lunes, 5 de junio de 2017

2.2) Evolución, genética e historia

Abandonaron el ambiente principal de la casa poligonal cuando el reloj de péndulo en una de las paredes hubo de anunciar las nueve horas con quince minutos. Previo a ello se habían dirigido al bicicletero, un ambiente en el extremo delantero derecho del lote, donde el hada de la belleza asió una bicicleta por los manubrios. Les era imprescindible este rodado para el paseo, porque se iba a prolongar hasta después de que el Sol se ocultara, y  la distancia que tendrían que recorres durante el, aún si se decidían a usar las puertas espaciales – agujeros de gusano controlados y estables, que las hadas y otros seres elementales usaban cotidianamente, como si tal cosa – abarcaba una extensión muy grande, de varios kilómetros, como para cubrirla a pie.
¡Bicicletas!.
Si las había en este planeta, en la sociedad de las hadas, y, textuales las palabras de la hermana de Cristal, constituían uno de los principales medios de transporte terrestres en el globo, en cada uno de los continentes (setenta y seis países en total); y el último y más reciente estudio, hecho cinco meses atrás por cuenta y orden del Consejo de Transportes, había dado cuenta de la existencia de una bicicleta por cada ocho habitantes en el reino de Insulandia, un total de diez millones quinientas sesenta y dos mil quinientas unidades. “De doscientos noventa a seiscientos treinta soles, al contado o en fracciones”, concluyó Isabel sus palabras explicativas.

