_¿Puedo preguntarte algo?., le pidió Eduardo,
cuando ambos hubieron de concluir sus tareas en la cocina-comedor diario y la
sala principal.
Aunque poco, el cansancio se les notaba.
Todos los utensilios de cocina (cubiertos,
platos y vasos) quedaron arrumbados en una fuente de cerámica sobre la mesada,
de ellos se ocuparían en algún momento de la tarde, y se preparaban para ir a
dormir. Isabel lo necesitaba de verdad, porque llevaba casi tres días sin
hacerlo – su tarea había sido ocuparse del oriundo de Las Heras – A ambos les
podría resultar una tarea complicada, dada la ferocidad de la inclemencia que
todavía no cesaba.
_¿De qué se trata?., accedió el hada al
pedido.
Hacía años que había dejado de ser su
costumbre quedarse despiertas hasta estas horas de la madrugada, excepto
durante las ceremonias y los días festivos, incluido su cumpleaños, o cuando
era de máxima necesidad en su trabajo en el museo. Isabel ya había reprimido
algunos bostezos y cada vez le costaba más trabajo hacerlo.
_Es solo una curiosidad que tengo, nada
complejo. ¿Cómo supiste que mis nombres y mi apellido eran…?
¡Esos molestos rayos que no permitían
continuar las conversaciones ni concluirlas y taladraban los oídos!. Eran lo
que se dice insoportables en grado máximo.
_¿… Eduardo Rafael Rhys?, ¿y cómo se
enteraron de cual era mi lugar de procedencia con exactitud y que era yo
experto en arqueología submarina?. Hasta donde pude deducir, los seres feéricos
lo averiguaron antes de haber recurrido al Espectador. Pero no se que otra
forma pudieron usar.
_Porque encontramos algunos papeles en los
bolsillos de aquella ropa que llevabas puesta el día que te conocí… cuando las
chicas y yo te encontramos en la cabaña en la costa y te trajimos a la Ciudad
Del Sol, a mi casa. Las hadas le prestamos especial atención a aquel documento
que decía “pasaporte· en la tapa, donde
estaba consignada tu información personal – indicó el hada de aura lila,
rememorando ese día, y deseando no haber evidenciado el susto tras el impacto
de otro rayo, porque había sido especialmente sonoro –. Casi la totalidad de lo
escrito en ese documento y otros papeles era imposible de leer, como dijera
Nadia en la tarde de ayer, pero con un poquito de las habilidades de las hadas
expertas del Archivo Real fue suficiente para lograr que fuera comprensible una
parte de ellos. De esa manera nos fue posible averiguar quién eras, a que te
dedicabas para ganarte tu sustento y conocer cuál era tu procedencia exacta, el
lugar del que venías. Disponiendo ya de esa información, y viendo que llevabas
diez días en nuestro mundo con vida, aunque inconsciente, la reina Lili, la
princesa heredera, el Consejo real, los mandos locales y nuestros organismos
internacionales pudieron trazar un plan. Algo carente de complejidades que no
ponía en peligro tu vida. Usar el Espectador para ver el pueblo en que naciste
y viviste y conocer qué clase de persona habría de quedarse con todos nosotros
en este planeta – otro rayo poco distante, y ella estaba desprevenida,
concentrada en sus palabras. Directamente pegó un salto y exclamó ruidosamente
la onomatopeya “¡ay!”, pateando con fuerza al caer. Eduardo dejó escapar una
disimulada risita, mirando en otra dirección –. No fue mucho lo que pudimos
observar, principalmente por la distancia, pero nos bastó con eso. Un hombre
honesto con una conducta intachable, a excepción de esas… “compañías del sexo
femenino” con quienes solías reunirte por las noches.
Soltó un leve gruñido.
Eduardo volvió a reír.
