Abandonaron el ambiente principal de la casa
poligonal cuando el reloj de péndulo en una de las paredes hubo de anunciar las
nueve horas con quince minutos. Previo a ello se habían dirigido al
bicicletero, un ambiente en el extremo delantero derecho del lote, donde el
hada de la belleza asió una bicicleta por los manubrios. Les era imprescindible
este rodado para el paseo, porque se iba a prolongar hasta después de que el
Sol se ocultara, y la distancia que
tendrían que recorres durante el, aún si se decidían a usar las puertas
espaciales – agujeros de gusano controlados y estables, que las hadas y otros
seres elementales usaban cotidianamente, como si tal cosa – abarcaba una
extensión muy grande, de varios kilómetros, como para cubrirla a pie.
¡Bicicletas!.
Si las había en este planeta, en la sociedad
de las hadas, y, textuales las palabras de la hermana de Cristal, constituían
uno de los principales medios de transporte terrestres en el globo, en cada uno
de los continentes (setenta y seis países en total); y el último y más reciente
estudio, hecho cinco meses atrás por cuenta y orden del Consejo de Transportes,
había dado cuenta de la existencia de una bicicleta por cada ocho habitantes en
el reino de Insulandia, un total de diez millones quinientas sesenta y dos mil
quinientas unidades. “De doscientos noventa a seiscientos treinta soles, al
contado o en fracciones”, concluyó Isabel sus palabras explicativas.
_Ayer por la tarde, durante las
presentaciones formales, dijiste que eras un hada de la belleza, Nadia que por
don o atributo tenía el intelecto, la reina Lili que representa el fuego,
Cristal también la belleza, que existen hadas artistas, las cuales se
encuentran entre las menos numerosas, y, hace un rato, que la heredera al trono
de este reino comparte el atributo con su progenitora – sintetizó Eduardo, en
tanto empezaban a caminar – Veo que los seres feéricos son diferentes acá, en
este mundo, al menos en parte, y que la información y datos de que dispongo no
son del todo correctas. ¿Las mujeres, vos incluida, y hombres de la especie
feérica tiene dones, sentimientos, atributos, o virtudes que los representan?.,
preguntó a su cuidadora y guía.
Habían encarado por una dirección contraria a
la de la jornada anterior. Se movían despacio, tomados de la mano (ella la
izquierda y el la derecha) y sosteniendo el originario de Las Heras la
bicicleta con la izquierda, rumbo al noreste. Presa o no de la fanfarronería y
visiblemente emocionado, complacido y satisfecho, el experto en arqueología
submarina no dejaba de saludar mediante gestos faciales, o moviendo las manos y
brazos en lo alto (con una reverencia cuando se cruzaron con la reina Lili y
tres de los miembros del Consejo Real) a los seres feéricos de ambos sexos con
quienes se cruzaban, que les correspondían con los mismos gestos y saludos
verbales, pensando muy probablemente los individuos del sexo masculino en su
grandísima suerte. En esa que inesperadamente le había tocado al estar
acompañado, e incluso tomado de la mano, con una de las mujeres más lindas de
la Ciudad Del Sol, una implicancia directa del don de la belleza, y pensó, en
tanto el hada de aura lila y el buscaban alguna superficie firme para echarle
una mirada al mapa de la ciudad:
“Gente
amable, aire puro, mujeres hermosas, empleos bien remunerados, un Estado
eficiente y que de verdad funciona, ni un solo descontento social,
aparentemente no existen los problemas demográficos, se valora mucho la
arqueología… llega a existir el billar y este es sin dudas el mundo perfecto”.
