, justamente por eso, era uno de sus mejores recuerdos, era una de sus mejores memorias, permaneciendo prácticamente inalterada, e incluyendo la primera salida, a mitad de la tarde, con Isabel, por los alrededores de La Fragua, 5-16-7. “Magnífico momento”, decía, cada vez que traía ese recuerdo al presente.

_Lo es, definitivamente., corroboró Isabel.

Con el cambio de un vals por otro n el musiquero, Eduardo quiso preguntar.
_¿Hay repitencia?.
_¿Con qué? – inquirió Kevin –, ¿personas que se casan por segunda vez?.
_Si.
Su amigo y las hermanas le explicaron lo poco que sabían al respecto, basando esas palabras más en las costumbres y las tradiciones que en las estadísticas, porque estas no aportaban demasiado, siendo tan escasas que daban poca información, no suficiente para que el público se formulara opiniones. Isabel, Cristal y Kevin  explicaron a Eduardo que para las hadas la fidelidad, la lealtad y el compromiso en el matrimonio se prolongaban más allá del instante del fallecimiento de uno de sus componentes, durando en casi todos los casos hasta el deceso del otro; y ninguno conocía a alguien que hubiera contraído nupcias por segunda vez.
_Así que es un fenómeno raro – tradujo el Cuidador del Templo del Agua –, y las estadísticas no aportan mucho. Yo estuve haciendo hasta no hace mucho una lista de aspectos comunes a las dos civilizaciones, y estoy dudando sobre si incluir o no a este.
_¿Son más frecuentes allí, en la Tierra, las segundas nupcias?., quiso saber Isabel, demostrando cierto asombro al escuchar aquello.
_Si. No tanto, pero lo son. Sobre todo en algunos sectores., contestó su marido, antes d empezar a dar algo de información al respecto.
No dijo gran cosa, porque esos temas no fueron su fuerte sino hasta el momento  en que le formulara la propuesta a Isabel. La mayoría de los casos que conocía Eduardo de personas que se casaban por segunda vez provenían del ambiente artístico, casos que eran reportados por los amarillistas, chimenteros y otras personas en los medios informativos. Por uno u otro motivo, las personas se separaban y formaban nuevas parejas, a veces más de una. Fuera de ese ámbito, Eduardo no tenía el conocimiento de individuos que lo hicieran, no al menos entre la gente con quien había tratado a diario. Habló a las hadas de hechos como las separaciones, los divorcios, las infidelidades y las “dobles vidas”, como las llamó el, y su trío de oyentes se sorprendió de escucharlo, de que algo así fuera tolerado.
_No es que no existan entre nosotros - reconoció Isabel -. Hay casos de infieles, por ejemplo. En cualquier caso, no tienen que dar explicaciones a nadie más que a sus otras mitades, mujeres si los infieles son hombres y maridos si son mujeres. Y de hacerse público supone para la persona infiel quedar embarazada vergüenza ante su familia. Como resuelven ese conflicto es algo que ignoro, porque no conozco casos, y no se mencionan en el archivo histórico.
_Porque se trata de algo que está dentro de la vida privada de la gente., dedujo su marido.
_Exacto - corroboró Cristal -. Como dijo mí hermana, la persona infiel no le tiene que dar explicaciones al Estado, al periodismo ni a ningún otro sector de la sociedad. Si existe algo de información debe ser muy escasa. Y el último divorcio del que se tenga conocimiento en Insulandia data del milenio pasado. Como dijimos, casi todos los matrimonios se terminan porque muere uno de sus componentes.
_ Además, con fenómenos como la infidelidad se pone envío peligro la supervivencia de ese grupo familiar, a medida que los parientes se van enterando de ese muy desafortunado evento - intervino Kevin -. Por eso son pocas las personas lo bastante "osadas", por llamarlas de alguna manera, que se atreven a cometer uno o más de esos actos. Las hadas y también muchas otras especies no los aceptamos.
Dio como ejemplo a los padres de la reina Lili, los antiguos soberanos insulares, fallecidos con una diferencia de doscientos treinta y nueve días. Primero había sido el rey, en un accidente. Un incendio gigantesco en una fábrica metalúrgica que puso en serio riesgo la vida de todos cuantos estuvieron en su interior, y el monarca, un metalúrgico desde su más temprana edad, no dudó en correr entre las llamas, salvando a tantos trabajadores como sus fuerzas se lo permitieron, antes de sucumbir aplastado por una pesada viga de cemento al colapsar parte de la estructura. "Leí ese informe en el archivo histórico", dijo Eduardo, recordando haber visto varios pasajes donde se mencionaba la despedida de héroe que le hicieron al rey, unas exequias funerarias tan grandiosas y solemnes que nunca desaparecieron de la memoria colectiva e individual. La soberana insular, madre de Lili y abuela de Elvia, cruzó al otro lado de la puerta alrededor de ocho meses después, consumida por la pena y la tristeza al haber perdido a su compañero de toda la vida. Quienes los conocieron aseguraron que no podía llevar una existencia sin tener a su lado al hombre al que conocía desde la adolescencia. "Tres días después, la princesa Lili, hija de los reyes, asumió el mando de nuestro país”, complementó Cristal las palabras de su marido.
_Es uno de los mejores ejemplos de lo que es la fidelidad eterna, de algo que, como dijimos antes, se prolonga hasta el fallecimiento del segundo componente del matrimonio, sea la mujer o el marido - agregó Isabel -. Un exponente de hasta que punto nos puede llevar la tristeza por perder a nuestra otra mitad. Por eso Cristal, Nadia, Elvia y yo reaccionamos de aquella manera cuando ustedes dos, Oliverio y Lursi pusieron sus vidas en peligro en los días de la Gran Catástrofe... y mucho más cerca, con esos monstruos fuera de control.
Las hermanas se sentían a salvo y el absoluta confianza con estos hombres, y viceversa. Los componentes de cada una de las parejas estaban hechos tal para cual y les era imposible pensar en otro futuro, a todos los plazos, que no fuera este. Desde el instante en que empezaran el compañerismo sentimental, en la primera quincena de Marzo del año pasado, la vida en ese estado (en pareja) les provocó una amplia gama de emociones y sentimientos positivos que fueron incrementándose con el paso del tiempo. Pero, a la vez, esos cuatro individuos tenían algo en la mente, un secreto, que era ignorado por los otros, y de momento Eduardo, Isabel, Kevin y Cristal preferían que se mantuviera así, para no alarmarlos ni nada parecido.
Los cuatro eran seguidores de y adeptos al "catastrofismo".
Un minuto después de las doce, anunciado el mediodía con la característica y sonora campanada, Iulí apareció nuevamente en el patio para anunciar a sus hijas y los hombres que el almuerzo estaría listo dentro de un cuarto de hora. "Esa es otra excelente noticia", se alegró, aplauso incluido, el protagonista masculino de la jornada, ya habiendo el y el trío que lo acompañaba terminado la conversación sobre el compromiso, la fidelidad y la confianza en las parejas de la raza feérica. "Una buena y más que suficiente razón... otra cosa que complementa lo bello de este día", agregó Isabel, en tanto veía a su madre ir nuevamente a la estructura poligonal. Ya durante la planificación de este glorioso día, cuando los preparativos organizaban ambos sin descuidar ningún detalle, acordaron que el plato principal sería, por su cantidad, igual al de las ceremonias del cumpleaños doble y la Transito: tanta que cada participante pudiera repetir al menos tres veces.
_La comida abundante es otro de los distintivos de nuestra especie - dijo Kevin a su amigo, colega Cuidador y concuñado, persistiendo con que era el momento de los últimos detalles en la mesa, de ocuparse de ellos. Les bastaba con mover unos pocos elementos y traer esa mesa pequeña sobre la que pondrían la enorme fuente con la comida -. Es una de las tantas formas de demostrar los buenos deseos, pensamientos y eso. Hablo de la felicidad y la dicha. En su momento fue un componente de la religión.
Durante aquel período, que se había extendido por milenios, existieron las "Fiestas de la Abundancia", que se celebraban anualmente cada dos de Julio /Iiade número dieciséis, exactamente a mitad del año; y esa fecha era en si otro símbolo. En la ceremonia, que se desarrollaba a lo largo de las veinticuatro horas, no había grandes manifestaciones públicas ni desfiles, pero si banquetes más que opulentos y abundantísimos con los que se rendía tributo a la diosa Vica, a quien se atribuía la creación de todas las cosas vivas y se agradecía por esa bonanza que hubieron de tener en el año previo a cada una de estas fiestas tan particulares y solemnes, siendo en esto no diferentes a cualquiera otra celebración. Las de la abundancia eran festividades que desde sus orígenes, cercanos estos al Período de Organización, el surgimiento de las primeras poblaciones grupales, que se llevaban a cabo puertas adentro de las casas, oficinas, salones, clubes, comercios, fábricas y cuanto lugar cerrado existiese, y se agradecía a Vica por esos fabulosos banquetes, atribuyéndosele a ella aquellos, un "obsequio" de su parte por los logros y aciertos en ese año transcurrido entre una Festividad de la Abundancia y la siguiente. Con la entrada ensalada vigencia del Edicto Once, que básicamente marcó el inicio del fin de la religión biteísta, la fiesta del dos de Julio / Iiade número dieciséis del año seis mil seiscientos sesenta, en la jornada posterior a que se separaran el Estado y la religión, tuvo un particular simbolismo, y, por primera y única vez se extendió no solo en los espacios cerrados, sino también en los abiertos , ocupando las hadas que defendían uno y otro postulado - "La creación y la evolución", había resumido Eduardo ese párrafo - una gran cantidad de plazas, parques y demás espacios públicos, porque las "Fiestas de la Abundancia" constituyeron siempre uno de los eventos más arraigados de la cultura feérica, no limitándose a las personas de fe. La última de estas celebraciones fue la del año siete mil doscientos tres , el año anterior al fin definitivo de la religión. Nunca llegaron a saber las hadas que lo sería, pero esa fiesta había sido particularmente solemne, más que cualquiera de las anteriores. Al llegar Mayo de siete mil doscientos cuatro, quinientos cuarenta y cuatro años después de la separación del Estado y la religión, decenas y decenas de componentes de aquella creencia habían desaparecido gradualmente desde las Fiestas de la Abundancia del ciclo anterior. "Así se terminó un período de miles de años", recitó Eduardo en voz alta la oración con que finalizaba el libro que estuviera leyendo.
_No hace muchos años empezó un movimiento para recuperar esas festividades, pero sin el aspecto religioso, hará cosa de dos o tres - informó Cristal a su cuñado, pensando en ese suceso -. Son pocos, no más de treinta mil en todo el mundo, pero tienen confianza en que algún día las festividades como la de la Abundancia vuelvan a figurar en el calendario y la sociedad. Yo por lo pronto estoy de acuerdo con eso. Sería algo excelente para el fortalecimiento de nuestra cultura.
_De a poco van a volver, no te quepa duda - aseguró Isabel, consciente de que esas ceremonias y festividades podían recuperarse sin, como dijera su hermana, que existieran una o más referencias a la religión, incluida la figura de Vica -. Aunque no coincido en eso de organizarse en un movimiento o un grupo para alcanzar ese fin. Basta, me parece, con que a la gente se le ocurra poner en práctica la de la Abundancia y otras festividades que se olvidaron con el tiempo. Con que una sola persona lo haga es suficiente.
_El efecto contagio hace el resto, cuando empiece a correrse la voz de que están practicándose nuevamente - agregó Kevin, intentando visualizar en la mente los procesos sociales consecuentes de aquella posibilidad -. Nosotros mismos lo podemos hacer. Estamos a cincuenta y cuatro días del dos de Julio. Ustedes dos acá envío La Fragua, 5-16-7, y Cristal y yo en la Casa de la Magia. Básicamente, en las Fiestas de la Abundancia se bebe y se come el triple, e incluso más, que en cualquier otro día del año.
Hacia allí se desvió la conversación, hacia las festividades que quedaron truncas en los inicios del octavo milenio, abarcando los últimos cinco minutos, mientras Wilson y los padres de Lidia iban llevando al patio, a la mesa, algunos de los elementos para el almuerzo, del lapso que anunciara Iulí. Las hermanas y Kevin hablaron a Eduardo acerca de la quema de muñecos hechos con papeles y cartones en las últimas ocho horas del último día de cada año, una costumbre surgida durante la Guerra de los Veintiocho, con la que se hacían ofrendas a la diosa Vica pidiéndole prosperidad para el nuevo ciclo, y a sus ojos se destruían esos muñecos, que simbolizaban lo malo y lo negativo ocurrido ese año. Esa fue una ceremonia, un ritual, que subsistió por mucho tiempo después de la guerra, extendiéndose casi hasta el fin de la religión misma, aunque no estuvo directamente ligado a ella. También le mencionaron s Eduardo la Festividad del Sol Invencible, que se llevaba a cabo durante el día del solsticio de verano, con grandes demostraciones y manifestaciones artísticas y culturales al aire libre en un culto y tributo al Sol, porque las hadas sostenían que el astro rey había sido la presencia física de la diosa Vica, que desde la inmensidad las observaba e iluminaba, permitiendo así que se desarrollaran y prosperaran como sociedad e individuos. "Las peregrinaciones", agregó Isabel, haciendo referencia a las profes masivas y multitudinarias que cada año se hacían a los lugares grandiosos - el Vinhäe, el Vinhuiga, el TeqJu... - los días quince, dieciséis y diecisiete de Diciembre /Nios números catorce al dieciséis, para agradecer a los espíritus y deidades en esas instituciones, a quienes se consideraba como descendientes directos de las figuras mayores y protagónicas de la religión - Vica, que representaba la luz y la vida, y Aldem, la oscuridad y la muerte -, a quienes se agradecía por todas las cosas buenas y la dicha que hubieran tenido ese año, actuando el sacerdote o la sacerdotisa como conductores de las ceremonias principales y llevando los peregrinos un sinfín de artículos alegóricos de y relacionados con el elemento en cuestión de los lugares grandiosos. Después, Kevin mencionó la destrucción de un objeto personal en el primer día hábil de Enero, en cualquier momento de este, que simbolizaba dicho acto el año terminado, porque a lo largo de toda su existencia la religión había sostenido que el desarrollo y los avances no podían ser del todo completos si los grupos e individuos se aferraban al ciclo recientemente finalizado, o, lo que era lo mismo, se aferraban al pasado, siendo este el único ritual en sobrevivir más allá de Enero de siete mil doscientos cuatro. La dificultad en restaurar esas celebraciones y otras tantas (Kevin, Isabel y Cristal mencionaron nada más que doce, y superficialmente, pero en total había novena y dos festividades que tuvieron su ocaso con el culto mismo a Aldem y Vica) radicaba justamente en sus orígenes. Quienes estaban a favor encontraban su principal problema, cuando no el único, en el hecho de no saber cómo despegar esos rituales y celebraciones de la religión, cómo adaptarlos para que puedan existir, desarrollarse y mantenerse sin ella. "Todavía no lo saben", tradujo Eduardo esas últimas palabras, advirtiéndole que dependería de eso y nada más el restablecimiento. "Y de eso depende también el lapso", complementó su compañera la idea, al tiempo que su madre volvía al patio y anunciaba que el almuerzo ya estaba listo - instintivamente el cuarteto sonrió y enfocó sus ojos en la chimenea, de donde ya había dejado de salir humo -, trayendo otros de los elementos. "Tenemos que continuar con eso de las festividades que se quieren recuperar, planteó Eduardo a Kevin, Cristal e Isabel, en tanto una parte de los invitados volvían al patio. Salieron los padres de Lidia, moviendo una pequeña mesa, que los anfitriones tenían en la sala con el musiquero, y la dejaron bastante cerca del enorme rectángulo donde iban a almorzar. Los dos ocuparon sus lugares, al tiempo que las hermanas y el Cuidador de la Casa de la Magia coincidían con el protagonista masculino de la jornada en continuar la conversación. Al instante, volvieron al patio la Cuidadora del Vinhuiga, Wilson, la princesa Elvia e Iris, inmersos en la charla sobre quiénes serían los testigos de la boda de la jefa del Departamento de Compras del Banco Real y Zümsar, habiendo aceptado el padre de las hermanas ser uno de ellos. Lía salió a continuación, meciendo a su hijo, profundamente dormido luego de otra ración de alimento, y por último el comerciante de antigüedades y el jefe de la Guardia Real, transportando estos dos hombres la fuente, con cierta dificultad y lentamente.