_Ayer por la tarde, durante las presentaciones formales, dijiste que eras un hada de la belleza, Nadia que por don o atributo tenía el intelecto, la reina Lili que representa el fuego, Cristal también la belleza, que existen hadas artistas, las cuales se encuentran entre las menos numerosas, y, hace un rato, que la heredera al trono de este reino comparte el atributo con su progenitora – sintetizó Eduardo, en tanto empezaban a caminar – Veo que los seres feéricos son diferentes acá, en este mundo, al menos en parte, y que la información y datos de que dispongo no son del todo correctas. ¿Las mujeres, vos incluida, y hombres de la especie feérica tiene dones, sentimientos, atributos, o virtudes que los representan?., preguntó a su cuidadora y guía.
Habían encarado por una dirección contraria a la de la jornada anterior. Se movían despacio, tomados de la mano (ella la izquierda y el la derecha) y sosteniendo el originario de Las Heras la bicicleta con la izquierda, rumbo al noreste. Presa o no de la fanfarronería y visiblemente emocionado, complacido y satisfecho, el experto en arqueología submarina no dejaba de saludar mediante gestos faciales, o moviendo las manos y brazos en lo alto (con una reverencia cuando se cruzaron con la reina Lili y tres de los miembros del Consejo Real) a los seres feéricos de ambos sexos con quienes se cruzaban, que les correspondían con los mismos gestos y saludos verbales, pensando muy probablemente los individuos del sexo masculino en su grandísima suerte. En esa que inesperadamente le había tocado al estar acompañado, e incluso tomado de la mano, con una de las mujeres más lindas de la Ciudad Del Sol, una implicancia directa del don de la belleza, y pensó, en tanto el hada de aura lila y el buscaban alguna superficie firme para echarle una mirada al mapa de la ciudad:
 “Gente amable, aire puro, mujeres hermosas, empleos bien remunerados, un Estado eficiente y que de verdad funciona, ni un solo descontento social, aparentemente no existen los problemas demográficos, se valora mucho la arqueología… llega a existir el billar y este es sin dudas el mundo perfecto”.
_Si y no… más no que si. Esa variedad en los dones o atributos, en los tipos de hadas, es uno de los principales efectos colaterales consecuentes de la mezcla entre las dos razas de seres feéricos, desde el Primer Encuentro, aunque, cuentan nuestros textos históricos, las raíces de esa diversidad datan de alrededor de dos milenios y tres cuartos antes… y cuatro quintos antes del evento trascendental – empezó a explicar el hada de aura lila – Como hay evolución de por medio, suponemos que incluso los textos históricos están equivocados, o por lo menos incompletos, y eso nos hace pensar que la diversificación es tan antigua como la especie misma, solo que algunos tipos de hadas fueron menos favorecidos que otros, y por eso aparecieron más tarde. También influyó la guerra que hubo hace más de cinco mil cien años, a causa de la magia mal aplicada e implementada, especificación súbita y eso. Fuera de esos dos factores, desconocemos si hubieron otros, y en cualquier caso, por qué fueron influyentes – daba la impresión de que Isabel habría de disfrutar de este día, dada la expresión de alegría que manifestaba en la cara. Sus conocidas, amigas y compañeras de trabajo que pasaban cerca o muy cerca de ellos, ya fuera por la superficie terrestre u por aire, le lanzaban sonrisas y gestos cómplices… algún que otro gruñido leve por parte de la hermana de Cristal cuando las mujeres se dirigían especialmente al oriundo de Las Heras. A Isabel poco le importaba que la Ciudad Del Sol se pudiera convertir en un horno a cielo abierto. Su estado emocional lo compensaba fácilmente – Por aquellos días previos a los dos mil ochocientos años, o dos mil setecientos cincuenta, había hadas del agua, de fuego, del aire, de la tierra, de la vegetación, de las flores, de los animales y del rayo, entre otras. Entre el ochenta y dos y el ochenta y nueve por ciento, como mínimo, de los dones o atributos de los seres feéricos estaban relacionados con los componentes y las fuerzas de la naturaleza. Pero durante esos casi tres milenios, en