_Si y no… más no que si. Esa variedad en los
dones o atributos, en los tipos de hadas, es uno de los principales efectos
colaterales consecuentes de la mezcla entre las dos razas de seres feéricos,
desde el Primer Encuentro, aunque, cuentan nuestros textos históricos, las
raíces de esa diversidad datan de alrededor de dos milenios y tres cuartos
antes… y cuatro quintos antes del evento trascendental – empezó a explicar el
hada de aura lila – Como hay evolución de por medio, suponemos que incluso los
textos históricos están equivocados, o por lo menos incompletos, y eso nos hace
pensar que la diversificación es tan antigua como la especie misma, solo que
algunos tipos de hadas fueron menos favorecidos que otros, y por eso
aparecieron más tarde. También influyó la guerra que hubo hace más de cinco mil
cien años, a causa de la magia mal aplicada e implementada, especificación
súbita y eso. Fuera de esos dos factores, desconocemos si hubieron otros, y en
cualquier caso, por qué fueron influyentes – daba la impresión de que Isabel
habría de disfrutar de este día, dada la expresión de alegría que manifestaba
en la cara. Sus conocidas, amigas y compañeras de trabajo que pasaban cerca o
muy cerca de ellos, ya fuera por la superficie terrestre u por aire, le
lanzaban sonrisas y gestos cómplices… algún que otro gruñido leve por parte de
la hermana de Cristal cuando las mujeres se dirigían especialmente al oriundo
de Las Heras. A Isabel poco le importaba que la Ciudad Del Sol se pudiera
convertir en un horno a cielo abierto. Su estado emocional lo compensaba
fácilmente – Por aquellos días previos a los dos mil ochocientos años, o dos
mil setecientos cincuenta, había hadas del agua, de fuego, del aire, de la
tierra, de la vegetación, de las flores, de los animales y del rayo, entre
otras. Entre el ochenta y dos y el ochenta y nueve por ciento, como mínimo, de
los dones o atributos de los seres feéricos estaban relacionados con los
componentes y las fuerzas de la naturaleza. Pero durante esos casi tres
milenios, en el encuentro entre ambas razas y el período posterior a ese suceso
se incorporaron otros tipos, aparecieron por causas que todavía no fueron
esclarecidas del todo, y mi especie fue mejorando. Evolucionando. Aparecieron
las hadas de la belleza, del intelecto, de los sentidos y de las artes, con sus
propias diversificaciones. Las hadas artistas, por ejemplo, poseen aptitudes muy superiores a todas las
demás en las artes, digamos que cien a nueve o diez, no más de eso, y dentro de
las artes destacan especialmente en un.
Puede ser la pintura. El dibujo, la comedia, el canto, la música, las danzas o
lo que fuera – hizo una pausa y llevó la vista hacia el cielo. Una bandada de
seres feéricos de los dos sexos volaba no muy alto describiendo figuras
geométricas. “Aspirantes a guardianes”, dijo a Eduardo – Las hadas de los
animales, o de la fauna, son otro de los cambios llamativos, porque mutaron y
dividieron su don. Continuaron siéndolo y contando con los más amplios
conocimientos sobre ellos, pero a la vez adquirieron una especiación natural,
con un grupo de animales en particular: aves, anfibios, reptiles, mamíferos,
insectos, arácnidos, peces, moluscos y crustáceos. Nueve tipos diferentes de
seres feéricos que, sin embargo, son iguales -
un (otro) silencioso gruñido, cuando aquellas cuatro chicas que pasaron
volando a nivel de las copas, de su misma edad o casi, le guiñaron un ojo a
Eduardo –… hoy sabemos que existen al menos tres centena y media de tipos de
hadas, algunos de ellos más numerosos que otros. Cuando se produce el
nacimiento de un bebé, este adquiere el atributo o don de sus progenitores,
siempre y cuando estos posean el mismo. Es genética básica.
Se detuvieron para permitir el paso de una
carreta que transportaba encomiendas, y aprovecharon ese parate para encender
un cigarrillo.
_¿Y si el padre y la madre son de tipos
diferentes, o si el nacimiento es un caso de partenogénesis? – planteó el
hombre a su lado, pensativo, concentrado en las explicaciones de Isabel –. ¿Qué
es lo que pasa con los descendientes en esos casos?, ¿cuál de los atributos
adquiere el bebé?.
La evolución y la genética se habían abierto
su camino entre los seres elementales, entre las hadas al menos, como en
cualquiera otra forma de vida, lo que condujo a Eduardo a afirmar que los seres
feéricos, igual que los humanos, debían de tener un ancestro común. “¿Será
también un primate?”, se preguntó en silencio.
