En la cocina-comedor diario.
A la luz de una decena y media de candiles
bien distribuidos por ese ambiente, acompañados por una incesante lluvia
torrencial. En torno a la antigua pero impecable mesa rectangular se
encontraban las hermanas de aura lila y el huésped e invitado de una de ellas,
disfrutando de la misma comida, un plato que el experto en arqueología
submarina nunca antes había visto – deseaba ser engañado por su sentido de la
visión –, pero que parecían pastas, y al que acompañaban con jugo de naranja.
_¿Siempre tuvieron esta altura los seres
feéricos, y esta sofisticación biológica?., fue la primera pregunta que hizo
Eduardo, porque la estatura era la principal diferencia que había visto entre
estas hadas y las del estereotipo terrestre.
Por la causa que fuere, no sentía nostalgia
ni extrañaba el televisor encendido (acostumbraba mirar los programas de
deportes durante la cena) con el volumen en un nivel intermedio, sentarse en
cualquiera de las cabeceras de la mesa, el hecho de cenar sin compañía (algo
que nunca le había gustado), el esporádico bocinazo del tren saliendo de o
llegando a la estación en el centro del poblado o los últimos transportes
ciclomotores y automotores de la jornada pasando por la calle.
_Casi siempre. La estatura de las hadas es
algo supeditado a la evolución, como todos nuestros rasgos y aspectos – empezó
a hablar la dueña de la casa, demostrando que tenía también unos modales
tremendamente refinados y femeninos para comer. Sus alas y las de su hermana,
con movimientos muy suaves a la vez que pausados, hacían oscilar la llama en
las velas más próximas a ambas, las que estaban en la mesa. Esa acción era un
indicativo de que las dos estaban muy serenas, anímicamente bien y a gusto – Si
es verdad que durante milenios, hablo del tiempo previo al Primer Encuentro,
tuvimos una altura menor a la actual, pero no mucho. Calculo que habrá sido un
diez por ciento inferior, no más de eso. Es lo que dicen nuestros archivos y
textos históricos. La evolución
biológica nos empezó a favorecer en cierto momento, y cuando aparecieron las
hadas inmigrantes de la Tierra ese ritmo en el proceso evolutivo comenzó a
acelerarse – ingirió otro bocado. Estas pastas eso era a fin de cuentas el
contenido de cada plato, tenían una forma geométrica de seis lados, y estaban
rellenas con espinaca y brócoli. Una fina capa de salsa roja cubría las piezas
–. Además, hace cinco mil veinticinco años, tuvimos una guerra que se extendió
por todos los rincones del planeta, contra un grupo de seres elementales, hadas
entre ellos, e involucró a cada una de las especies que forman este reino, el
elemental. Duró veintiocho años y trajo como consecuencia otro incremento en
ese proceso evolutivo: graves trastornos físicos, genéticos, biológicos,
moleculares y celulares, entre otras cosas. Provocaron que los seres feéricos
aumentaran su altura a razón de dos milímetros anuales – “Se me fue un poco la
mano con la sal”, pensó, recurriendo a otro sorbo de jugo para contrarrestar el
efecto – Pudieron continuar haciéndolo, de no ser porque hubo un hada llamada
Rosa, que era la reina insular en esos tiempos, una de las antepasadas directas
de Lili, que pudo contener esa situación tan complicada, algo que sabían iba a
empeorar a corto plazo, recurriendo a todo su poder. Algo que le costó la vida,
por cierto, y ese fue todo un golpe moral
para la población. Pero a raíz de su acción, en cierto momento, y digo
“en cierto momento” porque no hay ni hubo una fecha exacta, el crecimiento en
los hombres y mujeres de mi especie se detuvo. Hoy, la estatura promedio es de
un metro con setenta y cuatro centímetros, o setenta y cinco. Las demás
sofisticaciones evolutivas continuaron en los seres elementales, hadas
incluidas. Adquirimos nuevas habilidades y mejoramos las que ya teníamos.
_Desafortunadamente, hubieron víctimas que
lamentar durante esa guerra, además de todo tipo de pérdidas materiales, al
punto que tuvieron que crear, y hablo solo de la comunidad de los seres
feéricos, sesenta y cuatro mil doscientos ocho cementerios en ese continente,
solo en este. Cuatro mil cuatrocientos de ellos en Insulandia. En promedio,
tardaron tres años y un mes en “llenarse”. Nueve mil plazas cada uno.