el encuentro entre ambas razas y el período posterior a ese suceso se incorporaron otros tipos, aparecieron por causas que todavía no fueron esclarecidas del todo, y mi especie fue mejorando. Evolucionando. Aparecieron las hadas de la belleza, del intelecto, de los sentidos y de las artes, con sus propias diversificaciones. Las hadas artistas, por ejemplo,  poseen aptitudes muy superiores a todas las demás en las artes, digamos que cien a nueve o diez, no más de eso, y dentro de las artes  destacan especialmente en un. Puede ser la pintura. El dibujo, la comedia, el canto, la música, las danzas o lo que fuera – hizo una pausa y llevó la vista hacia el cielo. Una bandada de seres feéricos de los dos sexos volaba no muy alto describiendo figuras geométricas. “Aspirantes a guardianes”, dijo a Eduardo – Las hadas de los animales, o de la fauna, son otro de los cambios llamativos, porque mutaron y dividieron su don. Continuaron siéndolo y contando con los más amplios conocimientos sobre ellos, pero a la vez adquirieron una especiación natural, con un grupo de animales en particular: aves, anfibios, reptiles, mamíferos, insectos, arácnidos, peces, moluscos y crustáceos. Nueve tipos diferentes de seres feéricos que, sin embargo, son iguales -  un (otro) silencioso gruñido, cuando aquellas cuatro chicas que pasaron volando a nivel de las copas, de su misma edad o casi, le guiñaron un ojo a Eduardo –… hoy sabemos que existen al menos tres centena y media de tipos de hadas, algunos de ellos más numerosos que otros. Cuando se produce el nacimiento de un bebé, este adquiere el atributo o don de sus progenitores, siempre y cuando estos posean el mismo. Es genética básica.
Se detuvieron para permitir el paso de una carreta que transportaba encomiendas, y aprovecharon ese parate para encender un cigarrillo.
_¿Y si el padre y la madre son de tipos diferentes, o si el nacimiento es un caso de partenogénesis? – planteó el hombre a su lado, pensativo, concentrado en las explicaciones de Isabel –. ¿Qué es lo que pasa con los descendientes en esos casos?, ¿cuál de los atributos adquiere el bebé?.
La evolución y la genética se habían abierto su camino entre los seres elementales, entre las hadas al menos, como en cualquiera otra forma de vida, lo que condujo a Eduardo a afirmar que los seres feéricos, igual que los humanos, debían de tener un ancestro común. “¿Será también un primate?”, se preguntó en silencio.
_Si el padre o la madre son de diferentes tipos no tenemos ningún medio para saber, mucho menos para confirmar, cuál de los dos va a adquirir su descendencia. Podría ser cualquiera, o los dos, aunque estos casos son realmente raros, diría que uno o dos entre... ¿cincuenta mil nacimientos?, y personalmente no conozco ningún caso de esos. No es lo mismo que el color de la piel o el de los ojos, el del cabello ni los rasgos secundarios – informó Isabel, saltando un charco producto de la tormenta. Eduardo hizo lo mismo –. La partenogénesis es el desarrollo del feto sin fertilización, sin la intervención del hombre, de las células sexuales masculinas, y por lo tanto las madres y sus descendientes comparten el mismo atributo. Ese es un caso mucho más infrecuente, como ninguno otro. No tenemos una manera para conocer la proporción, aunque suponemos que es de uno en varias decenas de millones, y no conozco casos. Pasa la misma situación con los mellizos, gemelos o partos múltiples, que también son raros. Podemos advertir cual va a ser el sexo, desde el cuarto mes del embarazo, pero no el tipo, si lo padres son distintos en ese aspecto.
_Y ese aumento en los atributos o dones que constituyen los trescientos cincuenta tipos de hadas, ¿qué variaciones les trajo como consecuencia, si es que hubo variaciones?., quiso saber el originario de Las Heras, descartando la colilla oscura del cigarrillo, y en tanto se internaban con la bicicleta, todavía tomados de la mano, en una zona de la periferia de la ciudad atestad de arbustos y árboles más frondosos o menos.