_Pesa, y el contenido es valioso., habló Olaf, ya habiendo dejado los hombres la fuente en su lugar.
Ninguno quiso correr el riesgo que en este caso hubiera implicado el uso de las habilidades telequinéticas, así lo concluyeron cuando Iris apagó las hornallas y empezaron a pasar la comida del trío de cacerolas a la fuente. Los participantes coincidieron en haber hecho un excelente trabajo, porque esas humeantes pastas cubiertas por una densa capa de salsa roja eran deliciosas a la vista. "Otro logro de nuestra parte", se enorgulleció Iulí, observando el contenido de la fuente, mientras se organizaba la catorcena de participantes para servirse suculentas porciones en sus respectivos platos. Lo harían en primer lugar los protagonistas de la jornada, después los testigos del casamiento y por último los invitados, en los tres casos primero las mujeres y luego los hombres (Isabel, Eduardo, Lía, Zümsar, Cristal, Elvia, Iris, Iulí, Lara, Lidia, Kevin, Kuza, Olaf y Wilson), y al cabo de otro tercio de hora esa catorcena se hallaba disfrutando de esa comida tan deliciosa para el paladar como lo fue para la vista, no sin antes haber pronunciado los testigos e invitados, porque era otra parte del ritual de los casamientos feéricos, la frase "Epti ditmogi mut vitusdup!", en tributo al flamante matrimonio, cuyos miembros, en respuesta, dedicaron sentidas y sinceras palabras de agradecimiento.
_Y la espera valió la pena., dijo Lía, que tenía el moisés a su lado, moviéndolo suavemente con la zurda, protagonizado una escena que, saltaba a la vista, despertaba ternura, sobre todo en las mujeres.
"Se nota" y otras palabras y frases parecidas fueron las respuestas de los demás comensales a sus palabras, porque con el primer bocado y el segundo quedó en evidencia lo exquisita que era esa comida. Y así empezó el almuerzo, con todos   los participantes tan concentrados en esa atmósfera festiva descomunal que venía reinando desde hacía tres o cuatro días, y que desde el instante en que los hombres pusieran sus pies en La Fragua, 5-16-7, para hacer su parte de las tareas, no había hecho otra cosa que incrementarse. "Y la música ayuda", complementó el testigo de la boda, que, como todos allí, tenía los oídos no solo concentrados en las conversaciones que iban surgiendo entre ellos, sino también en los valses que provenían desde los amplificadores. Rápidamente, mientras disfrutaban del almuerzo, la comida, la reunión y el motivo de esta, se vieron inmersos en una de esas charlas acerca de los temas que los venían manteniendo ocupados desde los últimos días de Diciembre, los embarazos, algo común a todas las mujeres adultas en torno a la mesa, empezando esa seguidilla con Iulí, durante las últimas horas del treinta y uno de Diciembre /Nios número treinta, y los casamientos que se avecinaban, todos planificados, en la imaginación de los individuos, para el período comprendido entre la segunda quincena de Julio y los días finales de Octubre. Ambos eventos, los embarazos y nacimientos, formaban algunas de las bases de aquello que para las hadas era irrenunciable y sumamente importante, la familia, que a su vez era uno de los pilares de su sociedad. A medida que el almuerzo avanzaba, fueron ocupándose de cada aspecto de uno y otro tema, usando como referencias lo vivido por ellos mismos en lo que iba de este año, intercambiando conocimientos, experiencia e información. "Ustedes tres son sin dudas las voces autorizadas", llamó Isabel a su madre, Lía y Lara. "Y en los dos asuntos, la maternidad y las bodas", agregó Cristal. De modo que el grupo al que las hermanas hizo referencia se convirtió en el centro de atención, como sus integrantes bien sabían que pasaría.  "Por dónde quieren que empecemos?", preguntó Iulí, asumiendo que su caso sobresaldría por el de sus amigas, algo que nadie quiso, mucho menos pudo, objetar, puesto que su maternidad databa de mucho más tiempo que las de Lara y Lía. De inmediato quedó de manifiesto que las damas, quizás no Cristal por estar a semejante distancia, iban a reunirse tantas veces como pudieran para hacer aquellos intercambios. Tiempo era algo que les iba a sobrar, porque no bien entraran en el noveno mes de embarazo iban a tomarse la licencia por maternidad, que les correspondía por ley. Además en lo inmediato se avecinaban los casamientos, lo que significaba para ellas y sus prometidos más tiempo ajeno al trabajo y sus otras responsabilidades de todos los días. "A ver si no les pasa lo mismo que a nosotros, por más que estén convencidos de lo contrario", vaticinó Eduardo, habiendo captado con atención cada palabra de la conversación, porque esta no dejaba de incluirlo, ni tampoco a Isabel. Los intervinientes alrededor de la mesa, sin dejar de disfrutar de la sabrosa comida ni de la música, lo observaron fugazmente y concluyeron que podría tener razón. "Voy a tenerlo en cuenta", asumió el testigo de la boda, sabiendo que, de todos, su caso quizás fuera el más llamativo, por ser quienes eran tanto el como su prometida. Y ese pensamiento, que Zümsar hizo público, condujo las palabras de todos alrededor de la mesa a un nuevo tema de conversación: el de los casamientos por venir; Cuál despertaría un mayor interés?, Y cuál lo haría, entre todos los embarazos?. Aunque nadie de entre los presentes en La Fragua, 5-16-7 le interesaba esa faceta de su vida, la fama, sabían que existía y era inevitable. Todas las parejas allí, también Elvia y Oliverio, tenían sus razones para ser famosas, y eso los iba a acompañar por el resto de la vida. Elvia y Oliverio eran dos de los funcionarios públicos de mayor rango en el reino de Insulandia, los Consejeros de Cultura y de Infraestructura y Obras, y además de eso los futuros reyes; Zümsar e Iris destacaban también por lo que fueron y eran, un hada del rayo que guardaba enormes similitudes físicas con el conde Báqe, el segundo al mando del MEU y protagonista de aquel evento extraño que fuera el control mental ejercido sobre su persona, e Iris por haber sido la máxima dirigente de aquel grupo multirracial y multiétnico, una de las más antiguas almas solitarias y, tanto ayer como hoy, una princesa y una brillante funcionaria del Banco Real de Insulandia. Lara y Kuza eran los padres de la Cuidadora del Templo del Fuego, un caso atípico considerando su condición y su edad (una híbrida de nueve años), destacando la madre, además, por ser la segunda al mando de ese lugar grandioso y el padre a causa de sus notables conocimientos en cartografía. Iulí y Wilson poseían la fama gracias a sus antiguas condiciones de almas solitarias, las más "recientes" a nivel mundial y dos de los tres primeros individuos (el otro fue Iris) en volver a convertirse en un ser feérico, y, en casos individuales, el enorme atractivo físico de Iulí, lo que la convirtiera en una de las mujeres más bellas del país, y las destrezas de Wilson envío los deportes de precisión. Kevin y Cristal eran las autoridades máximas, el Cuidador y su segunda, de la Casa de la Magia, y tales puestos eran la principal fuente de su fama. Lía era famosa por ser uno de esos casos excepcionales e inusuales en los que una mujer podía quedar embarazada sin que hubiera existido el acto sexual (partenogénesis, el desarrollo del feto sin fertilización) y Olaf era visto como uno de los más brillantes líderes que las fuerzas armadas hubieran tenido en el último milenio e incluso más. Por supuesto, eso no era lo único por lo que destacaban y eran famosos los individuos, pero si lo principal. "Imaginen como se sentirán ellos ahora, sabiendo que todos nosotros estamos acá", planteó el Cuidador del Templo del Agua, haciendo una referencia a los amarillistas, chimenteros y sensacionalistas, quienes llegado el momento tuvieron que dar su palabra de no acercarse a la catorcena, la reina Lili se los había pedido, y perderse la posibilidad de escribir los artículos periodísticos sobre los presentes en La Fragua, 5-16-7. Ese comentario despertó risas entre los individuos y hacia ellos se fueron desviando las conversaciones, que desde que empezaran a llegar, temprano a la mañana, casi no se habían movido de los temas que mantenían ocupados a esos hombres y mujeres, los casamientos y embarazos. Y recién los concluyeron cuando también lo hizo el almuerzo, apenas antes de las trece treinta, y sonaban las estrofas de uno de esos magníficos valses. Casi instintivamente, en tanto recolectaban los cubiertos, platos y otros elementos, buscando hacer espacio para el postre, ambos testigos, antes de ingresar nuevamente a la estructura poligonal, se dirigieron a los protagonistas de la jornada, con unas pocas frases y palabras con las que dieron a entender, otra vez, lo equivocados que estuvieron al pensar que algo podía haber escapado a los planes y la organización que venían desarrollando desde Enero. Los miembros del flamante matrimonio sonrieron , mirándose entre sí, sintiendo ya ese error sobre sus hombros ("Tanto nos equivocamos?", llamó Eduardo, otra vez quedándose en uno de los extremos de la mesa), pero conscientes de que era un efecto pasajero. Ambos sabían que en poco tiempo estarían riéndose, y teniendo esas preocupaciones como un recuerdo y nada más. "Al menos con respecto a la boda., dijo Isabel entre risas, a su lado, sosteniendo con ambos brazos al hijo de Lía.