Desapareció la octava parte de nuestra población en el curso de esos veintiocho
años, unas quinientas setenta y siete millones ochocientas setenta y dos mil
almas. Las otras especies elementales sufrieron numerosas pérdidas también, y
nueve de ellas se extinguieron. El hada que estuvo al frente del grupo enemigo,
o una parte de ella, se transformó en un cuervo, un animal muy querido por ella,
cuando fue vencida, al poco tiempo de que eso ocurriera. Parte de su ser había
nacido gracias a la pluma de uno de ellos – intervino Cristal, retomando la
clase de historia iniciada por su hermana. A la luz de un relámpago, dio otro
bocado al contenido de su plato y siguió hablando – Nunca llegó a ser
verdaderamente malvada, no estaba la maldad en su ser ni en su instinto, y
puede que eso haya resultado en el factor clave para que las hadas y los demás
seres elementales que sobrevivieron optaron por aceptarle su arrepentimiento.
“Perdonar, pero no olvidar”, fue el lema. No hubo juicios posteriores ni nada
de eso, como venganza o justicia y los derechos del vencedor, porque nadie
sobrevivió entre el grupo sedicioso, que estuvo conformado por individuos de
todas las especies existentes por esos días. Para retribuir un gesto que ni
siquiera ella esperaba, el hada malvada se quitó la vida. Era la única opción
que le quedaba para desprenderse de su energía vital, que no era la gran cosa,
e intentar reparar con eso todo cuanto pudiera de los destrozos que ella y su
grupo habían provocado. Al menos en este planeta, fuera de esa guerra, nuestra
existencia y la de los otros elementales nunca estuvo comprometida - alcanzó a ver una parte del exterior de la
casa gracias a la luz de otro relámpago – Cuando en el tuyo, en la Tierra, se
acentuó el período oscuro que los seres humanos conocieron y conocen como “la
Inquisición”, mejor dicho desde los primeros días de ella, las hadas y cuanto
otro ser elemental existía, como las sirenas y los tritones, estuvieron
literalmente a muy poco tiempo de desaparecer y sus existencias se vieron seria
y catastróficamente comprometidas. Estuvieron bajo tensión y amenaza
constantes, porque empezaron a perseguir, capturar y eliminar con una saña
desmesurada a todos aquellos seres con uso de inteligencia y conciencia que
fueran practicantes de otras religiones y creencias. Los practicantes y
simpatizantes del paganismo, del ocultismo, de la magia y otras creencias
contrarias a lo que mandaba la Inquisición no tuvieron oportunidades, la
mayoría murieron; y los que no fueron obligados de una forma u otra a renegar
de todo aquello en lo que creían. Los poquísimos seres elementales que tuvieron
éxito en la dificilísima tarea de sobrevivir se ocultaron. Menos del uno por
ciento de todos los que había. Un número todavía menor pudo llegar acá con la
ayuda de nuestros líderes de esa época. Los textos históricos dicen que h
vieron hadas tan poderosas que podían dominar a voluntad la comunicación transplanetaria.
Imagino que así les habrán hecho saber sobre la anomalía en el espacio y el
tiempo – pensaba en semejante poder, pero sin ningún deseo de aprenderlo. Si
era difícil en extremo establecer una comunicación mental entre dos puntos en
el mismo planeta, ¿qué tanto lo sería entre dos, separados estos por cientos de
miles de años luz? –. A medida que fueron llegando estos nuevos seres
elementales, hadas incluidas, se fueron dispersando por todas las regiones y
climas. Se adaptaron, usando la palabra correcta, a las diferentes comunidades
de seres elementales, que los aceptaron tal y como ocurriera con los
protagonistas del Primer Encuentro. Pero esta vez fue distinto, gracias a los
hechizos que se habían aplicado antes, por parte del hada malvada, y a la
“aceleración evolutiva”. Estas transformaciones que fueron graduales, esta vez
fueron más repentinas y súbitas, hablo de las fusiones. Por ejemplo – indicó un
planteo con un gesto manual –. Dos hadas del agua, una de este planeta y la
otra de la Tierra. En los tiempos posteriores el máximo evento histórico
tardaron entre doce y veinticuatro meses en alcanzar una complementación total,
y después que el hada malvada aplicara su magia solamente un mes. Pasó lo mismo
con todos los seres elementales, con las treinta y una especies que existían
tanto en la Tierra como en este planeta. Hoy existen acá ciento una especies, y
las hadas somos la más numerosa. El porqué de esas transformaciones y
complementaciones, súbitas o no, nos sigue siendo desconocido – no había otro
motivo para la pausa más que el de disfrutar de las siluetas que producían las
quince velas. Eduardo supuso que las sombras chinescas debían ser un buen
entretenimiento, porque aquí estaba la hermana de Cristal, riendo
disimuladamente con los dibujos que aparecían en las paredes – Además, había
contribuido de manera significativa a la reducción numérica de los seres
feéricos en la Tierra, por nombrar solo a uno de los componentes del reino
elemental, el hecho de que los humanos, por vocación o por opción, dejaran de
creer en y practicar las creencias y religiones antiguas. Ese miedo que usaron
como arma y sus consecuentes persecuciones, matanzas o lo que fuere, pero pasó.