Avanzaban en paralelo a un camino de tierra de tres metros de ancho – una callejuela – cercado a ambos lados por dos pares de casas poligonales muy dispersas unas de otras y extensos espacios verdes, sin más demarcaciones que los ladrillos de un furioso color rojo empotrados en el suelo. La mayoría de esos eran espacios arbolados, que con la frondosidad formaban un “techo” casi total sobre la callejuela, y unos pocos eran de recreación, e esos que los lugareños usaban para descansar y distenderse. Isabel miró los dos laterales, sintiéndose orgullosa por el maravilloso trabajo que hacían las cuadrillas de EMARN (el Consejo de Ecología, Medio Ambiente y Recursos Naturales).
_Hubo variaciones, por supuesto que las hubo; de las buenas y de las malas. Entre las primeras la principal, o una de las principales, fue que los seres feéricos que por don o atributo tenían a tal o cual elemento de la naturaleza, como el agua o el fuego, empezaron a volverse más duchos y aplicados con ellos. Incluso unas pocas de esas hadas llegaron a controlarlos a su completa voluntad. Ese control es algo verdaderamente raro, no sabemos el motivo, y creemos que únicamente lo posee el dos por ciento de las hadas del agua y del fuego, y yo no conozco a casi ninguna – contestó la hermana de Cristal. Su aura oscilaba al hablar y sus alas se movían al compás del leve viento de mitad de la mañana -. Otro ejemplo es el de mi jefe en el museo. Un hada que domina el elemento tierra y tiene una habilidad y talento extraordinarios prácticamente imposibles de superar con eso. Hace ciento treinta y ocho años fue capaz de crear, de construirlo íntegramente desde cero, un curso menor de agua, sin usar cimientos ni ninguna clase de soportes, de cinco metros y cuarto de ancho por ocho de profundidad que corre en el suroeste de esta ciudad, y doscientos noventa y nueve de extensión, que se conecta con un arroyuelo. La idea había sido ampliar el suministro de agua para los residentes de ese sector, embellecer el paisaje periférico y abastecer a una fábrica de productos cerealeros que estaba a poco de abrir sus puertas, que hoy sigue funcionando, conectar ese par de arroyos que forman sus límites y contar con otro medio que sirviera para desviar y canalizar el agua de las lluvias. Ese nuevo curso le facilitó las cosas y el día a día a las hadas que trabajaban y vivían allí y a ese sector específico de la ciudad le dio una nueva y mejorada imagen – se detuvieron justo frente a un rosal, Isabel cortó  una de las numerosas flores amarillas, aspiró el néctar y transformó luego la rosa en el polvillo fertilizante, al que esparció en el suelo, junto al rosal -. También se de otra hada del elemento tierra, que trabaja en la actualidad en el Consejo de Infraestructura y Obras. Tardó nada más que tres días laborales, ocho horas por cada uno de ellos, para acondicionar y preparar un terreno que está a cien kilómetros al suroeste de aquí, que después de ocho meses se transformó en el Estadio Real para Deportes de Contacto, como la lucha libre, con capacidad para cincuenta mil espectadores – y concluyó sus palabras aclarando –. Esa guerra que duró veintiocho años contra el hada malvada y sus secuaces en concreto nos trajo ventajas evolutivas y adaptativas, de acuerdo, pero también desventajas, que provocaron mella en nuestro desarrollo como sociedad y como individuos. Las hadas tuvimos que aprender a convivir con las dos, también los otros seres elementales, y le dimos un nuevo significado a la palabra “superación”.
_Pero el final, los seres feéricos pudieron superarse. Encontraron la manera para hacerlo, sobrevivieron y acá están. La evolución biológica terminó por favorecerlos, y a todo el reino elemental., reparó Eduardo, pensando en la notable similitud con las mitologías como la celta, la griega, la escandinava o la romana, en las que había una diosa, un dios o ambos para todas las cosas, y que se extendían más allá de cada uno de los elementos y las fuerzas de la naturaleza. Lo dicho, era otro punto en común entre la raza humana y la feérica.
Por lo pronto, en este planeta tan parecido - ¿tan parecido?...¡pero si es idéntico! – al tercero en el Sistema Solar había hadas de la belleza (Cristal e Isabel, las atractivas y curvilíneas hermanas de aura lila), del fuego, de la tierra y del intelecto.