_De todas maneras, a las hadas y a los demás
seres elementales no les quedaba otra alternativa que aceptar mi presencia y
permanencia en este lugar – puntualizó el oriundo de Las Heras cabecera, ya de
camino a los dormitorios de ambos. Isabel marchaba a su lado –. Pero le doy a
todos ustedes, sobre todo a las hadas, mi palabra de que no se van a
decepcionar de mí, a sufrir por mis actos ni mi conducta ni darles trabajo, en
ningún aspecto – Eduardo y el hada de la belleza se quedaron apoyados ahora contra
uno de los muros en el pasillo interno de la vivienda (muy cerca uno del
otro… muy cerca). Estas últimas palabras
de la jornada eran acompañadas por la incesante lluvia y el suave tintineo de
los farolitos que alumbraban el pasillo. En tanto pensaba el motivo por el que
prolongaban su presencia allí, miró al hada y se dio cuenta que otra vez estaba
haciendo esfuerzos por no soltar un bostezo. Quién sabe cómo actuaban las horas
de sueño de los seres feéricos, ni cuanto dormían estos en cada día – Ayer por
la tarde dijiste que me vas a poner en contacto con los tuyos en el museo para
ver si puedo trabajar allí. Es referente a eso que quiero hacerte una pregunta.
¿En qué creés que tenga yo mejores oportunidades?, ¿en la submarina o las otras
disciplinas de la arqueología?. En realidad no importa, porque mis
conocimientos y mi experiencia son enormes en todas, pero me va a ser de ayuda,
para estar preparado, saber en cual de las disciplinas tendría yo las mejores
oportunidades.
_Agradezco que pidas mi opinión, Eduardo.
Personalmente te recomiendo, o aconsejo, la arqueología submarina, y no es solo
porque destaques en esa disciplina – le indicó Isabel, con los ojos cada vez
más pesados – En nuestra sociedad, la arqueología submarina tiene tanta validez
e importancia como las otras. Está tan
arraigada en los seres feéricos en todo el mundo, por todo lo que ya te
explicamos las chicas y yo. Además podrías trabajar conmigo, ya que yo soy
experta en esa misma disciplina. Por otra parte – hizo una muy breve pausa – si
es verdad que conviene trabajar para el estado si hablamos de cualquier
ciencia, pero también existen el sector privado y el mixto. Cada uno tiene
beneficios y ventajas. Pero insisto con el sector público. Allí conozco como
son las postulaciones para trabajar. Quiero decir que requisitos hacen falta y
eso – y dio información complementaria una vez más – El Consejo de Arqueología
e Historia, o C-AH, es del que depende el Museo Real de Arqueología. El primer
paso va a ser ir allí, al Castillo Real. El Consejo AH tiene las oficinas en
una de las torres; y yo voy a acompañarte. Es lo lógico, sobre todo si vas la
primera vez. Maneja un presupuesto anual de novecientos treinta y seis millones
de soles que cubren todos los gastos, como equipos e instrumentos de trabajo,
su alquiler o compra y eventuales reparaciones, traslados y acarreos, el pago
al personal y las investigaciones previas y posteriores, y eso nombrando solo
algunas de las especificaciones del presupuesto. Hay varias investigaciones de
campo en diferentes partes de Insulandia, incluidas unas cuantas relacionadas
con la arqueología submarina, y se hacen en grupos de hasta veinte
profesionales, el más próximo está a poco más de mil kilómetros de esta ciudad,
en el oeste – no pudo, finalmente, reprimir el bostezo – … del que ignorábamos
que existía. Lo descubrieron hace diecinueve días, de modo que es prácticamente
nuevo. Si nos movemos rápido, les podría pedir al director del museo y al jefe
del Consejo AH que nos envíe allí, porque
los expertos que están trabajando ahora lo hacen de manera provisoria.
Las hadas artistas que…
_¿Artistas?., se extraño Eduardo.
Instintivamente pensó en cosas como las artes
plásticas y las esculturas, y descubrió, cuando el hada habló, que estaba
equivocado.
_Es otro atributo o don que poseemos los
seres feéricos, como lo son también la belleza y el intelecto – contestó Isabel
– Nacen con un talento natural para, por ejemplo, la pintura y el dibujo, y
ninguna otra hada, por muchos conocimientos y trayectoria que tenga en eso,
puede superarlas. Son capaces de hacer una verdadera obra de arte magistral con
unas pocas pinceladas, en un lapso de tiempo mucho menor al que le demanda a
cualquier otro ser feérico, y como la mayoría de las cosas que hacemos, pueden
durar décadas, con los cuidados apropiados, e incluso siglos. Es un atributo
muy raro e inusual; creo que solamente debe haber un cero punto cero tres por
ciento de hadas artistas, sobre el total de la población mundial, alrededor de…
¡no!, perdón… ese porcentaje no. Es el cero punto cero cero trece por ciento.