Unos minutos arqueología más tarde, un tercio de hora antes de las catorce, con la mesa libre de la mayoría de los elementos usados durante el almuerzo, y antes de   los aperitivos, ambas princesas insulares y Lara aparecieron nuevamente en el patio, cargando despacio y con cautela, trasladando otra enorme fuente y también repleta, esta con ensalada de frutas en abundancia (dominaban, por supuesto, las frutas tropicales). "En promedio... diría que un kilo y medio por persona", calculó Kuza, mientras los individuos repetían la disposición, y uno a uno se iban sirviendo de la bandeja en sus copas para postres. Conservando la música de fondo, esta vez canciones modernas insulares, que a Eduardo le recordaron bastante a las baladas y boleros, y no habiendo las hadas podido contener el impulso de consumir el néctar de una cincuentena de flores, de la amplia cantidad que formaban parte de la decoración, mientras aguardaban su momento de servirse, empezaron el postre, tan contentos, satisfechos y alegres como al empezar la jornada. Como habían dado, por hoy al menos, por terminados todos los temas acerca de la familia, las relaciones interpersonales, los matrimonios y embarazos, entendiendo que era suficiente para este día y que un descanso de ellos los aliviaría, se concentraron, por primera vez en días, cien por ciento en su vida laboral, y lo hicieron de una manera que no resultara aburrida, sino todo lo contrario, y que sirviera a los demás como instructivo, que pudiera cada uno tomar las experiencias de los otros para usarlas en beneficio propio. Había tres miembros del Consejo Real disfrutando de la reunión en el patio de La Fragua, 5-16-7, que hablaron a los once individuos restantes sobre lo tranquilos y libres de sobresaltos que eran sus trabajos, salvo que se consideraran a los ilios como tales en el oeste noroeste centrálico, que incluía a casi ciento veinte mil kilómetros cuadrados del territorio de Insulandia; y su horario de trabajo rara vez era diferente al acostumbrado. Eduardo, Kevin y Lidia tenían vivencias y experiencias casi idénticas en los lugares grandiosos que dirigían, y se alegraban de no tener que permanecer la decena de horas encerrados en sus despachos leyendo reportes, firmando documentos ni haciendo otras tareas de oficina, porque sus responsabilidades como Cuidadores (el arqueólogo ya había leído y comprendido las páginas que conformaban la carta orgánica del Templo del Agua) se extendían a cada rincón del Vinhäe, el Vinhuiga y la Casa de la Magia. Isabel, Cristal y Lara, las segundas al mando, cumplían funciones en esos lugares como expertas en arqueología, la protagonista de la memorable jornada, ocupándose, algo no muy distinto a lo que fueran sus tareas en el museo, del mantenimiento y la conservación, además de la investigación, de los bienes arqueológicos, formando parte de un equipo mayor; y su hermana y Lara, siendo profesionales de la salud, habían hecho de las salas médicas sus lugares de trabajo. Kuza era un cartógrafo que, tras su llegada, había empezado a trabajar en la Dirección de Cartografía, dependiente del Consejo CEST, y hoy tenía la tarea de diseñar los nuevos mapas de la periferia de la Ciudad Del Sol, una actualización más que necesaria tras iniciarse el proyecto masivo de urbanización. Wilson e Iulí, no bien estuvieron de vuelta, otra vez como seres feéricos, a mediados del año pasado, se reincorporaron a sus antiguas obligaciones y no pasó mucho tiempo para que volvieran a triunfar en el ámbito deportivo y el del modelaje, cosechando triunfos de esos que tanto los hubieron de caracterizar antes de transformarse en almas solitarias. Zümsar, desde una edad temprana, desarrolló el mismo gusto por sus congéneres por lo antiguo y tanto el como sus parientes, fallecidos estos durante la Gran Catástrofe, lo llevaron a la máxima expresión al abrir el anticuario en la calle Las Dalias, en Plaza Central, donde pudieron dar rienda suelta a su gran pasión, la arqueología urbana, la más nueva de las ramas de la arqueología. Iris también tuvo la gloria y el éxito a días de su recuperación, y eso incluyó la vuelta a su puesto en la junta directiva del Banco Real de Insulandia, al Departamento de Compras, y su sola presencia había sido un estímulo para la totalidad del personal de la entidad bancaria. "Por lo menos no tenemos de que quejarnos", fue una de las conclusiones comunes a las que llegaron los individuos alrededor de la mesa, cuando dieron fin a las exposiciones sobre sus obligaciones laborales, resaltando que, si bien era verdad que disfrutaban de y les gustaba lo que hacían, no eran pocas las veces en que tales tareas les resultaban rutinarias, tanto que podían anticipar lo que ocurriría en determinados momentos de las jornadas. "Y otras veces aburridas", fue otra de las conclusiones, contentos de que fueran muy raras y esporádicas, sobre todo los Cuidadores, que llevarían esas responsabilidades de por vida, y Elvia, que lo haría no bien ascendiera al trono. Eso era algo que le había pasado a cada uno de los presentes en el patio, no solo a los Cuidadores, sentir una carga muy pesada sobre los hombros, que además de eso era aburrida y complicada, pero conforme fue pasando el tiempo, descubrieron, se alegraron de haberlo hecho, que eran las impresiones iniciales. Olaf había sentido eso aún siendo un recluta, antes de haber egresado; la princesa Elvia y Lía cuando vivieron su primer día como aprendizas en el IIFP, el Instituto Insular de Formación Política, un organismo dependiente del Consejo de Justicia en el que estudiaban las hadas que querían incursionar en política, y después haber empezado a trabajar en los Consejos de Cultura y de Desarrollo Comunitario y Social. Lara y Cristal lo vivieron al tener sus primeras experiencias siendo profesionales de la salud; lo mismo sintieron Kuza, Zümsar, Iris, Wilson, Iulí e Isabel, tanto cuando fueron aprendices (cartografía, arqueología urbana, economía, deportes de precisión, modelaje y arqueología submarina) como después de haberse graduado. "Las primeras impresiones", insistió el Cuidador de la Casa de la Magia, recordando haber sentido lo mismo al empezar su trabajo, también como aprendiz, en el Mercado Central de las Artesanías, algo con lo que coincidió su amigo y colega, al hablar de sus primeros días como arqueólogo en la Tierra. "Y con ellos aprendimos algo nuevo todos los días... o casi", dijo Eduardo, terminando, en su caso, la conversación acerca del aspecto laboral de su vida al mismo tiempo que la quinta porción del postre, postulando en su mente, con eso, que no hacía mucha falta un día entero particular del año para la Festividad de la Abundancia. Los demás comensales, así le pareció, llegaron a la misma conclusión, celebrando esas exquisiteces y admitiendo que por el momento, y quizás hasta entrada la noche, sus estómagos estarían llenos y satisfechos. También para ellos el tema de los trabajos y vida laboral se había agotado. "Por lo menos, nos sirvió para hallar algo de calma", se alegró Isabel, sabiendo que esa conversación no había tenido otro propósito que tranquilizarla a ella y a Lara, Cristal y el trío de Cuidadores respecto de sus obligaciones en los lugares grandiosos. En especial los protagonistas de esta jornada, que ya quedando atrás el día tendrían que enfocarse en y dedicarle todo el tiempo a esa gigantesca responsabilidad y, por supuesto, a su hija. "Olvidémonos de un poquito de descanso ", ironizó Cristal, de sobra sabiendo que en las semanas siguientes, ella y Kevin vivirían y experimentarían exactamente, cada cosa, lo mismo que Eduardo e Isabel.