Muy parecido e incluso idéntico, de eso no habían dudas.
También en los aspectos socioculturales.

Un sistema y una organización sociales que llevaban milenios de una ininterrumpida existencia, que eran previos al más importante evento histórico (el Primer Encuentro) de las hadas y los demás seres elementales; programas de desarrollo social que implicaban la construcción de viviendas; instalaciones productivas y fabriles – había, según lo dicho por Isabel,  doscientos parques industriales en el reino insular –; el arraigo y apego al lugar de crianza u origen; caminos consolidados que llegaban a todas partes, que formaban una red más densa o menos de acuerdo a la población local, la monumentalidad en las obras (altura, superficie…)… quien podría saber con que otra cosa podría encontrarse Eduardo.
_Nos superamos, adaptamos y la evolución nos favoreció, de acuerdo, pero a un costo muy elevado, tanto que todavía hoy lo estamos pagando, y con eso me refiero a la guerra. Desde su final pasaron más de cinco milenios, pero las secuelas persisten – lamentó con pena el hada de la belleza, y, por primera vez, el tono de su voz sonó apagado, ahora que estaba tratando una parte nada alegre de la historia de los seres feéricos –. ¿Te acordás de la cifre de fallecimientos, que dio mi hermana en la cena de anoche?. La octava parte de la población mundial, hablando de los individuos de mi especie. Quinientos setenta y siete millones ochocientos setenta y dos mil fallecimientos llenaron, literalmente, los sesenta y cuatro mil doscientos ocho cementerios  que se construyeron específicamente para ellos. Todo eso sin contar la extinción a lo largo de esos veintiocho años de nueve especies de seres elementales. Algunas de las muertes en esa octava parte fueron consecuencia de las cientos y cientos de batallas que hubo en esas casi tres décadas, desde las pequeñas escaramuzas hasta los combates y enfrentamientos más grandes; otros fallecimientos se debieron a  problemas de la mente que condujeron al suicidio; otro tanto por salidas honorables, hadas que prefirieron quitarse la vida antes que rendirse ante el enemigo, y otras muertes por acciones involuntarias y accidentes, como fueron los hechizos mal conjurados y ataques ejecutados de manera incorrecta. No fueron las únicas causas, pero si las principales – preparó, en previsión de un desenlace lacrimógeno, un pañuelo –. La “Guerra de los Veintiocho”, así conocemos y llamamos al enfrentamiento bélico más grande de todos los tiempos, también dejó secuelas de todo tipo, y daños colaterales que en su mayoría demoraron siglos en ser recuperados y subsanados, o bien que no pudimos hacerlo a la fecha. Uno de los espectros que viven en Insulandia, por nombrar uno de esos casos irrecuperables, fue el último de los grandes nombres de la guerra que falleció una vez finalizada aquella, el último de los sobrevivientes de la banda de sediciosos que quedaba, concretamente en este país. Fue la cabecilla del grupo, y nacida en suelo insular. El hada malvada de la que te hablamos Cristal y yo. El día en que se cumplieron los primeros seis meses desde concluido el último combate trató de llevar a la práctica un hechizo tremendamente complicado que a la fecha solamente una persona, un hombre de mi especie, fue capaz de realizar con éxito, aunque muchos lo consideran una leyenda, dada la insuficiencia de pruebas y registros a ese respecto, es algo que data de más de tres mil años antes del Primer Encuentro.  Para ese hechizo no existen los términos medios, ni los hubieron ayer: sale bien o sale mal. Fue un absoluto y completo desastre y como consecuencia el hada malvada terminó por transformarse en un alma solitaria (después te explico que es eso) – un estornudo hizo que interrumpiera esa clase de historia –. Para mal en algunos casos y para bien en otros, la Guerra de los Veintiocho fue un conflicto de diez mil doscientos veinte días que nos hizo cambiar. Hubo avances y retrocesos, evolución e involución. Entre los malos cambios uno de los peores, sino el peor de todos, fue que las hadas y todos los demás seres elementales empezaron a tener serios problemas de fertilidad, tanto los hombres como las mujeres. Y es bajísima la densidad de población en todo el planeta. Nuestro orbe tiene veinticinco veces el diámetro ecuatorial de la Tierra, que las hadas conocemos y llamamos simplemente como “paralelo cero”, y haciendo un cálculo rápido te puedo decir que si reuniésemos a todos y cada uno de los seres elementales en una región que implique dos metros por dos per cápita, por lo menos el setenta y tres o el setenta y cuatro por ciento del planeta estaría despoblando y a cargo exclusivo de los reinos fungi, vegetal y animal.