_Si el padre o la madre son de diferentes
tipos no tenemos ningún medio para saber, mucho menos para confirmar, cuál de
los dos va a adquirir su descendencia. Podría ser cualquiera, o los dos, aunque
estos casos son realmente raros, diría que uno o dos entre... ¿cincuenta mil
nacimientos?, y personalmente no conozco ningún caso de esos. No es lo mismo
que el color de la piel o el de los ojos, el del cabello ni los rasgos
secundarios – informó Isabel, saltando un charco producto de la tormenta.
Eduardo hizo lo mismo –. La partenogénesis es el desarrollo del feto sin
fertilización, sin la intervención del hombre, de las células sexuales
masculinas, y por lo tanto las madres y sus descendientes comparten el mismo
atributo. Ese es un caso mucho más infrecuente, como ninguno otro. No tenemos
una manera para conocer la proporción, aunque suponemos que es de uno en varias
decenas de millones, y no conozco casos. Pasa la misma situación con los
mellizos, gemelos o partos múltiples, que también son raros. Podemos advertir
cual va a ser el sexo, desde el cuarto mes del embarazo, pero no el tipo, si lo
padres son distintos en ese aspecto.
_Y ese aumento en los atributos o dones que
constituyen los trescientos cincuenta tipos de hadas, ¿qué variaciones les
trajo como consecuencia, si es que hubo variaciones?., quiso saber el
originario de Las Heras, descartando la colilla oscura del cigarrillo, y en
tanto se internaban con la bicicleta, todavía tomados de la mano, en una zona
de la periferia de la ciudad atestad de arbustos y árboles más frondosos o
menos.
Avanzaban en paralelo a un camino de tierra
de tres metros de ancho – una callejuela – cercado a ambos lados por dos pares
de casas poligonales muy dispersas unas de otras y extensos espacios verdes,
sin más demarcaciones que los ladrillos de un furioso color rojo empotrados en
el suelo. La mayoría de esos eran espacios arbolados, que con la frondosidad
formaban un “techo” casi total sobre la callejuela, y unos pocos eran de
recreación, e esos que los lugareños usaban para descansar y distenderse.
Isabel miró los dos laterales, sintiéndose orgullosa por el maravilloso trabajo
que hacían las cuadrillas de EMARN (el Consejo de Ecología, Medio Ambiente y
Recursos Naturales).
_Hubo variaciones, por supuesto que las hubo;
de las buenas y de las malas. Entre las primeras la principal, o una de las
principales, fue que los seres feéricos que por don o atributo tenían a tal o
cual elemento de la naturaleza, como el agua o el fuego, empezaron a volverse
más duchos y aplicados con ellos. Incluso unas pocas de esas hadas llegaron a
controlarlos a su completa voluntad. Ese control es algo verdaderamente raro,
no sabemos el motivo, y creemos que únicamente lo posee el dos por ciento de
las hadas del agua y del fuego, y yo no conozco a casi ninguna – contestó la
hermana de Cristal. Su aura oscilaba al hablar y sus alas se movían al compás
del leve viento de mitad de la mañana -. Otro ejemplo es el de mi jefe en el
museo. Un hada que domina el elemento tierra y tiene una habilidad y talento
extraordinarios prácticamente imposibles de superar con eso. Hace ciento
treinta y ocho años fue capaz de crear, de construirlo íntegramente desde cero,
un curso menor de agua, sin usar cimientos ni ninguna clase de soportes, de
cinco metros y cuarto de ancho por ocho de profundidad que corre en el suroeste
de esta ciudad, y doscientos noventa y nueve de extensión, que se conecta con
un arroyuelo. La idea había sido ampliar el suministro de agua para los
residentes de ese sector, embellecer el paisaje periférico y abastecer a una
fábrica de productos cerealeros que estaba a poco de abrir sus puertas, que hoy
sigue funcionando, conectar ese par de arroyos que forman sus límites y contar
con otro medio que sirviera para desviar y canalizar el agua de las lluvias.
Ese nuevo curso le facilitó las cosas y el día a día a las hadas que trabajaban
y vivían allí y a ese sector específico de la ciudad le dio una nueva y
mejorada imagen – se detuvieron justo frente a un rosal, Isabel cortó una de las numerosas flores amarillas, aspiró
el néctar y transformó luego la rosa en el polvillo fertilizante, al que
esparció en el suelo, junto al rosal -. También se de otra hada del elemento
tierra, que trabaja en la actualidad en el Consejo de Infraestructura y Obras.