_Y bien? - llamó Lía más tarde, haciendo otra pausa -. Qué tal las cosas hasta ahora?. Todos cuantos estamos hoy acá no tenemos de que quejarnos. Nada salió mal, ni siquiera con esto.
Señaló con una mano al patio, donde los individuos de ambos sexos estuvieron haciendo demostraciones de sus habilidades durante la última hora y cuarto, como parte del entretenimiento. También habían estado ocupados, por lapsos casi iguales a ese, con los bailes, aprovechando esos temas bastante movidos, modernos y alegres, las piezas pirotécnicas, que formaron en las alturas un impresionante alarde de colores y tonalidades, y los álbumes familiares, dedicándole especial atención, porque este era su día, a las imágenes que mostraban a Eduardo e Isabel. Ahora, faltando menos de cinco minutos para las diecinueve, ambos protagonistas estaban tomando un breve y merecido descanso junto a uno de los postes, después de haber llevado a cabo una demostración magistral al combinar sus poderes y crear, mediante la proyección de pequeñas descargas, una nube de vapor que se mantuvo en el aire por unos instantes hasta que los dos cesaron las descargas. En ese momento, a los testigos e invitados no les quedó duda alguna: Eduardo e Isabel no solo ejercían el dominio sobre esos elementos, también podían crearlos.
_Ni esta belleza de mujer ni yo tenemos de que quejarnos - se alegró el Cuidador del Vinhäe, en tanto Isabel sonreía tímidamente, a consecuencia de ese calificativo -. La verdad, Lía, es que esta jornada superó por mucho las expectativas que Isabel y yo tuvimos, fue mucho más esplendorosa y magnífica de lo que imaginamos... Eso estuvo muy bien!., exclamó.
En medio del patio, captando la atención de todos, una enorme y atemorizante anaconda real estaba enroscada, con la cabeza apoyada en el suelo y las fauces completamente abiertas, mostrando esos colmillos a los espectadores, mientras dos pequeñísimos vampiros caminaban con total normalidad sobre la mandíbula inferior. Aún conociendo la absoluta inexistencia de riesgos, Lara era incapaz de evitar la combinación de risas con preocupación, porque su marido y su hija tenían esta idea más aventurada (o alocada) sobre lo que era el entretenimiento. Kuza u Lidia, sin embargo, hallaban divertida esa demostración y, en el caso del cartógrafo, instructivo, porque el estaba también entre los catastrofistas.
_Pero peligroso, en eso coincido con Lara - opinó Isabel, observando el final de la demostración -. Y lo de este día?. Bien lo dijo Eduardo. Todo cuanto vivimos hoy va a quedar registrado en nuestra memoria para siempre. Y no termina todavía. Y cuando veo lo bien que ustedes la están pasando, no hago más que sentirme extremadamente dichosa. Cosas como esa, por ejemplo, y tengo que admitir, a propósito, que es menos peligrosa que dos vampiros posándose en la mandíbula inferior de una serpiente gigante.
Sobre el césped, una araña gigante, un lobo y un halcón (Olaf, Wilson y Lara) demostraban su comportamiento ante una amenaza, levantando el arácnido las patas delanteras y haciendo chocar sus atemorizantes colmillos, gruñendo sonoramente el cánido, mientras adoptaba una inconfundible postura de ataque, y desplegando sus majestuosas alas el ave rapaz, dando a la vez varios agudos y penetrantes chillidos. Al final, por los elogios, aplausos y exclamaciones, pareció que el jefe de la Guardia Real fue el ganador, ya que los espectadores lo consideraron más peligroso que al lobo y al halcón. Las arañas de esas dimensiones no solo eran capaces de proyectar un enorme e inaguantable dolor en sus presas si le clavaban esos colmillos, sino que con estos les podían inyectar un veneno extremadamente letal. "Menos de un cuarto de hora para administrar el antídoto", informó Olaf, antes de recuperar la forma normal, al igual que Lara y Wilson, y cosechando los tres buenas opiniones.
_Para decirlo con pocas palabras, el día más feliz en la vida de Isabel y la mía, eso es un dogma - sentenció Eduardo, sirviéndose jugo en un vaso y dando un sorbo -. Dudo mucho que haya otro igual, excepto, claro está, el del nacimiento de nuestra hija. Ni ella - le dio un beso a su compañera, sin dejar de prestar atención al unicornio en que se convirtiera la princesa Elvia - ni yo nos vamos a poder contener cuando nazca. La emoción... bueno, es algo que no lo puedo describir ni explicar.
Mirando al equino erguirse sobre las patas traseras y mantener esa postura por unos segundos, intentó visualizar ese instante. El escenario, por supuesto, era la habitación principal de La Fragua, 5-16-7. Los padres decidieron, apegándose a la tradición de las hadas, que el parto fuera en su casa.
_Entonces, es lo mismo que yo cuando nació Rafael. Por eso es que entiendo lo que sienten y lo que van a sentir de aquí hasta Octubre - comparó Lía, entonando una suave canción de cuna, por lo bajo, haciendo que su bebé volviera a dormirse -. Ya se les ocurrió un nombre, pensaron cómo lo van a llamar?.
El unicornio dio una dosis de humor, al bajar su cabeza y simular que arrancaba un trozo de césped, y la princesa recuperó su forma femenina en medio de un remolino rojo y amarillo, dando por concluidas las transformaciones. "Lástima, hubiera sido interesante", lamentaron, al no poder ver el gigantesco y aterrador megalodón ante sus ojos. Bien sabían que Eduardo transformado era una de las escasas posibilidades que tenían, cuando no la única, de estar cara a cara con ese inmenso depredador y vivir para contarlo.
_Melisa., contestó Eduardo.
Incluso Isabel reaccionó con cierta sorpresa. Ambos habían pensado en varios nombres, y aquel era uno. Pero no estaban decididos del todo.
_Me gusta, es un nombre bonito - reconoció la hermana de Cristal, viendo las últimas exhibiciones -. Coincido, de hecho. Nuestra hija va a llamarse Melisa, pero - quiso evacuar la sorpresa -... Por qué te mostraste tan decidido, Eduardo?, Qué fue lo que te motivó?.
_Historia familiar., contestó su marido, haciendo silencio, al escuchar, como todos, a alguien agitar el llamador en el frente de la casa.