Siempre me confunde. Tal vez estén entre las menos numerosas, y hubo un tiempo
en que pensamos que se trataba de un obsequio de los dioses, que estos
decidieron conceder a un selecto grupo de hadas.
_La época de la religión desaparecida.
_Si, así es. Pasa lo mismo con otros dones o
atributos inusuales, como el que tenemos
mi hermana y yo. Se trata de atributos que muy pocas hadas poseen – dijo Isabel
–. Las hadas artistas, el caso al que nos estamos refiriendo… ellas forman una
parte muy importante de nuestra sociedad y nuestro acervo cultural. Los seres
feéricos, también los elementales, no tendríamos las esculturas, los monumentos,
las pinturas, las estatuas, los monolitos ni nada de eso que mantiene en alto
la sociedad casi desde su surgimiento. El don de las hadas artistas es una
ayuda directa e indirecta incluso por fuera de la cultura, lo viene siendo
desde milenios antes de que ocurriera el Primer Encuentro.
_En ese caso, sino llego a tener suerte con
cualquiera de las disciplinas de la arqueología, tengo como otra de las
opciones para ganarme mi sustento a las bellas artes. El dibujo, para ser más
específico – apostó, convencido, el originario de Las Heras –. Ese es un
talento que yo también poseo. No es por exagerar, pero dibujando soy muy bueno.
No se si me podría comparar con las hadas artistas, porque no las vi en acción,
pero en fin… son dos opciones de que dispongo para trabajar.
_Veo que sabés hacer otras cosas, aparte de
las arqueología, y eso es bueno. En nuestro mundo, en las sociedades de las
hadas, el empleo es algo que elegimos por vocación, y no por imposición u
opción. Eso también es tan antiguo como la sociedad misma – dijo el hada de
aura lila, entrecerrando los ojos y haciendo esfuerzos mayores a cada segundo
que pasaba por no bostezar. Isabel quería concluir este tema antes de dar la
jornada por finalizada – El trabajo es lo que sobra, y este país es uno de los
tres en el mundo que tiene demanda laboral. A Insulandia llegan cada día
treinta mil personas a trabajar, y después vuelven a sus casas, a sus
respectivos países – y se refirió a ella misma, a su caso – El mío, para darte
un ejemplo. Yo tenía alrededor de cinco años cuando me empezó a agradar la idea
de ocuparme de la arqueología. Pues bien, eso fue justamente lo que hice. En mi
especie, el conocimiento y la sabiduría se transmiten de generación en
generación, de los seres feéricos más viejos y versados a los más jóvenes e
inexpertos. Cuando yo alcancé la mayoría de edad legal, a los dieciséis años,
tenía un conocimiento muy grande y tal voluntad y predisposición que las hadas
que en ese momento estaban disponibles en el museo, que estaban también a cargo
del ingreso de los aspirantes, no tuvieron ningún problema en aceptarme como
aprendiza. Yo hubiera tenido que pasar no menos de seis años y cinco meses
ocupándome del adiestramiento y la capacitación, antes de poder convertirme
oficialmente en arqueóloga, pero ese lapso de tiempo se redujo a poco más de la
mitad, a tres años y un cuatrimestre. Las hadas que me supervisaron
consideraron que yo era demasiado aplicada e inteligente como para estudiar con
el tiempo normal. Me convertí en profesional mucho antes de lo previsto. Fue lo
mismo que te pasó a vos, ¿no? – Eduardo contestó que si moviendo la cabeza –
Habían pasado casi ochenta años para que en el Museo real de Arqueología una
persona pudiese convertirse en profesional en ese tiempo tan corto - pausa. Se corrió el cabello de la frente –
Después tuve la oportunidad de empezar a trabajar allí mismo, y a las pocas
semanas ya estaba formando parte de la expedición a un yacimiento de descubrimiento
reciente. Mi conocimiento y sabiduría ayudaron bastante en eso.