Por fin encontraron una superficie firme.

Se aprontaron a ocupar un banquito de madera pintado de blanco mate a un costado del camino, inmediatamente después de dejar la bicicleta de Isabel apoyada contra un poste. Aquellas piezas manufacturadas (madera labrada) estaban instaladas dentro y fuera de la ciudad, precisamente para ese fin: en procura del bienestar y descanso de los individuos que, aún si recurrieran a las puertas espaciales, tuvieran que cubrir una determinada distancia, generalmente larga, ya fuera por aire, a pie (no todos los elementales poseían la capacidad de volar) o con algún medio de transporte terrestre. Isabel tomó asiento con toda la delicadeza y los modales de una dama de la alta sociedad, tal cual comparara su amigo, pero este… estuvo tan concentrado en y compenetrado con la salida que no reparó ni por equivocación en otra de las faltas condenadas por las hadas: la rudeza y los malos modales. Al sentarse a la derecha de Isabel, asimismo se vio como el espectador de una pelea en algún bar de mala muerte.

_Trescientos dieciocho mil novecientos seis punto cinco kilómetros, entonces, es el diámetro ecuatorial de este planeta – tradujo el originario de Las Heras, pensando que este cuerpo celeste era incluso más grande que Júpiter, al menos dos veces y un tercio mayor que aquel. El tercer cigarrillo del día por su parte ya estaba encendido, al tiempo que el atado ya vacío iba a parar a un cesto cercano, y el acto en si formaba parte de su modo de vida tan habitual: siempre fumaba uno cuando descansaba en el banco de un espacio público o estando en viaje a tal o cual lado. Se alegraba de que existiera el tabaco en el mundo den que ahora se hallaba. En el reino insular al menos, los cigarrillos como el los conocía se comercializaban en atados de diez, veinte y cuarenta unidades, a dos, cuatro y seis soles y, tal cual explicara Isabel, estaban a la venta en comercios dedicados exclusivamente a todo tipo de artículos para fumadores, además de, por supuesto, los vendedores que iban de puerta en puerta ofreciendo esos artículos. Decidió que compraría su primer atado en cuanto s ele presentara la oportunidad. Pero ahora, le importaba más seguir con esa “clase de historia”, por lo que preguntó - ¿Y no quedó otro registro de esa guerra que los libros de historia y textos antiguos?. Quiero decir, de acuerdo a lo que conozco, a esa información de que dispongo, se sugiere la posibilidad de que los seres feéricos podían alcanzar los siglos de vida, y los que sobrevivieron al conflicto pudieron transmitir oralmente el conocimiento a las generaciones más jóvenes., inquirió, compartiendo a pleno el mismo sentimiento negativo que su amiga.
Y comparando.
El par de guerras mundiales y otros conflictos bélicos de diversa envergadura, los totalitarismos que se extendieron por más o menos años, las matanzas generales, los genocidios… Aún en conjunto, todos esos eventos del Siglo Veinte no fueron ni de cerca capaces de aniquilar a la octava parte de la población mundial de la Tierra. Y eso que se había recurrido a las armas más terribles y poderosas – nucleares, gases venenosos, minas antipersonales… – arrasando poblaciones enteras, grandes y pequeñas, usando campos de concentración, desplazando a millones forzadamente…
_La expectativa de vida es la misma para los dos sexos, y aun con la Guerra de los Veintiocho y su variedad de efectos negativos continúa siendo elevada, trescientos catorce años. Algunos individuos de mi especie, yo diría que no menos de la mitad, incluso la superan – explicó el hada de la belleza, pensando que d el aguerra en si quedaban otros registros, por fuera de los libros y textos. Había monumentos, monolitos, museos donde se exhibían piezas de la época… – Una de las claves que nos permite llegar a esa edad radica en nuestra eterna juventud, diría que de esas claves es una de las principales. Físicamente, las hadas cumplimos un año cada cuatro una vez que alcanzamos la mayoría de edad biológica, a los dieciocho años. Por eso es que los seres feéricos que llegas a las treinta y una décadas y cuatro años no aparentan más de noventa y dos, según los parámetros de los seres humanos. Nuestra genética, biología y crecimiento son diferentes a las de los de aquellos. Yo conozco personalmente un hombre que tiene ciento noventa y ocho años, es el jefe del Departamento de Recursos Humanos del museo en el que trabajo, y no aparenta más de… ¿sesenta y tres? – empezó a revolver el contenido de su equipaje –. Y mi caso; alcancé hace tres quintos de década la mayoría de edad biológica, y aquel día me convertí en una mujer completamente adulta, de manera que por muchos años voy a poder disfrutar de la juventud eterna. Diría que de por vida, porque las hadas de la belleza, llegado un determinado momento en nuestras vidas, dejamos de envejecer físicamente – ahora, al planteo en si de su nuevo amigo – Pero respondiendo a tu pregunta… ya no. No queda una sola sobreviviente. El último individuo fue un hada de los vientos que falleció ciento dos años después de que terminara la guerra. Nuestros textos antiguos e históricos aseguran que por poco y tuvo el mismo poder que el hada mala. Puede que eso le haya sido de ayuda para sobrevivir por tanto tiempo. Tuvo trescientos dos años al momento de morir.
_¡Trescientos catorce años! – reaccionó el experto en arqueología submarina con asombro y sorpresa – En los países más avanzados y desarrollados del planeta Tierra, que no son muchos, la expectativa de vida llega con dificultad a los noventa y un años, tal vez a los noventa y dos. ¿Cómo hacen los seres feéricos para alcanzar esa cifra?, ¿cómo lo logran?.
“Noventa y tres cuando mucho”., dijo en su mente.
_Hay varias maneras. Son muchos los factores que nos dan una mano y que resultan de gran beneficio para llegar a esa edad, y muchos en mi especie la pueden superar – remarcó el hada a su lado, hurgando en su bolsito y extrayendo del interior, al fin, una hoja plegada – Esos textos antiguos e históricos de los que hice mención dan cuenta en sus pasajes, en algunos de ellos, que antes de la Guerra de los Veintiocho hubo un hombre feérico que estuvo a solo dos horas de alcanzar el milenio de vida, pero creemos que se trata de un mito, porque la falta de información y de pruebas es muy notoria, aunque se mencione el hecho en cuatro o cinco pasajes de los textos. Fue a medio camino entre el Primer Encuentro y la guerra, y haya sido o no un mito nadie a la fecha pudo alcanzar tal edad, ni siquiera la mitad de ella. NI los reyes y reinas pudieron lograrlo, y se supone que ellos son los más poderosos en la especie. Y de haber existido de verdad, ese hombre bien pudo tranquilamente haber aparentado…¿ doscientos sesenta y tres?, ¿doscientos sesenta y cuatro?. Los textos antiguos indican que, sea cual fuere, esa edad tuvo que haber sido toda una marca para la raza feérica. Para todos los seres elementales, en realidad – la pausa que entonces hizo fue para decidir, mirando a Eduardo a los ojos y luego a la hija plegada – Creo que con eso se puede terminar por ahora la clase de historia. Tanta información nueva de golpe podría marearte. Mejor vamos a echarle una mirada a este mapa.