Oliverio, el Consejero de Infraestructura y Obras, había tenido un accidente laboral; había recibido el impacto de un pesado bloque de cemento en pie, y a dos de los obreros de la construcción que estuvieron con el les dieron la tarea de informarle lo sucedido a la princesa heredera. Elvia no necesitó pensarlo dos veces; sabía cuál era su lugar y dijo "Sepan disculparme, por favor. Mí compañero me necesita", antes de despedirse uno a uno de los individuos con quiénes compartiera la jornada, los que la comprendieron a la perfección. "Deseale toda la suerte de nuestra parte', le pidió Iris, hablando en nombre de todos, cuando Elvia se preparaba para irse. "Así lo voy a hacer", les prometió, emprendiendo el vuelo junto al par de obreros, su destino inmediato siendo el Hospital Real. "Espero que se encuentre bien", desearon en el patio, en lo que retomaban la celebración.
_Historia familiar? - repitió Isabel, un tercio de hora después, retomando la conversación pendiente -. Tu mamá u otra pariente se llamó Melisa?.
_Pariente si, pero no cercana. Todo lo contrario, de hecho., contestó su marido, antes de explicarle (a todos, en realidad, porque el, su compañera y Lía los pusieron al corriente de ese tema) el motivo de la firmeza al pronunciar ese nombre.
Melisa se llamó aquella mujer con quién se había casado el inmigrante que llevara el apellido Rhys al sur del nuevo continente, a mediados del Siglo Diecinueve, u matrimonio que había dado origen a esa familia tan numerosa de decenas de miembros. Una persona de la que Eduardo no conocía prácticamente nada, más allá de vagas y aisladas descripciones que fueron trascendiendo entre las sucesivas generaciones. Los padres del arqueólogo le hicieron prometer a este que cuando tuviera una hija, si esto ocurría, le pondría el nombre de la mujer que iniciara el prolífico grupo familiar. "Tienen mí palabra", les había garantizado Eduardo aquel día. Este finalmente llegó, aunque en una manera que el jamás había imaginado.
_Por qué habrán querido eso?., intervino la Cuidadora del Vinhuiga, que escuchaba por primera vez hablar a su colega de la familia de este.
_Fallecieron sin poder cumplir su sueño de tener una hija, así que supongo que se debe a eso - contestó Eduardo, mirando hacia el cielo, buscando con ese acto concentrarse en esa parte de su pasado -, y siempre sostuvieron que si eso llegaba a pasar iban a llamarla Melisa, para rendirle tributo a aquella mujer. Eso me toca a mí ahora. Ese fue, además, el nombre que pensaron para mí, si hubiera sido mujer. El primero, al menos. Me olvidé del segundo.
La mayoría de los detalles se le habían escapado al arqueólogo. Sus padres habían muerto hacía mucho y aquella conversación había pasado casi sin pena ni gloria para los tres, teniendo la trascendencia mínima y necesaria como para que Eduardo ahora explicara por qué quería llamar Melisa a su hija.
_Una linda historia, y hace honor a eso que tanto defendemos las hadas- apreció Lara, mostrando una sonrisa cuando su amigo, el protagonista de esta jornada, concluyó la historia -. Yo hice algo parecido. Lidia se llamó mí abuela, que falleció unos días después del nacimiento de nuestra hija - Kuza se acercó a su lado, alcanzándole tres flores blancas de amplios pétalos. Lara consumió el néctar y transformó el sobrante en el finísimo polvillo, al que esparció en el suelo -. No tuvimos pensado ese nombre, pero con esa fatalidad nos decidimos.
_Y ni bien pudimos dejar nuestra casa, fuimos a la oficina de identidades más próxima y la inscribimos - completó el vampiro, recordando aquel día -. Pensamos en llamarla Ukeba, que fue la primera reina de Umebuzuk posterior al Primer Encuentro.
_Leí ese nombre no hace mucho, en el archivo histórico - informó Eduardo, pensado ya en sus visitas a la biblioteca del lugar grandioso que dirigía, donde unos pocos de los libros no guardaban relación, al menos no directas, con el elemento agua -. Ascendió al trono veinticuatro horas después del evento, de hecho.
_Y si hubiera sido varón? - llamó Lidia, contribuyendo con su acto a otra dosis de humor. No perdió de vista a la langosta que emergió de entre las ramas y hojas de la parra. "Es tuya, adelante", le había dicho su padre, también riendo. La Cuidadora del Templo del Fuego alcanzó esta hábil presa y volvió junto a sus padres y el flamante matrimonio, terminando de digerir este "aperitivo imprevisto" -. No pensaron un nombre en particular?.
"A medias", contestaron al unísono, y Eduardo completó la respuesta. Habían Isabel y el pensado una lista muy reducida de nombres, de no más de diez, casi la misma cantidad que la de femeninos, de doce. En uno y otro caso tuvieron como criterios el que tuvieran una o más referencias con la historia Insular. Ese total de veintidós nombres, cifra que fue reducida tres veces, les parecieron ideales y pensaron que era tan solo cuestión de tiempo para que optaran por uno. Enterados del sexo del bebé, ambos se concentraron en los nombres femeninos, entre los que estuvo, por supuesto, porque el padre tenía patente la promesa, Melisa.

A las veinte horas en punto, casi toda la luz solar había desaparecido del firmamento, y su lugar ya estaba ocupado por la Luna, tan brillante como todas las noches y con esa línea celeste, apenas visible debido a la descomunal distancia (Eduardo aún no se acostumbraba a un espectáculo así de maravilloso, el satélite natural teniendo en su superficie un curso de agua... "Por qué no vida?", se entusiasmaba, como la totalidad de los seres feéricos y elementales), y las miles de estrellas. En el patio, los individuos de ambos sexos continuaban divirtiéndose con la misma efusividad e intensidad que en cualquier otro momento del día. Allí seguían escuchándose las canciones de los más variados géneros, incluidas algunas folclóricas de Umebuzuk, un agasajo para tres de los invitados, y también de Espal, en homenaje a Kevin, y la comida y las bebidas volvieron a circular en el curso de los últimos diez minutos. Los ánimos y las enormes ganas de disfrutar y divertirse no daban siquiera la más insignificante señal de disminución, y eso no hacía más que confirmar lo que todos los presentes sostuvieron durante este y los días previos: que la reunión y la celebración tendrían un final súbito apenas llegado el veinte de Mayo / Uumsa número veinticuatro. Quizás lo fuera para los trece en conjunto, pero habría posibilidades de que continuase, porque con semejante atmósfera era poco plausible ese abrupto final. Eduardo e Isabel tenían por delante alrededor de seis horas en el hotel de lujo en Plaza Central, y los testigos e invitados no dejarían de conversar animadamente y escuchar música en tanto estuvieran ordenando la casa, dejándola de punta en blanco, y desmontando las estructuras en el patio. Con todo eso, la normalidad recién podría volver a La Fragua, 5-16-7 culminado el primer cuarto de la mañana. "Sigamos aprovechando lo que queda de esta jornada", pidieron las hermanas, casi al unísono, recurriendo a sus habilidades para encender los dos pares de faroles, al tiempo que su madre volvía al patio, habiendo hecho lo mismo en ambas mitades del jardín. Nadie objetó ni discutió aquel pedido, estando absolutamente de acuerdo con que debían aprovechar hasta el último minuto. Y de momento, en lo que demoraban en tener lista la cena, se concentraron en opiniones acerca de todo cuanto vivieran desde que Kevin y Cristal abrieran la puerta de la sala a Wilson e Iulí, un minuto antes de las ocho. Y surgió entre ellos una gran verdad a la que convalidaron con murmullos de aprobación y aplausos: la perfección. Llevando los elementos al patio, no solo concluyeron que lo que vivieron hoy era un calco de las extintas Festividades de la Abundancia, a las que se buscaba recuperar, sino que harían todo lo posible porque las celebraciones por venir, como los casamientos entre seis de los invitados (Kevin y Cristal, Zümsar e Iris y Olaf y Lía) fueran tan grandiosas como esta. "Así van a ser", sentenció Eduardo, sabiendo a ciencia cierta que, por ejemplo, los protagonistas de esos tres enlaces matrimoniales ya trabajaban en su planificación y organización. "Abran paso!", pidieron Kuza y Lara al unísono y con solemnidad, apareciendo en el patio con la fuente repleta de comida, tan sabrosa a la vista como lo fue el almuerzo. Esta vez era un plato definitivamente más liviano que las pastas, algo muy parecido a la ensalada, así fue la comparación de Eduardo, que quedaba casi siempre reservado para grandes eventos familiares en las noches. Resultó evidente desde el primer momento que, como las pastas, este plato era tan exquisito para el paladar como para la vista, porque con la ingesta de los primeros bocados quedó de manifiesto que era otra de las tantas joyas que vieron y de las cuales disfrutaron durante este día. Entre bocados y sorbos, los comensales, animados y dichosos, continuaron intercambiando opiniones y sensaciones, con lo cual desaparecieron los últimos vestigios, los que más lograron persistir, que en Isabel y Eduardo quedaban acerca de temores y preocupaciones. A medida que la cena transcurría, ambos decidieron hacer el intento de no obsesionante ni alarmarse con que algo pudiera escapar de su control con respecto a su hija y sus puestos en el Vinhäe. "Ojalá tengamos razón", pensaron.