Los seres elementales, como dije, estuvieron al borde de la desaparición – miró
al huésped de su hermana a los ojos y, con sinceridad plena, le agradeció –.
Celebro que haya personas como vos, que creen en nuestra existencia y la de
otros individuos elementales, porque ese sentimiento, aun con la enorme
distancia, nos ayuda a sobrevivir. Hace siglos, las hadas descubrimos que los
deseos más profundos de todos, carentes de negativismo y maldad son capaces de
propagarse sin detenimientos por la inmensidad del aire. Aventuramos que podría
darse el mismo caso desde uno a otro planeta, y creo que no nos equivocamos,
mis antepasados y los de Isabel no lo hicieron, al proponer tal cosa. De esa
manera, la creencia más o menos arraigada y practicada por los individuos de tu
especie, Eduardo, puede viajar desde la Tierra hasta nuestro hogar, y las hadas
y otros seres podemos beneficiarnos de ella.
Un sonoro rayo que quedó resonando en sus
oídos fue el predecesor de un fuerte golpe. Un pino u otro árbol grande tuvo
que haber sido derribado y caído pesadamente al suelo. Fue interrumpida la
conversación sobre las existencias de los seres elementales. Las hermanas de
aura lila reaccionaron dando un salto apenas perceptible y el originario de Las
Heras, que ya estaba acostumbrado a esas inclemencias, permaneció indiferente.
_O sea que las hadas te debemos la vida.
Isabel tradujo (resumió) de esa manera las
palabras de Cristal, específicamente aquello del agradecimiento, a las que
acompañó con una sonrisa. Procuró que sus enrojecidas mejillas no quedaran tan
expuestas, llevándose el vaso a medio llenar hasta la comisura y bebiendo un
sorbo de jugo.
_No creo que sea para tanto, Isabel… y
también te lo digo a vos, Cristal – alegó Eduardo, esforzándose por mostrarse
modesto, algo que le era prácticamente desconocido –. Pero si les parece pueden
hacer lo siguiente – quiso sugerir a las hermanas, olvidado por un momento de
su plato, ya casi vacío, y del vaso – Una vez que el… ¿”Espectador”, se llama?,
¿ese es su nombre?... pueda ser usado de nuevo pídanle permiso a la reina y a
cualquiera de las hadas que estén a cargo de ese objeto que les dejen hacerlo y
dedíquense a observar, con minuciosidad si les es posible, las ciudades y
pueblos que están más cerca de la Cordillera de los Andes. Las personas especializadas
en el estudio y las investigaciones sobre los seres elementales, como lo son
las hadas, aseguran, cada vez que se les pregunta a ese respecto, que todavía
quedan gnomos, posiblemente también hadas y otra variedad de elementales, viviendo
en ese lugar. O tal vez en el sur de Inglaterra e incluso en áreas boscosas de Irlanda
– la onomatopeya “¡crash!” le indicó que había caído una teja del techo al
suelo –. De esa manera, ustedes y sus congéneres podrían confirmar que existe o
no la vida inteligente, más allá de los seres humanos… y yo podría aprovechar
para ver como están las cosas en mi pueblo natal… mi casa y todo cuanto esté
dentro de ella. Es una lástima el no poder recuperar mis posesiones, porque
muchas tuvieron, y todavía tienen, un gran valor como símbolos para mi. Libros,
fotografías, calzado, los muebles y todo tipo de objetos.