_Conocimiento que se transmite de una generación
a la siguiente, de las hadas más viejas a las más jóvenes – repitió el hombre,
que también estaba buscando una manera para ponerle el punto final a la
conversación. Era obvio, y mucho, que Isabel no era la única a quien el sueño
le estaba ganando la partida – Eso me es desconocido, porque el lugar del que
provengo… ¿carecen las hadas de un sistema educativo regular?.
El ya conocía eso.
Muchas civilizaciones de la antigüedad en
todas partes de la Tierra y en todas las etapas de la historia basaban la
instrucción y el aprendizaje en ese método, con la transmisión del conocimiento
entre generaciones.
Carecemos, y nunca lo tuvimos – contestó el
hada de la belleza, comprendiendo por fin que tal vez la ferocidad en paulatino
retroceso de la tormenta era lo que estaba manteniéndola despierta –. En la
sociedad de los seres feéricos, el aprendizaje se encuentra dividido en cuatro
partes. Una de esas partes es el profesional, para usar el vocablo correcto, y
es el del que hablé recién. Es un conocimiento que se adquiere estando en
contacto permanente con los expertos en aquello que nos interese aprender, y
uno de esos expertos se convierte en nuestro instructor. Su duración es
relativa y depende de esos planes para el futuro en si, de aquello que queramos
aprender; son lapsos que van desde los nueve meses hasta los doce años. También
depende de la complejidad en si de cada capacidad y de que tan aplicados e
inteligentes resulten ser los aprendices – su caso, sabía, había sido una excepción
– Otra parte de nuestro aprendizaje es la doméstica. Se supone que en nuestros
hogares, con la ayuda de cada uno de nuestros familiares, tenemos que aprender,
perfeccionar y mantener afiladas cosas tales como las matemáticas, gramática,
física, expresiones corporales, cultura, historia y modales. Además, hombres y
mujeres aprenden cosas por parte de sus parientes adultos del sexo respectivo
que son tradicionales. Los padres, por ejemplo, enseñan a sus hijos a comportarse
con el sexo opuesto, a afeitarse y oficios que son característica y tradicionalmente
masculinos, como la albañilería,… creo que en eso hay una mujer por cada cuatro
mil o cuatro mil quinientos hombres en este país. Y las madres, entre otras
cosas, instruyen a las hijas en las artes culinarias y los oficios textiles –
era uno de los pasatiempos que tenía ella; amaba cocinar, coser y bordar – La tercera
parte es el aprendizaje no instintivo por cuenta propia, así lo llamamos las
hadas, y abarca cualquier cosa, lo que sea, que podamos aprender observando todo lo que nos rodea y a todos, por fuera del
ámbito doméstico y del profesional. Aunque no es tan importante como los otros
tres, no por eso lo dejamos en un segundo plano. La otra parte es el
aprendizaje instintivo por cuenta propia. Implica la cultura social, el
desarrollo de cada una de nuestras habilidades y poderes, incluida la magia, la
técnica del vuelo… hasta incluye la posibilidad de enseñar a los más jóvenes, a
los que tenemos como aprendices, una vez que hayamos completado la parte
profesional de nuestra instrucción. Esas cuatro partes en que dividimos el
aprendizaje, como dije, existen desde... que se yo, desde el inicio de los
tiempos ,desde el surgimiento de las primeras poblaciones grupales en mi
especie – al final, si… tarde o temprano habría de ocurrir. Isabel no pudo
contener un (otro) bostezo – y escribir y leer… son dos cosas que aprendemos
combinando los cuatro métodos. En fin, el sistema de aprendizaje abarca además
a todas las otras especies del reino elemental, y fue uno de los factores que posibilitaron
el éxito de los seres feéricos como sociedad y como individuos.
_Pasó lo mismo, con mayor o menor exactitud,
con muchas civilizaciones de la antigüedad en el planeta del que provengo, y
les fue exitoso en tanto duraron en pie. Creo que todavía… ¡ay! – por poco y
cae al suelo – creo que aún persiste en muchos lugares de la Tierra.