Durante las últimas tres horas con cuarenta y cinco minutos, hasta las veintitrés cincuenta, el tiempo que los protagonistas convinieron en que saldrían de su casa, el baile fue el entretenimiento casi monopólico en La Fragua, 5-16-7, aunque quizás a un ritmo y un nivel no tan movidos como a la tarde, porque recién en el curso de estos instantes, los intervinientes empezaron a advertir los primeros y más leves vestigios de cansancio físico, que atribuyeron sin dudarlo, porque así era, al hecho de haber estado en movimiento constante desde las horas de la madrugada. Por eso y por primera vez recordaron que todas las mujeres adultas allí estaban embarazadas, una razón por demás importante para no continuar esforzándose ni llevando un ritmo como el de las horas previas a esta. Tuvieron un motivo adicional para alegrarse, cuando dos funcionarios del Consejo IO, los mismos que estuvieron allí más temprano, les hicieron saber que Oliverio estaba fuera de peligro y que con toda seguridad quedaría "como nuevo" en dos o tres días. "Otra buena noticia", se alegró Iris, cuando explicara a los demás lo que había pasado, porque ella había red al llamado. En esas tres horas y tres cuartos, además, continuaron el entretenimiento con la pirotecnia, los juegos de mesa y las demostraciones de los participantes de sus habilidades, donde destacaron Kuza y Lidia, porque llegado el horario nocturno pudieron sacar a relucir sus facultades como vampiro e híbrida, e Iris sintió que era el momento perfecto del día para hacer uso de su técnica de transformación y demostrar a todos que, siendo un cuervo, sus habilidades y maniobrabilidad se incrementaban sustancialmente, cosechando aplausos al posar nuevamente sus pies y reasumir la forma femenina. "Todavía siento mucha emoción por haber vuelto", dijo, refiriéndose al evento tan extraordinario de mediados del año pasado, y los padres de las hermanas fueron los primeros en elogiar ese comentario y aplaudir, ya que atravesaban los mismos sentimientos. Y ese fue un tema que los mantuvo ocupados en lo que siguió de la noche, hasta que a la fecha le quedaron solamente diez minutos. Empezaron con el recuerdo de Iris, recuperado, y continuaron con la vuelta de las ex almas solitarias a Plaza Central y Barraca Sola, en donde causaron conmoción encefálica las hermanas (estas aún calificaban el viaje a la Casa de la Magia como un acto peligroso y suicida); Lursi, los seis altos funcionarios del Consejo SAM y la reina Lili. A los tres héroes que alcanzaron semejante hazaña los recibieron con aplausos cuando lo que hicieron fue tomando estado público y sus nombres pasaron a figurar en la categoría de "celebridades", igual que Wilson, Iulí e Iris.

Exactamente a la hora cero con cinco minutos, Eduardo e Isabel abandonaron su casa, despidiéndose cálida y fraternalmente de Kevin, Cristal, Wilson, Iulí, Zümsar, Iris, Kuza, Lara, Lidia, Lía y Olaf, recurriendo a las características demostraciones que fueron los abrazos. Aún alejándose por aire, siendo su destino inmediato la puerta espacial del barrio, no dejaron de hacerlo de espaldas a la inmensidad y la espesura, porque querían continuar despidiéndose, agitando las manos y sonriendo, que contribuyeron a que el día de ayer, y también los tres anteriores a ese, fuera definitivamente mejor de lo que ellos lo vislumbraran desde su presencia en la oficina del CAF. "Superó aplastantemente todas nuestras expectativas", definió el marido, sujetando con la zurda un cilindro (uno de los obsequios, en cuyo interior guardaron algunas de sus posesiones) y con la diestra a su compañera, quien tenía momentáneamente los ojos cerrados. No por sueño ni cansancio, sino porque estaba haciendo sus esfuerzos por retener todo cuanto había vivido en la jornada de ayer. "Lo bueno es que aún no termina", se alegró Isabel, detectando el marco dorado, tan imponente en la noche como durante el día, al cabo de otros tres minutos. Aún les quedaba la noche de bodas en el hotel de lujo, y, por último, un repaso de todo no bien hubieran vuelto a La Fragua, 5-16-7.

Atravesaron juntos la puerta espacial.