_Eso no va a ser posible sino hasta dentro de
doce meses, o casi doce meses, aunque es verdad que le vamos a pedir permiso a
la reina Lili para usar el Espectador. Ese objeto está a su cuidado y el de la
princesa heredera – remarcó Isabel, haciendo un gesto complementario con la
mano derecha –. Cada uno de los ingredientes químicos, orgánicos y otros
elementos que se necesitan para producir ese líquido mágico, que los seres
feéricos llamamos “El Agua de la Vista”, son raros y muy difíciles de
conseguir. No te rías, Eduardo, yo no inventé ese nombre – le pidió a su
huésped, pero reconociendo en su mente que el nombre era ridículo, o por lo
menos gracioso –; hacen falta exactos trescientos sesenta y cinco días
solamente para crear el Agua de la Vista, porque existe un protocolo que
tenemos que seguir al pie de la letra… es como una receta, si se quiere. Hacer
cada uno de sus elementos componentes… no se, el tiempo es variable. También es
de un año. O lo fue la última vez que los seres feéricos tuvimos que buscarlos.
Yo incluso participé en una de esas misiones de búsqueda. El Espectador se usa
muy poco, y una de las razones es ese extenso lapso de tiempo.
_Incluso la reina Lili y los expertos mejor
calificados se enfrentaron a dificultades la última vez que lo hicieron –
añadió Cristal, advirtiendo lo mismo que su hermana. En los últimos dos o tres
minutos, el aguacero había mostrado las primeras señales de disminución en su
ferocidad –. No es lo que se dice una tarea sencilla.
_Ya estoy viendo el futuro, y no necesito ser
un adivino – fue el lamento del experto en arqueología submarina –. Pueden adueñarse
de todas mis cosas de un momento a otro, sino es que lo hicieron ya. Eso no es
nada alentador.
Y continuaron con la cena.
Las chicas compartieron el pensamiento de Eduardo,
mirándose sin saber como reaccionar o que cosa decir.
Se habían cumplido recién los primeros
treinta minutos del día siete de Marzo, cuando el trío de platos por fin hubo
de quedar vacíos, a excepción de unos diminutos y pocos numerosos restos de
comida (“Limpiamos mañana todo esto”, fueron las palabras al respecto de la
anfitriona), que de seguro habrían de transformarse en el polvillo
fertilizante, y unas pocas gotas quedaron en los vasos y vacía la botella de
vidrio. Continuaba lloviendo a cántaros, aunque era un hecho la baja en la
intensidad, los truenos sucediendo a los relámpagos, y algún que otro rayo
aislado impactaba en la distancia. Afuera, entre la oscuridad y la dantesca
masa de barro, no se veía ni un alma, de modo que, para regresas a su casa en la
vereda opuesta, la hermana de Isabel hizo uso de nuevo de sus habilidades y se transformó
en la sombra lila, que además de posibilitarle el desplazamiento en forma
sencilla, evadiendo los diversos obstáculos, era útil, gracias a su brillo,
para alumbrar el camino. “No, no hay magia oscura de por medio”, dijo Isabel,
anticipándose al planteo de su amigo sobre por qué estaba tan oscuro allí
afuera.
_Si la hubiera, en estos momentos tendríamos
un verdadero enjambre de hadas guardianas rastreando centímetro a centímetro la
superficie, buscando la fuente y tratando de neutralizarla.
_¿Existe de verdad?., quiso saber el hombre.
_Claro que existe – aseguró Isabel,
observando a su hermana en la mitad de la calle –, pero sus diversas
aplicaciones están reguladas por el Estado, e incluso por el Consejo Supremo Planetario.
La última vez que se usó la magia negra sin permiso ni autorización fue en
forma completamente indebida y eso nos condujo a una guerra que se prolongó por
veintiocho años. No, lo que ahora estás presenciando, hablo de esa oscuridad,
es una consecuencia de la lluvia torrencial.
Y volvieron a concentrarse en Cristal, a
quien vieron estar frente a la puerta de su casa que daba a la calle tan solo
unos (breves) momentos antes de que lo hiciera un individuo feérico del sexo
masculino, protegido de la fuerte tormenta con una capa con capucha – al verlo
allí, los ojos de la hermana de Isabel se iluminaron y se le colmó de felicidad
la cara – y cerraron las cortinas en la sala principal. Ese tenía que ser el
hombre de quien había hablado durante la cena la hermana de Isabel.
“Al fin nos quedamos los dos solos”, pensaron
al mismo tiempo, y sin que el otro se percatara de ello, aunque no fueron más
allá de ese pensamiento compartido.
--- CLAUDIO ---
CONTINÚA
--- CLAUDIO ---
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