Eso era todo por hoy, concluyeron Eduardo e
Isabel.
Tal vez lo hayan ambos supuesto, o tal vez
no, pero la dueña de la casa y su flamante amigo optaron por la despedida con
un beso en la mejilla derecha, una costumbre prácticamente desconocida para la
raza feérica – Isabel experimentó un ligero cosquilleo, una sensación nueva
para ella – y tanto uno como otro ingresaron a sus respectivas habitaciones.
Aunque con inferior ferocidad, todavía continuaba lloviendo a cántaros, había
relámpagos precediendo a los truenos, algún que otro raro aislado y, a corto
plazo, la tormenta no mostraba señal alguna de cesar definitivamente. Eduardo
cesó todo movimiento, vocalizaciones y ruido a los pocos (poquísimos, mejor
dicho) segundos de que su cabeza entrara en contacto con la almohada, que, a el
le había dado la impresión, estaba rellana con varias decenas de plumas diminutas. Tal vez fuera a causa de la
revelación tan sorprendente a mitad de la tarde del día anterior, que implicaba
el combo de la vida extraterrestre, la magia y la existencia de las hadas y
otros seres elementales, o a causa de esta incesante lluvia torrencial, pero,
cualquiera fuese el motivo, cuando despertara habría de preguntarse como hizo
para conciliar el sueño tan rápido, máxime habiéndose acostado sin siquiera
quitarse los zapatos ni cambiarse la ropa. En otro de los dormitorios, el hada
de la belleza estaba acostada boca abajo (usaba un camisón largo, blanco y con
puntillas), con las manos bajo la almohada, haciendo en su mente el resumen de
la atípica jornada de ayer. Definitivamente, había sido un muy buen día para
ella, y lo hubiera sido todavía más de no ser por su desenlace, cuando se
desatara el aguacero feroz que aún azotaba la ciudad y sus alrededores.
“Las hadas existen, aunque en otro mundo”,
todavía pensaba el originario de Las Heras, aun cuando sus ojos estuvieron a
poco de cerrarse por completo y no volver a abrirse sino hasta la salida del
Sol. Y se quedó dormido conservando esa notable e inmensa expresión de
felicidad combinada con triunfo en la cara, contento en extremo por haber
podido comprobar la otra de sus dos creencias máximas.
“¿Qué es esto que estoy experimentando?, es
algo nuevo”, todavía pensaba la hermana de Cristal, resultando ese pensamiento
en un buen medio para aplacar la tormenta, para no pensar en esta.
Ambos requerirían estar descansados para la
jornada siguiente.
Habían sido esas una tarde, una tarde-noche y
una noche maravillosas en un lugar maravilloso, ninguno de los dos pudo haber
deseado más que eso.
¿O si pudieron?.
¡Claro que si pudieron!.
Seguramente, con la recorrida planificada
para hoy, Eduardo e Isabel habrían de establecer como permanente esa flamante amistad.
Era otro paseo por la ciudad, uno ideado mientras de llevaba a cabo la cena con
Cristal, al que únicamente restaba por afinarle unos pocos y últimos detalles y
que, de acuerdo a los preparativos iniciales, tendría el comienzo con la
salida, si lo hacía – si la tormenta cesaba y las nubes se disipaban – del Astro
Rey. De todas maneras, aun con lluvia y nubes, ellos saldrían. En tanto
ingresaban a los dormitorios, cerraban las puertas, se echaban sobre las camas y
procuraban relajar cada músculo, el
corazón incluido (no por cansancio, sino por sentimientos), hubieron de caer en
la cuenta de algo: aquel beso de despedida de carácter simbólico para nada
había resultado suficiente. Tendrían, y por supuesto que lo harían, que
recurrir a otra cosa… porque el hada de la belleza se estaba comportando raro
(desde hacía cincuenta días tenía ese comportamiento), experimentando nuevos
sentimientos, igual de desconocidos, y el experto en arqueología submarina veía
en Isabel a una mujer bellísima. “Como persona y como mujer”, dijo, convencido,
en silencio.
--- CLAUDIO ---
Fin del capítulo 01
--- CLAUDIO ---
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