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_Un lujo adentro de otro ... esto es increíble., observó y apreció el marido, estando ambos solos ya en esa habitación de categoría máxima en el hotel, que tenía cocina y cuarto de baño propios.
Desde el momento en que posaran sus pies en el umbral, advirtieron que de allí en adelante no verían otra cosa que lujos, comodidades y una atención de primer nivel. Cruzando el amplio e iluminado recibidor, fueron alcanzados por el personal, que aplicaron con ellos el mismo trato cordial y educado que con todos los huéspedes allí. Había poco movimiento en ese momento, considerando que era la medianoche, los únicos eran un matrimonio que disfrutaba de un té en una mesa junto a los amplísimos ventanales, y apenas cuatro empleados vieron a los recién casados en su camino a la habitación en el piso más alto. El encargado en la recepción, leyendo la sección deportiva de El Heraldo Insular, una mucama que avanzaba despacio, procurando no hacer ruido, llevando un carrito repleto de artículos de limpieza, la camarera que portaba dos copas y una bebida fina - "Mejor no pregunto", quiso Isabel, con un súbito tono rosa en las mejillas -, frente a la puerta de otra habitación, y el botones que escoltaba al flamante matrimonio.
_Nunca estuviste en un lugar así en la Tierra?., inquirió la dama, sentada en el borde de la cama doble y quitándose el calzado.
_La verdad es que no, nunca estuve - contestó Eduardo, repasando con la vista el mobiliario, y convenciéndose una vez más de cuan justificados estaban los soles invertidos allí... otro regalo por parte de los padres de la novia -. Me parece que esta habitación puede perfectamente ubicarse entre los tres o cuatro lugares más lujosos que vi en este planeta.
En los casamientos de las hadas los contrayentes pasaban la primera noche como matrimonio entre algún lugar elegante, y era costumbre que los padres de la novia y los del novio costearan en partes iguales dicho lugar. Pero Eduardo no tenía padres, ni otros familiares, de manera que Wilson e Iulí solventaron la totalidad de ese gasto.
_No por nada es el hotel más lujoso del país - complementó Isabel, echando un rápido vistazo por la amplia ventana, encontrándose una magnífica vista de la avenida veintidós, que desembocaba en la plaza que daba nombre al barrio -. El broche de oro para nuestra ceremonia, sin dudas. Y encima tenemos esta vista magnífica de la zona céntrica. Observá.
Ambos estuvieron apoyados en el alféizar, contemplando el paisaje nocturno. Había pocas hadas en el suelo, siendo la mayoría transportistas llevando todo tipo de mercancías, dúos y tríos de guardias reales que cumplían sus habituales rondas a pie, empleados de la empresa CONLISE que se ocupaban de la higiene urbana, y dos mujeres de mala nota al otro lado de la calle, a la espera de algún cliente. Si podían ver, en cambio, en mayor número, a los liuqis, serpenteando entre los arbustos, los gnomos, marchando en línea recta a la vera de la avenida, y a media docena de vampiros en vuelo rasante, dos mujeres y cuatro hombres, tres de las especies elementales de hábito nocturno. Apenas estaba soplando una leve brisa, las hojas en los árboles casi no se movían y el cielo estaba totalmente libre de nubes. "En cuanto a eso, es el mismo paisaje de todas las noches", observó Eduardo, enfocando la vista en el horizonte. Todavía le costaba creer que esa fuera la zona céntrica de la ciudad. Desde donde estaba, apenas contaba cinco construcciones que superaban los cinco niveles, los espacios arbolados se extendían por no menos de ciento cincuenta metros, el alumbrado público, de este la mayoría, estaba presente en el frente de las estructuras y no había ruidos más fuertes que el de las vocalizaciones de los animales a la distancia. Se lo hizo saber a Isabel, y esta, previo a desaparecer por una de las puertas, le dijo que de acuerdo a unos cálculos y estimaciones, el barrio Plaza Central recién se asemejaría, o podría hacerlo, a aquellos lugares que conocía Eduardo dentro de otros cinco siglos. "Si eso es cierto, no vamos a vivir para verlo", dijo, antes de ingresar en el cuarto de baño y cerrar la puerta.
Solo en la habitación, el Cuidador del Vinhäe se apartó de la ventana y volvió a observar las posesiones que habían traído. No era mucho ni gran cosa, considerando que estarían allí no después del primer tercio del día. Esa inversión les servía para toda la jornada y no solo para las siguientes ocho horas,   pero no tenían intenciones de quedarse allí por un lapso mayor que el planificado para la noche de bodas. Se distrajo entonces, de nuevo, con el mobiliario y el contenido en general de la habitación, donde lo que abundaba era, además del lujo, el emblema del hotel, estampado en todos los muebles, la araña en el techo, los candelabros, las puertas e incluso los zócalos. Pensando que su compañera podría tardar (apenas oía unos pocos pasos en el cuarto de baño), entró a la cocina, notando que las dimensiones eran muy parecidas a las de su casa. Había alacenas, una mesa con tres sillas a su alrededor, el aparato de tres hornallas que en lugar de una chimenea tenía una tubería que corría por dentro de las paredes, para desviar el humo y los vapores, y la heladera. Eduardo la abrió, viendo un cristal enfriador en un caprichoso rincón, y una colección de botellas con bebidas finas. "Esta", quiso, tomando con la diestra la más grande una alcohólica que se reservaba para las ocasiones solemnes. "Y esta es una", justificó. De vuelta en la habitación, dejando la botella y un par de copas sobre la mesa, aprovechando esos cinco a seis minutos más que iba a demorar Isabel, esta así se lo hizo saber, volvió a la ventana. Con un cigarrillo encendido sujeto entre el índice y el mayor de la zurda, descubrió que el paisaje de medianoche había cambiado poco o nada respecto a como había sido unos instantes atrás. Ya no estaban las mujeres de mala nota, ni tampoco los empleados de la empresa CONLISE, a los que veía a lo lejos, continuando con sus tareas, y los transportistas, apenas uno en una de las esquinas, arreglando una de las ruedas de la carreta. Si, en cambio, había aumentado el número de seres elementales de hábito nocturno, estando los liuqis, gnomos y vampiros en mayor número. En las alturas, unas pocas hadas que volaban con su característica disposición en forma de triángulo, se movían a tal altura que para cualquiera que no estuviera entrenado, o que anduviera distraído, podrían confundirse con las estrellas abundantísimas.
Pasado ese lapso que indicara el hada de fuego, esta pidió, desde el cuarto de baño a Eduardo que apagara las luces en el dormitorio, y el marido hizo caso. Una por una sopló aire a la cuarentena de velas dispuestas en ambas mesitas de luz, las paredes, la mesa y la araña. “Ya está”, comunicó Eduardo, concluyendo que el pedido podría tener alguna relación con el obsequio que las damas no habían querido que se abriera en tanto estuvieran en el patio. “Mejor no celebres, perdiste trescientos soles”, lo atajó Isabel con una risita, indicando, además que desapareciera su aura y cerrara las persianas, de modo que no quedara una sola fuente de iluminación en esa habitación de categoría máxima. “Que pena”, lamentó el hombre, oyéndola girar el picaporte y reapareciendo ante el con un ritmo pausado, y con el sonido tan característico que producían los tacos al dar contra el suelo. La única fuente de iluminación era insignificante y provenía de las pupilas de ambos individuos, y Eduardo debía recurrir a sus oídos para advertir lo que estaba pasando allí. “Enciendo las luces”, anunció entonces Isabel, y con un único y rápido movimiento de sus manos, las cuarenta velas volvieron a arder (una de las habilidades de las hadas de fuego) y quedó expuesto aquello que Iris no quiso mostrar en el patio, cuando estaban desenvolviendo los regalos.
_¿Y bien? – llamó, posando igual a como lo haría una modelo profesional, y dando una vuelta sobre su eje –. ¿Cómo luzco?.
Isabel se había vestido con un traje entero de tela elástica, con mangas largas y cuello cerrado, botas largas hasta las rodillas con taco medio, una minifalda de tablas y la camisa de mangas cortas con un escote generoso – con dar otro giro quedó en evidencia que entre esas dos prendas y el traje elastizado había una malla entera –. Fuera de esas sensuales prendas, llevaba una cinta en el cabello, anudada atrás, en la nuca, un cinturón con la hebilla circular que, siendo de oro, era lo único diferente en su atuendo con respecto al color, y, ceñido al lado derecho de la cintura, un puñal con hoja plateada, que terminaba en una filosa punta, y mango de cuarzo. El toque final eran los aritos y los labios pintados del mismo color y tonos que las botas y cada una de las prendas: un rosa muy fuerte, apenas más leve en los bordes de aquellos y las hebillas del calzado.
_¿La Princesa de Rosa? – llamó Eduardo, abriendo los ojos hasta dejarlos como dos círculos, visiblemente emocionado (en todos los sentidos) por lo que veía. No lo esperaba, y sin dudas era el broche de oro para la ceremonia con la que se unieron en matrimonio –, ¿cómo lo supiste?.
La “Princesa de Rosa” era la protagonista y heroína de una historieta, un personaje ficticio, que originalmente había surgido como una de las secciones de “Ciento veintitrés”, abarcando tres páginas de esta publicación, que dos años más tarde, debido a su éxito aplastante entre los lectores de ambos sexos, pasó a tener su propia revista, de treinta páginas, la cual tenía una popularidad igual de enorme. Era una historia que combinaba sensualidad  (así se referían las hadas al erotismo) con humor picante, aventuras y fantasías, y tenía como figura central a esta belleza, una integrante de la familia real de un reino ficticio, pero con grandes similitudes con los países centrálicos, que se aseguraba que ni dentro ni fuera de su país se cometiera ninguna clase de injusticias y protagonizaba todo tipo de hazañas y actos de heroísmo. Ocultaba su identidad apenas con un antifaz y, pese a eso, nadie podía descubrir quién era en realidad – Eduardo ya había conocido eso, con las historietas de numerosos súper héroes –, lo que le ayudaba a desarrollar su “otra vida” sin problemas. Respecto del origen de la Princesa de Rosa, así llamada por el color de su uniforme y el de su aura, a nadie le cabían las dudas  de que los autores, los mismos de Ciento veintitrés, se habían inspirado en Iris  y en su visión del mundo previo a la Guerra de los veintiocho. La protagonista de la historia era extremadamente atractiva, tenía una defensa delantera muy prominente y no dejaba de tener como metas irrenunciables, entre otros valores y principios, la integración y cooperación de todos los seres elementales. “En un país ficticio muy parecido a los de Centralia”, decían los autores entre risas, a veces, admitiendo con eso cual había sido su fuente de inspiración.
_Porque te conozco y vivimos juntos desde Marzo del año pasado – contestó Isabel, con un súbito y ligero enrojecimiento en las mejillas, colocándose el antifaz –. Y además, yo conozco La Fragua, 5-16-7, nuestra casa, mucho mejor que vos., concluyó, sonriendo, ejecutando una serie de movimientos que rendían culto a la protagonista de la historieta.
Era la primera vez en su vida que usaba un disfraz sensual, el traje de la Princesa de Rosa  calificaba como tal por lo ajustadas que eran las prendas y sus materiales, y no podía, a causa de ese debut, dejar de sentir ese enrojecimiento y la timidez.
_¿La baldosa suelta debajo de la cómoda, en nuestra habitación? – adivinó Eduardo, cerrando los ojos y adoptando una expresión con la que indicó, sin posibilidad de errores, “Me descubrió” –.  ¡Ay no!... ¿cómo lo supiste?, quiero decir… ¿cómo averiguaste que había y guardado eso ahí?.
Eduardo se había vuelto un lector regular de esa historieta y, por tanto, comprado losa ciento dos números – la “Princesa de Rosa” tenía una frecuencia bimestral y se editaba desde hacía diecisiete años – que ahora guardaba en un cilindro mágico y dejaba a este bajo aquella baldosa suelta. Había descubierto ese espacio a inicios de Febrero y pensó que sería el lugar ideal para ocultar el cilindro, pensando que su compañera no se mostraría de acuerdo con que hubieran esas publicaciones en su casa. Pero, para su sorpresa, Isabel parecía no estar molesta.
_En otra época usé ese espacio para guardar alhajas y joyas, después lo dejé vacío, hará cosa de tres años – contestó la dama, con los movimientos sensuales y ocupando un lugar en la cama, buscando mitigar la timidez por estar debutando con los “disfraces” –. Cuando empezó Febrero, y estuve ordenando, tuve la ocurrencia de ver ese espacio vacío. Hallé el cilindro y vi su contenido, con lo cual confirmé aquello que dijo Iris, sobre que los hombres son unos calentones – gruñó, y en respuesta su marido silbó y miró en otra dirección. Sin embargo, al instante, la escuchó sonreír –. ¿Te digo algo?. Al principio, cuando descubrí la colección, no me gustó para nada, vi la tapa del volumen uno. Pasé una a una las páginas, sin detenerme en ninguna en particular, y cuando me di cuenta ya lo estaba leyendo. Y leí el segundo volumen, el tercero y cada uno de los otros. Si, como escuchaste. Me terminó agradando la historieta. Aunque sostengo que es un poco… “fuerte”, en algunas viñetas, por usar alguna palabra.
_Que bien que no te molestaste., se alegró Eduardo.
Respiró tranquilo y aliviado.
_¡Pero insisto con que ustedes son unos calentones! – exclamó Isabel, con una  risa tímida, otra vez reparando en lo “atrevido” del traje, y en que este resaltaba mucho sus atributos femeninos. Se quitó el puñal, al arma que usaba el personaje ficticio, y lo dejó encima de la mesita de luz, en su lado de la cama –. Se lo conté al pasar a mi mamá e Iris, y descubrí que no sos el único lector de la “Princesa de Rosa”. Mi papá y Zümsar también. Incluso Kevin, porque mi hermana se sumó a la conversación. Y al final, Iris dijo que iba a regalarme este traje para que lo usara en la noche de bodas… y acá estoy.
_Confirmo con esto que el sexo no es para nada un tema tabú – apreció Eduardo, contento por esta “sorpresa”, sin dejar de advertir que Isabel se esforzaba por superar la timidez –. Y lo de las publicaciones ocultas…
_También es una parte de la cultura de las hadas, y no solo de los hombres, sino también de las mujeres – lo interrumpió su compañera, quitándose lentamente las botas largas, empujándolas con los propios pies, y el cinturón –, especialmente desde que el primer número de Ciento Veintitrés salió al mercado.
Y le dedicaron unas pocas palabras a ese tema, sin “subir el tono”, buscando generar ambiente – después de todo, esta era su noche de bodas – y hacer que el broche de oro fuera tan grandioso como cualquier otro momento de la jornada y la ceremonia iniciadas en la madrugada de ayer.
En este sentido, había empezado a explicar el hada de fuego, la “liberación” había dado sus primeros pasos alrededor de dos y medio a tres siglos atrás, con la aparición de los primeros hoteles alojamiento, o albergues transitorios. Ese fue el puntapié inicial para el retroceso de los prejuicios y lo tabú en cuanto al sexo, y desde ese momento lo hizo en forma ininterrumpida. Gradualmente fueron apareciendo otros factores, como la lencería, prendas cada vez más sugestivas, escotes generosos, la publicidad gráfica, promotoras atractivas para dar a conocer y publicitar algún producto o artículo, los trajes de baño de dos piezas, tanto estos como los otros con diseños más estilizados y cada vez más diminutos, la comida afrodisíaca, que las hadas llamaban “estimulante culinario”, el surgimiento de la sexología como una nueva rama de la medicina, los disfraces sensuales,  y, quizás el más reciente, la aparición de publicaciones como Ciento Veintitrés y Princesa de Rosa, destinadas a personas mayores de  edad – “O al menos eso se supone”, dijo Isabel, consciente de que los adolescentes se las podrían ingeniar para hacerse con esas y otras revistas, con lo que Eduardo detectó otro aspecto común entre los seres humanos y las hadas –, que fueron pioneras no solo en Insulandia, sino a nivel mundial, y se transformaron en éxitos de venta desde la salida al mercado de los primeros números. Esa liberación había sido determinante, a su vez, de un incremento en la tasa de natalidad, registrándose incrementos sustanciales, a nivel planetario, cada año respecto de los anteriores.
_O sea que este nuevo comportamiento y las nuevas posturas de la sociedad con respecto al sexo sirvieron como estímulos – tradujo Eduardo, que sin darse la cuenta se había quedado con los pies descalzos y el torso desnudo. Su compañera hizo lo mismo, también sin advertirlo, y ahora la minifalda y la camisa estaban en el suelo –. ¿Vendrá de la mano de eso su aceptación, o parte de esta?.
_Seguro – contestó Isabel, moviendo la diestra de un lado a otro, y las velas en las paredes y el techo se apagaron. Se estaba acabando el momento de hablar –. Es por eso que, y este es un ejemplo, Ciento Veintitrés y Princesa de Rosa tienen el éxito que tienen, y un subsidio mensual de cien mil soles. Y es por eso además que durante la última década aparecieron los primeros comercios dedicados a ese rubro – otra vez se le enrojecieron las mejillas –, supe que hay ya quince funcionando solo en Del Sol, uno de ellos en el centro de Barraca Sola.
Esos comercios, con los que Eduardo pudo descubrir otro punto común a las dos especies (hadas y humanos), quizás por pertenecer a este rubro “delicado”, aun permanecían discretos, sin otras exhibiciones en sus fachadas más allá de las prendas de lencería y otras parecidas en bustos o maniquíes, los disfraces como el que ahora estaba usando la hija mayor de Wilson e Iulí  y libros con esa temática. Dentro, en anaqueles, góndolas y vitrinas, había artículos de los más variados, con precios que oscilaban entre los tres y seiscientos soles. Era, debido a su rubro, y porque pese a la aceptación aun persistían ciertas formalidades y temores, como que los menores de edad vieran aquello como lo hacían con cualquier otro rubro, que estos comercios únicamente abrían a la noche, entre las veintiuna horas de un día  y las seis de la mañana del siguiente. Se sabía que los hombres eran los más desinhibidos a la hora de entrar a esos comercios a comprar tal artículo o cual, pero no era extraño ver a parejas y matrimonios yendo a ellos, ingresando o, quienes aun mostraban ciertas dudas respecto a ellos, echando fugaces vistazos y caminando despacio cuando pasaban por las fachadas.