Tardó nada más que tres días laborales, ocho horas por cada uno de ellos, para
acondicionar y preparar un terreno que está a cien kilómetros al suroeste de
aquí, que después de ocho meses se transformó en el Estadio Real para Deportes
de Contacto, como la lucha libre, con capacidad para cincuenta mil espectadores
– y concluyó sus palabras aclarando –. Esa guerra que duró veintiocho años
contra el hada malvada y sus secuaces en concreto nos trajo ventajas evolutivas
y adaptativas, de acuerdo, pero también desventajas, que provocaron mella en
nuestro desarrollo como sociedad y como individuos. Las hadas tuvimos que
aprender a convivir con las dos, también los otros seres elementales, y le
dimos un nuevo significado a la palabra “superación”.
_Pero el final, los seres feéricos pudieron
superarse. Encontraron la manera para hacerlo, sobrevivieron y acá están. La
evolución biológica terminó por favorecerlos, y a todo el reino elemental.,
reparó Eduardo, pensando en la notable similitud con las mitologías como la
celta, la griega, la escandinava o la romana, en las que había una diosa, un
dios o ambos para todas las cosas, y que se extendían más allá de cada uno de
los elementos y las fuerzas de la naturaleza. Lo dicho, era otro punto en común
entre la raza humana y la feérica.
Por lo pronto, en este planeta tan parecido -
¿tan parecido?...¡pero si es idéntico! – al tercero en el Sistema Solar había
hadas de la belleza (Cristal e Isabel, las atractivas y curvilíneas hermanas de
aura lila), del fuego, de la tierra y del intelecto.
Muy parecido e incluso idéntico, de eso no
habían dudas.
También en los aspectos socioculturales.
Un sistema y una organización sociales que
llevaban milenios de una ininterrumpida existencia, que eran previos al más
importante evento histórico (el Primer Encuentro) de las hadas y los demás
seres elementales; programas de desarrollo social que implicaban la
construcción de viviendas; instalaciones productivas y fabriles – había, según
lo dicho por Isabel, doscientos parques
industriales en el reino insular –; el arraigo y apego al lugar de crianza u
origen; caminos consolidados que llegaban a todas partes, que formaban una red
más densa o menos de acuerdo a la población local, la monumentalidad en las
obras (altura, superficie…)… quien podría saber con que otra cosa podría
encontrarse Eduardo.
_Nos superamos, adaptamos y la evolución nos
favoreció, de acuerdo, pero a un costo muy elevado, tanto que todavía hoy lo
estamos pagando, y con eso me refiero a la guerra. Desde su final pasaron más
de cinco milenios, pero las secuelas persisten – lamentó con pena el hada de la
belleza, y, por primera vez, el tono de su voz sonó apagado, ahora que estaba
tratando una parte nada alegre de la historia de los seres feéricos –. ¿Te acordás
de la cifre de fallecimientos, que dio mi hermana en la cena de anoche?. La
octava parte de la población mundial, hablando de los individuos de mi especie.
Quinientos setenta y siete millones ochocientos setenta y dos mil
fallecimientos llenaron, literalmente, los sesenta y cuatro mil doscientos ocho
cementerios que se construyeron
específicamente para ellos. Todo eso sin contar la extinción a lo largo de esos
veintiocho años de nueve especies de seres elementales. Algunas de las muertes
en esa octava parte fueron consecuencia de las cientos y cientos de batallas
que hubo en esas casi tres décadas, desde las pequeñas escaramuzas hasta los
combates y enfrentamientos más grandes; otros fallecimientos se debieron a problemas de la mente que condujeron al
suicidio; otro tanto por salidas honorables, hadas que prefirieron quitarse la
vida antes que rendirse ante el enemigo, y otras muertes por acciones
involuntarias y accidentes, como fueron los hechizos mal conjurados y ataques
ejecutados de manera incorrecta. No fueron las únicas causas, pero si las
principales – preparó, en previsión de un desenlace lacrimógeno, un pañuelo –.