Era una muy buena representación gráfica, a colores, de la ciudad capital del reino insular. Un mapa urbano de esta, el lugar más poblado del archipiélago, confeccionado por el Departamento de Cartografía, un organismo dependiente del Consejo CEST (Correos, Encomiendas, Sellos y Timbres), desde grandes alturas con los globos aerostáticos, alrededor de mil ochocientos veinte metros desde la superficie, en el que figuraban señalizados y bien definidos cada uno de los caminos principales, secundarios y de emergencia (adoquinados, empedrados, de tierra…), incluidas las calles asfaltadas en el amplio predio que ocupaba el Castillo Real, las diversas reparticiones públicas, la ubicación precisa de las puertas espaciales, la plaza pública en el centro geográfico de la ciudad (otro lujo de la arquitectura y la ingeniería), varias líneas punteadas que mostraban la división de la ciudad en barrios, los principales espacios verdes (el tono más oscuro indicaba una mayor concentración de árboles u otras especies vegetales) y cursos y espacios de agua, los campos de globos, la locación específica de los lugares o estructuras que su nombre daban a los barrios, los cementerios y el riachuelo que circunvalaba la ciudad. Una flecha en el margen superior derecho apuntaba al norte, y en el izquierdo, junto a la leyenda “CEST – Depto. De Cartografía”, se encontraba la escala geográfica. En la parte inferior del mapa estaban las referencias, quince docenas de puntos letrados y numerados para ubicar en la cuadrícula de catorce casilleros verticales (letras de la A a la N) por trece horizontales (números del 01 al 13). Aparecían también señalizados los tramos subterráneos de algunos cursos de agua, uno de los cuales corría en diagonal bajo la plaza central, las instituciones médicas, la docena de muelles locales en diversos puntos de la aldea, uno de ellos en el riachuelo de circunvalación, los veintinueve puntos de acceso a o salida de la ciudad, las atalayas y los monumentos, bustos, monolitos y estatuas que rendían homenaje a los próceres insulares…
Habiendo observado el mapa detallada y detenidamente, señalando con los dedos y la vista los tramos del recorrido planificado para hoy, ambos expertos en arqueología submarina (porque eso eran Eduardo e Isabel) se incorporaron de ese banquito. Doblaron prolijamente el mapa, que nuevamente fue a parar al equipaje de la hermana de Cristal, y recuperaron la bicicleta. Montados ya sobre el rodado – la dama con ambas piernas hacia la derecha –, enfrascados en una conversación muy animada sobre el itinerario, retomaron el viaje al noroeste. Arrancaba por fin el paseo y era probable que los dos terminaran siendo más que amigos antes que el día llegara a su término.


Era muy probable.


CONTINÚA


--- CLAUDIO ---

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