_Nosotros, por ejemplo – reconoció Eduardo entre risas, porque el y su compañera estuvieron entre aquellos que aun no se animaban a traspasar el umbral –, y escuché algo a ese respecto. Elvia me dijo que a principios del mes que viene va a trabajar con lía y el Consejero de Hacienda y Economía en un nuevo proyecto. Si al final de la primera quincena de Junio se logran reunir diez millones de firmas, el dieciséis de ese mes van a trabajar, empezar a hacerlo, en un proyecto para modificar el reglamento que estipula esos horarios.
_Y de seguro que vos ya quisiste firmar, aun antes que llegue el siguiente mes., anticipó Isabel, superando gradualmente el pudor y gruñendo, consciente de que Eduardo estamparía su firma en la planilla no bien llegara el uno de Junio. 
“Y también ellos”, dijo en su mente, pensando en, por lo pronto, quienes estuvieron en la Fragua, 5-16-7. En su padre, su futuro cuñad, Zümsar, Olaf y Kuza. Todos eran, por lo pronto, lectores fieles de Ciento veintitrés y La Princesa de Rosa – los gruñidos y tirones de oreja por parte de Iulí, Iris, Lía y Lara eran conocidos por Isabel, y viceversa. Y lo había tratado con su hermana en las cartas que se escribían regularmente – que a estas alturas eran una parte ineludible y arraigada en la cultura y la sociedad insulares.
_¿Te cabe alguna duda? – planteó Eduardo, confesando, relajado al saber que su compañera nos e hubiera molestado, al menos no tanto, al hallar la colección de historietas ocultas en un cilindro bajo una baldosa suelta. Sorprendido incluso de que Isabel se hubiese convertido ese mismo día en otra más de las lectoras femeninas –. Si, lo quiero hacer. Peo si no estás de acuerdo, puedo decir que no-. No tengo…
_No, si es tu deseo hacer tu aporte – lo interrumpió el hada de fuego, acompañando las palabras con un gesto manual –… no me voy a mostrar en desacuerdo porque eso viene implícito en los planteos que nos hizo el juez de paz ayer por la mañana, sobre consentir las cosas que le a la otra parte le agraden, siempre y cuando eso no se contraponga a lo que sea del gusto de los dos, o que  eso que haya accedido uno de los dos también sea de su agrado.
_¿Y eso es, en resumen…?.
Ya conocía la respuesta.
_Que yo también voy a firmar – informó Isabel, ella misma sorprendiéndose por haber decidido hacerlo –. Si, lo se. Es raro que yo quiera. Me costó decidirme, por supuesto. Eduardo, yo fui y continúo siendo una mujer recatada, en lo que a ese tema se refiere. Aun leyendo la Princesa de Rosa en nuestra casa, y usando este disfraz ahora. Quizás esto – tomó un fragmento de la tela elástica, notando otra vez su comodidad – me cueste un poco, porque no estamos en la comodidad y privacidad de nuestra casa; por eso ahora, y desde que Iris me contó en qué consistía el regalo, siento algo de timidez y pudor. Fui cambiando desde que te conocí y empezamos la convivencia, pero a un ritmo mucho más que lento. Si incluso los besos en público, eso que es absolutamente normal y habitual para vos, me siguen dando un poquito de vergüenza. Lo que vivimos juntos desde el año pasado me sirvió, tanto como no podés imaginarte, pero esto me sigue costando. ¿Recordás, por casualidad, como fueron nuestros primeros días, esos comentarios que hacías sobre mi atractivo físico?. Me moría de timidez y vergüenza cada vez que los escuchaba, y ni hablar de aquella primera vez en que nosotros hicimos… bueno, nuestra primera vez – sonrió, recordando ese momento. Ese había sido también su debut con la lencería sensual – Conforme fue pasando el tiempo me fui acostumbrando, pero, como dije, muy lentamente. No estoy diciendo que me hayas hecho modificar mi postura para mal ni nada parecido, porque no fue así. Creo que sabía que iba a pasar algún día, y conocerte hizo que fuera antes de lo que pensaba. Ahora estamos casados y con una hija que va a nacer en algún momento de la primera quincena de Octubre. Supongo que lo que vivimos ayer, que estamos ahora continuando, y nuestra primera descendencia son hechos a los que voy a considerar como otros dos pasos gigantescos. Lo va a ser también mi firma el mes que viene.
_Yo también fui modificando mi forma de ser, carácter y personalidad desde que te conocí, y eso se debió a tu influencia, Isabel. Todavía me cuesta encontrar las palabras correctas y justas para agradecerte todo lo que quisiera, y no puedo a consecuencia de esa carencia – habló Eduardo, a la vez que se iban apagando otras de las velas que alumbraban la habitación, hasta que las últimas que quedaron  encendidas fueron las de ambas mesitas de luz –. No hablo solo del sexo, sino de todo. Y estoy cien por ciento convencido que haberte conocido fue una grandísima suerte, lo mejor que me pasó en la vida. Conseguiste despertar en mi emociones y sentimientos que solo conocía por relatos de experiencias ajenas, descubriste cosas dentro de mi que n siquiera yo sabía que existían.  Mundos y realidades que nunca había visto. Y estos son dos, el matrimonio y la paternidad – instintivamente, los labios de uno y otro fueron acortando la distancia entre si. El momento para hablar se estaba terminando, en efecto –. Aprendí de todos, en realidad. Cada uno de los individuos que conocí desde que recuperé el conocimiento, hombres y mujeres por igual, me enseñaron cosas. No hablo de ocupaciones laborales ni nada de eso, sino de códigos y valores. Lo descubrí especialmente en los días de la Gran Catástrofe, allí supe lo que era tener a alguien que se preocupara por mi. Y no solo las hadas, sino cada uno de los seres elementales que conocí. Los vampiros, sirénidos, liuqis, gnomos, nagas, ornímodos… todos me ayudaron y por eso les voy a estar eternamente agradecido. Sin embargo, aun con los enormes aportes, a quien más le debo como soy ahora es a vos, Isabel, y eso sin contar que lo que más te debo es la vida – y, al final, se terminó el momento de las palabras. Apenas cinco centímetros eran  la distancia que los separaba del primer beso  - Esa misma tarde surgió el amor, que no hizo otra cosa que incrementarse a diario.
_A mi también., concluyó Isabel, haciendo un veloz movimiento con sus manos, orientándolas hacia ambas mesitas de luz.

Para el momento en que las dos últimas velas dejaron de arder, Eduardo e Isabel ya estaban besándose y las manos del el corrían delicadamente los hombros de la malla entera que vestía la dama.

 Lo dicho: se habían terminado las palabras.



FIN



--- CLAUDIO ---

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