La “Guerra de los Veintiocho”, así conocemos y llamamos al enfrentamiento
bélico más grande de todos los tiempos, también dejó secuelas de todo tipo, y
daños colaterales que en su mayoría demoraron siglos en ser recuperados y
subsanados, o bien que no pudimos hacerlo a la fecha. Uno de los espectros que
viven en Insulandia, por nombrar uno de esos casos irrecuperables, fue el último
de los grandes nombres de la guerra que falleció una vez finalizada aquella, el
último de los sobrevivientes de la banda de sediciosos que quedaba,
concretamente en este país. Fue la cabecilla del grupo, y nacida en suelo
insular. El hada malvada de la que te hablamos Cristal y yo. El día en que se
cumplieron los primeros seis meses desde concluido el último combate trató de
llevar a la práctica un hechizo tremendamente complicado que a la fecha solamente
una persona, un hombre de mi especie, fue capaz de realizar con éxito, aunque
muchos lo consideran una leyenda, dada la insuficiencia de pruebas y registros
a ese respecto, es algo que data de más de tres mil años antes del Primer
Encuentro. Para ese hechizo no existen
los términos medios, ni los hubieron ayer: sale bien o sale mal. Fue un
absoluto y completo desastre y como consecuencia el hada malvada terminó por
transformarse en un alma solitaria (después te explico que es eso) – un estornudo
hizo que interrumpiera esa clase de historia –. Para mal en algunos casos y
para bien en otros, la Guerra de los Veintiocho fue un conflicto de diez mil
doscientos veinte días que nos hizo cambiar. Hubo avances y retrocesos,
evolución e involución. Entre los malos cambios uno de los peores, sino el peor
de todos, fue que las hadas y todos los demás seres elementales empezaron a
tener serios problemas de fertilidad, tanto los hombres como las mujeres. Y es
bajísima la densidad de población en todo el planeta. Nuestro orbe tiene
veinticinco veces el diámetro ecuatorial de la Tierra, que las hadas conocemos
y llamamos simplemente como “paralelo cero”, y haciendo un cálculo rápido te
puedo decir que si reuniésemos a todos y cada uno de los seres elementales en
una región que implique dos metros por dos per cápita, por lo menos el setenta
y tres o el setenta y cuatro por ciento del planeta estaría despoblando y a
cargo exclusivo de los reinos fungi, vegetal y animal.
Por fin encontraron una superficie firme.
Se aprontaron a ocupar un banquito de madera
pintado de blanco mate a un costado del camino, inmediatamente después de dejar
la bicicleta de Isabel apoyada contra un poste. Aquellas piezas manufacturadas
(madera labrada) estaban instaladas dentro y fuera de la ciudad, precisamente
para ese fin: en procura del bienestar y descanso de los individuos que, aún si
recurrieran a las puertas espaciales, tuvieran que cubrir una determinada
distancia, generalmente larga, ya fuera por aire, a pie (no todos los
elementales poseían la capacidad de volar) o con algún medio de transporte
terrestre. Isabel tomó asiento con toda la delicadeza y los modales de una dama
de la alta sociedad, tal cual comparara su amigo, pero este… estuvo tan
concentrado en y compenetrado con la salida que no reparó ni por equivocación
en otra de las faltas condenadas por las hadas: la rudeza y los malos modales.
Al sentarse a la derecha de Isabel, asimismo se vio como el espectador de una
pelea en algún bar de mala muerte.
_Trescientos dieciocho mil novecientos seis
punto cinco kilómetros, entonces, es el diámetro ecuatorial de este planeta –
tradujo el originario de Las Heras, pensando que este cuerpo celeste era
incluso más grande que Júpiter, al menos dos veces y un tercio mayor que aquel.
El tercer cigarrillo del día por su parte ya estaba encendido, al tiempo que el
atado ya vacío iba a parar a un cesto cercano, y el acto en si formaba parte de
su modo de vida tan habitual: siempre fumaba uno cuando descansaba en el banco
de un espacio público o estando en viaje a tal o cual lado. Se alegraba de que
existiera el tabaco en el mundo den que ahora se hallaba. En el reino insular al
menos, los cigarrillos como el los conocía se comercializaban en atados de diez,
veinte y cuarenta unidades, a dos, cuatro y seis soles y, tal cual explicara
Isabel, estaban a la venta en comercios dedicados exclusivamente a todo tipo de
artículos para fumadores, además de, por supuesto, los vendedores que iban de
puerta en puerta ofreciendo esos artículos. Decidió que compraría su primer
atado en cuanto s ele presentara la oportunidad. Pero ahora, le importaba más
seguir con esa “clase de historia”, por lo que preguntó - ¿Y no quedó otro
registro de esa guerra que los libros de historia y textos antiguos?. Quiero
decir, de acuerdo a lo que conozco, a esa información de que dispongo, se
sugiere la posibilidad de que los seres feéricos podían alcanzar los siglos de
vida, y los que sobrevivieron al conflicto pudieron transmitir oralmente el
conocimiento a las generaciones más jóvenes., inquirió, compartiendo a pleno el
mismo sentimiento negativo que su amiga.
Y comparando.
El par de guerras mundiales y otros
conflictos bélicos de diversa envergadura, los totalitarismos que se
extendieron por más o menos años, las matanzas generales, los genocidios… Aún
en conjunto, todos esos eventos del Siglo Veinte no fueron ni de cerca capaces
de aniquilar a la octava parte de la población mundial de la Tierra. Y eso que
se había recurrido a las armas más terribles y poderosas – nucleares, gases
venenosos, minas antipersonales… – arrasando poblaciones enteras, grandes y pequeñas,
usando campos de concentración, desplazando a millones forzadamente…
_La expectativa de vida es la misma para los dos
sexos, y aun con la Guerra de los Veintiocho y su variedad de efectos negativos
continúa siendo elevada, trescientos catorce años. Algunos individuos de mi
especie, yo diría que no menos de la mitad, incluso la superan – explicó el
hada de la belleza, pensando que d el aguerra en si quedaban otros registros,
por fuera de los libros y textos. Había monumentos, monolitos, museos donde se
exhibían piezas de la época… – Una de las claves que nos permite llegar a esa
edad radica en nuestra eterna juventud, diría que de esas claves es una de las
principales. Físicamente, las hadas cumplimos un año cada cuatro una vez que
alcanzamos la mayoría de edad biológica, a los dieciocho años. Por eso es que
los seres feéricos que llegas a las treinta y una décadas y cuatro años no
aparentan más de noventa y dos, según los parámetros de los seres humanos.
Nuestra genética, biología y crecimiento son diferentes a las de los de
aquellos. Yo conozco personalmente un hombre que tiene ciento noventa y ocho
años, es el jefe del Departamento de Recursos Humanos del museo en el que
trabajo, y no aparenta más de… ¿sesenta y tres? – empezó a revolver el
contenido de su equipaje –. Y mi caso; alcancé hace tres quintos de década la
mayoría de edad biológica, y aquel día me convertí en una mujer completamente
adulta, de manera que por muchos años voy a poder disfrutar de la juventud
eterna. Diría que de por vida, porque las hadas de la belleza, llegado un
determinado momento en nuestras vidas, dejamos de envejecer físicamente –
ahora, al planteo en si de su nuevo amigo – Pero respondiendo a tu pregunta… ya
no. No queda una sola sobreviviente. El último individuo fue un hada de los
vientos que falleció ciento dos años después de que terminara la guerra.
Nuestros textos antiguos e históricos aseguran que por poco y tuvo el mismo
poder que el hada mala. Puede que eso le haya sido de ayuda para sobrevivir por
tanto tiempo. Tuvo trescientos dos años al momento de morir.
_¡Trescientos catorce años! – reaccionó el
experto en arqueología submarina con asombro y sorpresa – En los países más
avanzados y desarrollados del planeta Tierra, que no son muchos, la expectativa
de vida llega con dificultad a los noventa y un años, tal vez a los noventa y
dos. ¿Cómo hacen los seres feéricos para alcanzar esa cifra?, ¿cómo lo logran?.
“Noventa y tres cuando mucho”., dijo en su
mente.
_Hay varias maneras. Son muchos los factores
que nos dan una mano y que resultan de gran beneficio para llegar a esa edad, y
muchos en mi especie la pueden superar – remarcó el hada a su lado, hurgando en
su bolsito y extrayendo del interior, al fin, una hoja plegada – Esos textos
antiguos e históricos de los que hice mención dan cuenta en sus pasajes, en
algunos de ellos, que antes de la Guerra de los Veintiocho hubo un hombre
feérico que estuvo a solo dos horas de alcanzar el milenio de vida, pero
creemos que se trata de un mito, porque la falta de información y de pruebas es
muy notoria, aunque se mencione el hecho en cuatro o cinco pasajes de los
textos. Fue a medio camino entre el Primer Encuentro y la guerra, y haya sido o
no un mito nadie a la fecha pudo alcanzar tal edad, ni siquiera la mitad de
ella. NI los reyes y reinas pudieron lograrlo, y se supone que ellos son los
más poderosos en la especie. Y de haber existido de verdad, ese hombre bien
pudo tranquilamente haber aparentado…¿ doscientos sesenta y tres?, ¿doscientos
sesenta y cuatro?. Los textos antiguos indican que, sea cual fuere, esa edad
tuvo que haber sido toda una marca para la raza feérica. Para todos los seres
elementales, en realidad – la pausa que entonces hizo fue para decidir, mirando
a Eduardo a los ojos y luego a la hija plegada – Creo que con eso se puede
terminar por ahora la clase de historia. Tanta información nueva de golpe
podría marearte. Mejor vamos a echarle una mirada a este mapa.
Era una muy buena representación gráfica, a
colores, de la ciudad capital del reino insular. Un mapa urbano de esta, el
lugar más poblado del archipiélago, confeccionado por el Departamento de
Cartografía, un organismo dependiente del Consejo CEST (Correos, Encomiendas,
Sellos y Timbres), desde grandes alturas con los globos aerostáticos, alrededor
de mil ochocientos veinte metros desde la superficie, en el que figuraban
señalizados y bien definidos cada uno de los caminos principales, secundarios y
de emergencia (adoquinados, empedrados, de tierra…), incluidas las calles
asfaltadas en el amplio predio que ocupaba el Castillo Real, las diversas
reparticiones públicas, la ubicación precisa de las puertas espaciales, la
plaza pública en el centro geográfico de la ciudad (otro lujo de la
arquitectura y la ingeniería), varias líneas punteadas que mostraban la
división de la ciudad en barrios, los principales espacios verdes (el tono más
oscuro indicaba una mayor concentración de árboles u otras especies vegetales)
y cursos y espacios de agua, los campos de globos, la locación específica de
los lugares o estructuras que su nombre daban a los barrios, los cementerios y
el riachuelo que circunvalaba la ciudad. Una flecha en el margen superior
derecho apuntaba al norte, y en el izquierdo, junto a la leyenda “CEST – Depto.
De Cartografía”, se encontraba la escala geográfica. En la parte inferior del
mapa estaban las referencias, quince docenas de puntos letrados y numerados
para ubicar en la cuadrícula de catorce casilleros verticales (letras de la A a
la N) por trece horizontales (números del 01 al 13). Aparecían también
señalizados los tramos subterráneos de algunos cursos de agua, uno de los
cuales corría en diagonal bajo la plaza central, las instituciones médicas, la
docena de muelles locales en diversos puntos de la aldea, uno de ellos en el
riachuelo de circunvalación, los veintinueve puntos de acceso a o salida de la ciudad,
las atalayas y los monumentos, bustos, monolitos y estatuas que rendían
homenaje a los próceres insulares…
Habiendo observado el mapa detallada y
detenidamente, señalando con los dedos y la vista los tramos del recorrido
planificado para hoy, ambos expertos en arqueología submarina (porque eso eran Eduardo
e Isabel) se incorporaron de ese banquito. Doblaron prolijamente el mapa, que
nuevamente fue a parar al equipaje de la hermana de Cristal, y recuperaron la
bicicleta. Montados ya sobre el rodado – la dama con ambas piernas hacia la
derecha –, enfrascados en una conversación muy animada sobre el itinerario,
retomaron el viaje al noroeste. Arrancaba por fin el paseo y era probable que
los dos terminaran siendo más que amigos antes que el día llegara a su término.
Era muy probable.
CONTINÚA
--- CLAUDIO ---
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